Los otomanos no-musulmanes y su fin III: nacionalismo turco

Por Carlos García Muñoz

En las entradas anteriores (parte I y parte II) hablamos de cómo se configuraba la sociedad otomana en la Edad Moderna y de cómo se adaptó a los vertiginosos cambios del siglo XIX. Hicimos especial hincapié en la institucionalización tardía de los millet y otros cambios para la población no-musulmana que trajeron consigo las Tanzimat; también se destacó el fuerte impacto social que tuvo la pérdida de territorios ─las sucesivas oleadas de desplazados musulmanes y su reasentamiento en las restantes provincias del Imperio─ , así como el papel jugado por las potencias europeas ─a través de la troika y el derecho internacional de la época, sus legaciones y consulados─ para dar forma al universo levantino como último canto de cisne del exuberante ─pero también desigual─ cosmopolitismo otomano. Por último traramos la revolución de los Jóvenes Turcos, la guerra ítalo-otomana ─con la expulsión de la colonia italiana─ y las guerras balcánicas ─con las consiguientes crisis de refugiados─ como preludio o ensayo general de la Gran Guerra.

Esta tercera entrada aborda la voladura de la sociedad otomana y el trato dispensado por las nuevas autoridades republicanas de la Turquía kemalista a las minorías no-musulmanas durante el periodo de partido único.

La aniquilación del mundo otomano

El 29 de octubre de 1914 el Imperio otomano entró en la Primera Guerra Mundial del lado de Alemania y Austria-Hungría. Pocos meses después las autoridades otomanas decretaban la expulsión de Siria y Palestina de los judíos y cristianos protegidos por países enemigos, así como la «evacuación» de las poblaciones ortodoxas griegas de las provincias costeras y fronterizas del Imperio; el exterminio del pueblo armenio arrancó en la primavera de 1915, y la rebelión árabe en el verano de 1916. La sociedad otomana se desvanecía.

No entraré en la espinosa cuestión de si el exterminio del pueblo armenio debe calificarse o no como genocidio. A ese respecto, me limitaré a reproducir estas sabias palabras de Francisco Veiga, historiador especializado en los Balcanes y Turquía:

«[E]l genocidio armenio ¿lo es?, ¿no lo es? Hay una guerra de terminología. Es evidente que muere mucha gente, civiles; el argumento turco insiste en la desorganización y no en la planificación genocida. Bueno, en parte se puede aceptar, en parte no, pero da lo mismo. Porque realmente muere mucha gente víctima de una operación de contrainsurgencia. A comienzos de la Gran Guerra los rusos habían apoyado un levantamiento guerrillero armenio en la retaguardia otomana. La respuesta consistió en deportar a la población civil armenia para que no apoyara a los insurgentes. Algo así hizo el general Weyler en Cuba “reconcentrando” a unos cuatrocientos mil civiles en 1896; o los británicos con la población civil bóer, en África del Sur, a comienzos del siglo XX. Esas muertes por inanición y por hambre, el traslado forzoso de poblaciones, la guerra de exterminio en definitiva, es la típica estrategia de guerra colonial. Así se hacía en el Magreb, en el África negra, en Asia.

Ocurre lo mismo con los armenios. Hay una insurrección armenia, deciden llevárselos a otra parte, que es Siria. Hace mucho calor, hay muchos ancianos, no hay camiones, van a pie, van a morir y ya sabes cómo es la mentalidad militar en tiempos de guerra: les da exactamente igual. También se les deja en manos de paramilitares y los kurdos tienen un papel muy importante en el exterminio, tienen a sus espaldas un porcentaje altísimo de muertos armenios. Entonces ordenas datos, ¿y qué hay detrás? Para empezar, dos comunidades armenias. Una, en el exterior, la diáspora, en Estados Unidos o Francia, que tienen un concepto más negativo de su república y es la que mantiene más viva la llama del genocidio. Quieren que el Gobierno turco pida perdón, pero entonces se pondrían en marcha una serie de reclamaciones legales a gran escala, por vía de Estado, sobre las propiedades, qué ha pasado con la finca o el negocio del bisabuelo; y eso lo complicaría mucho todo porque no solo está el Gobierno turco, sino también los kurdos, que son los que viven hoy en día en buena parte de la región donde estaban antes los armenios. Por el contrario, a los armenios de la república les pesa el recuerdo del genocidio, claro, pero también quieren sobrevivir hoy. Ir a buscar trabajo a Turquía. No llevan bien que en la diáspora insistan tanto porque ellos lo que quieren es normalizar relaciones con Turquía, que es lo que les conviene».

Entrevista de Álvaro Corazón Rural a Francisco Veiga en Jotdown, junio de 2015.

Cuatro años y un día después de que el Imperio otomano hubiera declarado la guerra a las potencias de la Entente, representantes otomanos y británicos se reunieron en el puerto de Mudros ─en la isla de Lemnos─ para poner fin a la participación otomana en la Gran Guerra. En virtud del Armisticio de Mudros, los otomanos debían evacuar sus últimas tropas de las provincias árabes y abrir los Dardanelos y el Bósforo a los barcos de guerra de la Entente. Pronto los Aliados ocuparon Estambul y amplias zonas del oeste y sur de Anatolia.

Territorios ocupados tras el Armisticio de Mudros de 30/10/1918. Fuente: Volkan’s Adventures.

Casi dos años después, en agosto de 1920, los representantes otomanos firmaron el Tratado de Sèvres, más extenso y detallado que el Armisticio de Mudros. Aquel tratado preveía el control internacional de los Dardanelos, el Bósforo y el Mármara ─la «Zona de los Estrechos»─; la constitución de un estado armenio y de un territorio autónomo para los kurdos en el este de Anatolia; la cesión de la región de Esmirna y de casi toda Tracia oriental a Grecia, así como la división de la Anatolia meridional en zonas de influencia francesa e italiana. El territorio turco libre ─ya no tenía sentido hablar de «otomano»─ se limitaría a la parte septentrional central de la península anatolia.

Reparto de los restos del Imperio otomano entre las potencias de la Entente según el Tratado de Sèvres de 1920. Fuente: Wikipedia.

Ahora bien, el Tratado de Sèvres nunca fue ratificado. En paralelo a las negociaciones que debían conducir a él, el parlamento otomano de Estambul, recién renovado, celebró entre enero y febrero de 1920 unas sesiones de enorme trascendencia por cuanto dieron lugar al Misak-ı Millî o Juramento de la Nación, esto es, a la definición de las fronteras mínimas de la nación turca por las que se debería luchar a toda costa en oposición a las particiones que planeaban los Aliados. Pero estos mismos Aliados pusieron fin a esa actividad parlamentaria pocas semanas después.

El cierre del parlamento otomano en Estambul dio más legitimidad al movimiento nacionalista turco de Mustafa Kemal, un antiguo oficial que llevaba oponiéndose a la ocupación aliada desde 1919 y que había conseguido reorganizar los restos del ejército otomano desde Anatolia central. Así, el 23 de abril de 1920 se constituyó en Ankara la Gran Asamblea Nacional y poco después un gobierno provisional en oposición al del sultán en Estambul. En los dos años y medio siguientes las fuerzas nacionalistas turcas buscaron acuerdos separados con la Unión Soviética ─Tratados de Moscú y Kars (16 de marzo y 23 de octubre de 1921 ) ─, Italia ─que se retiró de Antalya en junio de 1921─ y Francia ─Tratado de Ankara del 20 de octubre de 1921─ para fijar las fronteras en el este y el sur, obtener armamento por vía de estas potencias y concentrar después todo el esfuerzo bélico en el oeste. Así, el 9 de septiembre de 1922 los nacionalistas turcos entraron en Esmirna ─la incendiaron de hecho─ y pocas semanas después las partes contendientes acordaron un alto el fuego y la negociación de la paz. Se alcanzó así el Armisticio de Mudanya (11 de octubre de 1922), si bien los griegos no se adhirieron a él hasta dos días más tarde. Con este armisticio los nacionalistas turcos pudieron hacerse con Tracia oriental, toda vez que los Aliados seguirían ocupando Estambul y los Estrechos hasta la firma de un tratado definitivo.

El 1 de noviembre de 1922 la Gran Asamblea Nacional de Ankara abolió el sultanato. El día 17, Mehmed VI, medio hermano de Abdülhamid II, abandonó Estambul y puso así término a una dinastía, la Casa de Osmán, que había dado nombre y seis siglos de continuidad a un imperio. Cuatro días después de la partida del último sultán otomano una conferencia internacional comenzó a negociar la paz definitiva entre los nacionalistas turcos y los Aliados. En el marco de estas negociaciones, el 30 de enero de 1923 los Gobiernos de Ankara y Atenas firmaron un convenio para el intercambio de poblaciones. En virtud de este acuerdo, alrededor de 250.000 grecortodoxos anatolios ─muchos de los cuales hablaban turco y no griego─ fueron llevados a Grecia; del mismo modo, cerca de 380.000 musulmanes de Grecia ─mucho de los cuales no hablaban turco─ fueron trasladados a Turquía. Los ortodoxos griegos de Estambul y los de las islas de Imbros y Ténedos ─hoy Gökçeada y Bozcaada─ no fueron incluidos en estos intercambios, así como tampoco los musulmanes de Tracia occidental.

Con todo, la mayoría de los griegos pónticos ─los de la ribera sur del Mar Negro─ y de los del resto de Anatolia ─en especial los de la costa egea─ habían huido a Grecia en los años anteriores, sobre todo en 1922. A ellos se sumaron decenas de miles de griegos procedentes de otros puntos de los Balcanes, en especial de Bulgaria y de la Macedonia serbia. En total, una Grecia de apenas 4,5 millones de habitantes hubo de reasentar en su territorio a más de 1,3 millones de refugiados. El Gobierno heleno los reubicó principalmente en las regiones de Macedonia y Tracia ─territorios que habían pasado a manos griegas en la última década─, a costa de echar de allí a minorías musulmanas, eslavas y valacas, los últimos vestigios del pluralismo étnico otomano.

El 24 de julio de 1923 se firmó el Tratado de Lausana y el 29 de octubre Mustafa Kemal proclamó la República de Turquía ─Türkiye Cumhuriyeti en turco─. Comenzaba una nueva era.

Türk es un etnónimo endónimo, es decir, el vocablo con que el pueblo étnico turco se ha designado siempre a sí mismo. No ocurre lo mismo con Türkiye, «Turquía». Fue un cronista europeo de la tercera cruzada quien dio el nombre de Turchia al Asia Menor selyúcida; los autores musulmanes de esa época, por el contrario, siguieron refiriéndose a la península anatolia como «el país de Rum». Así, durante el Bajo Medievo, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea fue habitual que los europeos emplearan la palabra TurchiaTurquie o Turquía en sus mapas, mas los turcos nunca se identificaron con ella en el periodo otomano.

El maltrato a las minorías en la Turquía kemalista (1923-1946)

En marzo de 1922, todavía en el curso de la guerra, Mustafa Kemal declaró que el Imperio otomano había sido incapaz de proteger su economía frente a los europeos por culpa de los reformadores de las Tanzimat; que como resultado los europeos habían reducido la Sublime Puerta a la mera posición de gendarme del capital internacional, y que el Imperio otomano se había convertido así en una colonia de extranjeros. Pese a que los artículos 37 a 45 del Tratado de Lausana obligaban al nuevo estado turco a respetar y no discriminar a sus minorías no musulmanas, la élite nacionalista turca que dirigió la nueva república durante el periodo de partido único ─esto va de 1923 a 1946─ se fijó como objetivo acabar con el poder económico y social de las comunidades judías y cristianas que todavía vivían en la nueva Turquía, así como fomentar su emigración a otros países para aminorar su número.

Las reformas impulsadas por Mustafa Kemal ─adopción de códigos basados en el derecho europeo y del alfabeto latino para la escritura turca, supresión del califato y de la enseñanza coránica, reconocimiento de la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, sufragio femenino a partir de las elecciones municipales de 1934, etcétera─ estaban dirigidas a modernizar y europeizar la sociedad turca, sí, pero sin contar con las minorías no musulmanas, que antes habían sido la parte más occidentalizada de la sociedad otomana. Además, se pretendió que tales minorías se turquificaran y acabaran diluyéndose entre el resto de la población. Pero antes de analizar las medidas adoptadas por las autoridades para la consecución de estos objetivos, conviene detenerse en analizar qué era un turco, Türk, antes y después del advenimiento de la República de Turquía.

¿Quién es turco?

En la época otomana la palabra Türk tenía un significado exclusivamente étnico. Podía traducirse indistintamente por «turco» o «túrquico» y aludía a la población otomana de origen túrquico, que mayoritariamente profesaba la fe islámica y hablaba la lengua turca ─aunque no siempre era así─. En una acepción más amplia, llamémosla pantúrquica, Türk podía agrupar también a los demás pueblos túrquicos: los azeríes, los turcomanos, los uzbekos, los kazajos, etc. En cualquier caso, un armenio o un sefardí de finales del siglo XIX no se consideraba un turco, sino sólo un ciudadano otomano.

Bajo el régimen de Mustafa Kemal el término Türk adopta también una acepción cívica que se superpone a la étnica pero sin reemplazarla. Así, el artículo 88 de la Constitución turca de 1924 establecía que, desde el punto de vista de la nacionalidad, las personas de Turquía se consideraban turcas al margen de cualquier diferencia de religión o raza [«Türkiye ahalisine din ve ırk farkı olmaksızın vatandaşlık itibariyle (Türk) ıtlak olunur»]. Cabía interpretar en este precepto dos categorías distintas de personas: los turcos de verdad, en un sentido étnico, y los que sólo eran turcos desde el punto de vista de la nacionalidad  ─ciudadanos turcos pero no auténticos turcos─. Así fue en la práctica, y a veces también en el plano formal.

No se pierda de vista que hasta hace menos de un lustro el kimlik o carné de identidad turco señalaba la confesión religiosa de su portador (lo mismo hacía Grecia hasta el año 2000).

Por otro lado, entrado el siglo XXI se llegó a proponer el término Türkiyeli, ─«turquiano»─ como gentilicio de los ciudadanos de Turquía, limitando Türk a la acepción étnica. Esta propuesta no ha tenido éxito.

A esto se sumaba otra realidad. Un número significativo de cristianos y judíos, otrora protegidos de los consulados europeos, pasaron a tener un status jurídico indeterminado con la abolición del régimen de capitulaciones. Unos consiguieron la nacionalidad de los países que los habían protegido y otros optaron por la ciudadanía turca; pero hubo quienes devinieron apátridas y aun así pudieron seguir simulando ser extranjeros ante las autoridades turcas, como fue el caso de los protegidos levantinos del Consulado General de España en Estambul.


Tratados estos aspectos, veamos ahora algunas de las medidas gubernamentales dirigidas a los extranjeros y los ciudadanos turcos no-musulmanes en los primeros años del régimen republicano:

  • En 1923 el 90% de los puestos directivos y administrativos de las empresas extranjeras establecidas en Turquía los ocupaban no-musulmanes, por lo que el nuevo gobierno turco comenzó a presionarlas para que despidieran a esos trabajadores y emplearan en su lugar a turcos musulmanes. Así, Feyzi Bey, ministro de obras públicas, declaró en octubre de ese mismo año que las empresas extranjeras debían contratar únicamente a empleados turcos musulmanes, y las amenazó con no seguir permitiendo su actividad en Turquía si no despedían pronto a sus empleados grecortodoxos, armenios y judíos. Y en 1926 el gobierno movilizó a las autoridades municipales y la policía para exigir a las empresas extranjeras que al menos el 75% de sus empleados fueran turcos musulmanes. Asimismo, todas las empresas contratistas de la nueva administración turca debían despedir igualmente a sus empleados no-musulmanes, medida que acabaría imponiéndose también a los bancos, hoteles y cafés, so pena de cierre.

Con todo, no cabe perder de vista que muchos griegos, armenios y judíos ni siquiera hablaban turco, por la sencilla razón de que antes no les había hecho falta para desenvolverse y prosperar en los circuitos económicos y financieros del Imperio, vedados para la amplia mayoría de turcos musulmanes. Prueba de ello es que en 1924 las autoridades impusieran la enseñanza en turco para todos los centros; que en abril de 1926 obligaran a las empresas a emplear el turco en sus comunicaciones, o que en 1928 patrocinaran la campaña Vatandaş türkçe konuş! ─«¡Ciudadano, hable turco!»─ con arrestos y multas a quienes no hablaban turco.

  • Entre 1922 y 1923 la prensa nacionalista turca lanzó una campaña contra los judíos, a quienes acusó de enriquecerse a costa de los turcos y de colaborar con los armenios y los griegos durante la guerra. ¿La razón? El hueco que habían dejado los comerciantes grecortodoxos y armenios en las principales ciudades de Turquía no estaba siendo ocupado por ninguna incipiente clase empresarial musulmana, como esperaban las élites nacionalistas turcas, sino por los judíos.
  • En 1924 la mayoría de los abogados no-musulmanes de Estambul perdieron su colegiación, principalmente por «razones morales» ─los musulmanes expulsados, en cambio, lo fueron por incompatibilidad, al ser también funcionarios─, y no pudieron seguir ejerciendo como tales. Dos años después la legislación pasó a exigir una pasantía de al menos dos años para permitir la colegiación como abogado, pero en la práctica nadie empleaba como pasantes a los no-musulmanes.
  • En 1923 las autoridades turcas limitaron la libertad de circulación de las minorías, así como su derecho a la compraventa de bienes inmuebles y a cambiar su lugar de residencia dentro del país. En este sentido, los miembros de las minorías debían obtener la correspondiente autorización administrativa para poder realizar tales acciones. Este régimen se mantuvo para los judíos hasta 1928, para los grecortodoxos hasta 1930 y para los armenios hasta 1932.
  • La ley de funcionarios civiles de marzo de 1926 exigió el requisito de la nacionalidad turca para acceder a la función pública, al tiempo que impuso el registro de la afiliación etnorreligiosa de los empleados públicos. Aquí quizá sea ilustrativa la intervención de Ali Şuuri Bey durante la tramitación parlamentaria del proyecto de ley. Este diputado afirmó que la palabra «turco» significa «turco», y que los turcos se mezclan con armenios y griegos («Türk kelimesi Türk […]. Ermeni ile, Rum ile kanşık olan Türktür»; Türkiye Büyük Millet Meclisi Gizli Zabıt Ceridesi, 15/03/1926, pp. 186187). En la práctica, hasta los años sesenta no fue común que las minorías accedieran a la función pública.
  • Con la promulgación de la Ley turca n.º 2007, de 16 de junio de 1928, se prohibió a los extranjeros ejercer un amplio número de oficios y empleos.

Pero el tiro de gracia vino en 1942. Mientras media humanidad sucumbía a la conflagración mundial, la Gran Asamblea Nacional de Turquía aprobó el Varlık Vergisi, un controvertido impuesto sobre el patrimonio que arrancó de Estambul todo el tejido financiero y comercial de las minorías no musulmanas, para siempre. Veamos cómo fue.

Mustafa Kemal Atatürk había fallecido en 1938, por lo que en 1942 el jefe del estado era İsmet İnönü, su mano derecha y más leal amigo. El 7 de julio de ese mismo año murió el primer ministro İbrahim Refik Saydam y lo sucedió inmediatamente Mehmet Şükrü Saracoğlu, que hasta entonces había ocupado la cartera de Exteriores. Por aquel entonces muchos gobiernos estaban aumentando la presión fiscal sobre los recursos de sus respectivos países, ya fueran éstos beligerantes o neutrales. Turquía no sería una excepción, si bien el novedoso impuesto sobre el patrimonio que iba a diseñar el ejecutivo de Saracoğlu sería mucho más gravoso para las minorías cristianas y judías que para los musulmanes.

La Ley sobre el Varlık Vergisi, promulgada el 11/11/1942, fijaba un impuesto de un único pago sobre la riqueza de grandes agricultores, propietarios, empresarios, corporaciones y otras personas que ya estaban sujetas al impuesto sobre la renta. Formalmente la ley no establecía procedimientos ni criterio objetivo alguno para determinar la obligación tributaria de cada individuo. Bien al contrario, delegaba su cálculo en comisiones de funcionarios, quienes tendrían en cuenta los ingresos obtenidos por el contribuyente en el ejercicio anterior. A la hora de aplicar la norma, las directrices del ejecutivo y las sugerencias de Mehmet İzmen ─quien dirigía algo así como la Delegación de Economía y Hacienda en la provincia de Estambul, dependiente del Ministerio de Hacienda─ llevaron a dividir los obligados tributarios en dos categorías: M para los musulmanes y G para los gayrimüslim ─no-musulmanes─; más tarde se añadió una categoría E para los ecnebi ─extranjeros─ y otra categoría D para los dönme ─los convertidos al islam de origen judío, descendientes de los seguidores de la secta de Sabatay Sevi en el siglo XVII─. Los no-musulmanes y los extranjeros pagarían cuatro veces más que los musulmanes, y los dönme algo menos que los gayrimüslim . Debido a las presiones de los consulados extranjeros, finalmente las autoridades aceptaron someter a los extranjeros a los mismos gravámenes que a los musulmanes.

Los cálculos de los funcionarios para estimar la riqueza de los contribuyentes y determinar cuánto debían pagar fueron pura invención, una arbitrariedad con la que se persiguió desposeer a las minorías de sus bienes y negocios. Además, las decisiones de estos funcionarios eran firmes y no podían ser recurridas ante ningún órgano administrativo o judicial.

Una vez se notificada al interesado la cantidad a satisfacer, éste debía realizar el pago en metálico en los quince días siguientes. Transcurrido este plazo, se le concedía otro igual pero sumando intereses. Dadas las elevadas cuantías a pagar con tanta inmediatez, muchos no-musulmanes se vieron obligados a vender sus bienes por debajo del precio de mercado. De no conseguir reunir la cuantía requerida, las autoridades confiscaban sus bienes y los de sus convivientes para seguidamente subastarlos. Si aun así tampoco se cubría toda la suma, los deudores tributarios eran internados a la espera de ser deportados a un campo de trabajo. Angeletopoulos, Ağır y Artunç citan únicamente el campo de trabajo de Aşkale, ubicado en Erzurum, una región montañosa al este de Anatolia. Tischler, por su parte, habla de campos de internamiento en Yozgat, Çorum y Kirşehir.

Obligados tributarios del Varlık Vergisi por grupos, número y monto a recaudar de cada grupo. Fuente: Angeletopoulos, 2008, p. 360.

La tabla anterior provee los datos de los obligados tributarios de Estambul, no-musulmanes en su inmensa mayoría. A ellos hay que sumar los «agraciados» procedentes del resto de Turquía. En total se alcanzó la cifra de 62.575 obligados tributarios y 349.989.922 liras. De estas personas 2.057 fueron internadas y 1.400 deportadas ─1.869 de las personas internadas y 1.229 de las deportadas procedían de Estambul─. El trato dispensado a los deportados parece que no fue tan malo; pasaron más tiempo aburridos y jugando a las cartas que no sometidos a trabajos forzados, pero 21 de ellos perecieron.

En 1944 el parlamento derogó la Ley sobre el Varlık Vergisi, perdonando con ello las deudas tributarias pendientes y permitiendo la progresiva liberación de los deportados. Con todo, la ley había conseguido su principal objetivo, que no era otro que transferir la riqueza de las comunidades no musulmanas a las arcas públicas y a una incipiente clase empresarial musulmana. Por el contrario, más de 30.000 judíos y 20.000 grecortodoxos abandonaron Turquía después del Varlık Vergisi.

Imagen 5. Descripción: Número de griegos en Estambul entre 1844 y 1997 y porcentaje sobre el total de la población de la ciudad. Obsérvese la paulatina extinción de esta comunidad a lo largo del siglo XX. Fuente: Wikipedia.

Conclusiones

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el sistema político turco abandonó el régimen de partido único y adoptó el multipartidismo. Esta apertura política y económica parecía prometedora para las minorías no musulmanas que todavía vivían en Turquía. Sin embargo, las sucesivas crisis políticas en torno a la cuestión chipriota sirvieron de pretexto para el pogromo de Estambul de 1955 ─la Σεπτεμβριανά o Septembrianá─ y la expulsión de unos 40.000 grecortodoxos con nacionalidad griega en 1964; ni que decir tiene que para comienzos de los años cincuenta la mayoría de los judíos turcos ya habían emigrado a Israel. Finiquitadas las minorías cristianas y judía, en las décadas siguientes los alevíes ─otrora pilar social del régimen kemalista─ y los kurdos las reemplazarían como nuevas minorías principales y tomarían el testigo del odio interétnico.

Matanzas, incendios, guerras, atentados, intercambios de población, expulsiones masivas, oleadas de refugiados, pogromos… Esta violencia ha sido el precio a pagar en medio planeta por el «progreso», el salto a la «modernidad», el imperialismo, el nacionalismo, la política de masas y la adopción de los patrones del estado-nación.

A comienzos del siglo XX Estambul y Esmirna eran urbes de mayoría cristiana, mientras que en Salónica y Sarajevo se hablaba el judeoespañol. Era el universo otomano, con sus injusticias y su exuberante pluralidad. ¿Qué nos queda de él? Poco más que los diarios nostálgicos a los que Andrés Mourenza dedica este artículo, texto donde leí acerca delVarlık Vergisi por primera vez y origen de mi motivación para escribir estas tres entradas.

Vale, hoy Estambul sigue siendo una ciudad muy cosmopolita. Sí, uno ve en sus aeropuertos a grupos de peregrinos que se dirigen a La Meca enfundando sus albornoces; a familias magrebíes cargadas de compras para la circuncisión del niño; a mujeres de Asia Central portando unos vestidos de lo más coloridos; a turistas del Golfo Pérsico… Pero es otro cosmopolitismo.


Bibliografía

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