Sayyid Qutb – Segunda parte

Continuamos con la vida y obra de Sayyid Qutb. En esta segunda y última parte, veremos la trayectoria de Qutb tras su viaje a América, su ingreso en los Hermanos Musulmanes, su encarcelamiento y su muerte. Por si acaso, ten a mano el Glosario de términos islámicos.

La primera parte finalizaba con el egipcio trasladándose a EEUU a una estancia en la universidad de Denver. Lo que vio allí confirmó la percepción de Occidente que presentaba en la obra que dejó en la imprenta justo antes de partir, Justicia Social en el islam. Sus impresiones sobre la sociedad americana quedaron plasmadas en una breve obra titulada La América que he visto.

Qutb en América

A Sayyid Qutb no le impresionaron positivamente los EEUU. Según cuenta en su librito, América era enorme y maravillosa, pero estaba llena de estúpidos. Sin duda, destacaban en la técnica y la industria, pero su única fe era la ciencia aplicada. Una ciencia que ni siquiera era suya ya que la habían recibido de los europeos. Los primeros habitantes de América eran una mezcla de aventureros y criminales descontentos con el Viejo Mundo que habían emigrado a una tierra virgen (para Qutb los indios no existieron) en busca de fortuna y bienestar. La tarea de colonizar un territorio virgen y salvaje les hizo concentrarse en la técnica, olvidando otros aspectos importantes para una vida equilibrada como el arte o la religión. Lo que más sorprende a Qutb es el hecho de que, confrontados con una tierra tan virgen y majestuosa, los americanos no desarrollaran un sentido de admiración y respeto por la naturaleza y las fuerzas divinas. Así, incapaces de dedicarse al arte, la religión o el enriquecimiento espiritual en general, durante los últimos cuatro siglos los americanos se han dedicado a inventar máquinas y vivir una vida lujuriosa y materialista.

sunshinepcs45702La biblioteca de la facultad de educación de la Universidad Estatal de Colorado en Greely, donde Qutb pasó parte del año 1949.

Todo esto resultaba a Qutb terriblemente primitivo. El mejor ejemplo de esto eran los partidos de fútbol americano. Un juego de nombre estúpido (no se juega con el pie) y un desarrollo salvaje y violento, sin ningún tipo de respeto o deportividad, coreado por millares de fans rabiosos y sedientos de sangre gritando “¡rómpele las costillas, písale la cabeza!”.  Un primitivismo que se materializaba en un carácter belicista y agresivo. Los pioneros americanos lucharon entre sí y contra los pobladores originales de la tierra, después expulsaron a los latinos y se rebelaron contra su metrópolis. La guerra civil no tuvo nada que ver con la esclavitud sino con la superioridad económica del Sur. Y en el momento de escribir la obra (1951), los EEUU entraban en Korea, lo que demostraba su carácter agresivo e intervencionista.

Los americanos, sigue Qutb, son unos bestias inhumanos. En su sociedad solo hay sitio para los fuertes, y a los débiles no hay ideología o grupo que les pueda salvar, ya que según la forma de pensar americana no merecen vivir. Qutb empieza a enumerar anécdotas, como la vez que estaba en un hospital y alguien se quedó atrapado en el ascensor y un hombre empezó a representarlo en la sala de espera mientras los demás pacientes se partían de risa, o como cuando fue a un funeral de esos con el ataúd de cristal y la familia y amigos del muerto se reían y hacían bromas sobre él. O una vez que fue a casa de una señora que le ayudaba con el inglés y escuchó el final de una conversación en el que una amiga le contaba aliviada que gracias a tener un seguro de vida se había ahorrado un tratamiento caro y había recibido una indemnización. Qutb expresó su admiración por la entereza con la que la amiga llevaba la muerte del perro, y la profesora le explicó que el que había muerto era el marido, no el perro. Hasta los pollos y los cuervos, cuenta el egipcio, tienen más sensibilidad hacia la muerte que los americanos.

La visión americana de la religión es también primitiva, continua Qutb. Les encanta construir iglesias, pero suelen estar vacías, y la gente va ahí por diversión o por tradición, no por inquietud espiritual. Hay muchísimas sectas e iglesias y todas compiten entre sí, así que atraen fieles con vistosos carteles y mujeres cantando y bailando. Qutb se unió a una iglesia distinta en cada lugar que vivió, para conocer de primera mano la cultura local. En una de ellas, el párroco organizó un baile calenturiento, y hasta que todos los asistentes (hombres y mujeres) no se pusieron a bailar pegados no se quedó contento. Tener feligresas guapas era crucial para la supervivencia de la iglesia, ya que así acudirían más chicos a las misas. El fin, dinero y prestigio para la iglesia, justifica los medios, por inmorales que sean.


Qutb cita indignado esta canción como ejemplo de música de baile de iglesia

La relación de los americanos con el sexo también le resultaba sorprendente a Qutb. El mero hecho de considerar el sexo como una “necesidad biológica”, desprovista de todo tipo de componente emocional, mostraba una vez más el primitivismo americano. El culto al cuerpo y el sexo es propio de pueblos bárbaros: si la humanidad se ha esforzado por reprimir los impulsos sexuales no es por ignorancia sino por deseo de perfección y orden social.

En la última parte de la obra se dedica a analizar el arte y la cultura americanas. Todo le parece despreciable. El jazz: una música de salvajes, ruidosa e infernal. Las películas, salvo excepciones como Lo que el viento se llevó o Cumbres borrascosas, una basura en comparación con el cine europeo. El hiperrealismo pictórico, una tontada sin gracia. Lo peor, la ropa: mucho más hortera que la de la gente de las aldeas egipcias. ¿Y los tatuajes? Mucho más horribles que los de los habitantes del centro de África. Por no hablar de los cortes de pelo. Y la comida, asquerosa también, estos americanos le ponen sal a las manzanas y sandías (¿?) y azúcar a las ensaladas y pepinillos…

Pobrecillos. Un día, Qutb estaba en la cafetería de la universidad y vio como un grupo de estudiantes la echaba sal a la sandía. Él fingió desconcierto.
– ¿Cómo? ¿No lo hacéis en Egipto?
– No no, nosotros le ponemos pimienta.
Una chica del grupo probó a echarle pimienta y exclamó, ¡está buenísimo! Al rato todos los estudiantes de la cafetería la imitaban. Otro día repitió la broma con azúcar.

Los EEUU, concluye Qutb, tienen un importante rol en el mundo y destacan en la ciencia y la tecnología. Las demás naciones deben imitar esos aspectos, sin copiar las facetas más primitivas y absurdas del estilo de vida americano. Y, al mismo tiempo, deben esforzarse por iluminar a los pobrecitos americanos, a complementar su inteligencia práctica y muscular con sensibilidad y refinamiento. Si no, el mundo está abocado al desastre.

Qutb y los Hermanos Musulmanes

Cuando Qutb volvió de América, los acontecimientos se precipitaban en Egipto. La popularidad del rey Faruq caía en picado a causa de su mala gestión de la guerra con Israel. Los oficiales libres y los Hermanos Musulmanes ultimaban su alianza para derrocar al gobierno. Sayyid, más politizado que nunca y reafirmado en sus creencias por su estancia en el extranjero, decidió unirse a la Hermandad, y pronto se convirtió en uno de sus principales ideólogos. Según Sephard, Qutb llegó a participar en algunas reuniones del comité de los Oficiales Libres, pero abandonó cuando vio que Nasser y los suyos pretendían instaurar una república laica y no un verdadero estado islámico.

En 1954, cuando acabó la luna de miel entre los nasseristas y la Hermandad, Qutb fue encarcelado junto a 4.000 de sus compañeros y sentenciado a 15 años. Su débil estado de salud le hizo pasar largas temporadas en el hospital de la prisión, donde continuó escribiendo y redactando obras, como su célebre tafsir (comentario coránico). También conoció allí las obras del célebre Maududi, uno de los pensadores islamistas más influyentes del Indostán. Las pésimas condiciones de vida en la cárcel, que incluían numerosas torturas y vejaciones (ni las prisioneras femeninas estaban a salvo de ellas), hicieron que sus ideas se fueran radicalizando. 1957, cuando 20 compañeros de la Hermandad fueron ejecutados, fue según sus biógrafos un punto de inflexión.

muslim_brotherhood_emblemEmblema de los Hermanos Musulmanes.

En ese momento, Qutb comenzó a plantearse que los problemas de Egipto no se debían a la influencia extranjera o la ausencia de justicia social, sino a un régimen brutal y despiadado que se esforzaba por eliminar el legado islámico y secularizar la sociedad, a la vez que imponía una férrea dictadura militar. El régimen era la encarnación de la Yahiliyah, la ignorancia pre-islámica, que según Qutb había vuelto y estaba más presente que nunca. Sobre la reformulación de la Yahiliyah que hizo Qutb se han escrito libros y artículos. La idea general es que Qutb transformó un término histórico, referente al estado de “barbarie” en el que vivían las tribus árabes antes de la revelación coránica, en un sinónimo de ateísmo y comportamiento anti-islámico. Poco a poco, ayudado por las inhumanas condiciones de la cárcel y las torturas a las que eran sometidos él y sus compañeros, Qutb fue ampliando el número de los que él consideraba “yahilis” hasta incluir prácticamente a toda la humanidad, salvo un reducido número de valientes mártires (los Hermanos Musulmanes) que resistían firmemente a las fuerzas del mal. Para derrotar a la ignorancia anti-islámica, era preciso luchar firmemente y educar a las nuevas generaciones en la defensa de la fe. La victoria sería difícil y no se alcanzaría en una generación, pero Dios estaría de lado de los verdaderos musulmanes.

Piedras en el Camino

Es en este contexto en el que Qutb empieza a redactar su obra más influyente, si bien no la más extensa. Se trata de Hitos o Piedras en el Camino, una obra surgida a raíz de varias conversaciones con compañeros de cárcel, y que está pensada como un panfleto para captar y motivar a nuevos adeptos a la causa. Sería algo así como el Manifiesto Comunista del islamismo moderno. Si queréis leerlo, pedídmelo por email.

Piedras en el Camino no es un libro especialmente extenso. Es el último texto de Qutb, y el que contiene las ideas más radicales, algunas de ellas (como la llamada a la acción violenta) inéditas en obras anteriores. También es el que está escrito con un estilo más vivo y motivador. Si Qutb es considerado el padre del islamismo violento no es solo por sus ideas, sino por la fuerza con la que las expresa.

La obra comienza con Qutb advirtiendo que tanto la civilización occidental como el bloque soviético están al borde del colapso, no por incapacidad económica o material, sino por ausencia de guía moral. El capitalismo, el comunismo, el nacionalismo… todas las ideas hechas por el hombre han fracasado a la hora de dar a la humanidad prosperidad y el equilibrio necesarios, y solo el islam puede remediar esta situación. Pero, ¿cómo difundir el mensaje coránico en una sociedad saturada con productos materiales y culturales, donde nadie tiene tiempo o ganas de escuchar una teoría difusa y abstracta como es la religión? Dando ejemplo. Es necesario que un grupo devoto y dedicado de musulmanes iluminen al mundo con su rectitud y fuerza. Y para ello, también es preciso despojar al islam de todas las innovaciones innecesarias de los últimos años, de todos los ritualismos y tradiciones paganas. Aquí, las ideas de Qutb empiezan a recordar ligeramente a las de los salafistas.

Esto no significa que haya que desdeñar el progreso y los bienes materiales… por el contrario, lo que hay que hacer es reconducir los esfuerzos técnicos y científicos para mejorar las condiciones de los pobres y desamparados. Al músculo y la máquina hay que sumarle la sensibilidad y la inteligencia que solo una religión monoteísta divinamente revelada puede aportar. Nada que Qutb no nos hubiera contado ya. Este libro, nos explica, es un manual de instrucciones para la vanguardia islámica, para la comunidad de esforzados mártires que hará frente a la Yahiliyah. El nombre hace referencia a los distintos “hitos” o «piedras millares» que la vanguardia islámica deberá reconocer en su lucha contra las fuerzas anti-islámicas.

Qutb

En el primer capítulo, Qutb nos detalla cómo y por qué la primera generación de musulmanes, Mahoma y sus compañeros, son un ejemplo de sociedad islámica perfecta y deben ser emulados. ¿Cómo lo hacían? ¿Por qué eran tan puros? Porque seguían firmemente las revelaciones del Corán, interpretándolas no como metáforas o pasajes literarios, sino como preceptos sólidos que guiaban la sociedad y la vida de los creyentes. Es preciso volver al método coránico.

Este método coránico es descrito en el segundo capítulo, que resume la historia y vicisitudes de la época pre-islámica y las motivaciones divinas tras las normas islámicas (las tribus árabes eran muy salvajes, era necesario un código ético y de convivencia expresado en un language sencillo, etcétera). Qutb es consciente de las distintas etapas en las que el Corán fue revelado, y así distingue entre preceptos éticos, religiosos y normativos. El método coránico, explica, requiere primero una comunidad de creyentes sinceros y concienciados. Solo así podrá emerger un sistema de leyes basadas en las necesidades prácticas de la sociedad. El islam no puede ni debe ofrecer un sistema cerrado de leyes y constituciones si no hay una población receptiva. Es decir, no se puede imponer la sharia ni es posible aplicarla en una sociedad yahili o ignorante. No hay prisa, pues, ni necesidad de imponer un sistema islámico, sino que es preciso construir poco a poco una sociedad perfecta. (Los grupos yihadistas modernos que se declaran seguidores de Qutb parecen obviar esta advertencia).

La teoría y la práctica islámicas son la misma cosa, y la sociedad perfecta solo se alcanzará por etapas, insiste constantemente el maestro egipcio. En el tercer capítulo describe como es la sociedad islámica: una sociedad donde las diferencias de género, nacionalidad y clase social no son causa de división y enfrentamiento. Una sociedad basada en el amor y la solidaridad, en los derechos y los deberes. Una sociedad superior a los imperios esclavistas (el romano y el británico), a la tiranía de la mayoría soviética, y a la degenerada nación americana. Las diferencias enriquecen y mejoran la sociedad islámica.

En el cuarto capítulo comienza la «chicha». Yihad en el nombre de Dios, se titula. Qutb analiza aquí si la guerra es permisible, y bajo qué límites. Mahoma, recuerda, estuvo predicando durante años de forma no violenta, y hasta que la aristocracia mecana no decidió actuar contra la comunidad de emigrados a Medina, Dios no le dio permiso para combatir. Y además Dios distinguió entre varias categorías de personas ajenas a la umma (comunidad islámica): los politeístas, la gente del libro y los hipócritas (falsos musulmanes). A los primeros había que combatirlos incesablemente (con violencia o con palabras), con los segundos era preciso llegar a acuerdos y respetarles siempre que no actuaran en contra de la umma, y contra los terceros solo cabía predicar y razonar. La yihad, asgura Qutb, solo se hace de forma violenta contra las instituciones y el sistema, nunca contra los individuos, a los que se debe salvar mediante la palabra. La yihad se hace poco a poco, primero se desmantelan los sistemas de opresión (palabras textuales) y después, mediante ejemplos y razones, se convierte a los impíos. La religión no se puede imponer, es un precepto coránico. Esto va en dos direcciones: no se puede obligar a nadie a aceptar el islam, pero es preciso luchar contra los sistemas que impiden la propagación de la religión o no permiten a los musulmanes ejercer su religión en libertad.

¿Qué implica el mensaje coránico? No hay Dios sino Dios significa que solo Él es soberano, que sus leyes y preceptos no pueden ser sustituidos por ningún sistema de leyes o creencias creado por el hombre. Es, según Qutb, un mensaje de libertad, ya que en un sistema islámico ningún hombre o institución podrá arrogarse poderes que solo pertencen a Dios. La forma de establecer la soberanía divina en la Tierra no es adoptar una teocracia en la que los sacerdotes detenten el poder e intepreten las leyes divinas. Al contrario: interpretar e implementar los preceptos sagrados es tarea de todos los creyentes. Y esto no puede ser conseguido exclusivamente mediante la predicación y el ejemplo, sino que es necesario cierto grado de coerción (que Qutb denomina eufemísticamente «el movimiento»). El movimiento se encargará de los «obstáculos materiales», es decir, de desmantelar los sistemas de opresión por motivos de raza o clase social. En otras palabras, la lucha armada contra los regímenes ignorantes y opresivos es fundamental si se quiere avanzar hacia una sociedad islámica, pero requiere preparación y cautela. La yihad es la lucha contra la tiranía y las leyes injustas, es un precepto islámico básico y es el deber de todo verdadero musulmán. El objetivo de la yihad es establecer un sistema islámico que permita la aplicación de las leyes divinas. Hoy día todo este discurso nos suena familiar, pero en los años 60 era un concepto novedoso.

El capítulo 5 nos recuerda que la afirmación «no hay Dios sino Dios» implica aceptar la soberanía divina, con todo lo que ello conlleva. Hay que someterse a la voluntad de Alá, aceptar el modo de vida y los preceptos establecidos por Dios y olvidarse de los ídolos humanos y demás distracciones materiales. Si no hay Dios sino Dios, la convivencia con los sistemas yahilis es imposible, ya que en su propia naturaleza está la negación de Dios. El «fin de la historia», por así decirlo, llegará para Qutb cuando el islam sea el sistema de valores y relaciones humanas predominante en la tierra.

El siguiente capítulo habla de la ley islámica. Afirma que la única forma de establecer equilibrio y armonía entre los seres humanos y el universo es seguir las normas de Dios. Más allá de argumentar por qué es necesario obedecer a Dios, Qutb no detalla cuales son las leyes divinas, o cómo aplicar a los tiempos modernos normas y preceptos surgidos en la Arabia medieval. Resulta interesante que, a la vez que rechaza la necesidad de un estamento religioso diferenciado, Qutb trate de abolir todas las leyes no divinas sin darse cuenta de que la jurisprudencia islámica lleva 1.400 años de tradición tratando de resolver ese tipo de cuestiones prácticas.

MogammaEl Mogamma, un mastodóntico edificio administrativo erigido por Nasser

El capítulo séptimo retoma parte de los argumentos esgrimidos en Justicia Social. El islam es la mejor civilización, la única civilización digna de ser considerada como tal. El islam ha sacado a los hombres y mujeres de la barbarie, les ha hecho olvidar las diferencias de raza o clase, les ha hecho sentirse parte de una comunidad y las ha dado valores y normas para vivir una existencia pacífica y feliz.

En la siguiente sección Qutb valora la relación de los musulmanes con el arte, la cultura y la ciencia foráneas. Su conclusión es que las ciencias son patrimonio universal, y que no hay problemas en que los musulmanes se instruyan en física, química o ingeniería bajo la tutela de infieles. La historia y las humanidades en general son más problemáticas, ya que se basan en preceptos morales yahilis. Lo mismo pasa con toda ciencia que supera las observaciones empíricas: la propia teoría de la evolución no está demostrada e incurre en la especulación metafísica. Qutb no desaconseja leer obras filosóficas y académicas no islámicas, pero siempre que sea con el propósito de entender mejor el sistema de pensamiento yahili, por aquello de «conoce a tu enemigo».

En el capítulo noveno, Qutb habla de patria y nacionalidad. Un musulmán no tiene patria, puede sentir apego por su tierra y sus gentes, pero no debe olvidarse que él pertenece exclusivamente a la comunidad islámica. La patria de un musulmán es todo lugar donde pueda ejercer su fe sin problemas y donde la ley de Dios predomine. Todos los demás sitios, por familiares que puedan ser, no pueden ser considerados patria.

La décima sección vuelve a recordarnos lo diabólicos y perversos que son todos los yahilis, y lo imposible que es llegar a ningún tipo de acuerdo o compromiso con ellos. Su estilo de vida es deleznable a los ojos de Dios, y por tanto los musulmanes no deben mostrar ningún tipo de simpatía con ellos. Ni siquiera deben justificar sus creencias y los logros y limitaciones de las sociedades islámicas. Al contrario, deben pasar a la ofensiva, atacando las contradicciones y las miserias del estilo de vida yahili y defendiendo las virtudes de la verdadera religión. La solución, continúa, no es apartarse de la sociedad yahili e irse a un lugar apartado. Por desgracia, eso es imposible y no deseable a los ojos de Dios. Tampoco pueden plantar cara de forma agresiva y no dialogante, pues serían destruidos. Lo que debe hacer la vanguardia musulmana es mezclarse entre la yahiliyah, hablar del islam con orgullo y humildad, mostrar a los demás con el ejemplo la superioridad del estilo de vida islámico y esperar traer así al verdadero camino a muchas pobres almas que han caído en las garras de la sociedad materialista e ignorante.

Los dos últimos capítulos recuerdan a la vanguardia islámica que han de mantenerse firmes en la fe y orgullosos de sus creencias, aunque puedan parecer anacrónicas y absurdas a los ojos de los materialistas, aunque puedan suponer cárcel y torturas. Los verdaderos musulmanes siempre lucharán contra las injusticias y la sustitución de las leyes de Dios por las del hombre. Sufrirán martirio y penalidades, pero suya será la recompensa en el cielo, y la satisfacción en la tierra por haber hecho lo correcto.

En la obra se dicen muchas cosas más, pero la mitad de ellas son referencias coránicas que sería complicado e irrelevante explicar. Como podéis ver, hay mucha repetición de ideas y conceptos. Aún así, se trata de un texto emotivo y poderoso. Hacer el bien, luchar por lo que es correcto, acabar con la opresión… el islam de Qutb es una religión de movilización política. Está contra el sistema corrupto, contra el colonialismo y la tiranía, contra el materialismo y la discriminación, pero desde mi punto de vista de no-musulmán, quizá la solución que propone sea excesivamente ambigua e idealista. En todo caso, lo reseñable de Piedras en el Camino es su justificación de la violencia política, siempre que sea por una causa legítima (luchar contra la yahiliyah en nombre de Dios). Es fácil percibir sus influencias en autores y organizaciones posteriores.

Últimos años y ejecución

En 1964, gracias a la intercesión de un diplomático iraquí, Sayyid Qutb fue liberado de la prisión. Piedras en el Camino ya circulaba de forma clandestina, y Qutb se reincorporó a la Hermandad. Su libertad duró poco. Fue detenido de nuevo a finales de agosto de 1965 y acusado de conspirar contra la vida del presidente Nasser. Hay cierto debate sobre su grado de responsabilidad en el complot magnicida: es cierto que hubo una escisión de los Hermanos Musulmanes que decidió seguir la llamada de Qutb y emprender la lucha armada contra el régimen; lo que no está claro es si Qutb colaboró con ellos o si simplemente sirvió de inspiración sin ser consciente de que se preparaba un atentado. En todo caso, el plan fue descubierto y el maestro fue sentenciado a muerte. El 29 de agosto de 1966, un año después de su reingreso en prisión, fue ejecutado.

Desaparecía así un pensador inteligente y prolífico. La cárcel, donde pasó los últimos años de su vida, contribuyó a radicalizar sus posiciones. Los Hermanos Musulmanes actuales, si bien reconocen su figura y utilizan su martirio con fines propagandísticos, se distancian públicamente de sus posturas más violentas. Ya en 1969, la Hermandad declaró que en sus obras Qutb se representaba a sí mismo y no a la organización, un movimiento lógico teniendo en cuenta que los HHMM se esforzaban por volver a la legalidad y entablar buenas relaciones con el régimen. Lo conseguirían a partir del ascenso de Sadat.

Las obras de Qutb inspirarían a muchísimos musulmanes en las siguientes décadas, tanto moderados secularizados como yihadistas violentos. Su hermano Muhammad continuó su legado, y llegó a ser tutor del famoso Osama Bin Laden. Aún así, es difícil valorar el verdadero impacto de Qutb. Hasta sus mismas ideas son difíciles de sintetizar y resumir. Como siempre, lector, si no te fías de mis palabras o mi interpretación, puedo proporcionarte gustosamente todas las fuentes primarias y secundarias que precises.


Bibliografía

Fuentes primarias

Sayyid Qutb, Social Justice in Islam, traducción y comentario crítico de William Sephard, Brill, Leiden, 1996.

Sayyid Qutb, In the Shade of the Quran. (18 volúmenes) Traducción al inglés de Kallamullah.com

Sayyid Qutb, The America I have seen, traducción al inglés del departamento de Sociología del islam de la Universidad Estatal de Portland.

Sayyid Qutb, Milestones, American Trust Publications, 2005. Hay muchísimas versiones y traducciones alternativas disponibles online, pero esta traducción me parece confiable.

Fuentes secundarias

Hay infinidad de libros y artículos referentes a Qutb, la mayoría de ellos no muy buenos. En mi artículo académico critico la actitud de parte de la academia occidental con este autor.  Algunas excepciones son:

William E. Sephard, «Sayyid Qutb’s Doctrine of Jahiliyyah» en International Journal of Middle East Studies 35 (2003), 521–545. (En general, todo lo que Sephard ha publicado sobre Qutb es d calidad excepcional)

Ana Belén Soage, «Hassan al Banna and Sayyid Qutb: Continuity or Rupture?» en The Muslim World 99 (2009), 294-311.  Accesible online en este enlace.

Shahrough Akhavi, «The Dialectic in Contemporary Egyptian Social Thought: The Scripturalist and Modernist Discourses of Sayyid Qutb and Hasan Hanafi» en International Journal of Middle East Studies 29 (1997), 377-401

Ronald Nettler, «A modern Islamic confession of faith and conception of religion: Sayyid Qutb’s introduction to the Tafsir, Fi Zilal Al‐qur’an» en British Journal of Middle Eastern Studies, 21 (1994), 102-114.

Por supuesto esto no es una lista exhaustiva, pero sirve de ejemplo de la diversidad de publicaciones y de producción académica que Qutb ha sucitado. Como siempre, no dudéis en enviarme un email si necesitáis acceso a las fuentes o cualquier tipo de ayuda.

Sayyid Qutb – Primera parte

Sayyid Qutb (Egipto, 1906-1966) es uno de los pensadores y autores islamistas más influyentes del siglo XX. En los últimos quince años ha adquirido cierta relevancia en Occidente al saberse que su hermano Muhammad fue tutor personal de Osama Bin Laden, y que algunas de sus obras estaban entre la lista de lecturas del terrorista saudí. Más allá de eso, las palabras y la vida de Qutb han influido a numerosas organizaciones islamistas, algunas terroristas, como la Yihad Islámica Egipcia que acabó con el presidente Sadat.

He decidido escribir un artículo centrado en él (que voy a dividir en dos partes), porque Qutb es uno de los exponentes más conocidos del modernismo islámico, que tratamos en Movimientos de Reforma III. El otro ejemplo sería Ali Shariatí, al que ya hemos mencionado alguna vez y sobre el que escribiré un futuro artículo. Hoy hablaremos de los primeros años de Qutb y de su primera obra de relevancia, Justicia Social en el islam.

Personalmente, Sayyid Qutb me resulta un tipo muy interesante, por el momento histórico en el que escribió y por su vida e ideas. Vivió en una época que he tenido la ocasión de contextualizar en este blog: Colonización, Independencia y Guerra Fría, Auge del modernismo secular y aparición del modernismo islámico. Fue una de las figuras más influyentes de los Hermanos Musulmanes tras la muerte de al-Banna, y fue encarcelado y ejecutado por Nasser. He tenido la oportunidad de leer muchas de sus obras y, de hecho, tengo publicado por ahí un articulillo (en inglés) sobre la visión de Qutb sobre las mujeres.

qutb1Sayyid Qutb. Fuente: Blogspot.

Infancia y Juventud

Sayyid Qutb nació en Musha, un pueblo del Alto Egipto. Pertenecía a una familia terrateniente tradicional, acomodada. Su padre simpatizaba con las ideas liberales, y organizaba tertulias para discutir la actualidad de la época y los textos coránicos. El joven Sayyid era un ávido lector de libros, y en ocasiones organizaba “lecciones” para los habitantes de su pueblo. Su familia le envió a estudiar en Dar-al-Ulum, en El Cairo, convirtiéndose más tarde en profesor. A los veintipocos era el típico joven egipcio de clase media: originario del campo pero viviendo en la capital, de ideas modernistas seculares, simpatizante del Wafd, y trabajando para el gobierno en distintos cargos (profesor y asesor del ministerio de Educación). Empezó a publicar articulitos de diversa índole, un librito de poemas, algunas críticas literarias y un par de novelas. Tengo por ahí una de ellas, Un chico del pueblo, un relato autobiográfico sobre su infancia en Musha. (Si os interesa, email)

En los años 40 comenzó a interesarse por los temas islámicos, publicando un par de libros sobre retrato artístico y las escenas de resurrección en el Corán. Es famosa su polémica con Taha Hussein, en la que Qutb defendía que Occidente era más materialista y menos espiritual que Oriente. Paralelamente, aumentó su interés por temas políticos y sociales, criticando a los británicos y al rey Faruq. Fundó una revista llamada “Nuevo Pensamiento”, donde colaboraron autores de la talla de Naguib Mahfuz, primer Nobel de Literatura en lengua árabe. La revista fue cerrada por en el 48 a raíz de la ley marcial decretada a causa de la guerra con Israel. Ese mismo año, Sayyid Qutb partió a una estancia de dos años en Denver, EEUU. Su misión era “estudiar el sistema de educación estadounidense”, aunque hay quien dice que fue un enchufe de unos amigos suyos para no ser arrestado por sus críticas al gobierno. Justo antes de partir mandó a la imprenta Justicia social en el islam, su primera obra política.

Justicia Social en el islam

Justicia social en el islam es una obra interesantísima, que evidencia la transición ideológica de Qutb entre el modernismo secular y el modernismo islámico pseudo-totalitario. La tengo por ahí escaneada, la puedo mandar por email si os interesa. La idea central de la obra es que el islam, como religión, ideología y modo de vida, es igual o superior a la forma de entender el mundo occidental. La mayoría de derechos y libertades de las que presumían los occidentales en el siglo XX ya habían sido concedidos y consagrados por el islam catorce siglos antes, de modo que los musulmanes no tienen nada que envidiar a los extranjeros. Lo que es preciso, argumenta Qutb es re-encontrarse con el islam y darse cuenta de que en él está la solución. Suena a modernismo islámico, ¿verdad?

La obra está dividida en ocho capítulos: en los seis primeros se establece el ideal de justicia social islámica y los dos últimos hablan de cuándo y cómo este programa ha sido aplicado en el pasado o podría aplicarse en el futuro. Es una obra modernista, en tanto a que trata de reconciliar la religión islámica con la ciencia y la tecnología contemporáneas y lo compara, como sistema de gobierno, a los modelos occidentales. Además, no hace referencia a la jurisprudencia tradicional ni al estamento religioso, pero sí cita autores occidentales, no solo orientalistas (como Gibb) sino también a psicólogas de origen judío como Anna Freud.  Por otro lado, el libro contiene ecos autoritarios y no responde de forma convincente a una cuestión fundamental, ¿cómo adaptar una doctrina y unas normas surgidas en el contexto de la Arabia del siglo VII a la sociedad globalizada del siglo XX? (Qutb admite que el objeto de su obra no es detallar el sistema de gobierno islámico ideal, sino mostrar que este es posible y superior a los modelos extranjeros).

En el primer capítulo, “Religión y Sociedad en el cristianismo y el islam”, Qutb establece las causas del problema que afronta la sociedad egipcia: se están importando costumbres políticas y espirituales extranjeras, sin tener en cuenta las características de las creencias locales. La separación entre religión y política, asegura, solo tiene sentido en el cristianismo, una doctrina puramente espiritual que se desarrolló en un contexto histórico determinado en el que no podía proporcionar leyes. El islam, por el contrario, estableció desde el primer momento indicaciones legales y sociales, a la vez que fomentaba la ciencia y la flexibilidad interpretativa.

El segundo capítulo, “La naturaleza de la justicia social islámica”, presenta el islam como una religión que equilibra los distintos extremos de la vida humana, como parte de un todo armónico y universal. De esta forma, Qutb argumenta que el islam establece el justo medio entre el individuo y la comunidad, lo material y lo espiritual, la igualdad de oportunidades y la sana competencia. Sin condenar el enriquecimiento y el comercio (lo que hoy llamaríamos “emprendimiento”), el islam se opone a la lujuria excesiva y garantiza un mínimo material básico, sin que esto se traduzca en la ausencia de desigualdades económicas. Para entendernos, el islam de Qutb en Justicia Social es liberal-socialdemócrata y favorable al libre comercio.

El tercer capítulo se llama “Las bases de la justicia social en el islam”. Estas bases serían, en primer lugar, la sumisión a nadie más que a Dios, que libra a los humanos de la esclavitud de las leyes humanas y las ambiciones materiales y políticas. El segundo fundamento sería la igualdad absoluta de los humanos en el plano espiritual y material, sin importar clase social, raza o sexo (aunque en el último caso exista una división de tareas, como explico en mi artículo sobre Qutb y las mujeres). El tercer y último pilar sería la “solidaridad”, que equilibra los derechos individuales y la mutua responsabilidad social, no solo en el plano económico sino también en el moral (de forma que se justifican las penas Hadd, como cortar la mano de los ladrones)

En el cuarto capítulo Qutb detalla “Los medios de la justicia social en el islam”. Estos medios son, por un lado, las leyes, y por otro “una conciencia humana más elevada”.  Lo más importante no es el respeto a las leyes sino ser buena persona y temer a Dios. La generosidad, la misericordia, la modestia y la sinceridad son, según Qutb, los valores básicos del islam. La sadaqa ejemplificaría todo esto.

En el quinto capítulo, “El gobierno en el islam”, empieza lo interesante. Para Qutb, existe un “sistema islámico”, claramente diferenciado del Occidental o de cualquier otro. Este sistema es el mejor que ha habido nunca, y no se puede comparar a las demás. ¿Por qué? Porque en el islam solo Dios es soberano, mientras que en los demás sistemas (monarquías, democracias occidentales, estados socialistas) la soberanía depende de los hombres.  El islam es mejor porque está basado en la unidad de la raza humana sobre diferencias raciales, nacionales o lingüísticas. No es obligatorio pertenecer a este sistema, cada uno se convierte voluntariamente y si no quiere convertirse y vive en una zona islámica, paga un impuesto. No dice nada sobre los apóstatas o los ateos.

Para Qutb, un gobierno basado en la soberanía de Dios tiene dos ventajas: Primero, los gobernantes siempre serán justos, ya que un líder injusto iría derechito a lo más profundo del infierno. Segundo, los gobernados serán siempre obedientes, ya que solo pueden desobedecer al gobernante si este les ordena quebrantar las leyes divinas. Como un verdadero líder islámico no haría eso, es un sistema perfecto. El líder es escogido por los creyentes, y este líder, que no goza de ningún status especial (ni material ni divino) y es un musulmán cualquiera, tiene la obligación de consultar (shura) a los creyentes sobre sus decisiones. Vamos, que el líder responde ante Dios y ante el pueblo. Este poder no es hereditario, ni está controlado por una clase clerical que monopolice la religión, ya que tal cosa no existe en el islam (es decir, todo musulmán puede leer e interpretar las escrituras, iytihad) Claro, que esto crearía conflictos cuando las interpretaciones sobre el modo islámicamente correcto de actuar ante situaciones no especificadas en el Corán o la Sunna, pero en ese caso se impondría el consenso.

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El sexto capítulo, “La riqueza en el islam”, trata de economía. Según Qutb, el islam no se opone a la propiedad privada ni al libre comercio, pero trata de equilibrar sus posibles excesos prohibiendo la concentración exagerada de riqueza y redistribuyendo bienes a los pobres a través de la limosna y los impuestos religiosos, y prohibiendo la usura. También hace énfasis en la necesidad de que parte de los bienes sean de propiedad pública.

Los dos últimos capítulos son los más largos, ocupando más de dos quintos del libro. El séptimo, “La realidad histórica del islam”, trata sobre “el espíritu islámico”, ilustrándolo con ejemplos de la época de los cuatro primeros califas. Se podría resumir con que los verdaderos musulmanes están movidos por la libertad, la justicia, la igualdad y la solidaridad. El islam no es una religión que se pueda imponer a nadie, pero los primeros musulmanes tuvieron que utilizar la violencia porque fueron perseguidos por los Quraysh (la familia más importante de la aristocracia de la Meca, de la que Mahoma era un miembro marginal, y que se oponía firmemente a la revelación coránica) y acosados por las grandes potencias imperialistas (Bizancio y los persas). Los cuatro califas bien guiados, especialmente Abu Bakr y Alí, son citados como ejemplos de verdaderos gobernantes islámicos que accedieron al poder no por la fuerza o por derecho de nacimiento, sino por común acuerdo de toda la comunidad musulmana. No solo gobernaron con justicia y rectitud sino que desarrollaron medidas que más tarde serían “descubiertas” por los europeos, como la redistribución de la riqueza o los servicios sociales.

En el último capítulo, “Presente y futuro del islam”, Qutb describe la sociedad contemporánea (el Egipto de finales de los 40) como no islámica, al menos en lo que se refiere a la forma de gobierno. El espíritu islámico del que hablaba en el capítulo anterior, no obstante, persiste. Este espíritu, presente en los musulmanes de a pie, ha sobrevivido a los gobiernos despóticos de los Omeyas y de los Abasíes, se ha repuesto de la caída de al-Andalus… y sin embargo ahora se enfrenta a su mayores desafíos: el imperialismo y la modernización, que amenazan con descomponer los calores tradicionales de las sociedades musulmanes. Ante estos desafíos, Qutb recomienda dejar de imitar a Occidente y redescubrir el legado original de la religión islámica. Como profesor, recomienda a sus colegas abandonar los modelos foráneos y utilizar la filosofía y literaturas europeas solamente en cursos avanzados de universidad, para alumnos con cabezas bien amuebladas. La ciencia moderna no representa un problema, en tanto que es patrimonio universal y no solamente occidental (sin los números y los avances de los sabios musulmanes de la Edad Media, no existiría la física moderna). También sugiere una re-lectura de la historia: Occidente se ha descrito como el motor de la historia, pera esta es una idea basada únicamente en factores materiales. Sin embargo, desde el punto de vista espiritual, las sociedades islámicas son el verdadero eje de la historia.

La obra termina con un breve epílogo titulado “En la encrucijada”. En él se advierte de que el verdadero conflicto moderno no es entre capitalismo y comunismo, sino entre el materialismo occidental y el islam. Qutb Profetiza que las contradicciones del sistema estadounidense les harán caer en el comunismo, y anhela el surgimiento de un “bloque islámico” en la escena diplomática que sirva como alternativa a la dialéctica de la guerra fría.

QutbSayyid Qutb pasó los últimos años de su vida entre rejas.

Este breve análisis de Justicia Social está basado en la traducción de la primera edición publicada en EEUU en los 50. He decidido centrarme en la primera edición porque en el siguiente artículo continuaremos con la biografía de Qutb y analizaremos su última y más famosa obra, Hitos, Piedras en el camino o Piedras millares (no sé como traducir bien معالم في الطريق), viendo así la evolución de las ideas de Qutb. No obstante, William Sepherd, quizá el mayor especialista sobre Qutb, ha publicado un artículo analizando las distintas ediciones y re-impresiones de Justicia Social en el islam, que modificaban, añadían o suprimían algunos párrafos muy significativos. También ha editado una nueva traducción mejorada, comentando los cambios entre versiones y señalando las diferencias. Lo tengo todo en PDF, si lo necesitáis mandadme un email.

En las primeras ediciones de Justicia Social, el islam no es solamente una religión, sino especialmente una cultura diferenciada y autónoma. Para Qutb, la principal preocupación era que las sociedades de Oriente Medio perdieran su “esencia” y se convirtiesen en meros calcos de Europa y Norteamérica, incapaces de alcanzarles por circunstancias materiales (gracias al imperialismo, Occidente comenzó su desarrollo industrial antes) y por las propias características del “espíritu islámico”, aún prevalente entre el pueblo llano. Al igual que Shariati un par de décadas más tarde, el joven Qutb está preocupado por la alienación cultural, el materialismo y la modernización dirigida desde arriba. Esta obra es, a mi parecer, uno de los primeros manifiestos del islamismo moderno, no preocupado por asuntos rituales o por tecnicismos jurídicos, sino por aspectos políticos, sociales y materiales. El mensaje de la obra podría resumirse como: “Musulmanes, dejad de imitar ciegamente a Occidente y reconocer el legado histórico y espiritual de vuestra cultura, que ofrece soluciones y respuestas similares o superiores a las occidentales, y encima está divinamente inspiradas”.


En la segunda y última parte parte continuaremos con la biografía de Qutb. Hablaremos de su viaje a EEUU y de cómo a la vuelta se afilió a los Hermanos Musulmanes, y de las dramáticas y mortales consecuencias que esto tuvo.

Movimientos de Reforma (II)

En este artículo veremos lo que pasó en los países no colonizados durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Nos centramos en el surgimiento de una nueva corriente política, el modernismo laico.

El modernismo laico (1798-1952)

Siglo XIX. Época de la colonización europea.  Los habitantes de Oriente Medio, en su mayoría musulmanes, se preguntaban qué podían hacer ante la superioridad técnica y militar de los occidentales. Una de las respuestas, como vimos en la entrega anterior  fue ignorar a los extranjeros e intentar volver a un pasado dorado idealizado, reinventando la religión islámica y eliminando sus aspectos más heterodoxos, como por ejemplo las cofradías sufíes. Esta actitud, sin embargo, solo servía para territorios relativamente aislados y alejados de los europeos (Arabia), o para aquellas clases y sectores sociales de los pueblos sometidos que no necesitaban interactuar con los administradores coloniales y se podían permitir ignorarlos (los Deobandis en el Industán). Las  élites políticas y económicas, por el contrario, veían mermar su influencia y su poder ante el empuje de los europeos, y se pusieron a buscar soluciones. Una de ellas, la más extendida y exitosa, fue lo que los historiadores han denominado “el modernismo laico”.

 El modernismo laico no es una ideología cohesionada y coherente, pero tiene patrones comunes. Grosso modo, aboga por separar la religión del gobierno, y suele inspirarse en modelos políticos y económicos europeos. Los pensadores modernistas laicos, por lo general, aspiraban a que sus pueblos se independizasen de las potencias coloniales, pero al mismo tiempo admiraban a los europeos y pensaban que sus sistemas constitucionales y parlamentarios eran la mejor garantía para la libertad, la independencia y el autogobierno. Estos intelectuales eran, la gran mayoría de las veces, hijos de la nueva clase media-alta de militares y burócratas que había emergido durante el siglo XIX. Trataron de elaborar teorías y símbolos nacionalistas en regiones donde esta tradición política no había llegado a desarrollarse. Paradójicamente, muchos acabaron tan asimilados a la cultura europea que se desconectaron de la realidad de sus países de origen.

Las transformaciones políticas en Oriente Medio durante el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX fueron lideradas por los modernistas laicos. Por ello, en este artículo no analizo en profundidad las ideas modernistas laicas, sino que me centro en el surgimiento de una nueva clase media-alta “modernizante” que poco a poco se impuso, para ser sustituida más tarde por una clase media-baja de militares y burócratas. Para no extenderme hasta el aburrimiento he decidido centrarme en los cuatro países más importantes donde el modernismo laico se hizo con el poder: Turquía, Irán, Egipto e Indostán.

No obstante, este artículo es largo (casi 5.000 palabras), de modo que te aconsejo que respires y te lo tomes con calma. Para facilitar la lecura y permitir retomarla con facilidad he dividido el texto en muchos apartados.

 1908-mesrutiyetPostal celebrando la revolución constitucional de los Jóvenes Turcos (1908). Wikimedia

 

Modernización y constitucionalismo (1800-1919)

 A principios del siglo XIX, los gobernantes de Oriente Medio veían cómo iban perdiendo terreno frente a las potencias europeos. ¿Cuál era el secreto de su éxito? Parecía necesario fijarse en Europa, sobre todo en su organización militar y burocrática. Durante las primeras décadas del XIX, los reyes y sultanes de la región recibían asesores militares occidentales, y a su vez enviaban a sus jóvenes burócratas a Europa, a intentar descubrir el motivo de su superioridad militar y económica. A medida que Oriente Medio y los países árabes iban siendo colonizados, surgía en los gobernantes de las zonas que quedaban independientes la necesidad de equipararse técnicamente a los europeos, emprendiendo lo que los historiadores denominan modernización defensiva, o mucho más eufemísticamente, “reforma”. [1] Esta modernización defensiva se centró inicialmente en el ejército, aunque en algunos casos se llegó a extender a la burocracia, el sistema educativo y la economía.

 La intervención francesa en Egipto en 1798 hizo saltar todas las alarmas. Los ejércitos tradicionales, los jenízaros otomanos y los mamelucos egipcios, habían sido incapaces de hacer frente a los europeos. Ambos cuerpos militares, que habían ejercido enorme influencia en la política interna de sus países, funcionaban de forma parecida: estaban integrados por “esclavos” reclutados desde niños, que solo eran leales al sultán y, sobre todo, a sus camaradas. Durante el siglo XIX el imperio Otomano y Egipto fueron sustituyendo este sistema por un ejército nacional de reclutas nativos, al estilo europeo.  Paralelamente, trataron de ampliar la estructura del estado, impulsando el centralismo frente a las tradicionales élites regionales.

 Muchos de los jóvenes oficiales y burócratas, hijos de la clase alta, que viajaron a Europa (sobre todo a París y Londres) quedaron fascinados por lo que vieron y, a su vuelta, defendieron activamente la necesidad de emular y aprender de los europeos, sobre todo en lo que a organización política y militar se refería. En los países no colonizados, como Irán y Turquía, los intelectuales burgueses soñaban con limitar el poder de las monarquías estableciendo sistemas parlamentarios y constituciones liberales que permitiesen a sus países salir del atraso secular en el que, según ellos, se encontraban.

 Mientras tanto, los reyes y sultanes de Oriente Medio, abandonaban los símbolos tradicionales de sus monarquías y copiaban las modas europeas, en un intento infructuosos de mostrarse como iguales a sus homólogos occidentales. Ávidos de capital para poder llevar a cabo sus programas de modernización defensiva, concedían capitulaciones y abrían sus mercados a los productos europeos, lo que causaba la ruina de la industria y artesanía locales. Los terratenientes, a su vez, reconducían la producción agrícola hacia el monocultivo destinado la exportación (mucho más rentable a corto plazo), lo que a su vez aumentaba la dependencia y la relación desigual entre los países de Oriente Medio y las potencias coloniales, y en ocasiones facilitaba la conquista militar. He narrado el proceso con mayor detalle en La colonización europea de Oriente Medio.

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Evolución de la estética de los shahs de Persia entre 1798 y 1881. Véase Especial Irán (1).

 

 Imperio Otomano

El primer lugar donde el reformado ejército trató de imponer sus ideales constitucionales fue el imperio Otomano, donde formaron una organización secreta conocida como Nuevos Otomanos, el antecedente de los jóvenes turcos. En 1876, organizaron un pronunciamiento que obligó al sultán a aprobar la Primera constitución Otomana, para la indignación de los ulema y los conservadores, aunque dos años después sería suspendida por el sultán y sus promotores encarcelados o exiliados.

 Uno de los principales ideólogos de los Nuevos Otomanos fue Namik Kemal (1840-88) Este autor, muy influido por la filosofía francesa, tradujo al turco a Montesquieu y Voltaire y admiraba profundamente a los revolucionarios italianos Garibaldi y Mazzini. Junto con muchos otros intelectuales otomanos, Namik Kemal pasó largas temporadas en el exilio, donde publicó duras críticas contra el gobierno del sultán. A pesar de su admiración por las ideas europeas, Kemal se declaraba musulmán y consideraba que un islam revitalizado debía formar la base de la sociedad y el gobierno, y trató de expresar las ideas de la Ilustración a través de términos islámicos. El islam, para él y otros de su generación era, una especie de “ideología de autenticidad nacional, más que la observancia disciplinaria de una serie de ritos; una especie de nacionalismo cultural que aún hoy pervive”.[2]

 En 1908, un grupo de oficiales y burócratas herederos ideológicos de los Nuevos Otomanos, los Jóvenes Turcos (oficialmente llamados Comité de Unión y Progreso, CUP, no confundir con el partido catalán), lideraron un movimiento revolucionario con la intención de restaurar la Constitución de 1876. Uno de sus objetivos era acabar con las capitulaciones que convertían al imperio en una semi-colonia, recuperando así el respeto de las potencias europeas y convertiéndose en “el Japón del Próximo Oriente”. Entre 1908 y el inicio de la Primera Guerra Mundial se sucedieron las intrigas militares, golpes y contragolpes, acusaciones de fraude electoral y, especialmente, las crisis en las fronteras occidentales del imperio otomano, las famosas Guerras Balcánicas  que antecedieron la Primera Guerra Mundial.

 800px-greek_lithograph_celebrating_the_ottoman_constitutionPostal griega de 1895 conmemorando la constitución de 1876. A la izquierda, el pueblo y las banderas de los distintos millets (regiones): los verdes son árabes, los rojos turcos y los azules, cristianos de Rumelia. El ángel porta un cartel con el eslogan “libertad, igualdad y fraternidad”. Namik Kemal es el personaje del centro a la derecha, el único que no lleva el fez (gorro rojo). Wikimedia

Egipto

Quizá el ejemplo perfecto de la progresión modernización defensiva-dependencia-invasión colonial sea Egipto: Mehmet Ali (que hacia 1811 había desmantelado el sistema mameluco) y sus sucesores decidieron industrializar el país rápido y a lo bruto, creando fábricas estatales -y a menudo deficitarias- de textil y otros productos, construyendo infraestructuras (ferrocarril, telégrafos), pidiendo préstamos a bancos occidentales, y cambiando la agricultura al monocultivo de algodón para pagarlos.  Al igual que en Irán, el apoyo de las potencias europeas (en este caso Francia y Gran Bretaña) se convirtió en uno de los pilares de la dinastía.

En 1875 el estado egipcio entró en bancarrota, y los acreedores europeos, con la connivencia del rey, impusieron una “troika” que gestionaba las cuentas, limitaba el gasto, y se apropiaba de buena parte del presupuesto. El ejército modernizado y la nueva burguesía terrateniente conspiraron para recuperar el control del país, en la llamada Revuelta de Urabi (1882).  Aunque, como aseguraba el cónsul alemán de la época, Urabi y sus aliados no tenían intención de romper con las potencias europeas (dado que se beneficiaban del comercio con ellos), Gran Bretaña invadió el país con la excusa de restaurar el orden, asegurar el pago de la deuda y controlar el Canal de Suez. Se quedaron allí hasta 1954, aunque hubo constantes revueltas anti-coloniales, como la «revolución» de 1919.

Irán

En Irán, el modernismo fue civil y burocrático, más que militar. Recordando el éxito del boicot al tabaco de 1896, que obligó al shah a cancelar unas concesiones que había hecho a los británicos, los modernistas persas, entre los que destacaba Ahmad Kasraví, organizaron una revuelta constitucional en 1905, aliados con un sector del clero. Sus fuentes de inspiración, además de los ilustrados europeos, eran dos acontecimientos recientes: la victoria japonesa ante Rusia, la primera vez que una potencia occiental era derrotada por un país asiático; y la revolución de la Duma rusa que forzó al zar a adoptar un sistema parlamentario. Sin embargo, el bando constitucionalista pronto se dividiría en facciones y perdería el apoyo de los ulema, temerosos de la deriva ilustrada y europeizante de sus antiguos aliados. Rusia y Gran Bretaña aprovecharon el desgobierno para invadir el país durante la Primera Guerra Mundial y dividírselo en esferas de influencia. Trato la época con más detalle en la segunda mitad de este artículo.

Indostán

En los territorios colonizados, los modernistas laicos como Sayyid Ahmad Khan, al que he dedicado un artículo en exclusiva, adoptaron el discurso de los europeos y trataron de mostrarse como únicos representantes legítimos de los musulmanes, a la vez que trataban de limitar el poder de los ulema y restringir la religión a un ámbito privado. La principal preocupación de las élites musulmanas de los territorios colonizados fue defender sus intereses frente a la estrategia de “dividir y gobernar” que seguían las potencias coloniales. Británicos y franceses solían privilegiar a minorías étnicas y religiosas como los asirios, los drusos o los judíos, que estaban sobrerrepresentados en la administración colonial nativa frente a los musulmanes, la comunidad mayoritaria. En el Industán, donde eran minoría, trataron de demostrar su superioridad militar e intelectual frente a los hindúes, que estaban siendo favorecidos.

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 De imperios a naciones: el modernismo nacionalista (1919-1955)

Las cuatro décadas que siguieron al fin de la primera Guerra Mundial estuvieron dominadas por el modernismo laico. El antiguo liberalismo pro-occidental de la aristocracia fue sustituido por el nacionalismo.Turquía e Irán se libraron de la colonización directa. Como hemos visto, ambos países experimentaron revoluciones constitucionalistas en la primera década del siglo XX. Ambos participaron en la Primera Guerra Mundial; Turquía como contendiente e Irán como simple teatro de operaciones. Durante los años 20, tanto en Irán como en Turquía se producirían cambios de régimen: las monarquías y la nobleza «occidentalizante» serían sustituidos por gobiernos modernistas y nacionalistas. Las nuevas élites no provendrían de la clase media-alta ligada a la realeza, sino de la media-baja. En Egipto, un proceso similar tuvo lugar durante los años 50; y en Indostán.

 Turquía

Durante la primera Guerra Mundial, el imperio Otomano perdió los países árabes (el Levante Mediterráneo e Irak). Sin embargo, Anatolia no fue conquistada por los Aliados. Los Aliados ocuparon Estambul en 1918, forzando al sultán a firmar un tratado de capitulación. Los Jóvenes Turcos y otros grupos organizaron un movimiento parlamentario de resistencia con sede en Ankara. Durante cinco años, lucharon contra los Aliados y los griegos (la llamada Guerra de la Independencia Turca), y en 1923 los jóvenes turcos les forzaron a firmar el Tratado de Lausana, que entre otras cosas supuso la deportación forzosa de millares de turcos y griegos para alcanzar una hipotética (y falsa) pureza étnica territorial, una de las consecuencias del principio de autodeterminación nacional defendido por el presidente americano Woodrow Wilson.

 Los detalles y las vicisitudes específicas las dejamos para un artículo futuro sobre la historia de Turquía. Quedémonos con lo básico: En la defensa del corazón del imperio se destacó un oficial de los Jóvenes Turcos llamado Mustafá Kemal, al que más tarde se conocería como Atatürk. Atatürk y sus seguidores decidieron abolir la monarquía otomana, el Califato, y expulsar a la antigua élite del país. En 1924 Mustafá Kemal se convertiría en el primer presidente de la República de Turquía


Canción en ladino (dialecto sefardí) sobre la defensa de los Dardanelos, agradeciendo a Mustafá Kemal la victoria frente a los Aliados. Se entiende perfectamente si eres castellanoparlante.

Atatürk fundó un partido, el CHP (en castellano: Partido Republicano del Pueblo)  desarrollaron una ideología, el Kemalismo, centrada en la modernización y “turquificación” del país y la superación del pasado imperial. Los seis principios kemalistas, definidos en el tercer congreso del partido en abril de 1931, eran Republicanismo, Nacionalismo, Populismo, Estatismo, Laicismo y Revolucionismo/reformismo.  La constitución de 1924 fue reformada en 1937 para incluir estas seis máximas.Los kemalistas, procedentes de los sectores medios de la burocracia y el ejército, emprendieron una intensa reforma de la administración y trataron de sustituir la difusa identidad “otomana” por un nacionalismo turco. Aparte de prohibir el velo y el fez (gorro típico), sustituyeron el alfabeto arábigo por una adaptación del latino y depuraron el lenguaje de “arabismos”, “persianismos” y otras “impurezas”.

El nuevo régimen no trató especialmente bien a las minorías étnico-religiosas que no encajaban en su definición de “turquedad”, como los kurdos o los armenios. A pesar del proclamado laicismo de la nueva República de Turquía, el estamento religioso, los ulema sunníes, fueron discretamente incorporados en la administración estatal y fueron un importante actor en el proceso de homogeneización étnica, lingüística y cultural que pretendían los kemalistas. Al inicio de la segunda guerra mundial, Turquía era una república presidencialista laica, cuyos habitantes se vestían a la occidental y utilizaban caracteres latinos.

cumhuriyet_halk_partisiLogo del CHP con las 6 flechas representando los principios del Kemalismo.

Irán

En Irán, la dinastía Kayar fue sustituída por la de los Pahlaví, cuyo fundador fue un militar, Reza Jan. Jan admiraba cómo Atatürk había conseguido asegurar la independencia de su país, así que trató de hacer algo similar. Para tranquilizar a los sectores tradicionales, no proclamó una república tras deponer al último shah Kayar, sino que él mismo se entronizó. Al igual que Atatürk, Jan trató de difundir una ideología centrada en el nacionalismo por encima de la identidad religiosa. El propio nombre que dio a su dinastía evoca la época pre-islámica. Reza Jan se empleó a fondo en ampliar la estructura del Estado, mejorar su capacidad recaudadora y eliminar competidores; fundamentalmente las tribus nómadas y los clérigos chiíes, los ulama.

Los nómadas fueron obligados a sedentarizarse; y los ulama pasaron a ser supervisados por el Estado: solo aquellos clérigos que pasasen un examen y cumpliesen una serie de regulaciones podían llevar turbante y ejercer su profesión. Además, inició una campaña de “persianización”, tratando de eliminar los dialectos túrquicos que hablaba el 40% de la población. Y por supuesto, prohibió el velo, lo que irónicamente hizo que muchas mujeres tradicionales no volviesen a salir de su hogar.

El objetivo de Reza Jan era crear un Estado fuerte e independiente, pero sus coqueteos con los alemanes en la segunda Guerra Mundial hicieron que el país fuera invadido por los británicos y los rusos, que depusieron a Reza Jan y coronaron a su hijo, menor de edad. La constitución de 1906, suspendida por Reza Khan, volvió a entrar en vigor, hasta que en 1953 el nuevo monarca, apoyado por un sector del ejército, la CIA y el MI6, organizara un golpe de Estado para deponer al presidente Mosadeg, que había osado nacionalizar el petróleo iraní. Lo cuento con algo más de detalle al final de este artículo y el principio de este).

 Egipto

En 1922, en línea con el espíritu de la Sociedad de Naciones, los británicos abolieron el protectorado y concedieron a Egipto una independencia muy limitada, donde la defensa y el control de los recursos seguían en mano de los invasores. Los nacionalistas egipcios, que habían sido encarcelados y exiliados por su oposición a la presencia inglesa, volvieron al país y se prepararon para redactar una constitución. Los años 20 estuvieron dominados por Zaghlul y el partido Wafd, una unión de burgueses y terratenientes de ideología modernista laica. Las mujeres del Wafd, como Huda Sharawi, fueron pioneras del feminismo árabe, las primeras mujeres de clase alta en quitarse el velo en  (las campesinas y obreras no solían ir veladas) y participar en manifestaciones. El «experimento liberal», como lo califica la historiadora egipcia Afaf Lufti, duró tres décadas. Durante esos años, continúo la transición al monocultivo y la integración de Egipto en la economía mundial. La resolución de los problemas sociales (superpoblación) se postpuso hasta que se consiguiese firmar un tratado satisfactorio con los ingleses. Las clases dirigentes, por muy nacionalistas que fuesen, se vieron atrapadas en la contradicción de depender económicamente de los británicos y de haber asimilado los gustos occidentales. Las tensiones entre el Wafd, la monarquía, los británicos y los demás partidos de la oposición marcarían el periodo. Durante la Segunda Guerra Mundial se incrementaría la presencia de tropas británicas, con el consiguiente malestar que ello generó en la población.

En 1948, el Egipto liberal del rey Faruq, junto a los demás países árabes, declaró la guerra al recién creado Estado de Israel. La operación fue un rotundo desastre, con escándalos de corrupción incluídos. Al mismo tiempo, sirvió de campo de entrenamiento para los jóvenes oficiales del ejército egipcio, y para unidades para-militares no afiliadas al gobierno que tras la guerra de Palestina organizarían una guerrilla anti-británica en Suez (algunas de estas milicias eran organizaciones islamistas, cercanas a los Hermanos Musulmanes; otras eran nacionalistas).

Los jóvenes oficiales del ejército egipcio, al igual que sus homólogos otomanos medio siglo antes, se organizaron en una sociedad secreta, el Movimiento de Oficiales Libres, en el que destacaban Nasser y Sadat.  La mayoría de miembros de esta organización provenían de las clases medias-bajas, y su bienestar económico no dependía del comercio colonial, sino de los presupuestos del Estado, de modo que eran abiertamente anti-británicos.Ante el descrédito de la monarquía y el Wafd, y en un clima muy tenso tras el incendio del Cairo de 1952, decidieron dar un golpe de Estado y derrocar a la monarquía. El nuevo régimen sería nacionalista y laico, para descontento de los pan-islamistas Hermanos Musulmanes. Sin embargo, el gobierno de Nasser no adaptaría las tesis liberales de principios de siglo, sino que trataría de aumentar el peso del Estado en la economía nacional, tomando como modelo los países socialistas. Como buena autocracia de la postguerra, Egipto llevaría a cabo programas de seguridad social, educación pública, industrialización y demás medidas modernizadoras, que he explicado en La construcción del Estado postcolonial.


Especial informativo británico sobre el incendio de El Cairo en 1952

Indostán

Durante los años 20 y 30, los sucesores de Sayyid Ahmad Khan educados en la academia de Aligarh abandonaron la política conciliatoria de sus mayores y decidieron enfrentarse decididamente al gobierno colonial.  Hace unos años, en 2013, escribí en Facebook un resumen de la vida de un activista de la época. Rescato el texto, pues resulta interesante y me evita tener que volver a narrarlo todo. Disculpad el tono distendido y las expresiones coloquiales:

<<Muhammad Ali Jouhar,
sobre el que no hay nada de información disponible en internet en español, fue uno de los más simpáticos agitadores de todos los tiempos. Estudió de jovencito en la madrasa de Deoband y en Aligarh College (dos de las más prestigiosas instituciones educativas de la comunidad musulmana de la India) y obtuvo un BA en Historia Moderna en la Universidad de Oxford (en su etapa universitaria era un fiestas «occidentalizado», aunque nunca renegó de su religión). De vuelta al subcontinente trabajó brevemente para el gobierno colonial y en 1911 fundó un periódico en inglés (The Comrade) y otro en Urdu (Hamdard), desde donde se dedicó a poner a caldo a los británicos (él solito escribía todo el contenido de ambas publicaciones). Fundó la Jamia Millia (universidad nacional Urdu) y colaboró en la mejora del Aligarh College.

Estuvo involucrado en movimientos políticos desde edad temprana, y aparte de ser uno de los miembros fundadores de la Liga Musulmana de la India, fue uno de los no muy numerosos musulmanes del Congreso Nacional Indio. Cuando finalizó la Primera Guerra Mundial empezó una campaña muy activa en sus periódicos para que los británicos respetaran la institución del Califato, que tanto significaba para los musulmanes del mundo por ser el último reducto de poder temporal islámico (ya se sabe, los Otomanos perdieron la primera guerra mundial). No le hicieron ni caso, así que decidió pasar a la acción y con su hermano y otros colegas decidieron pasar a la acción. Es el comienzo del «movimiento del califato» o «Khilafat Movement».

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Muhammad Ali Jouhar.


Durante cuatro años, los musulmanes y los hindúes de la India se unieron para desafiar al poder colonial de forma «no-violenta» (es un decir, porque hubo violencia, pero la idea era esa); los hindúes reclamando independencia política, los musulmanes exigiendo respeto al islam y el fin de los mandatos franco-británicos en Siria, Palestina y Mesopotamia. Gandhi y Muhammad Ali eran amigos muy cercanos, y juntos trabajaron para que el entendimiento interconfesional fuera próspero y provechoso. Ali y su hermano estuvieron numerosas veces en la cárcel (¡muchas más que Gandhi!) y eran considerados individuos muuuy peligrosos por el régimen colonial.

Las cosas iban bien hasta que un tal Atatürk decidió cargarse la institución del Califato por su cuenta, sin escuchar las desesperadas peticiones de los musulmanes indios. Años de esfuerzo fueron en vano, y la comunidad islámica se sumió en gran confusión. Los enfrentamientos comunales se reanudaron y todo volvió a ser un asco. Pero al menos durante cuatro años los indios adquirieron conciencia «nacional», olvidaron las disputas religiosas y colaboraron entre sí, poniendo en jaque al gobierno colonial británico. Fue bonito mientras duró.

Ali y Gandhi siguieron siendo buenísimos amigos, a pesar de todos los malos rollos entre hindúes y musulmanes. Hasta el final de sus días intentaron luchar por la convivencia, el entendimiento y la cordura, aunque con menos fuerza a medida que iban envejeciendo y la situación se iba complicando. Ali Jouhar me cae especialmente bien porque era un señor que no tenía pelos en la lengua. Puede que no siempre tuviera razón, pero hablaba sin cortarse un cacho y siendo siempre sincero. Y sin hipocresía, y con realismo. Además, tenía bastante sentido del humor, no era en absoluto un fanático y era cabezón como él solo. Todo el mundo habla de Gandhi, pero este tío fue tan importante en la política India como el bueno de Mahatma, y de hecho no podría entenderse el pensamiento y la vida de Gandhi si no fuera por Ali.>>

Durante los años 40, las tensiones comunales entre musulmanes, sijs e hindúes, hábilmente explotadas por los británicos, fueron en aumento. La Liga Musulmana y el Congreso Nacional Indio se mostraron muy intransigentes a la hora de negociar la independencia. Los modernistas laicos musulmanes demandaron la creación de un estado propio para los musulmanes del Indostán, y los británicos, que tenían prisa por irse, dividieron el país y dejaron a sus habitantes las labores de construcción estatal y movimientos de población. El resultado fue una de las mayores crisis de refugiados de la historia de la humanidad, con millones de desplazados y muertos.

¿Por qué los musulmanes laicos decidieron apoyar la partición, mientras que los tradicionalistas no? El asunto es muy complejo y tiene muchos matices, pero la interpretación que más me convence es la que expuse brevemente aquí: la Liga Musulmana no quería perder sus privilegios, y temía que una India independiente con mayoría de hindúes les relegase a un plano secundario. El sistema electoral establecido por los británicos, que dependía de la adscripción religiosa, favorecía a los musulmanes. Un sufragio universal indpendiente de la religión en un hipotético Indostán unificado independiente perjudicaba seriamente a la Liga Musulmana. Por eso, pese a que sus ideales fuesen laicos, defendieron la creación de Pakistán, un hogar nacional para los musulmanes del Indostán donde, según su primera constitución, no se discriminaría a nadie en función de su religión.

Tras la independencia de Pakistán, la Liga Musulmana entró en declive. Muchos de sus líderes habían decidido quedarse en la India y no emigrar. Los que se desplazaron a Pakistán perdieron el contacto con su clientela tradicional y su influencia se desvaneció. Pronto, el ejército tomaría las riendas del país. Y poco a poco, los ulema, los islamistas de nuevo cuño y todo tipo de organizaciones islámicas irían ganando importancia en la política pakistaní.

Resumen y conclusión

Durante el siglo XIX, los reinos e imperios de Oriente Medio trataron de resistir el impulso de los europeos aplicando lo que se ha llamado «modernización defensiva». Esta modernización consistía en reformar el ejército y la burocracia de forma que se asemejasen a los modelos occidentales. Los jóvenes de clase alta de Oriente Medio que iban a estudiar a Europa adoptaron y asimilaron la ideología predominante entre las élites europeas: el liberalismo y el constitucionalismo. Entre 1876 y 1908 tuvieron lugar una serie de movimientos protagonizados por esta aristocracia europeizada, algunos de ellos fueron exitosos y países como Irán o Turquía adoptaron monarquías constitucionales.

Tras la primera guerra mundial, surgió una nueva clase media en los países que habían llevado a cabo «reformas» a la europea. Se trataba de las capas medias de los nuevos ejércitos nacionales y del creciente sistema burocrático. Estos sectores no se beneficiaban directamente del contacto con Occidente o de la dominación colonial (como sí lo hacía la aristocracia), de modo que trataron de restringir la influencia extranjera. Creían que para expulsar a los europeos había que ser, paradójicamente, como los europeos, y desprenderse de toda la tradición y elementos superfluos del pasado imperial. Para ello, decidieron abolir o transformar las monarquías, lo que hacía preciso una ideología potente que las sustituyese. Esa ideología fue un nacionalismo europeizante que trataba de atenuar la influencia islámica, percibida como medieval y atrasada, e integraba elementos nuevos importados de Occidente (códigos civiles, burocracias centralizadas, educación reglada obligatoria).

En Irán y Turquía, el nacionalismo laico se hizo con el poder durante las primeras décadas del siglo XX. En Egipto y otros países árabes sucedió un fenómeno parecido tras la descolonización. No obstante, tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, los nacionalismos autocráticos ya no estaban tan de moda. En este caso, la ideología dominante fue el socialismo panárabe. Los líderes de los años 60, ya fueran afiliados al partido Baath (Siria e Irak) o independientes (Gadafi en Libia y Nasser en Egipto) apelaban a la unidad de todos los árabes y a la superación de las diferencias comunales y sectarias. Aunque los líderes árabes se enmarcaban en el Tercer Mundo y el grupo de países no-alineados, también intentaron modernizar y occidentalizar sus sociedades. Y de paso, barrer políticamente a unos de sus competidores más importantes: los islamistas de los Hermanos Musulmanes.

Los programas de modernización-occidentalización impulsados por las instituciones del Estado acabó creando, poco a poco, lo que algunos autores (Houchang Chehabi, Tamim Ansary) han denominado una “sociedad dual”. Las élites y las nuevas clases medias (asalariados del Estado como funcionarios o profesores; empresarios que se beneficiaban del comercio con Occidente) adoptaron las formas culturales occidentales con entusiasmo. Las familias pudientes enviaban a sus hijos a estudiar al extranjero (especialmente a París); y a la vuelta los estudiantes traían influencias artísticas y literarias que trataron de adoptar a sus países de origen. Lo occidental tenía era considerado sofisticado, refinado y avanzado. Las formas artísticas y culturales tradicional eran consideradas arcaicas, anquilosadas e incapaces de ajustarse a los tiempos modernos.

Los que quedaban fuera de este proceso de modernización, el campesinado y las clases medias tradicionales (los comerciantes del bazar y los ulema), simplemente siguieron con sus vidas, inmunes a las influencias extranjeras. Algo similar sucedía en las ciudades del norte de África ocupadas por los occidentales, donde se distinguía entre la villa colonial, donde vivían los oficiales, diplomáticos y comerciantes occidentales y las élites locales occidentalizadas, y la Qasbah o Medina (el casco histórico), donde habitaban todos los demás.


Para saber más: Buena bibliografía introductoria.

Egipto:
· Afaf Lufti al-Sayyid Marsot, Historia de Egipto: de la conquista árabe al presente, Akal, 2008.

Turquía:
· Feroz Ahmad, The Making of Modern Turkey, Routledge, 2000. (Tengo copia en PDF si la necesitáis)

Irán:
· Ervand Abrahamian, A History of Modern Iran, Cambridge UP, 2008 (También tengo PDF)
· Niki Keddie, Modern Iran: Roots and results of Revolution, Yale UP, 2006. Hay edición en español, que se puede encontrar en bibliotecas públicas: Keddie, Raíces del Irán Moderno, Belacqua, 2006.

Oriente Medio en general
· Tamim Ansary, Un destino desbaratado, RBA, 2011.


Referencias

[1] Sobre el ambiguo concepto de “reforma” y “reformismo”, véase Especial Irán parte 5

[2] Sami Zubaida, Beyond Islam, pp. 134-135.

La construcción del Estado postcolonial

Continuamos con la tercera parte de la Breve Historia de Oriente Medio. Ayer resumimos brevemente el periodo de las independencias y las relaciones de EEUU con los países de Oriente Medio durante la Guerra Fría. Hoy hablaremos de los cambios políticos, económicos y sociales que experimentaron las sociedades de la región durante las primeras décadas de la independencia (1940-1970), centrándonos en las revoluciones políticas y las “reformas” emprendidas por los distintos gobiernos.

Revolución y modernización

Como vimos, tras la descolonización muchos países de Oriente Medio como Irak o Egipto se convirtieron en monarquías. Estos reyes, colocados por las potencias occidentales, a menudo no eran más que gobernantes títere, que además no redistribuían la riqueza ni satisfacían las exigencias de libertad y participación política de sus súbditos. La mayoría de estos regímenes cayeron en revoluciones populares, casi siempre dirigidas o supervisadas por el ejército.

monarquias republicas 1950

monarquias republicas 2016

Los protagonistas de las revueltas eran jóvenes oficiales de rango medio del ejército, pertenecientes a la clase media-baja. Estaban inspirados por las ideologías que habían permeado sus países desde finales del siglo XIX: palabras como nacionalismo, modernización, secularización e industrialización adornaban sus discursos y proclamas. Sus modelos, aunque no lo reconociesen necesariamente, eran Atatürk y en menor medida, Reza Khan (LINK), dos líderes que habían surgido del ejército, habían derrocado a las monarquías y habían asegurado la independencia de su países frente a Rusia y Occidente. Quizá el ejemplo más famoso de este tipo de oficiales revolucionarios sea el egipcio Gamal Abdel Nasser, pero las primeras rebeliones y golpes de Estado militares tuvieron lugar en Irak ya en 1936.

En Egipto, Nasser y otros militares formaron una organización secreta conocida como los Oficiales Libres. Descontentos con la monarquía y la ocupación británica, en 1952 organizaron un golpe de Estado que derrocó al rey Faruq, y forzaron la evacuación británica del país. Aunque en un principio fueron apoyados por organizaciones izquierdistas y los Hermanos Musulmanes, pronto Nasser y los suyos eliminaron a toda oposición, estableciéndose un régimen militar nominalmente laico y pan-árabe. Poco a poco, las monarquías fueron cayendo en Oriente Medio. A Egipto le siguieron Túnez (1956), Irak (1958), Yemen (1962), Libia (1969), y finalmente Irán (1979). De las 15 monarquías que había en Oriente Medio y el Norte de África en 1945 solo quedan 8 hoy día: Marruecos, Arabia Saudí, Jordania, Omán, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrain y Kuwait. Salvo Marruecos y Jordania, todas están en el golfo Pérsico y forman el CCEAG.

El socialismo panárabe y el partido Baath se merecen un artículo aparte. De momento, quedémonos con la idea de que los nuevos regímenes revolucionarios enarbolaron el pan-arabismo (es decir, la idea de que todos los estados árabes deberían unirse y formar una sola nación). Algunos de ellos incluso llegaron a eintentar ponerlo en práctica, siendo el ejemplo más notable la fallida República Árabe Unida que abarcaba Egipto y Siria entre 1958 y 1961. En general, todos los gobernantes, incluyendo a los monarcas del Golfo y las élites nacionalistas de Irán y Turquía, abrazaron una idea conocida como el “modernismo”: Esta teoría postulaba que la industrialización y el “progreso” harían que la población abandonase sus hábitos “tradicionales” y se fueran secularizando cada vez más, a la vez que permitirían a las naciones descolonizadas abandonar el estatus de países económicamente dependientes. Quizá el mayor exponente académico de dicha teoría sea el norteamericano Daniel Lerner.

Economía y construcción estatal

Los países árabes donde las monarquías fueron derrocadas eran, con la excepción de Libia, bastante parcos en recursos naturales. Es decir, no disponían de amplias reservas de petróleo, lo que hacía que los Estados no dispusieran de un flujo constante de ingresos, como sí lo hacían las monarquías del Golfo o Irán. A pesar de esta dificultad, muchos de los nuevos regímenes (Egipto, Siria, Irak, Yemen del Sur, Libia) se autodenominaron “socialistas” y trataron de redistribuir la riqueza para contentar a la población y contrarrestar la falta de libertades políticas. De este modo, iniciaron un programa de nacionalizaciones de éxito dispar, e invirtieron en nuevas industrias de propiedad estatal, formándose así un amplio sector secundario nacionalizado. En algunos casos, esto sirvió para generar ingresos, y por lo general estas medidas aliviaron el desempleo y crearon un sector del proletariado afín a los gobiernos militares.

Además de nacionalizar los recursos e industrializar, los nuevos gobiernos revolucionarios se embarcaron en un proceso de construcción y consolidación de Estado. La idea aquí era “alcanzar” a Occidente, consiguiendo estados poderosos y eficientes que pudieran garantizar la independencia y la estabilidad. El desafío y la dificultad residían en que esto debía de hacerse en un plazo de tiempo corto, en apenas un par de décadas, mientras que Europa había tenido siglos para modernizar y establecer sus eficaces burocracias. Por tanto, la modernización del país debía ser dirigida por las élites, que intervendrían en la economía con reformas agrarias y las ya mencionadas nacionalizaciones e industrialización. Adicionalmente, la estructura de los estados y el tamaño de la burocracia se ampliaron notablemente, y se establecieron universidades y escuelas estatales, además de un importante sector militar. También se llevaron a cabo faraónicas obras públicas, como la presa de Assuan en Egipto. Estas medidas no son exclusivas de Oriente Medio; en Argentina tenemos el ejemplo de la industrialización dirigida por Perón y en España las medidas de Franco durante la época de la autarquía.

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El Mogamma, un enorme edificio administrativo de los años 40 en la plaza Tahrir de El Cairo. Fuente: Scott Nelson

Demográficamente, se iniciaba un periodo de elevada natalidad, a la vez que se reducía la mortalidad. La población aumentaba, lo que hacía mucho más necesario que se llevaran a cabo “reformas”. Los países que disfrutaban de rentas petroleras pudieron manejar la situación con mayor libertad. En algunos casos, como en Arabia Saudí, el dinero del petróleo se repartió entre los centenares de príncipes que conformaban la dinastía, lo que les permitió una vida de lujo y confort. En otros, como Irán, el petróleo sirvió para pagar caro armamento de última generación y para financiar la revolución blanca. En general, los gobiernos que disponían de petróleo acabaron convirtiéndose en dependientes del oro negro para financiar sus crecientes burocracias y ejércitos, lo que acaba determinando su política exterior. La economía dependía del Estado, que a su vez dependía del petróleo, cuyo precio variaba según la época. No se formaban burguesías o clases medias económicamente independientes del Estado que pudieran poner en entredicho la legitimidad del régimen. Esta idea, el “Estado rentista” , es la principal (si no la única) contribución teórica del campo académico de los Estudios Orientales en los últimos 50 años.

 En algunos países estas reformas tuvieron éxito y la población apoyó a los regímenes. En otros, por el contrario, la situación se descontroló y, ante el posible descontento popular, el Estado decidió armarse para machacar a la disidencia, dando pie a los denominados “Estados búnker”, como la Libia de Gadafi. Reprimida la oposición interna, a veces no quedaba más remedio que rentabilizar la inversión en armamento atacando países vecinos, como hizo Sadam Hussein con Irán (1980) y Kuwait (1990). En la mayoría de naciones, no obstante, se produjo un equilibrio entre ambas tendencias, acompañándose la ampliación de las fuerzas de seguridad con un incremento del aparato del Estado y del empleo público.

Nasser_Idris_INasser y el rey Idris de Libia. Wikimedia

La segunda mitad del siglo XX presenciaría el auge de la política de masas, como sucedió en el sur de Europa hacia los años 20 y 30. Lo veremos en el siguiente artículo.

Independencia y Guerra Fría

Continuamos con la síntesis histórica de la evolución de Oriente Medio en los últimos 75 años. Ya hemos visto el colonialismo y sus efectos. Veamos ahora qué pasó cuando los distintos países alcanzaron su independencia. En esta Breve Historia de Oriente Medio nos vamos a centrar de ahora en adelante en  el establecimiento de los Estados postcoloniales.

Las simplificaciones y omisiones son inevitables para que fluya la narrativa, por lo que esto ha de considerarse una contextualización introductoria. Hoy hablaremos de la independencia y la influencia occidental durante la Guerra Fría. En los siguientes artículos hablaremos de las revoluciones y golpes de Estado militares, el proceso de construcción del Estado, el auge de la política y la militarización y el giro autoritario de los nuevos regímenes.

Los procesos de independencia

La descolonización se produjo en tres grandes olas o periodos: En primer lugar, se independizaron los países del Oriente árabe, el Mashreq, la mayoría de los cuales habían sido incluidos en los mandatos de la Sociedad de Naciones que repartían las antiguas posesiones otomanas entre Francia y Gran Bretaña. Así, a partir de 1932 los británicos fueron disminuyendo su presencia en Irak, a la vez que intentaban asegurar la estabilidad del gobierno “títere” que dejaron, para marcharse definitivamente en 1948. En Egipto la retirada británica fue lenta, comenzando en el 36 y no consumándose hasta el 54. En 1943 Líbano, controlada por la Francia de Vichy, proclamó su independencia. 3 años después, forzada por la recién formada ONU, y no sin antes bombardear las ciudades más importantes, Francia abandonó Siria. Ese mismo año, 1946, el mandato de Transjordania se transformó en el reino de Jordania bajo la monarquía Hachemí, la familia de Hussein, el jerife de la Meca, al que los británicos convencieron para sublevarse contra los otomanos en la Primera Guerra Mundial. Abdallah, hijo de Hussein, fue designado rey de Jordania por los británicos; y su hermano Faisal de Irak. Jordania sigue hoy día bajo la misma casa real. Por último, Israel fue creado en 1948 de forma algo improvisada, y en Libia, antigua colonia italiana, se instauró una monarquía descaradamente pro-británica.

descolonizacion

La segunda oleada tuvo lugar en el Magreb. Marruecos y Túnez obtuvieron la independencia de los franceses en 1956, y en 1962, tras una intensa y violenta lucha genialmente plasmada en el film La Batalla de Argel, los argelinos consiguieron expulsar a los colonizadores franceses. La tercera y última racha de independencias se extendió durante los años 60 y afectó a las antiguas posesiones y protectorados británicos en la península Arábiga y el golfo Pérsico: Adén (hoy día Yemen), Omán y los distintos Emiratos que salpican la costa noreste de Arabia (Los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, etc).

De todos modos, las independencias no implicaban necesariamente el fin de la influencia occidental en la región. Los más hábiles en mantener el “poder suave” (soft power) o el dominio indirecto sobre sus excolonias fueron los británicos, que aún hoy día mantienen fuertes vínculos con los emiratos del Golfo. La Liga Árabe fue inicialmente una idea inglesa, una forma de agrupar a los territorios árabes amistosos y animarles a batallar contra el Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Fue formada en 1945 por Egipto, Líbano, Arabia Saudí, Jordania y Yemen del Norte, a los que progresivamente se fueron uniendo más estados. Desafortunadamente para los británicos, no pudieron influir en la Liga todo lo que desearían y no pudieron impedir en 1948 la ofensiva contra el recién creado Israel. De igual modo, los británicos no pudieron evitar la revolución de Nasser en Egipto, y fracasaron estrepitosamente en su campaña conjunta con los franceses para mantener el control del canal de Suez, que había sido nacionalizado. El éxito egipcio no fue militar, sino diplomático. Francia y Gran Bretaña ya no eran las grandes potencias de antaño, y las presiones de EEUU y la URSS permitieron que los egipcios se saliesen con la suya y nacionalizasen el canal, una enorme victoria política para Nasser. Una nueva lógica geopolítica se imponía: en la época de la Guerra Fría, los recién independizados estados podían apoyarse en uno de los bandos o intentar arrancar concesiones y pactos favorables jugando a dos bandas.


La Batalla de Argel, film completo en Youtube.

La influencia occidental durante la Guerra Fría

Aunque EEUU fuera la nueva potencia emergente, carecía de algo muy importante: contactos, inteligencia y conocimiento del terreno. La colaboración con los británicos era esencial en estos primeros momentos (aunque posteriormente, como veremos, EEUU tratase de desplazar al Reino Unido en la región y “copiar” su imperio). En 1955 se establece el Pacto de Bagdad o Tratado Central (CENTO en inglés), una alianza militar al estilo de la OTAN entre el Reino Unido, Irán, Irak, Pakistán y Turquía, a los que se uniría 3 años después EEUU. El objetivo de la alianza era contener la influencia soviética, para lo que EEUU y GB proveerían con armas, financiación y equipamiento a sus aliados. Francia, por su parte, consiguió mantener buenas relaciones con Marruecos y Túnez (no así con Argelia), y los líderes de ambos países árabes obtuvieron apoyo francés para consolidar sus regímenes.

Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU, como decimos, abandonaba su tradicional aislamiento internacional y asumía su papel de superpotencia paranoica, tratando de limitar en todo momento la influencia de su gran competidor militar e ideológico, la Unión Soviética. Oriente Medio es una región estratégica (situada entre Europa, Asia y África y plagada de recursos naturales), de modo que gradualmente los americanos empezaron a planificar una estrategia para la región. Dado que hacia 1945, EEUU carecía de “expertos” en Oriente Medio, programas universitarios destinados al estudio de la región, o empleados capaces de desenvolverse en árabe, persa, turco o urdu, decidieron sustituir poco a poco al decadente imperio británico a la vez que intentaban importar académicos y eruditos para sus recién creados centros de estudios orientales.

CENTO
Los miembros originales del Tratado Central (CENTO). Fuente: Wikimedia

En 1945, el presidente Roosevelt se reunía con el rey Abdalazid Al-Saud, comenzando así la “relación especial” que EEUU y Arabia Saudí mantienen hasta hoy día. Esta relación se basa en la no-interferencia de Estados Unidos en los asuntos internos del reino saudí a cambio de petróleo a buen precio y apoyo diplomático y militar a los intereses geoestratégicos americanos. Resulta un tanto extraño que un país que iba a enarbolar la bandera de los recién proclamados Derechos Humanos, el libre comercio y la democracia liberal como justificación de su intervención en diversas partes del globo se aliase con una monarquía despótica y rígida, pero el anticomunismo crea extraños compañeros de cama. Y los saudíes eran (y son) fervientemente anticomunistas.

El segundo paso en su estrategia fue la “Doctrina Eisenhower”. En 1957 el presidente americano anunció que EEUU asistiría militar o económicamente a cualquier país de la región que fuera amenazado por el comunismo internacional. Dicho y hecho, en 1958 los EEUU intervinieron en Líbano para ayudar al presidente Chamoun, asustado por las presiones de los nacionalistas árabes, que en el vecino Irak acababan de derrocar al rey Faisal. Y es que el panarabismo socialista, del que tendremos tiempo para hablar en detalle, era una importante amenaza para el orden internacional surgido de las dos guerras mundiales. Y por si fuera poco, se inclinaba ligeramente hacia el bando soviético.

El tercer pilar de la presencia norteamericana en Oriente Medio sería el recién creado estado de Israel. El acercamiento a este nuevo estado era fácil, pues al fin y al cabo un sector importante de la importante minoría judía estadounidense simpatizaba y apoyaba la ideología sionista. Tras el fracaso franco-británico en Suez y la amenaza que supuso la guerra de 1967, Israel se convirtió en el principal aliado americano en el Mediterráneo. Hasta hoy, es el estado que más ayuda militar y diplomática recibe de los Estados Unidos, y ha sido capaz de crear un influyente lobby en Washington (aunque con la administración Obama su importancia ha disminuido).

Sin embargo, el que fue en mi opinión el mayor éxito de la diplomacia americana fue la incorporación de Egipto a la esfera de influencia norteamericana. Tras el fracaso de la Guerra de los Seis Días y la muerte de Nasser, el nuevo presidente de Egipto, el general Sadat, trató de acercarse a EEUU expulsando a los más de 10.000 asesores soviéticos que había en su país, con la esperanza de que EEUU presionase a Israel para abandonar la península del Sinaí. No satisfechos con las tímidas promesas americanas, los egipcios decidieron pasar a la acción y se aliaron de nuevo con Siria para atacar Israel por sorpresa durante la festividad del Yom Kippur de 1973. El nuevo fracaso militar, sin embargo, tuvo una consecuencia inédita: el acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto en 1975, con la mediación de los EEUU. Esto fue visto como una traición por parte de la mayoría de los países árabes y el bloque soviético, aunque por otra parte el presidente egipcio y el israelí fueron galardonados con el Nobel de la paz en 1978. Sadat no solo alienó a los demás líderes árabes y sus antiguos amigos de la URSS, sino que además se ganó el odio eterno de los islamistas. A cambio, Egipto se convirtió en el segundo país que más ayuda militar y económica percibía de EEUU, permitiendo así al ejército continuar con su monopolio de la gestión del país hasta la actualidad.

Israel, Egipto, Líbano, los países del CENTO salvo Irak (Irán, Pakistán y Turquía) y Arabia Saudí se convirtieron en los ejes de la política estadounidense en Oriente Medio en los años 70. La revolución de 1979 contra el Shah acabaría con uno de los principales aliados estadounidenses. La invasión soviética de Afganistán, de igual modo, daría paso a una nueva estrategia, apoyar o permitir la acción de grupos armados no-estatales para desetabilizar al contrario, tal y como ocurre hoy en Siria. Finalmente, la disolución de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría alterarían la importancia estratégica de la región, aunque en lo fundamental los americanos mantienen sus aliados, con la excepción de Irán. El problema hoy día para la estrategia americana es que sus aliados persiguen agendas no necesariamente coincidentes y rivalizan en cierto modo por la hegemonía regional. Y, por supuesto, que las invasiones de Irak y Afganistán han dado como fruto dos estados muy precarios incapaces de contrarrestar y combatir eficazmente a los grupos armados que se les oponen.


Hemos visto en este artículo cómo la influencia occidental se ha mantenido hasta cierto punto en Oriente Medio. En el próximo artículo veremos los desafíos a esta influencia: las revoluciones lideradas por las fuerzas armadas, la sustitución de monarquías por repúblicas y los intentos de disminuir la dependencia económica con respecto a Occidente.

La colonización europea de Oriente Medio

 La historia es esencial para comprender el origen de muchos de los conflictos que hoy día parecen «eternos», como la disputa por Cachemira entre India y Pakistán o las «divisiones sectarias» entre los árabes del Levante Mediterráneo.  Este artículo es un resumen de la historia colonial de Oriente Medio (1757-1948), centrada en la evolución de la «percepción» europea sobre la región, la penetración comercial y la colonización del Indostán y los países árabes. Este no es un texto académico sino más bien divulgativo, con el objetivo de contextualizar futuros artículos. De nuevo, es una revisión actualizada y mejorada de una sección de mi Trabajo de Fin de Grado (2014), con añadidos y omisiones para hacer la lectura más agradable. Para conocer lo que sucede en el XIX en los países no colonizados, recomiendo leer Movimientos de Reforma II

Existe una versión en vídeo (resumida) de este artículo. Pincha aquí para acceder a ella.

Introducción

1650-1950Evolución política de Oriente Medio 1650-1950. Elaboración propia a través de los mapas de Geacron

            Durante los siglos XVIII y XIX, época de esplendor de los llamados “imperios de la pólvora” de Oriente Medio (con sus tres grandes dinastías, los Otomanos, los Safávidas y los Mogoles), el Occidente europeo empezaba a despuntar económicamente, siendo desplazados los países del sur de Europa por los del centro y norte. Holanda, Francia y Gran Bretaña superaban a España y Portugal y redoblaron su búsqueda de nuevos mercados y tierras que conquistar.

            Paralelamente, el imaginario europeo se transformaba y la misión civilizadora sustituiría al cristianismo evangelizador como motor y justificación de la expansión colonial.[1] La “diferencia imperial” que antes separaba a la cristiandad europea de los países islámicos se convirtió en “diferencia colonial.” Es decir, durante los siglos XV-XVII, la época de los Austrias y la lucha contra los turcos en el Mediterráneo, se percibía a los habitantes del norte de África y Oriente Medio como un “otro” igualmente poderoso, aunque los cristianos pensasen que eran superiores moral y religiosamente. Sin embargo, a partir de siglo XVIII se empezó a ver a los países e imperios de Oriente Medio como sociedades despóticas, débiles, necesitadas de buen gobierno y por tanto colonizables. La colonización al fin y al cabo se suele justificar como una especie de tutela paternalista, un servicio humanitario. Si durante la Edad Media y el Renacimiento los musulmanes eran caracterizados como sujetos pérfidos, viles y condenados al infierno por infieles, pero capaces de raciocinio y entendimiento, a partir del siglo XVIII empiezan a ser percibidos como seres atrasados, primitivos, salvajes, que aún no habían alcanzado su madurez.

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Los imperios de la pólvora hacia el 1600. Rojo-Otomanos. Violeta-Safávidas. Verde-Mogoles. Fuente: Ballandalus

            Todo esto pasaba bastante desapercibido para los habitantes y gobernantes de los distintos imperios de Oriente Medio, que no percibían ninguna señal de decadencia o atraso. Es más, seguían convencidos de ser el centro del mundo, países ricos donde la ciencia y la técnica brillaban, protagonistas de un “renacimiento”, una nueva época de esplendor que sepultaba el recuerdo de los invasores mongoles que arrasaron los campos y ciudades de la región. Aunque muchas de las dinastías gobernantes surgidas tras la desintegración del imperio de los janes (inglés: khan) eran de origen turco-mongol, acabaron asimilándose a las culturas locales, aun manteniendo las distancias. Quizá el ejemplo paradigmático sean los mogoles de la India, descendientes de un heredero de Gengis Jan en Asia Central, dinastía que se integró perfectamente en las tradiciones y la cultura del Indostán, manteniendo cierta armonía entre hindúes y musulmanes y patrocinando la construcción de maravillas como el Taj Mahal.

            No quiero detenerme demasiado en la historia de Oriente Medio durante los siglos XVI-XVIII, pero para sintetizar y resumir, podemos considerar que era una época de estabilidad política, con cierta unidad cultural (islámica), sin grandes guerras, conflictos territoriales o hambrunas severas. No era un mundo ideal, por supuesto, pero los gobernantes de los imperios de la zona tenían bastante confianza en sí mismos y en ningún momento sospecharon de los comerciantes y exploradores europeos que empezaban a asentarse en sus tierras. No esperaban que los barbilampiños e idólatras habitantes de lejanas tierras fueran a alterar de ninguna manera el equilibrio político, económico y social que habían alcanzado.

Corte de Fath Ali ShahLa corte de Fath Ali Shah (~1815). Los representantes británicos, con las obligatorias medias rojas que debían llevar los invitados a la corte de los Qajar, tratan de pasar desapercibidos entre la multitud.

 La colonización económica

            Occidente no entró en Oriente Medio solo mediante la conquista, sino también a través del comercio y la injerencia en la política interna, dinámicas que comenzaron en el siglo XVI. De hecho, a menudo la penetración económica precedió la conquista política, como en el caso de la India. La colonización europea de los países islámicos fue lenta y protagonizada por distintos actores, fundamentalmente Francia, Gran Bretaña y Rusia. No siguió un plan de acción predeterminado, si bien hubo un cierto acuerdo entre las distintas potencias europeas por el reparto de las zonas conquistables y colonizables. También hubo episodios de enfrentamiento y “guerra fría” por las famosas “esferas de influencia”, siendo la más famosa el Gran Juego por el control de Asia Central.

 “Dejemos clara una cosa: la penetración europea en el mundo musulmán nunca supuso un choque de civilizaciones (…) En esta época de colonización, la <<civilización europea=»»>> nunca estuvo en guerra con la <<civilización islámica=»»>>. De hecho, a partir de 1500, los europeos llegaban al mundo islámico principalmente como comerciantes ¿Qué menos amenaza podía haber?”.[2]

            Además de comerciantes, llegaron asesores y técnicos, que influyeron decisivamente en las decisiones de los gobernantes. En 1598 dos británicos, los hermanos Sherley, consiguieron llegar a Persia, y vender a Shah Abbas, el mayor de los monarcas safávidas, cañones y armas de fuego de fabricación occidental, comprometiéndose a asesorarles técnica y estratégicamente. Los persas “veían en las armas y los asesores procedentes de una isla lejana, diminuta e insignificante del oeste de Europa la solución perfecta”. Así empezó la costumbre de otorgar a asesores europeos el mando del ejército persa,[3] tendencia que con los Qajar (1798-1920) continuaría, convirtiéndose el apoyo de las potencias extranjeras en uno de los pilares de la dinastía.

            La forma en la que solían proceder las potencias europeas era intentar asegurar una serie de «concesiones» económicas. Esto es, que el monopolio de la venta de algún producto la tuvieran los agentes comerciales de dicha potencia, o que extuvieran exentos del pago de aduanas y aranceles. Esto solía ser acompañado por el status de extraterritorialidad, es decir, que los naturales de las potencias extranjeras, en el caso de que cometieran algún delito, no fueran juzgados por los tribunales del país donde ocurriese el delito, sino por los de su país de origen. En la práctica esto se tradujo en bastantes abusos y crímenes que quedaron impunes, generando bastante odio entre los locales. La contrapartida a estas concesiones eran pagos únicos o periódicos de importantes sumas de plata u oro. Si algo caracterizaba a los imperios de la pólvora (sobre todo el Otomano y el Safávida) era la escasez de metálico, problema que se agravó con la entrada al mercado europeo de toneladas de metales preciosos procedentes de  América. La construcción de infraestructuras y la modernización de los ejércitos precisaba de mucho capital, y este capital se obtuvo a costa de malvender los recursos locales a las potencias europeas. Esta práctica no es exclusiva de Oriente Medio, de hecho se dio en Latinoamérica durante todo el siglo XIX y también en España (minas de Río Tinto y demás).

            Sin embargo, por “colonización” se suele entender la mera conquista militar. La colonización política de los países musulmanes puede dividirse en tres etapas. En la anterior a 1830 sería dominado el antaño poderoso Imperio mogol y las demás regiones del subcontinente indio; desde 1830 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial los países árabes del norte de África fueron sometidos; tras la Gran Guerra, las antiguas zonas dependientes de los otomanos (el Levante y Mesopotamia) pasaron a ser tuteladas por Francia y Gran Bretaña. En esta clasificación no entran las campañas del Imperio ruso contra los Otomanos, que eran bastante periódicas. Véase por ejemplo la lista de guerras ruso-turcas. A continuación se resumen la colonización de la India y los países árabes, dejando la expansión rusa para otro momento.

Indostán (1757-1947)

            La colonización de la India comenzó con el establecimiento de la Compañía Británica de las Indias Orientales en 1757 y su progresiva toma de control del subcontinente, llegando a reclutar ejércitos (los denominados cipayos) y a controlar la fiscalidad, manejando como títere al sultán mogol y a otros gobernantes menores hasta el motín de 1857.[4]  Posteriormente, los británicos trataron de conquistar el Hindu-Kush (Afganistán) en tres ocasiones con el objetivo de ejercer una mayor influencia sobre Persia, pero fueron rechazados. (Véanse Historia de Afganistán y II ). La dificultad de invadir y mantener el control de Afganistán ha sido experimentada después por los Soviéticos y Americanos.

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Expansión de la colonización británica del Indostán y área del motín de 1857. Fuente: kenyonimperialismproject2009

            Tras el citado motín, en el que hindúes y musulmanes se unieron contra el dominio británico,[5] la administración de la compañía fue sustituida por una directamente dependiente del Estado británico. Las élites musulmanas, encabezadas por Sayyid Ahmad Khan, trataron de reconciliarse con las autoridades coloniales y distanciarse de los hindúes,[6] estrategia que les funcionó hasta la Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra causó una fractura en las relaciones entre los musulmanes indios y el Imperio británico, pues se había declarado la guerra al califa nominal del islam (el sultán otomano) y además se estaba enviando a cipayos musulmanes a luchar contra otros musulmanes. En la década de 1919 emergió el Khilafat movement, un amplio movimiento de masas de carácter pan-Islámico y anticolonial que se alió con el  Congreso Nacional Indio encabezado por Ghandi y que puso en jaque a la administración colonial británica durante varios años, perjudicando gravemente la economía imperial con un boicot a los textiles ingleses.[7]

            Sin embargo,  las tensiones entre las comunidades musulmana e hindú, alimentadas por años de estrategias británicas de divide et impera (como por ejemplo la discriminación del idioma urdu en favor del hindi en las oposiciones a la administración pública), resurgirían con fuerza en las siguientes décadas, hasta la retirada de los ingleses en 1947 y la creación de una “patria” para los musulmanes indios (aunque más de la mitad de esos musulmanes quedasen fuera de esta nueva patria). El Plan de Mountbatten (el funcionario británico encargado de la partición) dividía la India en dos estados, uno para los musulmanes y otro para los hindúes y sijs. El nombre de Pakistán significa «tierra de los puros», pero hay quien dice que proviene de las iniciales de los territorios integrados (Punjab, Afganistán, Kachemira, Indo -el río- y Baluchistán)

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Plan de Mountbatten, 1947. Por desgracia no puedo citar la fuente, ya que la desconozco.

             Tanto en la historiografía europea tradicional como en la pakistaní se presenta la partición del Hindustán entre Pakistán y la India como un suceso inevitable,[8] pasando generalmente por alto la enorme tragedia humana que supuso, con 10 millones de desplazados y más de un millón de muertos. No obstante, una nueva corriente revisionista trata de demostrar que la creación de Pakistán no se trata a una necesidad histórica debida a la existencia de dos comunidades irreconciliables, sino que estas solo existían de forma definida en las mentes de los líderes,[9] siendo la partición causada por la prisa de los ingleses y la intransigencia de los representantes del Congreso Nacional Indio y la Liga Musulmana (dos partidos políticos) en las negociaciones para acordar la organización y constitución del nuevo estado indio (de hecho, las regiones que conformarían Pakistán son aproximadamente las mismas en las que la Liga Musulmana había obtenido mayoría).  A pesar de todo, Pakistán nació con una constitución secular; la islamización del país no se produciría hasta más adelante.

Países Árabes (1830-1948)

             En el siglo XVIII, con la excepción de la península arábiga, la mayoría de los territorios árabes se encontraban bajo el control otomano, al menos de forma nominal, aunque lo cierto es que tanto en la península arábiga como en Egipto el poder de los sultanes otomanos era muy limitado. El primer intento de conquista por parte de las potencias europeas fue organizado por Napoleón en 1798, con su expedición contra Egipto, narrada en primera persona desde el lado musulmán por el historiador al-Jabarti. El proyecto francés continuó después en los países del Magreb tras la conquista francesa de Argelia en 1830 y el establecimiento de un protectorado sobre Túnez en 1881. El protectorado, junto con la apertura forzada a los mercados internacionales, sería la forma habitual de incorporar los países árabes al dominio colonial. La Conferencia de Berlín de 1884 consagró el “derecho” europeo a la colonización de África, trazándose muchas de las fronteras artificiales que hoy dividen el continente.

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Reparto de África entre las potencias europeas. Fuente: Karl Addis’ site

               Dos años antes, en 1882,  Egipto, un país que se había adherido de forma decidida al comercio con Europa y al desarrollo económico inspirado en patrones occidentales, era invadido por Gran Bretaña como reacción a una revuelta dirigida por las élites tradicionales del país, que había expulsado a la troika franco-británica que gestionaba las finanzas egipcias desde la bancarrota declarada en 1875.[10] A pesar de que aparentemente los pagos de la deuda no se habían detenido con el nuevo régimen (según informaban los diplomáticos alemanes), el gobierno de Gladstone, animado por la prensa sensacionalista y temeroso de perder el control de Suez, invadió Egipto y estableció un protectorado. El último soldado británico se retiraría en 1954.[11]

             La consolidación definitiva del dominio colonial sobre los países árabes llegó tras la derrota de los otomanos en la Primera Guerra Mundial y el establecimiento de los mandatos de la Sociedad de Naciones, que repartían las colonias de los derrotados entre las potencias vencedoras. Así, se establecieron los “mandatos de tipo A” sobre el mapa modificado de la administración otomana, creándose las modernas fronteras de Iraq, Palestina y Jordania, otorgadas a los británicos, y Siria y Líbano, obtenidas por los franceses. Estos “mandatos” reflejan fielmente el imaginario occidental, la misión civilizadora que las potencias europeas se arrogaban sobre otras culturas y civilizaciones.[12]  Así, los mandatos de tipo A eran teóricamente una tutela durante varias décadas hasta que “el país pudiera valerse por sí mismo”, aunque en la práctica supuso la división de los países del norte del Mashreq en torno a criterios estratégicos en el juego de potencias y la instauración de regímenes títere, que impidió para muchos autores occidentales y árabes el surgimiento de un Estado árabe fuerte una vez libres del control turco.[13] Los movimientos anti coloniales se sucedieron durante el siglo XX, desde la fallida “revolución” egipcia de 1919 a la rebelión de Palestina de 1936, en la que el nacionalismo árabe y la solidaridad pan-islámica comenzaron a tomar fuerza.

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Mandatos de la Sociedad de Naciones, 1919. Fuente: Wikimedia

             Para explicar el actual caos en Siria y el Levante Mediterráneo se suelen citar otros tres tratados o pactos. El primero es el «Acuerdo Sykes-Picot» entre Francia y Gran Bretaña, en el que se repartían las antiguas tierras otomanas en dos esferas de influencia: el norte para Francia y el sur para los británicos. El segundo es la «Declaración Balfour«, en la que los británicos prometían al movimiento sionista la «creación de un hogar nacional judío en Palestina», significase eso lo que significase. (Hogar nacional no significa Estado). El tercero fue la correspondencia entre Hussein, jerife hachemita de la Meca, y Mac-Mahon, un emisario británico. Se le prometió a Hussein el reconocimiento de un reino árabe independiente a cambio del apoyo contra los otomanos en la Primera Guerra Mundial. El más famoso agente colonial fue Lawrence de Arabia, que sirvió de enlace entre Hussein y los británicos. (Más información sobre la familia hachemita en Arabia Saudí II y III)

             Los británicos, en efecto, tenían tres acuerdos contradictorios. La solución final no satisfizo a árabes y sionistas, pero sí a franceses e ingleses, que aumentaban sus imperios con «mandatos» que debían supervisar. A los descendientes de Hussein los británicos les otorgaron los reinos de Jordania e Irak, tras la desastrosa experiencia de Faisal en el Reino de Siria, ocupado por los franceses. Irak y Jordania obtuvieron su independencia en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, tras asegurarse los británicos que los gobiernos que establecieron allí les fueran favorables. Los franceses fueron más reticentes a conceder la independencia a Siria y Líbano (cuyas fronteras fueron dibujadas y reconfiguradas en numerosas ocasiones), y hasta el fin de la guerra no reconocieron a dichos estados. En general, franceses y británicos utilizaron la vieja estrategia del «divide and rule» (dividir y gobernar), en la que privilegiaban a unas minorías étnicas, religiosas o lingüísticas sobre otras con el objetivo de conseguir una administración colonial nativa afecta, y de crear descontento comunal para presentar el dominio colonial como única alternativa al caos y la violencia sectaria.

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Revuelta Palestina de 1936. Fuente: Palnarrative

             En Palestina no se creo un «hogar nacional judío», pero las potencias europeas favorecieron la inmigración y el asentamiento de judíos. El antisemitismo creciente en Europa animó a muchos a buscar tranquilidad en la «tierra prometida», y el movimiento sionista colaboró con distintos gobiernos europeos (incluído el alemán) para aumentar el flujo migratorio. Los migrantes llegaban con capital, y lo que solían hacer era comprar tierras a terratenientes absentistas árabes (habitualmente jeques de Arabia). Estas tierras solían estar ocupadas por campesinos palestinos, pero los colonos judíos querían cultivar las tierras ellos mismos, de modo que se produjo un contínuo éxodo rural de palestinos hacia las ciudades. Por si fuera poco, los británicos privilegiaron a los judíos para trabajar en la administración del mandato. El descontento cristalizó en la revuelta de 1936, que merece un artículo aparte.

             Finalmente, en 1948 los británicos decidieron salir del Levante mediterráneo deprisa y corriendo. Al igual que en la India, tomaron decisiones precipitadas que crearían numerosos problemas, pero se lavaron las manos. Sin embargo, todo lo que sigue (creación del Estado de Israel, conflicto árabe-israelí, consagración del nacionalismo pan-árabe y del pan-islamismo, triunfo del partido Baath, victoria de Nasser contra británicos y franceses por el dominio de Suez, caída de la monarquía de Egipto…) no entra dentro del periodo colonial, de forma que no lo analizaremos en este artículo.

             Este artículo, como he dicho en la introducción, es meramente orientativo y divulgativo, e incurre en generalizaciones y simplificaciones, necesarias para mantener la fluidez del texto. Algunos de los temas tratados aquí se desarrollaran en detalle más adelante. La «colonización económica» de Irán y las turbulentas relaciones del país con Occidente, por ejemplo, está detalladas en otra sección de este blog. Las citas y referencias de este artículo provienen de mi TFG,las partes del texto sin referencias son de nueva creación. Aún así, puedo proporcionar bibliografía al que esté interesado en saber más o ponga en duda la veracidad de lo escrito. Cualquier duda, queja o sugerencia, en los comentarios.


Referencias bibliográficas

[1]     Alex Padamsee, Representations of Indian Muslims in British Colonial Discourse, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2005.

[2]     Tamim Ansary, Un destino desbaratado, p. 255.

[3]     Ibídem, p.  257.

[4]     Pati, Biswamoy, “Historians and Historiography: Situating 1857” en Economic and Political Weekly, Vol. 42, No. 19 (12 de mayo de 2007), pp. 1686-1691

[5]     Peter Robb, “On the Rebellion of 1857: A Brief History of an Idea”. en Economic and Political Weekly, Vol. 42, No. 19 (12 de mayo de 2007), pp. 1696-1702.

[6]     Shan  Mohammad, Writings and speeches of Sir Syed Ahmad Khan , Bombay, Nachiketa Publications, 2006.

[7]     K. H. Ansari, “Pan-Islam and the Making of the Early Indian Muslim Socialists” en  Modern Asian Studies, Vol. 20, No. 3 (1986), pp. 509-537.

[8]     Carlos H. Hernández, “La evolución de Asia y África desde 1945 hasta el final del siglo XX” en Javier Paredes (dir.), Historia universal contemporánea, Barcelona, Ariel, 2010. p. 1062.

[9]     Mushirul Hasan, “The Partition of India in Retrospect”en India’s Partition: Process, Strategy and Mobilization, Nueva Delhi, Oxford University Press, 2001, pp. 1-23.

[10]     R. C. Mowat,  “From Liberalism to Imperialism: The Case of Egypt 1875-1887” en  The Historical Journal, Vol. 16, No. 1 (Mar., 1973), Cambridge University Press, pp. 109-124.

[11]     John S. Galbraith y Afaf Lutfi al-Sayyid-Marsot, “The British Occupation of Egypt: Another View” en International Journal of Middle East Studies, Vol. 9, No. 4 (Nov., 1978), pp. 471-488.

[12]     W.M, Roger Louis, “The Era of the Mandates System and the None-European World”, en Hedley Bull yAdam Watson (eds.),  The Expansion of International Society, Oxford, Clarendon Press,  1985, pp. 201-210.

[13]     Un buen estudio del debate académico entre los autores árabes sobre la construcción del Estado-nación es: Youseef Choueiri, Modern Arab Historiography: Historical discourse and the nation-state, Londres, Routledge, 2003.