Reseña: Miradas de Irán – Historia y cultura (2021)

Fernando Camacho Padilla, Fernando Escribano Martín, Nadereh Farzamnia Hajardovom, José Luis Neila Hernández (coords.), Miradas de Irán: Historia y cultura, Catarata, 2021, 284 pp.

ISBN 978-84-1352-233-3

La iranología (o iranística) española es un campo de estudios modesto pero que está creciendo mucho en los últimos años. Miradas de Irán – Historia y Cultura (Catarata, 2021), una colección de ensayos editada por Fernando Camacho Padilla, Fernando Escribano Martín, Nadereh Farzamnia Hajardvodom y José Luis Neila Hernández, es una muestra muy amplia de la diversidad de estudios sobre la historia y la cultura iraníes que se están realizando en lengua castellana . La mayoría de los contribuidores están ligados de algún modo u otro a la Universidad Autónoma de Madrid, uno de los centros que más ha apostado por la investigación sobre Irán y la colaboración con instituciones académicas persas, como la Universidad Allameh Tabataba’i. El libro, en general, es una magnífica aportación a la literatura académica en español y una gran adquisición para cualquier lector cuyo interés en Irán vaya más allá de la historia política.

Portada del libro "Miradas de Irán. Historia y cultura", publicado por la editorial Catarata.

La obra se divide en tres bloques: estudios históricos, estudios literarios y estudios visuales. Si bien más allá de Irán no hay un hilo conductor claro entre los distintos capítulos, la obra está bien estructuada y, sobre todo, cubre temas prácticamente inéditos en castellano. Esta es sin duda la mayor virtud del libro: acercar a los lectores hispanohablantes aspectos muy diversos sobre la historia y la literatura persas que hasta ahora no habían tenido presencia en nuestro idioma, además de mostrar que la iranología española, inaugurada por el gran Joaquín Rodríguez, cuenta con una gran «cantera» de jóvenes investigadores. También hay contribuciones muy interesantes de investigadores procedentes de Irán que trabajan en universidades españolas. De algún modo, tengo la sensación de que el encuentro Imagen e Imaginario España-Irán, celebrado en la UAM en 2016 y al que tuve la suerte de asistir como espectador, sentó las bases de lo que después sería este libro. En la introducción, Fernando Camacho y Fernando Escribano hacen un breve repaso a la historia de la iranología española, una lectura indispensable para quien quiera conocer este modesto campo de estudios que, como decía, parece tener un gran futuro.

La sección de estudios históricos cuenta con cuatro capítulos que abarcan periodos y fenómenos muy diversos. En el primero, Fernando Escribano recorre cuatro siglos de relaciones diplomáticas hispanoiraníes deteniéndose en ciertas obras literarias que dejaron testimonio de distintas expediciones y embajadas. La primera de ellas es la Embajada a Tamerlán de Ruy González de Clavijo, uno de los primeros libros de viaje de la literatura europea y un testimonio interesantísimo de la diplomacia castellana medieval (la embajada tuvo lugar entre 1403 y 1406). A continuación, recorre las embajadas del siglo XVII, en especial la de García de Silva y Figueroa (1613). Como curiosidad, el fotógrafo Manolo Espaliú publicó una obra preciosa en la que sigue los pasos del embajador a través de Irán. Finalmente, Escribano se detiene en la crónica publicada por Adolfo Rivadeneyra, un aventurero al que la Primera República encargó una misión diplomática a Irán que se vio afectada por los acontecimientos políticos en España.

En el segundo capítulo, Fernando Camacho analiza la relación entre Irán e Hispanoamérica durante el siglo XX centrándose en la diáspora cristiana tras la Primera Guerra Mundial. El genocidio armenio y sus ramificaciones crearon un gran éxodo humano que también afectó a las comunidades cristianas presentes en Irán. Muchos cristianos orientales (armenios, asirios…) buscaron refugio en países hispanoamericanos y sentaron las bases de una diáspora que tendría presencia durante gran parte del siglo, especialmente en Argentina.

En el tercer artículo permanecemos en el siglo XX, si bien de vuelta en Irán. Javier Gil Guerrero recorre un proceso fundamental para entender la Revolución Islámica al que la literatura en castellano no ha prestado mucha atención: la resignificación de los rituales de Muharram que llevaron a cabo Jomeini y otros actores como Shariati o Taleqani. Javier Gil enfoca su análisis en Jomeini, que consiguió darle un carácter reivindicativo y activista al mito de Kerbala. Para quienes no estén familiarizado con el chiísmo, bastará saber que Kerbala hace referencia a una batalla que tuvo lugar en el año 680 [10 de Muharram del año de la Hégira 61] durante la segunda fitna o guerra civil en el califato islámico y que acabó con el martirio de Hussein, nieto de Ali, a manos de los omeya. En 1963 y 1978, Jomeini fue capaz de utilizar el mito de Kerbala para incitar protestas contra el régimen de los Pahlavi, a quienes asoció a los omeyas.

El siguiente capítulo está escrito por Laura Castro Royo, conocida en las redes sociales por su proyecto Las Plumas de Simurgh. Su texto nos lleva de vuelta al periodo antiguo y es una introducción muy detallada al zoroastrismo, la religión que existía en Irán antes de la conquista islámica. El capítulo es puramente divulgativo, y merece especial reconocimiento por la capacidad que tiene la autora de sintetizar y explicar conceptos complejos sin caer en simplificaciones (por ejemplo, rechaza usar términos como ángel, demonio, cielo o infierno, que otros divulgadores suelen usar pero que sin embargo ofuscan más que aclaran). El capítulo es muy recomendable para lectores con poco conocimiento sobre la religión mazdeísta que quieran acercarse a una introducción intelectualmente.

La sección sobre estudios literarios consta de cinco capítulos. En el primero de ellos, Samaneh Milani Tabrizi analiza el papel de las mujeres en una de las obras más importantes de la literatura persa, el Shahnamé o Libro de los Reyes, un poema épico escrito por Ferdosí alrededor del año 1000 de la era cristiana. Si bien la presencia femenina en la obra es discreta (al fin y al cabo, se trata de una épica medieval dominada por historias de batallas y heroismo), la autora es capaz de extraer conclusiones interesantes. Las mujeres en la obra, aunque tengan un papel secundario, no son meros sujetos pasivos y en muchas ocasiones sus actos son esenciales para el trascurso de la historia. Los personajes femeninos más importantes suelen pertenecer a la élite y, aunque en reducidas ocasiones adopten el papel de villanas, la autora concluye que en general las mujeres son presentadas de forma positiva.

El siguiente texto, de Fatemeh Hosseingholi Noori, está dedicado a Sirin, símbolo de la perfección femenina en la obra uno de los personajes de la obra La Leyenda de Cosroes y Sirín, del poeta Nezamí Ganyaví (siglo XIII de la era cristiana). Antes del análisis, la autora nos ofrece una breve esquematización de cómo las mujeres han aparecido retratadas en la literatura persa tradicional: bien de forma estética, centrándose en su belleza; bien de forma negativa, haciendo incapié en la supuesta inferioridad femenina; o bien de forma idealizada, presentando a los personajes femeninos como una síntesis de virtudes humanas. Según Fatemeh Hosseingholi, la Sirin representada por Ganyaví pertenece a la tercera categoría, y se trataría incluso de la protagonista principal de la obra por encima de Cosroes. Sirin es un personaje cargado de virtudes y con capacidad de acción, que contrasta con Cosroes, muy apegado a las pasiones y que comete acciones cuestionables o con Farhad, el tercer protagonista del triágulo amoroso que se limita a amar a Sirin de forma platónica. Si bien no puedo opinar sobre el análisis del capítulo, pues no he leido la obra de Ganyaví, la autora me ha hecho quedarme con muchas ganas de hacerlo.

Lámina de Cosroes descubriendo a Sirín bañándose en el río.
Cosroes y Sirin

El próximo capítulo nos lleva de vuelta a las embajadas del siglo XVII, si bien en este caso se trata de un viaje en dirección contraria. Baharak Akradlu escribe sobre las Relaciones de don Juan de Persia, una obra interesantísima. Juan de Persia es el nombre que adoptó Uruch Bech, uno de los representantes de la corte safávida en la embajada enviada a Europa entre 1599 y 1602. Los safávidas trataron infructuosamente de asegurar una alianza anti-otomana con el papado y algunos reinos cristianos occidentales. Uruch Bech acabó quedándose en España, convirtiéndose al cristianismo y, con la ayuda de su amigo Alfonso Remón, publicó un excepcional libro de viajes. Tal y como explica Baharak Akradlu, la obra cumple con todas las características de la literatura de viajes, pero además presenta características totalmente únicas e innovadoras. El protagonista de la obra, al fin y al cabo, no es un europeo que parte de viaje a Oriente y cuenta sus experiencias, sino un iraní que ha viajado a Europa y se ha convertido al cristianismo. La obra escrita con los lectores europeos en mente, de modo que los autores adaptan su discurso al público, pero al mismo tiempo la relación con el Otro es mucho más rica y compleja que en los textos habituales. Al fin y al cabo, Juan de Persia conocía la cultura que describe. Lo exótico y lo maravilloso, en definitiva, se presentan aquí de una forma muy original.

Del siglo XVII pasamos a finales del XIX y principios del XX de la mano de Javier Hernández Díaz. Su capítulo, el más extenso del libro, es un análisis de la poesía iraní del periodo de la revolución constitucional (1906). La revolución no solo cambió la política iraní sino que afectó profundamente al panorama literario, que se renovó por completo. La poesía, el género literario que tradicionalmente ha predominado en la lengau persa, estaba un tanto anquilosada durante el periodo de la dinastía Qajar. Sus formas eran excesivamente rígidas, y su contenido solía ser una celebración acrítica y exagerada de las virtudes de la élite gobernante (los poetas, al fin y al cabo, tienen que comr). Sin embargo, el terremoto político de la revolución de 1906 tuvo su contrapartida poética. Muchos poetas experimentaron con nuevas formas y, lo que es más importante, adoptaron un tono crítico y comprometido que no había existido anteriormente. La patria y el dolor por su decadencia se convirtieron en temas privilegiados. Para ilustrar esto, Javier Hernández nos ofrece varias traducciones inéditas y anotadas de poemas del periodo, una contribución excepcional y una fuente primaria muy valiosa para estudiantes de historia que quieran entender el contexto intelectual de la revolución de 1906.

El último capítulo de la sección se complementa perfectamente con el de Javier Hernández y además sirve de broche cronológico a los estudios literarios. Najmeh Shobeiri realiza un recorrido introductorio aunque detallado de la literatura iraní a lo largo del siglo XX. La autora contextualiza rápidamente las características de la producción literaria durante la época Qajar, durante el periodo constitucional (reseñado por Javier Hernández en el capítulo anterior), y los reinados de Reza Pahlavi y su hijo Muhammad Reza. La mayor parte del capítulo, no obstante, está dedicada a la literatura de la época que sigue a la revolución de 1979. La autora recorre los géneros más populares y significativos y ofrece breves traducciones de algunos versos. En general, tras la revolución y pasado un periodo de exaltación (tanto por parte de defensores como detractores del nuevo régimen) la literatura adquirió un carácter más social, mientras que paralelamente iban surgiendo otros géneros alejados de la tradición.

La última sección del libro está dedicada a los estudios visuales, fundamentalmente al cine, aunque también hay un capítulo dedicado a la novela gráfica. En el primer capítulo, Nadereh Farzamnia Hajardovom repasa la historia de la censura en el cine iraní. El capítulo comienza con un breve recorrido a través de la historia cinematográfica persa y de la censura durante la época de los Pahlavi, para a continuación centrarse en el periodo posrevolucionario. La llegada de los jomeinistas al poder provocó una «islamización» del cine y un mayor control estatal sobre la producción audiovisual. Esto no solo implicó una censura de los contenidos moralmente dudosos desde el punto de vista del régimen, sino un control de clos temas y mensajes transmitidos por los films. El «Nuevo Cine» iraní contaba con un carácter moralizante y criticaba duramente al régimen anterior. Los reglamentos estatales fueron especialmente estrictos (y en muchas ocasiones incoherentes) hasta la muerte de Jomeini en 1989, si bien todavía se mantienen. Una de las consecuencias de la censura y de estos reglamentos es que los directores y guionistas iraníes han desarrollado un lenguaje muy creativo para esquivar la censura, como evidencia el éxito de creadores como Abbas Kiarostami.

Farshad Zaedi analiza el cine iraní creado por mujeres, deteniéndose en particular en las películas Dos Mujeres , de Tahmineh Milani (Do Zan, 1999) y La prisión de las mujeres, de Manijeh Hekmat (Zendan-e zanan, 2002). El capítulo también repasa la visión de las cineastas en el exilio, y de las visión de las mujeres de algunos directores de género masculino que han dirigido películas centradas en personajes femeninos. En el siguiente capítulo, Elena Pérez Elena se centra en la obra de la novelista gráfica Marjane Satrapi, muy conocida por su obra Persépolis, que fue adaptada en un film. Persépolis es, de hecho, la obra que ocupa la mayor parte del análisis. Elena Péreza repasa cómo la novela gráfica aborda distintos periodos de la historia de Irán y cómo Satrapi es capaz de enlazarlos con su autobiografía y su historia familiar, consiguiendo además acercar la historia reciente iraní al público occidental no familiarizado de uan forma mucho más cercana y personal que cualquier documental o manual de historia.

El penúltimo capítulo se centra en varias películas que no he visto, de modo que no puedo ofrecer un comentario con sustancia. Majid Sarsangi y Hamed Soleimanzadh analizan la representación de la realidad en el cine de Kiarostami, particularmente en las películas Close-up y en la trilogía de Koker. Por último, Maryam Haghroosta y Elaheh Nourigholamizadeh realizan un análisis crítico del discurso de la película Nader y Simin, del director Asghar Farhadi, la primera película iraní en ganar un Óscar. Las autoras introducen el marco teórico haciendo énfasis en dos conceptos: la identidad nacional (como «el más alto nivel de entre las identidades de una persona» y el que «disfruta de más estabilidad y firmeza») y el cine nacional, entendido como aquel que participa de la cultura colectiva del país. Tras el análisis del film, las autoras concluyen que este refleja las transformaciones en la identidad nacional iraní desde la revolución y que muestra en parte las diferencias entre la forma de sentirse iraníes de las clases media y baja.


Miradas de Irán es, en definitiva, una colección muy interesante y variada de capítulos sobre la historia y la cultura iraníes. El libro no solamente recorre distintos periodos y medios, sino que además sirve de muestra de los temas y enfoques que la iranología española está adoptando en los últimos años. Si bien se echa de menos un capítulo que hilvane los distintos temas tratados en la obra, el libro es una contribución necesaria y mas que bienvenida al panorama académico español. Por otra parte, la mayoría de los capítulos cuenta con un estilo muy ameno y accesible para un público no especializado, de modo que cualqueir lector interesado en el mundo iranio podrá disfrutar de su lectura.

Reseña: Sectarianization 0 – Introducción

Llevo más de un mes sin publicar nada. He estado ocupado con el trabajo y otros proyectos adicionales. Hoy voy a comenzar con la reseña de uno de los libros más importantes sobre Oriente Medio que ha salido en el último año. Me parece tan relevante, que os lo voy a resumir capítulo por capítulo a lo largo de una serie de artículos. Hoy empezaremos por la introducción.

Nader Hashemi y Danny Postel (editores), Sectarianization. Mapping the New Politics of the Middle East, Hurst & Co, 2017. 384 pp. ISBN: 978-18-4904-702-9

Introducción

Sectarianization es un libro necesario. Durante años, la comunidad académica especializada en Oriente Medio ha pasado por alto una narrativa que se ha popularizado en los medios de comunicación: la de un conflicto eterno entre suníes y chiíes. Acomodados en su torre de marfil, los expertos en la región, especialmente los historiadores, se han limitado a encogerse de hombros o mirar con desdén a los periodistas y opinólogos que, desde la prensa generalista, se han dedicado a propagar una serie de mitos erróneos sobre su región de estudios.

La tendencia es mundial. Tanto la prensa de habla inglesa como la española se ha regodeado en la explicación sectaria: es llamativa, es sencilla, y permite mostrar a los musulmanes como unos fanáticos religiosos que se matan por estupideces como la sucesión de Mahoma hace 1.400 años. Aquí tenéis un ejemplo de esta narrativa absurda, y aquí otro más (El Mundo), y otro más (ABC), y aquí podéis ver cómo El País tiene una categoría entera de noticias con el título «Conflicto suníes-chiíes» (donde meten todo lo que tenga que ver con terrorismo y Oriente Medio). El rasgo común de estas interpretaciones simplonas es llevar las diferencias al plano religioso y convertir pequeñas diferencias doctrinales en la causa de la violencia. No voy a comentar los artículos en detalle porque no sostienen un mínimo análisis, y porque he venido aquí a hablar de un libro.

Por suerte, hay voces sensatas como Martí Nadal, que argumentan que todo esto del conflicto sectario eterno no es más que un mito. En un artículo que escribí para Ágora, defendí una postura similar. Parece que los jóvenes analistas no nos conformamos con las lecturas simples que nos ofrecen en los grandes medios. En ese sentido, la publicación de Sectarianization es una gran noticia, pues nos ofrece ejemplos reales y contrastables, análisis e investigaciones en multitud de países por académicos reconocidos y de prestigio.

La tesis de la sectarización

¿Sectarianización? ¿Sectarización? ¡Vaya palabro raro que se han inventado estos académicos! ¿Cómo lo traducimos al castellano? El término escogido es chocante, sin duda, pero en el capítulo introductorio los editores del libro, Nader Hashemi y Danny Postel, explican su por qué. El carácter sectario de algunos de los conflictos del Oriente Medio actual es innegable, afirman. Sin embargo, esto no ha sido siempre así, sino que es el resultado de un proceso de manipulación política por parte de las élites de la región que, incapaces de ofrecer una respuesta a los fracasos de su gestión autoritaria y corrupta, han avivado las llamas del conflicto sectario. Vamos, un «dividir y gobernar» de toda la vida mezclado con el inventarse un «otro» enemigo para dirigir las iras de la población hacia otros que no sean los gobernantes.

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Esta idea del conflicto sectario como un proceso contemporáneo ocurrido en las últimas décadas no queda clara con el término «sectarismo», que parece aludir a un estado permanente, y de ahí la necesidad de acuñar un nuevo término. Esta idea, la del conflicto sectario como un proceso deliberado y rabiosamente actual, es la tesis fundamental del libro, un argumento mucho más convincente y preciso que el de un «antiguo conflicto religioso».

Hashemi y Postel nosofrecen innumerables ejemplos de personalidades estadounidenses destacadas aludiendo a un supuesto conflicto inmemorial y eterno. Obama, Ted Cruz, Sarah Pailin, periodistas como Bill Maher o Bill O’Reilly, e incluso «expertos» en la región como Joshua Landis, todos creen (o afirman creer) que en Oriente Medio llevan mil años matándose por diferencias doctrinales. Por el contrario, los autores del libro defienden que la causa de la sectarización no es la religión, sino el autoritarismo corrosivo de la región. Comparan el sectarismo con el etno-nacionalismo, argumentando que se trata de fuerzas e identidades variables con el tiempo, no inmutables.

Fechas clave: 1979, 2006, 2011

El proceso de sectarización comenzó hace menos de 4 décadas, tras la revolución iraní de 1979. Un detalle a tener en cuenta sobre la revolución islámica es que sus promotores trataban de apelar a todos los musulmanes, no solo a los chiíes, y que desde el primer momento intentaron «internacionalizarla», aunque solo fuera retóricamente. Ante el riesgo de que la revolución se propagase y pusiera en peligro su reino, los saudíes comenzaron una campaña anti-chií tratando de desacreditar a Jomeini y sus seguidores. Al mismo tiempo, los soviéticos invadían el vecino Afganistán, y Arabia Saudí y otros países del Golfo armaron y financiaron a grupos diversos de muyahidin, a los que también inculcaban la desconfianza ante los chiíes (y alguno de los cuales perpetraría masacres contra los grupos chiíes de Afganistán).

La tensión continúo durante los años 80, durante la guerra entre Irán e Irak. Las monarquías del Golfo apoyaron a Sadam Hussein con armas y dinero, aunque el conflicto no tomo un carácter decididamente sectario, pues la población chií de Iraq no apoyo a los invasores iraníes tras 1982. Tras la paz y la muerte de Jomeini, comenzó una época de distensión que duraría hasta la entrada de los EEUU en la región en 2001.

El proceso de sectarización resurge con fuerza en 2003 y, sobre todo, en 2006. La invasión norteamericana de Iraq deja un estado inoperativo y un enorme vacío de poder. La alianza táctica de los partidos chiíes con Irán y sus triunfos electorales hacen saltar las alarmas en el Consejo de Cooperación del Golfo, que ve crecer la influencia persa. En 2006, al-Qaeda atacó la mezquita al-Askari, uno de los lugares sagrados del chiísmo, dando pie a represalias por parte de milicias chiíes contra la población civil suní, y desencadenando una breve e intensa guerra civil entre milicias suníes y chiíes.

En verano de ese mismo año, Hezbollah consigue expulsar a los israelíes del sur del Líbano, siendo la primera vez que el ejército israelí es «derrotado» por una fuerza árabe. Nasrallah, el líder de la organización, se convierte en una de las figuras más populares de la región. Esto inquieta a los monarcas árabes, y ese mismo año el rey de Jordania acuña el término «creciente chií» o media luna chií, refiriéndose al arco formado por Líbano, Siria, Iraq e Irán. Se presenta a los chiíes, dominados por Irán, como una amenaza para la estabilidad de la región. Es la época de Ahmadineyad.

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La media luna chií. Juan Cole.

La Primavera Árabe de 2011 supone un nuevo capítulo en el proceso de sectarización. El mayor exponente del uso de la narrativa sectaria para dividir el movimiento opositor es Bahréin, del que ya hablé en un artículo. Hashemi y Postel, sin embargo, se centran en Arabia Saudí e Irán. Irán culpó a los saudíes de financiar las protestas de 2009, el Movimiento Verde que protestaba contra la reelección de Ahmadineyad. Lo mismo, pero a la inversa, sucedió en Arabia Saudí en 2011: las protestas en el país se achacaron a la influencia de los ayatolás persas entre la población chií del país.

El mayor enfrentamiento entre ambas potencias se da en Siria. Desde el comienzo de las protestas contra al-Assad y el inicio de la guerra civil, los medios iranís caracterizan a los opositores al régimen sirio como yihadistas financiados por los petrodólares de las monarquías del Golfo. A su vez, Irán moviliza a militantes afganos recurriendo a los temas clásicos del chiísmo (el martirio, el sacrificio de Hussein en Kerbala) y les ofrece la ciudadanía iraní. Por su parte, Arabia Saudí apoya a grupos armados que hacen propaganda anti-chií explícita

El último episodio de este relato a grandes rasgos de la sectarización de Oriente Medio se produce el año pasado, cuando Arabia Saudí ejecuta al clérigo chií Nimr al-Nimr y, en represalia, la embajada saudí en Tehrán es quemada ante la impasibilidad de las fuerzas de seguridad persas. Twitter se llena de mensajes de odio, tanto de extremistas suníes contra los chiíes como al contrario.

Conclusiones

Tras estas breves pinceladas cronológicas, los editores del libro describen brevemente sus distintas partes y capítulos. Una primera parte donde ofrecen un marco teórico e histórico en el que inscribir el proceso de sectarización, y una segunda parte llena de estudios particulares de distintos países de la región, desde Líbano a Pakistán pasando por Yemen, Siria, Iraq y unos cuantos más.

Las conclusiones de los autores y editores del libro son claras. Observar Oriente Medio desde un prisma sectario oscurece y dificulta el análisis. La crisis actual se debe al colapso de la autoridad estatal (debida en parte a las intervenciones americanas). Las protestas de 2011 dejaron claro que la región no es sectaria, puesto que en diversos países (Siria, Bahréin) las manifestaciones comenzaron con participantes de todos los grupos religiosos que apelaban a la unidad. Si bien es cierto que hoy en día la identidad sectaria es más saliente en la región que en épocas anteriores, esta identidad ha sido politizada por los actores estatales.

Hay una «relación simbiótica» entre la presión social desde abajo –demandas de inclusión, participación, representación y reconocimiento en la política interna- y el rechazo de las élites a ceder ni un ápice de su poder. Esto último crea una crisis de legitimidad que debe ser manejada con precaución por los estados, lo que acaba desembocando en la sectarización, como salida fácil. Los gobernantes invocan los conflictos sectarios para crear un enemigo externo (e interno en países multiconfesionales) de forma que su ineptitud quede oculta. El sectarismo no es algo intrínseco a las masas árabes, sino que es un proceso relativamente reciente que ha sido muy rentable para algunos.

Finalmente, los autores advierten de los peligros de incurrir en explicaciones “orientalizantes”, es decir, en esencialismos que caractericen una región como inmutable y radicalmente distinta a Occidentales (“estos moros, ya se sabe, están locos, todo el día luchando por la religión”… “llevan mil años matándose entre sí”… etcétera) Aún así, y a pesar de que la tesis de los “odios religiosos ancestrales y no resueltos” no se ajuste a la realidad, los colaborades de Sectarianization nos advierten de que hay que tener cuidado, pues se puede convertir en una profecía auto-cumplida, tanto por parte de los propios habitantes de Oriente Medio, que se arriesgan a ser manipulados por las élites de sus países, como de los políticos y generales occidentales que, a menudo, toman decisiones trascendentales sin demasiado conocimiento de causa, informados por periodistas y analistas que difunden unas interpretaciones vagas y erróneas.

Con su libro, los autores de Sectarianization, esperan contribuir humildemente a redefinir los términos del debate académico, aunque son conscientes de que aplacar las iras sectarias requerirá años de esfuerzo educativo y, sobre todo, paz y estabilidad.


Próximamente iré comentando por separado los diversos capítulos de esta obra.

Reseña «Imagen e imaginario España-Irán» (2 de 2)

En este artículo resumo la segunda mitad de las ponencias del encuentro Imagen e Imaginario España-Irán: miradas y representaciones celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid el 10 de octubre de 2016. Puedes encontrar la primera mitad en este otro artículo. Aquí termina mi crónica de las conferencias, pues no pude asistir a la segunda jornada, que tuvo lugar el martes 11 de octubre.

Irán en los medios de comunicación españoles

 Tras la pausita para café volvimos a la sala de vídeo donde tenía lugar el encuentro. Este segundo bloque de ponencias, moderado por José Lus Neila, se centraría en la imagen de Irán que los medios españoles transmitido desde los años 70. Hubiera sido interesante alguna reflexión sobre la visión opuesta (España en los medios iraníes), pero en general estuvo muy bien.

img_20161010_1403411De izquierda a derecha: Fernando Camacho, Nadareh Farzamnia, Jose Luís Neila y Misael Arturo López Zapico

La imagen de Irán en la Televisión Española. Del régimen del Sha a Rohaní.

Fernando Camacho, especialista en Historia Global (y en particular historia chilena), nos ofreció en su ponencia un breve análisis de los documentales y especiales emitidos por TVE desde los años 70 hasta la actualidad. Todos ellos son visualizables a través del archivo digital de Televisión Española y los he enlazado abajo, para el que tenga curiosidad. Tomando como referencia estos archivos, Camacho se preguntó, ¿cuántos programas sobre Irán se han emitido desde los 70? ¿Cuándo se han emitido? ¿Quiénes los han realizado? ¿Dónde?

En los años 70 surgieron los primeros especiales dedicados al país persa. Sin embargo, dada la situación política en España y la cercanía diplomática entre Franco y el Shah, la información era apologética y se centraba en la figura del shah como gran estadista modernizador y como monarca con un estilo de vida lujoso. No se mencionaba la represión del SAVAK ni la agitación política, no fueran a dar malas ideas. Por supuesto no se mencionaba nada del golpe de Estado de 1953 que dio el poder al shah. La información era por tanto oficialista y laudatoria, poco crítica.

shariati-jomeiniCarteles de Jomeini y Shariati durante la revolución.

Con la revolución de 1979 las cosas empezaron a cambiar. TVE fue el único canal español en informar in situ sobre Irán, pero además fue de los últimos en abandonar el país dada la escasa hostilidad que España generaba en los revolucionarios. Informe Semanal emitió un exhaustivo especial, y en los telediarios se informaba de los acontecimientos. Camacho mencionó un libro, Episodios Persas, escrito por el embajador español en Irán durante el periodo revolucionario al que espero poder echar un vistazo pronto. Por lo visto, Sierra Nava actuó de enlace entre los secuestradores de la embajada estadounidense y la dipomacia americana.

Después de la revolución se sucedieron tres décadas sin apenas información sobre Irán, con la excepción de un documental turístico emitido en el 99. El interés por el país persa resurgió en 2009 como consecuencia del Movimiento Verde, una oleada de protestas por (entre otras cosas) la supuesta manipulación de los comicios presidenciales que dieron a Ahmadineyad su segundo mandato. Ese año se emitieron 3 programas sobre Irán, seguidos dos años más tarde por la célebre entrevista de Ana Pastor a Ahmadineyad y otro documental en 2012. Curiosamente, los presentadores de los programas y documentales emitidos desde 2009 han sido casi exclusivamente mujeres.

La lista completa de documentales es:

  1. El despertar de Ciro (1974)
  2. Los reyes de España en Irán e Iraq (1978)
  3. Jomeini, Alma de Dios (1979)
  4. Irán por dentro (1981)
  5. Irán detrás del velo (1999)
  6. Irán, juventud a escondidas (2009)
  7. Irán, 30 años después de los rehenes (2009)
  8. Las fronteras de la revolución (2009)
  9. Entrevista a Ahmadineyad
  10. Irán, la guerra secreta (2012)

La revolución de Irán contemplada desde España

En la segunda ponencia, Misael Arturo López analizó el tratamiento dado a la revolución iraní por dos de los principales diarios españoles, ABC y El País, el primero representando posiciones más conservadoras y el segundo algo más «joven» y progresista, al menos por aquel entonces. López está muy interesado en investigar la función de la prensa y los medios de comunicación como agentes en la política internacional, afectando a las percepciones de la opinión pública y la diplomacia.

Antes de la revolución, Irán solo aparecía en la prensa rosa y las noticias del corazón, en medios como ¡Hola!. La imagen mostrada era de frivolidad, lujo y modernización, y se centraba exclusivamente en la familia de Muhammad Reza Pahlavi, el flamante shah de Persia. Esto cambió radicalmente durante los meses de enero y febrero de 1979, los momentos más críticos de la revolución.

En enero de 1979, Irán apareció en 7 portadas de El País, tres de ellas con imagen. En ABC apareció tan solo en dos ocasiones, ambas con foto. El mes siguiente, El País dedicó a la revolución 5 portadas, todas salvo una con foto; mientras que el ABC contaba con 4 noticias sobre Irán en primera plana, todas con imagen. Las notas de prensa no eran especialmente innovadoras o rompedoras: la mayoría de ellas provenían de agencias o de corresponsales en París (donde se encontraba Jomeini) y EEUU, nunca desde Irán. Los temas tratados solían ser las declaraciones del Shah, especulaciones sobre su fortuna (con posibles errores de traducción, pues las cifras variaban según el medio) y opiniones de expertos en EEUU, así como la suerte de los 1500 «expatriados» (esa eufemismo para no decir «inmigrante), de los cuales solo quedaron 400 al final de la revolución .

jomeini paris, rohaniJomeini en París

A medida que se desarrollaron los acontecimientos, ambos medios trataron de responder a los interrogantes sobre la nueva forma de gobierno de Irán, la República Islámica. Para el ABC era algo natural pues «al contrario que en la Iglesia Católica, la política no está separada del islam.» Afirmación curiosa teniendo en cuenta que España salía de 40 años de dictadura nacionalcatólica donde los protestantes (entre otros) habían sido perseguidos, y un buen ejemplo de cómo los medios siempre aprovechan para lanzar mensajes referidos a la política local. ABC también expresaba su preocupación por el precio del petróleo y las inversiones españolas en el país persa. El País, por su parte, calificaba a Jomeini como «la encarnación de la oposición popular al shah» el 3 de enero del 79, y al día siguiente criticaron duramente al shah en su editorial. El concepto de república islámica se analizó a partir de unas declaraciones del ayatolá Montazeri.

No obstante, El País informaba sobre la revolución con tonos claramente orientalistas y literarios, casi líricos, poco adecuados para noticias de actualidad. Zapico citó numerosos ejemplos de esta retórica, aunque solo pude copiar varios de la entrevista realizada por El País a Jomeini en París; una entrevista con escasa discusión política pero con frases descriptivas como «la cerilla coránica», «severidad serena y cataclismal», etcétera. Más allá de eso, El País percibía cuatro fuerzas en el Irán revolucionario: el ejército, el «populismo», la socialdemocracia y el chiísmo. Un análisis bastante cutre, todo hay que decirlo, aunque claro, es fácil criticar desde la distancia. Se salvan, en opinión de Zapico, los artículos de Félix Bayon que ofrecían una lectura geoestratégica acertada.

ABC, mientras tanto, definía a Jomeini como «la suma de Gandhi y la violencia», o lo comparaba con Sabino Arana. También aprovechaban paracriticar a la UCD, pues desde 1977 Irán era el principal proveedor de petróleo de España (Irán y Arabia Saudí sumaban casi el 60% de las importaciones), y algo tendrían que haber hecho, pues la economía española no se podía permitir un alza en los precios del combustible. También se metían con la blandeza del presidente Jimmy Carter, que había permitido que un país tan estratégico (por su ubicación geográfica y sus reservas de petróleo) abandonase el «mundo libre.»

En conclusión: la cobertura de la prensa española no fue muy extensiva, y por lo general se abusaba de los tópicos y los elementos pintorescos y exóticos al hablar de un país lejano y desconocido. ABC, como buen medio conservador, era más crítico con la revolución y se preocupaba especialmente de la situación económica. El País, más joven y progresista, parecía más favorable a la caída del shah aunque era crítico con la evolución teocrática de los acontecimientos.

La imagen de Irán en España: de Ahmadinejad a Rohani

Nadereh Farzamnia, iraní, profesora de Historia de Oriente Medio en la UAM y autora de De la revolución islámica a la revolución nuclear, dedicó la última ponencia del día a analizar el tratamiento de Irán en los medios de comunicación españoles durante la última década. Fue la ponencia más larga, aunque también la más expresiva y viva, llena de anécdotas interesantes. Me gustó el patriotismo indignado de la doctora iraní, que a pesar de no comulgar con el régimen teocrático, ha intentado defender a su país de las difamaciones de los medios de desinformación. Su principal crítica es que los medios han asociado la imagen del país a sus políticos, generalizando alegremente sobre los iraníes a partir de sus líderes.

La cobertura de los gobiernos de Ahmadineyad (2005-2013) ocupó la mayor parte de la ponencia, algo lógico dada su extensión y el controvertido carácter del presidente. Polémico desde que llegó (una vez que los comicios presidenciales pasaron a una segunda vuelta), Ahmadineyad se convirtió en el niño rebelde predilecto de la prensa occidental. Su política se basaba en tres pilares: volver a los principios de la revolución, luchar por la justicia social y contra la corrupción, y exportar la revolución islámica. Este último punto, que en sus discursos se materializaba en un tono desafiante y acusador frente al «Occidente imperialista y opresor», permitió a la prensa despacharse agusto contra el presidente.

Así, en 2006, el diario El Mundo publicó en su sección de deportes (!) un artículo en el que de algún modo conseguían conectar las declaraciones del presidente iraní con una imagen negativa de la selección nacional de fútbol persa que podía perjudicar el rendimiento del equipo. Farzamnia continuó citando ejemplos absurdos, en el que se destacan las arengas de Federico Jiménez Losantos equiparando Irán con los Talibán, o un programa de telecisión en el que entrevistaron a Farzamnia y pidieron su opinión sobre el burka… a pesar de que el burka es afgano y no iraní.La ponente también criticó artículos de periodistas supuestamente más informados, como Ángeles Espinosa.

Los discursos del presidente iraní eran analizados y comentados hasta el más ínfimo detalle, no solo los pronunciados ante organismos internacionales sino también los que estaban destinados a consumo interno. La imagen transmitida por los medios era la de un Irán beligerante con sed de guerra. Nada más lejos de la realidad, pues los iraníes tenían aún fresca en su memoria la guerra contra Iraq y no deseaban embarcarse en un nuevo conflicto, mucho menos contra una superpotencia como los EEUU.

La reciente invasión estadounidense del país mesopotámico y la agresividad de George Bush hicieron saltar las alarmas. En 2007, el líder supremo Alí Jamenei dio un toque de atención a Ahmadineyad para que moderase el tono, pues no era deseable causar problemas diplomáticos. Un alto cargo del gobierno americano había afirmado que no se descartaba una intervención militar contra Irán. La prensa internacional había desarollado una narrativa que justificaba la invasión: Irán es una amenaza mundial, Irán tiene la bomba. Farzamnia aseguraba entre risas que «desde hace 15 años, Irán estará listo para tener la bomba en menos de 6 meses».

gran satanManifestación anti-americana en Irán.

La prensa española tuvo su parte en la divulgación de esta visión negativa de Irán, asociado perpetuamente a la crisis nuclear. La mayoría de las veces tan solo tenían como referencia a agencias de comunicación británicas y estadounidenses, muchas de ellas conectadas a lobbies sionistas. Otras veces, se limitaban a traducir artículos aparecidos en la prensa israelí. Así, en julio de 2007 El País afirmaba que Irán tenía la Bomba, y El Mundo aseguraba que Israel preparaba un ataque nuclear preventivo contra el país persa. Todo esto, aseguraba Farzamnia, a pesar de que el gobierno iraní colaboraba abiertamente con las agencias internacionales contra la proliferación atómica y permitía la visita de supervisores.

Dada la escasez de tiempo, la ponente tuvo que saltar a 2011, mencionando de pasada el movimiento de protesta de 2009. En 2011, Irán seguía sintiendo las sacudidas de dichas manifestaciones. Sin embargo, la prensa española lo incluyó erróneamente en sus análisis como parte de la Primavera Árabe, sin tener en cuenta que los iraníes no son árabes y que el movimiento se había originado dos años antes, a raíz de los dudosos resultados de las elecciones presidenciales.

Un año después, en 2012, Irán seguía siendo caracterizado como un país conflictivo y peligroso, merecedor de sanciones. La crisis nuclear seguía siendo el centro de atención de las noticias sobre el país, además de esporádicas menciones a la brillantez de sus cineastas. Situación que cambió radicalmente tras la elección de Rohaní, el principio de lo que un editorial de El País calificaba como «un gobierno de prudencia y esperanza» cuya misión era resolver la crisis diplomática y devolver Irán a la comunidad internacional.

Nadereh Farzamnia no pudo analizar exhaustivamente el tratamiento dado por la prensa a Rohaní, ya que se quedó sin tiempo. Yo también estaba cansado y dejé de tomar notas. En todo caso, fue una charla muy agradable y entretenida, que a pesar de su extensión no se hizo tediosa. El debate de la tarde no fue todo lo animado que podía haber sido, y de él no tomé apuntes así que no lo puedo plasmar aquí.


Me hubiera encantado estar en las ponencias del día siguiente, pero tenía que trabajar la tarde del martes y, como buen profesor, debía preparar mis clases por la mañana, así que me quedé en Toledo. Si alguno de mis lectores estuvo en la sesión del martes y puede comentar algunas impresiones, le estaría muy agradecido. Al mismo tiempo, si alguno de los ponentes de aquel día quiere matizar o corregir la información que he dado, que no dude en escribirme a desvelandooriente@yandex.com

Este blog no deja de ser un proyecto amateur, y como buen aficionado, el que escribe puede cometer errores o haber tomado mal las notas.

Reseña «Imagen e Imaginario España-Irán» (1 de 2)

Los pasados días lunes 10 de octubre y martes 11 se celebró un interesante encuentro internacional en la Universidad Autónoma de Madrid. Su título era Imagen e imaginario España – Irán: miradas y representaciones, y consistía en una serie de ponencias y debates centradas en la visión de Irán en España y viceversa, a cargo de diversos académicos de la UAM y de la Universidad Allameh Tabataba’i de Tehrán.

Por desgracia, el encuentro no fue muy publicitado, más allá de carteles dispersos por la facultad de letras de la UAM. Si no me llega a avisar una amiga, no me hubiera enterado. La web de la UAM ofrece una descripción muy escueta, y la web del proyecto IPESP en el que se enmarcaba el encuentro lleva medio año sin ser actualizada. Najmeh Sobeiri, una de las ponentes, se quejaba con razón de que este tipo de iniciativas no suelen superar los muros de la famosa “torre de marfil” académica y trascender a la prensa. Para remediar esto os voy a ofrecer este breve resumen basado en las notas que tomé ese día (de modo que puede haber errores y omisiones). La difusión de este blog es muy modesta, pero mejor algo que nada. Por motivos laborales solo pude asistir a la primera jornada, de modo que me voy a centrar en las ponencias del lunes. El público era reducido, pero el ambiente muy agradable.

Embajadas y misiones diplomáticas en los siglos XV-XIX

El primer bloque de exposiciones, moderado por Fernando Camacho, se centraba en la historia diplomática de la época moderna. No tenía título, pero el que le he dado se ajusta bien, yo creo. La principal fuente primaria para el estudio de estos periodos, además de los documentos oficiales, son los libros de viajes. La primera ponencia fue un interesante resumen introductorio, y las dos siguientes se centraban en personajes concretos.

El país de Irán a través de la diplomacia española. Una larga historia

En la primera ponencia, Fernando Escribano Martín nos presentó las distintas misiones diplomáticas entre España y Persia desde la Edad Media hasta finales del siglo XIX. El periodo más intenso de contacto fueron los siglos XVI y XVII, ya que la monarquía hispánica y la dinastía safávida de Irán tenían un formidable enemigo común: los turcos otomanos. El antecedente, sin embargo, es la célebre Embajada a Tamerlán de Ruy González de Clavijo. Esta misión diplomática, que tuvo lugar entre 1403 y 1406, fue ideada por Enrique III de Castilla para estudiar las posibilidades de una alianza contra los turcos entre su reino y la poderosa dinastía Timúrida (de origen mongol) que dominaba la meseta irania y Asia central por aquel entonces. Si bien la alianza no se concretó, el resultado fue uno de los primeros libros de viajes europeos y el primero en lengua castellana.

Los safávidas ascendieron al poder en Irán en 1501, y su dinastía coincide temporalmente con la de los Austrias en los reinos españoles. El interés mutuo entre ambas monarquías, sin embargo, no cristalizaría hasta el siglo XVII, que nos dejó múltiples informes y dos libros de viajes, el de García de Silva y Figueroa (el primer europeo en identificar el cuneiforme como un sistema de escritura, hecho que se suele atribuir a Pietro de la Valle) y las Relaciones de Juan de Persia (un embajador de los safávidas que se convirtió al catolicismo y se quedó en Castilla). Ambos serían tratados en las ponencias posteriores.

Aprendí cosas muy interesantes en la exposición de Fernando Escribano, como que los famosos hermanos Shirley (los primeros occidentales en llegar a Irán e instalarse como asesores y consejeros en la corte safávida) no eran leales agentes de la corona británica (como se suele asumir), sino aventureros, comerciantes y buscavidas católicos (en un momento en el que ser católico en Inglaterra era bastante peligroso), que de hecho trabajaron para diversos reinos.

El último viajero en el que se centró Escribano fue Adolfo Rivadeneyra. Hijo de un famoso editor, uno de los gobiernos de la Primera República le encomendó viajar a Persia para estudiar las posibilidades comerciales con los Qayar, con la promesa de que costearían la publicación de un libro con sus impresiones. A su vuelta, la República había sido derrocada, y los gobiernos de la Restauración se desentendieron de Rivadeneyra, que por suerte disponía de los medios económicos para publicar su obra. Podéis encontrar un detallado artículo sobre Rivadeneyra escrito por el propio Escribano Martín en este enlace. Como ejemplo de la desidia de la administración española, nos enseñó un cuadro de corte orientalista inspirado en las impresiones de Rivadeneyra en Irán… erróneamente titulado «Escena de Marruecos» y situado en la secretaría del Ministerio de Administraciones Públicas.

asirio_trad08gAdolfo Rivadeneyra en Dizful. Grabado realizado sobre un cuadro de J. L Pellicer. Fuente: Asiriología UAM.

Las crónicas de Don García de Silva y Figueroa, embajador de Felipe III en la corte de los Safávidas de Persia.

La segunda ponencia estuvo a cargo de Najmeh Shobeiri, doctora en Literatura por la UCM y directora del departamento de Filología Hispánica de la universidad Alameh Tabataba’i. Shobeiri amplió con mucho detalle la introducción que nos había hecho Fernando Escribano sobre García de Silva tratando de responder un interrogante: ¿fue un viaje inútil?

El viaje se produjo entre 1614 y 1619. El contexto de la época es importante: los safávidas estaban en guerra por los otomanos. Recordando el susto que los turcos habían dado a los cristianos (el siglo anterior habían llegado a las puertas de Viena), el Shah Abbas I mandó una carta al Papa y a los principales reyes europeos proponiendo una alianza para estrangular a los turcos en dos frentes. Para explorar las posibilidades de esta alianza, así como reanudar las relaciones iranio-portuguesas y controlar las ambiciones inglesas, Felipe III mandó a Persia a García de Silva, un militar y diplomático de su confianza, acompañado de un impresionante séquito cargado de regalos. Además de la misión diplomática, García de Silva tenía otro objetivo en mente: conocer la cultura y las costumbres de los persas y explorar sus ruinas y reliquias del pasado.

A diferencia de la mayoría de aventureros y viajeros que llegaban a Irán en esa época, de Silva era un hombre culto e ilustrado, con intereses no puramente comerciales. Su estilo literario, afirmaba Shobeiri, es refinado y de calidad. El diplomático describe en su libro las semejanzas entre España e Irán, desde  los paisajes hasta la arquitectura, pasando por la hospitalidad (¡tan diferente en nuestra tierra en comparación a otros países europeos!), que atribuía al pasado islámico de España. El libro de de Silva y Figueroa es especial porque habla de cosas que ningún otro europeo menciona, como los juegos y deportes practicados por los persas, la vida en la corte, la vestimenta, la gastronomía, el carácter de la gente, etcétera. Mientras que los hermanos Shirley y demás se centran en los recursos, productos y las posibilidades militares y comerciales, de Silva se centra en aspectos sociológicos. Era un humanista y Abbas I, uno de los pocos monarcas inteligentes y decentes que ha habido en la historia de Irán (según Najmeh Shobeiri) supo reconocer su calidad humana.

A continación nos narró una anécdota fascinante: El shah Abbas y de Silva y Figueroa estaban un buen día  hablando de festivales y tradiciones en sus respectivos países. Abbas contó a D. García en qué consistía la Ashura (que de hecho ha sido esta semana), y el embajador español la comparó con la Semana Santa católica, también un periodo de lamento y penitencia. La descripción de los rituales católicos, de las procesiones con velas y de los costaleros, entusiasmó al shah, que decidió incorporar algunos de esos elementos a la Ashura chií. El resultado es una tradición sincrética, incorporando elementos ajenos a la cultura irania que resultan sorprendentemente similares a la Semana Santa. Shobeiri demostró su argumento con fotografías de los rituales español e iraní, apuntando que las velas no son tradicionales en los rituales chiíes. El parecido es innegable.

mourning_of_muharram_in_cities_and_villages_of_iran-342_16_66La «Semana Santa» iraní, con costaleros y todo. Fuente: Wikimedia

Esta revelación fue lo mejor de todo el día, al menos para mí. Najmeh Shobeiri continuó su exposición explicando que el siglo XVII fue el primer periodo de contacto intenso entre las culturas persa y europea, el «puente». Abbas I, afortunadamente, fue un monarca bastante tolerante a la vez que piadoso. Bajo sus órdenes se contruyó la catedral cristiana de Isfahán (es preciosa, buscad fotos). El shah fue el primero en «inaugurar» la iglesia, participando en el ritual y bebiendo el vino consagrado. Como penitencia por beber alcohol, fue andando descalzo hasta Mashad (que está bastante lejos).

La embajada de de Silva y Figueroa, en definitiva, fue muy provechosa, no tanto desde un punto de vista político y comercial, sino en otros aspectos más intangibles, principalmente culturales y literarios. La ponencia fue interesantísima y estuvo muy bien estructurada, me encantaría poder leer la tesis doctoral de Najmeh Shobeiri algún día. Su español era impecable, y además era muy simpática.

Relaciones de Don Juan de Persia: Representación de la cultura persa en la narración y descripción en el género libro de viaje.

Baharak Akradlu nos ofreció la última ponencia de este bloque, centrada en la obra del enigmático Juan de Persia, un contemporáneo de García de Silva. Por desgracia, se me había pasado el efecto del café de la mañana, así que mis notas sobre este tema son más escasas. Uruch Beg, nombre original de Juan de Persia, era un noble iraní, sobrino del primer embajador Safávida a Europa, que se quedó a vivir en Valladolid. No se sabe por qué decidió quedarse en España, ni por qué se convirtió del chiísmo al catolicismo, ni siquiera se sabe si si fue él el que llegó a escribir el libro, aunque Akradlu cree que sí. Llegó en 1601 y el libro fue publicado en 1604.

Las Relaciones están dividias en tres partes. En la primera parte se detallan brevemente las motivaciones del autor (dar a conocer la tierra de Persia al rey Felipe III) y se da información sobre la geografía y la política de Irán, así como la religión, los recursos, la cultura, la tecnología, etcétera. En la segunda parte se narran las guerras de persia contra los otomanos que, recordemos, eran el principal motivo por el que europeos y safávidas intercambiaban embajadores. La tercera parte se centra en el viaje de Don Juan, su vida y los dos compañeros que decidieron quedarse con él, que también se convertirían y se bautizarían como Don Felipe y Don Diego de Persia.

Uno de los elementos más interesantes de la obra es el «yo». Don Juan escribe como si fuera español, constantemente contraponiendo un «nosotros» hispano frente al «otro» persa. Esto puede deberse a que la obra estuviera escrita para el rey, o que Don Juan quisiese reafirmar su españolidad. Uruch Beg era de Isfahan, y «los de Isfahán son muy listos«, concluyó Akradlu, de forma que puedes esperarte cualquier cosa de ellos.

La verdad es que este tema era quizá el más enigmático e interesante (¿cómo y por qué un noble persa decidió dejar a su familia en Irán y quedarse en Valadolid adoptando el catolicismo?), pero como contaba, empezaba a estar cansado y dejé de tomar notas. En todo caso, para el que sienta curiosidad por la obra, la Junta de Castilla y León la ha subido a internet muy amablemente una edición de 1946 que se puede encontrar aquí en PDF.


Después de esta ponencia hubo una pausita para café, seguida de otro bloque de ponencias. Las resumiré en el próximo artículo.

Reseña: Ángeles Espinosa, El Reino del Desierto

Ángeles Espinosa, El Reino del Desierto: Arabia Saudí frente a sus contradicciones, Aguilar, 2006. 257 pp.
ISBN: 84-03-09684-4.

La reseña de hoy trata sobre un libro que apareció hace diez años, pero que sigue siendo actual y relevante. Se trata de El Reino del Desierto de Ángeles Espinosa, un ensayo sobre la Arabia Saudí actual. La obra recorre diversos aspectos de la vida cotidiana en el reino saudí a través de las impresiones de la autora en sus viajes y de sus entrevistas y conversaciones con saudíes y expatriados (inmigrantes de países ricos). El capítulo sobre las mujeres es especialmente bueno. No obstante, no se trata de un libro de historia, y carece del necesario contexto histórico para entender los cambios que ha experimentado el reino en el último siglo. Esto es compensado con la viveza de los testimonios y la diversidad de temas tratados y, sobre todo, por la actitud de la autora, para nada paternalista o condescendiente.  Ángeles Espinosa justifica la escasez de referencias a la historia saudí con una cita del controvertido Amir Taheri, que afirma que un libro realmente útil sobre Arabia Saudí apenas debe dedicar una quinta parte de su contenido a la historia, pues el país está cambiando a un ritmo excepcionalmente rápido. Por el contrario, debe basarse en observaciones personales y entrevistas con saudíes de toda clase social para mostrar las tensiones internas del país. La autora ha logrado sin duda lo propuesto por Taheri, pero como historiador debo estar en desacuerdo: no es posible entender el presente sin comprender el pasado, y Arabia Saudí no es una excepción.

angelesespinosaÁngeles Espinosa. Periodista Digital

La obra está dividida en nueve capítulos. El primero es una presentación de Arabia Saudí, con menciones a su historia y organización política. En las primeras páginas Espinosa nos presenta sus primeras impresiones al llegar al reino, lleno de contrastes entre el desierto y la ciudad, la riqueza y la pobreza, las innovaciones técnicas y el tradicionalismo wahabí. Historias como la del “caballo del diablo” (una bicicleta en los años 40) ilustran la resistencia de los saudíes rurales y el estamento religioso ante las innovaciones, aunque la profusión de móviles y antenas parabólicas parece mostrar que no todos los saudíes se oponen al progreso técnico. La historia del emirato y reino desde 1744 hasta la proclamación del reino en 1902 se despacha en poco más de una página. Hay algún error conceptual, como describir a Muhammad ibn Saud como un líder tribal (En Arabia Saudí I expliqué por qué los Saud no son una dinastía tribal). Por otro lado, el equilibrio de fuerzas entre los Saud, el estamento religioso y el pueblo es contextualizado correctamente. También se explican de forma satisfactoria las desigualdades regionales y el dominio del Najd (y la doctrina wahabí) sobre las demás regiones.

El segundo capítulo, “Fantasmas negros”, habla sobre las mujeres. Este es el capítulo más brillante de la obra por la ausencia de prejuicios de la autora y la variedad de ejemplos y testimonios que ofrece. Ángeles Espinosa nos cuenta las regulaciones y normas sociales sobre la abaya (el velo saudí) y sus experiencias con diversas mujeres y familias saudíes. Su primer encuentro con una familia de saudíes, que le invitaron a ella y su marido a cenar, fue muy revelador. Cuestionadas por el velo, las saudíes (de clase alta y formación occidental) explicaron más o menos que es el precio a pagar por unas condiciones de vida inalcanzables para otras mujeres árabes. Vacaciones a Europa, compras en las mejores boutiques londinenses, servicio doméstico y tiempo libre infinito. A cambio, segregación estricta, obligatoriedad (no legal sino social) de la abaya, e imposibilidad de viajar o hacer negocios sin la autorización previa del marido o el familiar responsable. Unas cadenas doradas, de las que estas ricas mujeres saudíes no parecían necesitar ser “liberadas”. Tampoco necesitan ser “educadas”, pues el acceso de las saudíes a los estudios superiores está bastante extendido, si bien es difícil que apliquen sus conocimientos a la vida laboral. La estricta separación de sexos en el espacio público, salvo por las “salas familiares” en algunos establecimientos, son un gasto y una complicación quizá innecesarios, como ilustra el caso de los hospitales. La policía religiosa, los mutawain (hablé de ellos en Arabia Saudí III), se encargan de velar por el cumplimiento de las costumbres religiosas en las calles y cafés. Por supuesto, no todas las saudíes están de acuerdo con su condición de súbditas de segunda clase, y Espinosa nos ofrece diversos ejemplos de ello, desde empresarias hasta aspirantes a gimnastas o pilotos de avión. Un capítulo muy interesante, de obligada lectura para todos los que pontifican sobre las mujeres saudíes sin conocimiento de causa.

El tercer capítulo es igualmente bueno. Se centra en las limitaciones al ocio, la diversión y el tiempo libre, y por supuesto en los agentes de tales restricciones, los temibles mutawain. Espinosa narra una desagradable experiencia que tuvo en un café, y otras hazañas de la policía religiosa, como la vez que dejaron morir a quince niñas en un incendio en un colegio, impidiendo salir a las alumnas (que no llevaban la abaya) del edificio en llamas y no permitiendo la entrada de los bomberos. Fue en marzo de 2002.  Hay otras anécdotas interesantes, como la prohibición de importar muñecas, las fiestas desfasadas de algunos príncipes saudíes (algunas incluso con carácter homosexual), las técnicas de ligoteo en centros comerciales, las raves clandestinas en el desierto y las dificultades de los saudíes para mantener relaciones sanas y estables después del matrimonio. El hecho de que muchas parejas solo se conozcan después de casarse ha hecho que Arabia Saudí sea uno de los países musulmanes con mayor tasa de divorcios.

El capítulo cuarto trata aspectos económicos. Espinosa habla aquí de la progresiva incorporación de los saudíes al mercado laboral motivada por las dificultades económicas (anteriormente los saudíes rechazaban trabajar de recepcionistas, taxistas o cajeros), los locos horarios de trabajo, la proverbial improductividad de los saudíes, y el doble carácter de la inmigración: los ricos expats, trabajadores cualificados de origen occidental que viven en urbanizaciones aisladas y exclusivas rodeadas de medidas de seguridad, y los pobres inmigrantes procedentes del sur y el sureste asiático (Pakistán, India, Bangladesh, Filipinas) o países árabes menos prósperos (Egipto, Líbano, Palestina), totalmente desprovistos de derechos laborales y sometidos a una explotación semiesclavista. Las dos últimas secciones del capítulo recogen las actividades clandestinas entre los expats: fiestas y ceremonias religiosas (en Arabia Saudí están prohibidas las iglesias y las misas de otras religiones que no sean el islam wahabí).

El quinto capítulo habla sobre la versión wahabí de la sharía y su aplicación, o lo que es lo mismo, el terrible y deficiente récord de Arabia Saudí en lo que a Derechos Humanos se refiere. Entre otras cosas, la autora nos describe las sangrientas penas (amputación de miembros), la arbitrariedad del sistema legal (en el que no son necesarios los abogados defensores y la tortura es norma), las ejecuciones como espectáculo público, la censura y supresión de la disidencia, y las particulares justificaciones que dan las autoridades saudíes  de todo esto.

Las minorías islámicas, chiíes y suníes no wahabíes, son las protagonistas del sexto capítulo, más corto (unas diez páginas). Espinosa nos cuenta aquí distintas anécdotas que ilustran la discriminación que sufren y el odio hacia las minorías que se inculca a los saudíes en la escuela. También nos habla de la región de Hasa y Qatif (“Provincia Oriental” según la denominación oficial), y de cómo los saudíes impulsaron el crecimiento de la ciudad de Dammam para limitar la influencia de las ciudades mayoritariamente chiíes.

El séptimo capítulo tiene dos protagonistas, la familia de los Saud y los EEUU. En la primera parte, Espinosa describe la excentricidad y generosidad del rey Fahd y su séquito en sus viajes a Marbella, así como la amplitud de la familia saudí, con casi 40.000 miembros. El Estado y la Familia se confunden, nos explica Espinosa, de modo que es difícil estimar el porcentaje de los ingresos del Estado que se destinan a los sueldos y caprichos de los príncipes. Al fin y al cabo, el país se llama Arabia Saudí, que es algo así como si España se llamase Borbonia, puntualiza la autora. Aun así, la familia real es popular, o al menos no hay una oposición republicana visible. No obstante, los Saud mantienen sus asuntos en secreto, muy celosos de su privacidad (no hay prensa rosa como el ¡Hola! en la que se enseñen las casas o se analice la vida privada de los príncipes). A mediados del capítulo, Espinosa hace un inciso en el que vuelve a hablar de la historia fundacional del reino. De nuevo, comete algún error: Ibn Saud no se alió con los Ijwan (he hablado de ellos al final de Arabia Saudí III) para conquistar el Hiyaz, sino que estos fueron una creación suya, una forma de desestructurar las tribus beduinas y crear un ejército leal y adepto. Debo insistir en que los Saud no son una monarquía tribal, algo que la autora afirma varias veces a lo largo de la obra.

Continúa el capítulo con la narración de cómo los Saud y los EEUU unieron sus destinos gracias al descubrimiento del petróleo, y prosigue con la narración de la historia del reino desde 1932. Aún no he publicado la parte de mi historia de Arabia Saudí relativa a los seguidores de Ab al-Aziz ibn Saud, pero más o menos se ajusta a lo que cuenta Espinosa. El fundador del reino fue sucedido por Saud, que fue depuesto por el consejo familiar en menos de una década. Faisal, que reinó desde 1962, fue el verdadero “modernizador” del reino. Nacionalizó la industria petrolera, inició ambiciosos programas de educación y servicios públicos y multiplicó la burocracia (más o menos el proceso que describo en La construcción del Estado postcolonial). Faisal potenció el islamismo como contrapeso a las ideas nasseristas y nacionalistas árabes, y consolidó la dependencia de los ingresos del petróleo al no establecer una política fiscal. Faisal fue asesinado y sucedido por Jaled y posteriormente Fahd, que estrechó su alianza con los EEUU a la vez que aumentaba las concesiones a los ulema, a los que daba el control de la educación y los medios de comunicación. Esto creó las condiciones para el surgimiento de una oposición islamista, los llamados salafistas activistas, que se consolidó a raíz de la presencia estadounidense en el reino durante la Guerra del Golfo.

El penúltimo capítulo, el octavo, se centra en Bin Laden y la simpatía de parte de la población hacia Al Qaeda y el terrorismo islámico. La trayectoria de Bin Laden es de sobra conocida y no me detendré en ella. [Para despistados: Bin Laden pertenece a una rica familia del negocio de la construcción; fue a Afganistán durante la invasión soviética para apoyar a la resistencia afgana y fundó Al Qaeda junto con varios compañeros saudíes; a su vuelta a Arabia Saudí a finales de los 80 ofreció sus servicios y los de su organización a la familia real, que estaba muy preocupada por la invasión de Kuwait por Saddam. Los Saud rechazaron la ayuda de Al Qaeda y acudieron a los americanos para proteger su reino, en ese momento Bin Laden se enfadó mucho y decidió hacer la yihad global con su organización].  Al Qaeda le vino muy bien al régimen saudí, que pudo calificar de terroristas a todas las organizaciones opositoras islamistas (es decir, la mayoría), aunque estas no apoyasen la violencia. Fue el caso del Movimiento para la Reforma Islámica de Arabia, el MIRA, que fue incluido en la lista de organizaciones terroristas de la ONU.

El último capítulo trata de las consecuencias del 11S en la política interna y externa saudí. Comienza narrando la historia de un simpatizante del salafismo radical que se retractó. Posteriormente, Espinosa cuenta los esfuerzos del gobierno saudí de mejorar su imagen ante el exterior (la mayoría de los terroristas del 11S eran saudíes), organizando una conferencia antiterrorista. Los atentados de 2003 dirigidos contra inmigrantes occidentales hicieron que muchos expats abandonasen el país y que los que quedaban se encerrasen aún más en sus urbanizaciones. El problema, explica Espinosa respaldada por varios testimonios saudíes, está en la educación religiosa, memorística y acrítica, que no fomenta la reflexión y el debate. Los que más sufren las consecuencias son los propios saudíes, que ven aumentar sus problemas cuando viajan al extranjero. En el breve epílogo, Ángeles Espinosa expresa sus dudas sobra la capacidad del reino de modernizarse y democratizarse. El tiempo parece haberle dado la razón.

El Reino del Desierto, en definitiva, es un libro muy recomendable. Carece de un análisis histórico que permita explicar y comprender en profundidad las particularidades del reino, pero aparte de eso es una muy buena aproximación a las vicisitudes de la vida cotidiana en Arabia Saudí y los tejemanejes internos de los Saud. Si se me permite una queja puntillosa, no me ha gustado que en ocasiones se utilice el adjetivo “medieval”. Arabia Saudí es una formación política muy reciente en términos históricos. El wahabismo no es una doctrina medieval, sino un movimiento reformista surgido en pleno siglo XVIII, como reacción a las transformaciones que experimentaban los países árabes y a las “perversiones” que sus promotores veían en la jurisprudencia tradicional. Es un movimiento retrógrado y casi totalitario, sin duda, pero nadie ha dicho que las “reformas” tengan que ser necesariamente progresistas. La situación de Arabia Saudí, la discriminación de la mujer, las torturas y ausencias de derechos humanos, el gobierno autoritario de una familia que gestiona el país como si fuera su finca privada, no es el fruto de una herencia medieval, sino de las transformaciones que la península arábiga experimentó entre los siglos XVIII y XX. El Reino del Desierto no lo tiene en cuenta, pero aparte de esto, es una muy buena lectura. Ángeles Espinosa, corresponsal de El País en Oriente Medio (podéis seguirla en Twitter), ha conseguido una imagen muy viva y humana de Arabia Saudí, un libro ameno y sin prejuicios que se lee muy rápidamente, algo que tiene muchísimo mérito.

Reseña: Georges Corm, El Líbano Contemporáneo

He decidido comenzar una nueva sección de reseñas. Por lo general, leo mucho sobre Oriente Medio, pero no todo acaba convertido en un artículo, ya que no domino todos los temas y no creo que haberme leído un libro me de autoridad en la materia. No obstante, creo que puede ser útil (tanto para vosotros como para mí) ir recopilando pequeños resúmenes críticos de los libros que leo. Así, yo no me olvido de ellos y vosotros tenéis una pequeña recensión y podéis decidir si merece la pena o no leerlos.

Georges Corm, El Líbano Contemporáneo: Historia y Sociedad, Ediciones Bellaterra, 2006. 392 pp.
ISBN: 978-84-7290-319-7

Este libro recorre los últimos dos siglos de historia libanesa. Comienza por la época otomana, explicando el surgimiento de las comunidades más importantes del Monte Líbano: drusos, chiíes y maronitas. Estos últimos desarrollaron estrechas relaciones con el mundo católico a partir del siglo XVII, lo que permitió a Francia inmiscuirse de forma temprana en los asuntos de la región.  Las reformas decimonónicas otomanas afectaron al Líbano, que experimentó una oleada de violencia intercomunitaria en torno a 1860. La región fue una zona de conflicto entre los otomanos y las potencias coloniales europeas, Francia y Gran Bretaña, que ejercían su influencia sobre las distintas comunidades y millets. Tras la Primera Guerra Mundial Francia ocupó Líbano y unió dos entidades políticas y geográficas bien diferenciadas: el monte Líbano y la franja costera. A los drusos, maronitas y chiíes de la montaña se les sumaron los cristianos griegos (ortodoxos y católicos) y demás minorías. La ocupación francesa, que agravó las diferencias establecidas por el sistema de millets otomano (en una típica maniobra de “dividir y gobernar”), marca para Crom el inicio del comunitarismo político libanés.

El tema central de la obra de Crom es explorar el surgimiento del comunitarismo y explicar las razones que desencadenaron la guerra civil, así como desmontar varios mitos e interpretaciones erróneas al respecto. Así, aclara que las comunidades no son etnias, que la convivencia entre comunidades ha sido por lo general pacífica, y que la guerra civil no tuvo el trasfondo comunitario-religioso con el que se ha venido representando en los medios tradicionales. El propio Crom es un ejemplo de esto: aunque es cristiano, simpatiza abiertamente con Hezbollah, que consiguió expulsar a Israel del sus del Líbano en el año 2000.

indexGeorges Corm. L’internaute.

En general, Crom es muy crítico con la clase política libanesa, a la que califica de corta de miras, oportunista, y únicamente centrada en el corto plazo. Por tanto, fue la ceguera política de los líderes políticos, que intentaron explotar la organización política comunitaria en su favor, la que desencadenó la guerra civil. La guerra se divide en dos fases: una inicial, que se extendería desde 1976 hasta 1982, caracterizada por un conflicto de baja intensidad y cierta prosperidad económica; y el periodo entre la invasión israelí en 1982 y la firma de los acuerdos de Taif en 1989, donde se produjo el mayor número de matanzas y desplazamiento de la población.

Los actores de la guerra, explica Crom, no fueron las comunidades religiosas, sino las milicias surgidas en su seno. Estas milicias, como en el caso de los Falangistas cristianos, suplantaron y marginaron a la clase política tradicional. Las milicias desmantelaron el Estado y robaron, saquearon y rapiñaron todo lo que pudieron, con la connivencia de las distintas potencias extranjeras (Israel, Francia, Siria, Irán…), que armaban y financiaban a estos grupos para conseguir sus objetivos geopolíticos. Las alianzas no tenían absolutamente nada que ver con criterios religiosos o confesionales, sino con fríos cálculos estratégicos. En ese sentido, recuerda ligeramente a lo que está pasando en Siria. Aunque las milicias se autoproclamaban representantes de sus comunidades, a menudo fueron estas comunidades las que más sufrieron su arbitrariedad. Además, estas milicias actuaron en connivencia las unas con las otras para repartirse el terreno y los recursos; hicieron y deshicieron alianzas constantemente y, en general, secuestraron el país durante 15 años. Los héroes de la contienda son para Crom todos los civiles libaneses, en especial los que se esforzaron en no ceder a las presiones y continuar con su vida normal, siendo a menudo víctimas de los francotiradores que querían impedir la comunicación entre las distintas comunidades religiosas. Especial mención merecen los que, a pesar de los continuos ataques y expolios que sufría, trataron de mantener a flote el maltrecho estado libanés.

La paz y el comienzo de la II República no trajeron cambios significativos para el país. Las milicias seguían dominando el país y dominando los puestos de poder. La gran figura política de los años 90 fue Rafic Hariri. Hariri es, para Crom, la encarnación del empresario neoliberal que se enriquece a costa del Estado. Así, respaldado por el capital saudí, adquirió numerosas fincas y propiedades en todo el Líbano. Cuando alcanzó el poder en 1992, impulsó un fantástico y descabellado plan de reconstrucción de Beirut. Este plan no solo destrozó el centro histórico de la capital libanesa, sino que permitió a unos pocos enriquecerse enormemente y lastró como una pesada losa la economía del país. El plan era irreal, anticuado (se basaba en un modelo de desarrollo urbanístico de “pelotazo” que ya no tenía sentido: en los años 60 Beirut podría haber sido el Montecarlo árabe, pero en los 90 ya había otras ciudades que ejercían tal función en países que no habían sido devastados por la guerra) y, sobre todo, costoso. Como es habitual, se creó un consorcio privado para la reconstrucción, pues el Estado era aparentemente incapaz de financiar las obras por sí mismo. A esta empresa se le adjudicó un contrato millonario que enseguida se llenó de sobrecostes. Dado que la operación no fue rentable, enseguida hubo que rescatarla con dinero público. Mientras tanto, los servicios públicos del país seguían sin reestructurarse, se acumulaban los problemas sociales y medioambientales y la deuda externa crecía a un ritmo imparable.

Georges Crom fue ministro de finanzas durante el gobierno de Selim el-Hoss (1998-2000), un breve intervalo en el que Hariri no detentó el poder. Por supuesto, Crom se recrea en explicar las bondades de su plan económico y reformista, que podía haber arreglado el país pero que fue boicoteado por el conglomerado mediático que presidía Hariri, que se negaba a perder sus privilegios. En cuanto este recuperó el poder, deshizo todos los progresos alcanzados por el anterior gobierno. La relación entre la clase política libanesa moderna y Siria, que ocupó el país hasta 2006, es también analizada en detalle. Parece ser que la mayoría de políticos eran pro-sirios (sin importar su adscripción comunitaria), aunque cambiaban de chaqueta como convenía. Para finalizar, Crom critica duramente a George W. Bush y su política de “desestabilización constructiva”, que desde el año 2003 ha¡afectado gravemente al funcionamiento del Líbano. La influencia siria, advierte Crom, ha sido sustituida por la injerencia franco-americana. Líbano debe dejar de ser un “estado tampón”, y para ello debe esforzarse por acabar con el bloqueo político que supone el sistema comunitario.

Se nota que Crom es economista, y los últimos capítulos son quizá un poco densos en ese sentido (sobre todo si uno se empeña, como yo, en leer y revisar todas las notas al pie). Aún así, es un buen libro de historia. El enfoque sobre la guerra civil y los años posteriores no es cronológico, sino temático. Eso permite a Crom dividir su análisis y centrarse detalladamente en varios aspectos, lo cual es muy aclaratorio y se agradece. Más que una sucesión desconectada de fechas y nombres, encontramos distintos temas desarrollados independientemente y conectados de una forma amena e inteligente. Aparte de eso, la principal virtud del libro consiste en desmontar las explicaciones simplonas de la guerra civil basadas en la religión o el comunitarismo, que tan solo favorecen a las milicias, a las potencias extranjeras centradas en desestabilizar Oriente Medio, y a los políticos oportunistas que se lucran del saqueo del Líbano. Esto confirma el argumento que esbocé en mi articulito en Revista Ágora, (¿Hasta qué punto hay un conflicto entre suníes y chiíes?).

En resumen, una lectura muy aclaratoria y una buena introducción al a historia del país que deconstruye y refuta muchos mitos sobre la “Suiza de Oriente Medio”.