La revolución islámica (1977-1989)

                En este texto me voy a centrar en la revolución y la organización del nuevo régimen en el periodo 1979-1989. El artículo me ha quedado un poco largo, pero espero aún así que sea ameno y fácil de entender.

Aunque la prensa lo haya podido pintar como un régimen monolítico e inflexible, lo cierto es que dentro de la República hay numerosas facciones e instituciones enfrentadas que rivalizan por el poder político. Desde los primeros meses tras la revolución, la política exterior ha sido un elemento fundamental de la política interna iraní y la lucha entre facciones. No es posible comprender las turbulentas relaciones entre el país persa y Estados Unidos sin tener en cuenta las particularidades del sistema iraní.

Especial «Acuerdo nuclear»
I – Relaciones Irán-Occidente, 1800-1953
II – Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979
III – La Revolución Islámica, 1979-1989
IV – Irán después de Jomeini, 1989-1997
V – Los gobiernos de Jatami, 1997-2005
Bonus: Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini


La revolución islámica (1977-1979)

                Las revoluciones, ya sean liberales, comunistas o islámicas, suelen funcionar de forma parecida. Se desarrollan en dos grandes fases, una primera en la que diversos grupos opositores se coordinan y movilizan a las distintas clases sociales para derribar el régimen existente; y una fase final en la que esos grupos se disputan el poder. El resultado, si la revolución es exitosa, no es otra cosa que un Estado mucho más fuerte, aunque su control haya cambiado de manos. Los ganadores de la revolución no son necesariamente los que la iniciaron, ni los que ocupan el gobierno provisional, sino los que han sabido inmovilizar los antiguos instrumentos del poder y monopolizar las nuevas instituciones revolucionarias. Así sucedió en Francia, en Rusia y también en Irán.

                Pocos se imaginaban en 1977 que dos años más tarde Irán experimentaría una revolución (recordemos que Carter se refería a Irán como una “isla de estabilidad en una región turbulenta”), y mucho menos que se habría convertido en una teocracia. La mayoría de los observadores y académicos occidentales consideraban que los clérigos chiíes eran cada vez menos importantes, y pensaban que en dos o tres generaciones su influencia en la sociedad sería nimia. El futuro era de los jóvenes de clase media. Y esos jóvenes, se suponía, pasaban de los ayatollahs y querían pizza, salir de fiesta y, algunos de ellos, los más activos, la revolución. Un exultante Peter Avery (historiador británico) escribía en 1965:

 Los nuevos embalses [parte de la Revolución Blanca] se han convertido en resorts para jóvenes hombres y mujeres que se entretienen hacienda ski acuático y muestran en cada uno de sus gestos una libertad absoluta respecto a los dictados y restricciones de los viejos códigos. La Victoria del modernismo está más asegurada que nunca.
Avery, Modern Iran, Londres, 1965, p. 506. La traducción es mía

                El bueno de Avery no podía haber estado más equivocado. Estos jóvenes que disfrutaban sin las restricciones del pasado fueron uno de los principales actores de la revolución que encumbraría a Jomeini. Quizá el ski acuático no estuviera al alcance de toda la juventud, o tal vez no fuera suficiente para convencerles de que el gobierno del shah era lo mejor para su país. Recordemos, además, que durante los años 60 y 70 había surgido un fuente sentimiento antiamericano entre los intelectuales iraníes, muy inspirados por los éxitos de la revolución cubana y Vietnam del norte.

IMG_0086.JPGMezquita chií de Hamburgo, lugar habitual de reunión de opositores al shah en los años 70. La foto es mía.

                El único espacio en el que los iraníes podían hablar libremente de política e ideologías eran las universidades extranjeras. Dado que la infraestructura educativa de Irán era bastante deficiente, el número de plazas universitarias era muy reducido y no satisfacía la creciente demanda laboral, por lo que muchos jóvenes, financiados por el gobierno o por sus padres, finalizaron su educación formal en universidades europeas (sobre todo francesas y alemanas) y estadounidenses. Gran parte de ellos militaba en alguna de las numerosas asociaciones de estudiantes, a menudo ligadas a partidos y grupos iraníes, ya fueran islamistas, marxista-leninistas, maoístas, etcétera. Durante los años 70 fueron famosas las movilizaciones de estudiantes iraníes en el exterior. Tanto Al-e Ahmad como Shariati, del que os hablé en la anterior entrega, así como muchísimos otros personajes de relieve de la época, habían estudiado fuera.

                Teniendo todo esto en cuenta, se entiende el carácter anti-americano de la revolución, incluso se puede comprender que se reivindicase el islam como seña de identidad frente a un régimen laico y pro-occidental. En todo caso, es difícil de entender de primeras que una revolución iniciada por la juventud y la clase media, por muy anti-imperialista que fuera, se convirtiese en un régimen teocrático con el clero chií ocupando los principales puestos de poder. Para poder comprender el desarrollo de la revolución, hay que tener en cuenta la estructura social de Irán en los años 70.

                Lo cierto es que la clase media “moderna” (es decir, profesionales liberales, maestros, ingenieros, funcionarios del Estado) apenas representaba un 15% de la población total, mientras que la clase media “tradicional” (comerciantes, clérigos, pequeños propietarios) suponía poco más de un 10%. Esta reducida clase media, la que tenía el tiempo y los medios para involucrarse en política, estaba además tremendamente fragmentada ideológicamente. La mayoría de partidos políticos clandestinos, desde el comunista Tudeh hasta el liberal y laico Frente Nacional, pasando por el islamista y anti-clerical Movimiento de Liberación, reclutaba a sus miembros de entre este reducido y acomodado 25% de la población.

                Irán era un país con una crisis social latente. En las ciudades grandes se apiñaban millares de inmigrantes rurales y desempleados que no recibían asistencia alguna por parte del Estado, y que acudían a las mezquitas de barrio en busca de consuelo material y espiritual. El clero chií, recordemos, era económicamente independiente, y pudo dar alimento y techo a centenares de personas sin rendir cuentas al Estado. El régimen, centrado en reprimir a los partidos y organizaciones de clase media, apenas prestó atención a los barrios pobres del sur de Tehrán, de donde surgiría la masa de manifestantes que acabó derribando el régimen.

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Dos ancianas en el patio de su casa en el sur de Teherán, donde se concentraba la masa d inmigrantes rurales que buscaban una vida mejor en las ciudades.  Tehran. (Fotografía de Kaveh Kazemi/Getty Images, 1980)

                La mayoría de los historiadores piensa que el detonante de la revolución fue el relajamiento de la represión política que el shah inició en 1977. Algunos dicen que se lo pidió el presidente Carter, preocupado por las flagrantes violaciones de los Derechos Humanos del régimen de los Pahlavi. Otros minimizan la importancia de Carter y aseguran que el shah preparaba una sucesión pacífica para su hijo, dado que estaba enfermo de cáncer. Esta segunda explicación parece más plausible. Recordemos que, durante las mismas fechas y unos 5.000 km al oeste, la España franquista se reconvertía más o menos pacíficamente en una monarquía parlamentaria. No obstante, el shah había desatendido los programas de ayuda social, y los iraníes estaban muchísimo más cabreados y hambrientos que los españoles.

                Los primeros en manifestarse pacíficamente contra el régimen fueron los profesionales de clase media (abogados, médicos, ingenieros), a los que pronto se unieron los estudiantes y los precarios partidos políticos, y poco después los estudiantes religiosos. Dado que el shah había invertido en armamento pesado en lugar de material antidisturbios, se vio obligado a dispersar las manifestaciones a balazos. Esto no hizo sino complicar las cosas. Los clérigos salieron a las calles liderando a las masas de pobres descontentos, la pequeña burguesía comercial (el bazar) cerró sus tiendas durante semanas como muestra de solidaridad, y los funcionarios del Estado abandonaron su trabajo. Finalmente, se unió a la revolución el escaso proletariado (en el sentido “puro” de la palabra), que trabajaba sobre todo en la industria petrolera, de enorme importancia estratégica. El ejército, desmoralizado, se declaró neutral, y los grupos armados que se habían formado a principios de los 70, los Fedaian (marxistas-leninistas) y los Moyahedin (socialistas islámicos) tuvieron su momento de gloria derrotando a la guardia monárquica y asaltando las armerías el 11 de febrero del 79. En apenas un año y medio un implacable régimen se derrumbó como un castillo de arena.

                Si bien la revolución no la iniciaron los clérigos, ellos eran los que aglutinaban tras de sí a mayor parte de la sociedad. Jomeini, que llevaba en el exilio desde el 63, era un ídolo de masas. Sus discursos en Nayaf (santuario chií en Irak) eran distribuidos clandestinamente en citas de casette a una velocidad asombrosa. Su retórica cautivaba a todos, desde conservadoras amas de casa hasta jóvenes estudiantes revolucionarios e izquierdistas. Si bien es cierto que el ayatollah llevaba años denunciando la monarquía, su creciente popularidad al inicio de las manifestaciones hizo que el Shah pidiese a Sadam Hussein que expulsase al ayatollah de su país. Craso error, pues Jomeini se refugió en París asistido por una veintena de jóvenes activistas que preparaban y traducían sus discursos, convirtiéndose así en el líder simbólico de la revolución. Si habéis visto o leído la saga Los Juegos del Hambre, Jomeini era algo así como la protagonista de la trilogía, Katniss, el símbolo de la revolución, una eficaz arma propagandística al servicio de los opositores. La diferencia era que Jomeini no era una ingenua adolescente, sino un veterano ayatollah más listo que el hambre. Los jóvenes agitadores (muchos de ellos parte del Movimiento de Liberación) pensaron que podrían utilizar a Jomeini para dar impulso a su revolución, pero al final fueron ellos los que acabaron siendo usados por el septuagenario clérigo.

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Jomeini encabezando la oración durante su estancia en París. El segundo por la izquierda es el actual presidente de Irán, Hasan Rohaní. Fuente, Reddit

                El 1 de febrero de 1979 Jomeini aterrizó en Tehran, siendo recibido por millones de personas. Poco después nombró un gobierno provisional encabezado por Mehdi Bazargán, un respetado ingeniero, líder del Movimiento de Liberación. Un par de semanas después el Shah abandonaba el país. Bazargán y su partido, al que también perteneció Shariatí, fueron el objeto de mi tesina de fin de máster, así que podría contar millones de cosas sobre ellos. Servirá decir que Bazargán era un buen tipo aunque no tenía mucho carisma, que pecó de ingenuo al confiar en las buenas intenciones de Jomeini y los demás partidos y que su partido era pequeño y estaba internamente dividido. Como afirmé en el párrafo inicial, las revoluciones suelen reforzar el poder del Estado. Los que proponen reducir el poder y el tamaño de ese estado, ya sean anarquistas o liberales como Bazargán, no suelen salir bien parados.

                Mientras Bazargán y compañía intentaban hacerse con el control de las desmoralizadas instituciones del Estado (administración, judicatura, policía), Jomeini se iba distanciando de ellos y estrechaba lazos con un grupo afín de clérigos y seguidores, que formarían a los pocos meses de su llegada el Partido de la República Islámica. El PRI (ojo, no confundir con el grupo mexicano) avocaba, entre otras cosas, por instaurar en el nuevo régimen una doctrina llamada velayat-e faqih. Hagamos una breve pausa para explicar qué es eso.

El Gobierno del Jurista

               Velayat-e faqih podría traducirse más o menos como Tutela o Gobierno del Jurista. El concepto no lo inventó Jomeini, aunque él es sin duda su máximo exponente. Jomeini escribió “Gobierno Islámico” en 1971. El modelo que propone está parcialmente inspirado en la “República” de Platón. Jomeini, como Platón, concibe una sociedad donde los filósofos, austeros, eruditos, y desprovistos de ambiciones materiales, son los gobernantes. En su versión, los filósofos son los intérpretes de la ley islámica. Esta ley, otorgada por Dios, deberá aplicarse hasta el final de los tiempos. Aunque a lo largo de la historia los clérigos chiíes jamás detentaron ningún poder, esta idea basa su legitimidad en el legado del califa Alí y sus sucesores. Tras la «ocultación» del duodécimo Imán (ya hablaremos de ello), los clérigos y jueces chiíes se convirtieron en sus teóricos representantes en la tierra.

                Si queréis saber más, os recomiendo mirar su Gobierno Islámico,  en especial la tercera sección del libro, “la forma de gobierno islámico”. El texto completo en español puede encontrarse en este enlace. La palabra clave del texto es “ley”. Sustituid faqih (interpreté de la ley islámica, juez) y fuqaha (jueces) por sus equivalentes en español, y todo tendrá muchísimo más sentido. La ley y el orden están de moda en todas partes y en todas épocas. La cuestión siempre es qué ley, y quién puede interpretar esa ley.

                En 1978 y 79, la mayoría de la oposición organizada, incluidos los comunistas, apoyaron el liderazgo simbólico de Jomeini. No se dieron cuenta que estaban apoyando a un tipo que había anunciado 8 años antes su intención de convertirse en el “Líder Supremo” de Irán. Al igual que los académicos occidentales, los opositores al shah pensaron que la religión era cosa del pasado y que tarde o temprano ellos se harían con el poder. El Movimiento de Liberación, único partido que estaba en posición de influir en las nuevas instituciones, subestimó al hombre que tenía enfrente. La facción de Jomeini consiguió liderar la asamblea constituyente y diseñar una constitución muy influida por el Gobierno Islámico.

                Es necesario mencionar que los velayatis o jomeinistas no representaban a todos los clérigos, y de hecho la suya era una posición minoritaria. Por un lado, había una sección conservadora y quietista que consideraba que la religión no debía mezclarse con la política, encabezada por el marya (escalafón superior del chiísmo) Shariatmadari. De igual modo, existían ayatollahs progresistas como Taleqani o en menor medida Mutahhari que defendían un orden democrático y parlamentario sin la tutela de un grupo de juristas islámicos.

La caída del gobierno provisional

                Al gobierno provisional de Bazargán, únicamente legitimado por la designación de Jomeini, se le asignó la tarea de organizar un referéndum sobre la forma de gobierno. La pregunta era “República Islámica sí o no”. Bazargán intentó cambiar la denominación a República Democrática Islámica, pero Jomeini se negó. Mientras tanto, Irán se sumía en el caos. El gobierno de Bazargán fue incapaz de controlar efectivamente a la policía o el ejército, a la vez que se sucedían en Irán las detenciones espontáneas y las ejecuciones sumarias, ordenadas por juntas revolucionarias que no obedecían al gobierno. Milicias improvisadas se dedicaron a imponer la moralidad que a ellos les parecía conveniente, a la vez que luchaban contra los que no compartían sus ideales. Merece la pena leer la entrevista de Oriana Fallaci a Bazargán en el New York Times, que podéis encontrar aquí, solo para entender el caos al que hizo frente el gobierno provisional.

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Bani-Sadr (izquierda), Bazargán (centro) y Jomeini. La cara de Bazargán lo dice todo. Fuente, Fouman.com

                Poco a poco, el PRI fue haciéndose con el control de las nuevas instituciones revolucionarias, tanto del grupo paramilitar conocido como los Guardias Revolucionarios (Pasdarán) o los tribunales que condenaban a muerte a “colaboradores” con el Shah y elementos sospechosos en general. Al mismo tiempo, consiguieron mayoría en la Asamblea de Expertos que iba a preparar la nueva Constitución. El Movimiento de Liberación y las fuerzas de izquierdas solo eran populares en las ciudades, y el sistema diseñado por Bazargán daba ventaja a los distritos rurales (cabe señalar que el 40% de la población de Irán seguía ocupada en el sector agrícola). Y es que Bazargán se empeñaba en jugar limpio cuando todos los demás jugaban sucio. Por ejemplo, el Tudeh, partido comunista iraní, estableció una alianza táctica con el PRI con el objetivo de desgastar a Bazargán. Parece estúpido en retrospectiva, pero es que los comunistas pensaban que un gobierno clerical no duraría y que finalmente las masas entenderían que eran ellos los destinados a liderar el país. El tiempo se encargó de mostrarles lo equivocados que estaban (en 1982 su partido fue ilegalizado y su cúpula arrestada).

                La constitución, aprobada por referéndum, establecía un sistema de contrapesos bastante extraños a ojos de un europeo. El parlamento unicameral estaría encargado de aprobar leyes. El presidente de la república sería elegido en elecciones libres, y formaría un gobierno (con Primer Ministro) con el beneplácito de parlamento. Al mismo tiempo, una institución jurídico-eclesiástica denominada Consejo Guardián se encargaría de asegurarse de que la legislación estaba de acuerdo con su interpretación de la ley islámica, y de comprobar que los candidatos a la presidencia y el congreso cumpliesen con unos requisitos determinados. El Consejo Guardián estaría elegido por la Asamblea de Expertos que se encargó de redactar la constitución. Sobre todo ello, un Líder Supremo, que sería el jurista más versado, respetado y sabio (es decir, Jomeini) se aseguraría de que las distintas partes integrasen un todo armonioso y funcional, así como de designar a ciertos miembros del Consejo Guardián. Es decir, una democracia muy restringida y tutelada por Jomeini y otros clérigos afines.

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Esquema del funcionamiento interno de la república. Fuente: Ervand Abrahamian, A History of Modern Iran, Cambridge, 2008, p. 165.

                El golpe final al gobierno de Bazargán fue la toma de la embajada americana por un grupo de estudiantes afines al PRI. Recordemos una vez más que la opinión pública iraní era bastante anti-americana. Por el contrario, el gobierno provisional había decidido ser pragmático y buscar el entendimiento con los yanquis. Su falta de compromiso con la causa anti-imperialista fue determinante en su caída. Jomeini se negó a condenar el secuestro, comunistas y velayatis acusaron a Bazargán de ser una marioneta de los americanos, el Movimiento de Liberación se dividió aún más, y ante la incapacidad de arreglar la situación el veterano ingeniero decidió dimitir del gobierno. El secuestro duraría más de un año.

                Tras la dimisión de Bazargán se prepararon las primeras elecciones democráticas para presidente y congreso. El primer presidente electo fue Abolhasán Bani-Sadr, un economista educado en la Sorbona, amigo de Shariatí e hijo de un ayatollah compañero de Jomeini. En el parlamento tuvo mayoría el PRI, que dificultó bastante la labor ejecutiva de Bani-Sadr. Mientras tanto, centenares de iraníes abandonaban el país asustados por la intensificación de la violencia, las instituciones revolucionarias seguían haciendo de las suyas (es decir, ejecutando y acosando a los no-afines) y continuaba el secuestro de la embajada americana. Se avecinaban elecciones en EEUU y Carter llevaba las de perder frente a Ronald Reagan, que abogaba por la mano dura frente a los revolucionarios.

Invasión iraquí y consolidación de la República Islámica (1980-1988)

                En septiembre de 1980, Sadam Hussein decidió invadir Irán. Contaba con el apoyo de EEUU y la Unión Soviética, algo que parecería excepcional si no fuera porque Jomeini había jurado destruir ambos, y los locos barbudos islámicos eran percibidos como una seria amenaza para la estabilidad de Oriente Medio. El shah, como ya conté, había invertido ingentes sumas de dinero en armamento pesado de última generación, sin embargo faltaban piezas de recambio y municiones, y las potencias se negaron a suministrarlas. La guerra, uno de los conflictos bélicos más largos del siglo XX, no solo devastó Irán sino que además permitió a los jomeinistas asegurarse el control sobre su país.

                La primera víctima política fue Bani-Sadr, destituido por Jomeini con la excusa de no ser competente para dirigir el país durante la guerra. Meses antes, un grupo armado islamista-marxista denominado Moyahedin-e Jalq (Luchadores del pueblo) había iniciado una campaña de ataques terroristas contra el PRI y las instituciones del nuevo régimen, matando a varios miembros del parlamento y al Primer Ministro Rajai. Los Moyahedin, que durante la guerra decidieron apoyar a Sadam Hussein, fueron también el pretexto perfecto para intensificar la represión. La lucha contra el enemigo, tanto interno como externo, hacía precisos ciertos sacrificios, de forma que se restringió la libertad de asociación y la de prensa.

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Mujer colaborando en la defensa de Jorramchar, ciudad iraní del Golfo Pérsico. Fuente, Fouman.com

                Si no entendéis cómo un pueblo que había colapsado las calles pudo permitir que sus libertades volviesen a ser recortadas, recordad que estábamos en pleno conflicto bélico, algo que no sucedía en Irán desde la segunda guerra mundial. Cuando las bombas caen en la calle de al lado y matan a tus vecinos, el orden de prioridades se altera. La guerra sirvió para consolidar enormemente el nuevo régimen. A los mártires de la revolución se les sumaron los mártires de la guerra contra el invasor. Y en 1982, cuando contra todo pronóstico los iraníes habían conseguido hacer retroceder a las tropas iraquíes, Jomeini decidió continuar la guerra. “Hasta Jerusalén pasando por Bagdad”, proclamó, e inició la conquista de Irak. La operación fue un fracaso, la táctica de “marea humana” fue bastante ineficaz, el conflicto se alargó durante seis años más y murieron millares de personas. El esperado apoyo de los chiíes iraquíes no se produjo. Y es que las divisiones sectarias no son tan importantes como la identidad nacional o el lenguaje, por mucho que la prensa se empeñe en mostrar lo contario. A pesar de que los chiíes iraquíes eran oprimidos y discriminados por el régimen de Hussein, la mayoría de ellos apoyó a sus compatriotas árabes frente a los invasores persas.

                En 1988, ante la incapacidad de resolver el conflicto por la vía armada, Irán e Iraq firmaron un acuerdo de paz. Quizá desde el punto de vista geopolítico la estrategia de Jomeini parece absurda (perder cientos de miles de vidas para arrancar un acuerdo al que se podía haber llegado en 1982, cuando las tropas iraquíes se retiraron de Irán), pero sin duda desde una perspectiva interna fue todo un éxito. Toda la energía y el entusiasmo heredados de la revolución se canalizaron en una guerra en las fronteras, alejada de los centros de poder. La población en edad de protestar se consumió en las trincheras y no se opuso a los progresivos recortes de libertades. Las restricciones se justificaron mediante la lógica de guerra (debemos permanecer unidos, ganar la guerra es más importante que las libertades democráticas, etc), y la República Islámica pudo consolidar sus mecanismos e instituciones. Una vez eliminada o marginalizada la oposición al PRI, este se dividió en varias facciones y partidos. Sin embargo, no hablaremos en detalle de ellos hasta la próxima entrega.

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El elevado numero de bajas causado por las tácticas de «marea humana» hizo que la edad de reclutamiento fuera cada vez más temprana. Una generación entera creció bajo el trauma de la guerra.  Fuente, Fouman.com

                Jomeini murió en 1989. Tras su muerte, la República Islámica se adaptaría a los nuevos tiempos. La sucesión como «Líder Supremo» fue controvertida, pero no quiero adelantar acontecimientos. El próximo artículo cubrirá el periodo entre 1989 y la actualidad. Hasta entonces.

Relaciones Irán-Occidente (1953-1979)

Continuamos con el especial sobre Irán. En esta entrega podrás leer un resumen del gobierno del último Shah, con especial énfasis en el surgimiento de un fuerte sentimiento anti-occidental entre los estudiantes, intelectuales y opositores al régimen.

Especial «Acuerdo nuclear»
I – Relaciones Irán-Occidente, 1800-1953
II – Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979
III – La Revolución Islámica, 1979-1989
IV – Irán después de Jomeini, 1989-1997
V – Los gobiernos de Jatami, 1997-2005
Bonus: Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini


Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979

El shah consolida su poder

En la última entrega nos quedamos en el golpe de Estado de 1953. Este golpe no sólo ligó la monarquía de los Pahlaví al apoyo Occidental, sino que además sirvió para que EEUU sustituyese en el imaginario colectivo persa a Gran Bretaña como la gran potencia malvada que amenazaba la independencia de Irán.

En efecto, la disgregación progresiva del imperio británico (que, entre otras cosas, abandonó la India en 1947, tema del que ya hablaremos otro día) y los problemas económicos del gobierno de Londres hicieron que la diplomacia americana tomase el relevo de la británica. El shah Muhammad Reza Pahlavi se convirtió así en el principal socio americano en Oriente Medio, una pieza fundamental en el tablero de la Guerra Fría.

Si en política exterior el Shah se consideraba parte del “mundo libre y democrático”, dentro de sus fronteras reprimió y encarceló todo atisbo de oposición. Los dos partidos títere que se alternaban en el parlamento (llamados por los iraníes el “Partido del Sí” y “Partido sí señor”) fueron complementados con uno de los servicios secretos más implacables y poderosos del tercer cuarto del siglo XX, el célebre SAVAK, hoy rebautizado como SAVAMA.

Anulada la oposición, el shah se centró en continuar el legado de su padre y fortalecer el poder del Estado. Así, se persiguió a las tribus, se impuso el uso del persa como lengua oficial (gran parte de la sociedad iraní, especialmente en las zonas montañosas y rurales, todavía hablaba dialectos túrquicos), se impulsaron las importaciones de bienes occidentales y se intentó crear una clase media “moderna” (asalariada y dependiente del Estado) que sirviese de base social al régimen. Más o menos lo que se cuenta en la segunda de la Breve Historia de Oriente Medio 3.

En 1963, diez años después del golpe, el shah anunció a bombo y platillo un programa de reformas denominado grandilocuentemente “Revolución Blanca”. El nombre se debe a que el shah pensaba que era la forma más eficiente de prevenir una revolución roja, aunque en opinión de bastantes historiadores no sirvió sino para sembrar las semillas de la revolución islámica.

Las medidas modernizadoras consistían, entre otras cosas, en una reforma agraria y un control más estricto de las instituciones religiosas por parte del Estado. La reforma agraria no fue muy exitosa, acabó con uno de los principales apoyos del régimen, la aristocracia terrateniente, y además favoreció un flujo progresivo de emigrantes rurales que se apiñaron en barrios de chabolas en las principales ciudades.

Las medidas contra el clero provocaron una oleada de protestas que tuvo como epicentro Qom, la principal ciudad religiosa de Irán. En ellas destacó un sexagenario ayatollah (¿Qué es eso?) llamado Ruhollah Jomeini. Si bien Jomeini no era por aquel entonces una de las principales figuras religiosas del país, su actitud combativa y rebelde, en contraste con el quietismo conformista de los líderes chiíes, le hizo ganar numerosos adeptos. Por supuesto, las manifestaciones fueron reprimidas a sangre y fuego, y Jomeini tuvo que exiliarse en Irak, donde permanecería hasta 1978.

Anti-occidentalismo y oposición intelectual

Al mismo tiempo, surgía entre los intelectuales y la clase media un fuerte sentimiento de rechazo hacia todo lo occidental. Su primer exponente fue Yalal Al-e Ahmad, un profesor, periodista y escritor de Teherán. He leído un buen número traducciones de sus obras, y puedo deciros es un escritor fascinante, al igual que sobre su esposa, Simin Daneshvar, que ya mencioné ayer.

En todo caso, en 1962 Al-e Ahmad publicó de forma clandestina un ensayo titulado Gharbzadegi, que puede traducirse como Occidentalitis o Intoxicación Occidental. En esta obra, deliberadamente polémica y emotiva, Al-e Ahmad afirmaba que los intelectuales iraníes se habían alejado de su pueblo y sus raíces, adquiriendo además un sentimiento de inferioridad respecto a Occidente, a la vez que la economía se resentía e Irán se convertía en un mero exportador de materia prima a cambio de productos manufacturados innecesarios (una tesis muy parecida a la Teoría de la Dependencia de Cardoso y Faletto para America Latina, aunque expresada de una forma muchísimo más visceral y literaria).

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Yalal Al-e Ahmad junto a su esposa, la también escritora Simin Daneshvar. Fuente, Not Even Past.

La respuesta, indicaba Al-e Ahmad, debía consistir en recuperar la confianza perdida, volver a las raíces (el islam) y rechazar la dependencia de la tecnología occidental alienante e innecesaria. El panfleto fue todo un éxito, y pese a la censura se convirtió en una de las obras más influyentes entre los intelectuales y estudiantes de aquellos años. Su popularidad hizo que incluso Jomeini alabara la obra y adoptara su retórica anti-occidental.

Al-e Ahmad murió en el 69 en extrañas circunstancias. Muchos iraníes pensaron que se trataba de un asesinato político, aunque su mujer desmintió las acusaciones y afirmó que había sido un ataque al corazón. No obstante, otros recogieron su testigo. Occidentalitis presentaba un diagnóstico, pero no ofrecía soluciones. Éstas fueron brindadas por otros autores y movimientos.

Más allá de la miríada de organizaciones marxistas (estalinistas, maoístas, partidarios de la no-violencia, grupos armados…), que tan solo tenían éxito entre los universitarios y ciertos elementos de la clase media “moderna” (que nunca fue muy numerosa), el teórico político más célebre del momento fue un joven sociólogo llamado Alí Shariatí.

Shariatí es una figura fascinante y muy controvertida, y es injusto despacharle en un par de líneas (ya escribiré algo más adelante). No obstante, para la fluidez del texto me limitaré a indicar que Shariatí hizo del anti-imperialismo una de los principales temas de la juventud. En su visión, oponerse a Occidente era igual que oponerse a la dictadura, y reivindicar el Islam y sus símbolos era una forma de reafirmar la identidad nacional iraní, desprenderse de la alienación provocada por el capitalismo y caminar hacia una sociedad sin clases, verdaderamente democrática y por tanto, islámica.

Por supuesto esta lectura pseudo-marxista de los textos islámicos enfureció al clero, más aún teniendo en cuenta que Shariatí los acusaba abiertamente de embaucar y adormecer a las masas con rituales y regulaciones absurdas, de desviarse del sentido revolucionario original del Islam, y de monopolizar la religión. También enfadó a los comunistas, a los que Shariati calificaba de materialistas y ajenos a la voluntad del pueblo.

Por fortuna para todos ellos, Shariati murió en Inglaterra en 1977, después de haber sido sometido a torturas por el SAVAK y escapar por los pelos del país. Es decir, que el movimiento islámico anti-clerical (sobre el que escribí mi tesina) perdió a su voz más popular un par de años antes de la revolución. “Bad timing”, como dicen los ingleses. El principal defensor de la acción revolucionaria no llego a verla materializada.

shariati-jomeiniPancartas con los rostros de Jomeini y Shariatí durante la Revolución. Fuente, The Iranian.

El shah prepara el camino para la revolución

Mientras tanto, Muhammad Reza Pahlaví seguía confiado en su trono, sintiéndose más fuerte que nunca aunque en realidad se estaba quedando más solo que ningún otro gobernante iraní en la historia. En 1975, siguiendo las recomendaciones de un académico de Harvard llamado Samuel Huntington (el del «Choque de Civilizaciones), el shah decidió liquidar el ficticio sistema parlamentario e instaurar un partido único llamado Rastajiz (Resurgimiento).

Al mismo tiempo, inició una campaña contra la especulación, instaurando precios fijos y poniendo en su contra a los propietarios y tenderos del bazar. Las rentas del petróleo, bastante lucrativas tras 1971 (Irán fue de los pocos países que no firmó el embargo contra los países occidentales), fueron invertidas casi exclusivamente en tanques, aviones y armamento pesado. En palabras de un observador estadounidense, “el shah devoraba los catálogos armamentísticos como si fueran revistas porno”.

 Quizá hubiera sido mejor para la estabilidad de su régimen invertir en programas sociales para aliviar la pobreza y el descontento en los barrios chabolistas del sur de Tehrán, o al menos en material antidisturbios de última generación (es mejor dispersar manifestaciones a porrazos y a manguerazos que a tiros). Pero por el contrario se dedicó a llevar a cabo una ambiciosa política exterior.

Entre otras cosas, el shah armó a los kurdos con la colaboración de Israel para que desgastasen a Sadam Hussein, hasta que le arrancó un pacto favorable a los intereses iraníes (los pobres kurdos suelen ser un mero peón en batallas geopolíticas de mayor calibre). El shah quería dejar de ser visto como una marioneta americana, y de hecho se volvió arrogante e insolente.

Si entendéis inglés, por favor disfrutad del siguiente video, donde Muhammad Reza Pahlaví recomienda a los británicos “trabajar más duro para salir de la crisis”, explica que debe invertir el dinero del petróleo en armas en lugar de educación y sanidad “para no crear inflación”, y afirma que “el rey y su pueblo están tan unidos como un padre y su hijo”.

En retrospectiva es fácil reírse, pero me parece que el shah se creía sus propias palabras. Tal vez sus asesores no le informasen con fidelidad, tal vez hiciese oídos sordos a las señales de alarma. En todo caso, la diplomacia americana también se tragó el cuento, y en 1978 el presidente Carter afirmó con toda solemnidad que Irán era un paraíso de estabilidad en el turbulento Oriente Medio.

Según un profesor mío que andaba por Irán en los años 70, los americanos fueron incapaces de prever la que se avecinaba porque, entre otras cosas, apenas tenían personal que hablase persa en la embajada, y se limitaban a aceptar los análisis que les ofrecían sus informantes sin contrastarla sobre el terreno. Durante la revolución la cosa no fue muy diferente, y ninguno de los medios estadounidenses se molestó en mandar a ningún especialista de habla persa.

Entre 1977 y 1979, millones de personas colapsaron las calles de las principales ciudades de Irán, en lo que se ha denominado “revolución iraní” o “revolución islámica”. Si bien el carácter islámico del movimiento es discutible (aunque a mí me convence la posición de autores como Mohsen Milani que mantienen que fue, en efecto, islámica), lo que es innegable es su aspecto anti-occidental.

Los principales grupos implicados, tanto los islamistas clericales, como los “modernistas islámicos”, al igual que los diversos comunistas, marxistas y demás, hicieron de la oposición al imperialismo americano su bandera. La dictadura del Shah y Estados Unidos, se creía, era la misma cosa. En el nuevo país que se iba a construir no quedaba lugar, pensaban, para los que durante más de veinticinco años habían sostenido un régimen represor de las libertades que les había malvendido los recursos nacionales. Una vez Irán recuperara su independencia, se decían, se redistribuiría la riqueza y todos podrían disfrutar de los beneficios del petróleo.

 La revolución de 1979 es uno de mis temas predilectos, al que he dedicado meses de lectura e investigación, y sobre el que escribí una tesina de más de 70 páginas. Al igual que con Shariatí, me parece injusto despacharla en pocas líneas, así que le he dedicado todo un artículo. En todo caso, es preciso tener en mente este carácter anti-americano de la revolución, pues el régimen que se construiría sobre ella lo convertiría en una señal de identidad.

El secuestro de la embajada estadounidense a finales de 1979 por parte de un grupo de estudiantes jomeinistas (la famosa crisis de los rehenes) debe ser entendido en esa línea, pero también en clave de política interna. Y es que esta crisis diplomática sirvió para que Mehdi Bazargan, modernista islámico, liberal, pro-occidental y presidente del gobierno provisional, presentase su dimisión al frente del gobierno, facilitando el ascenso del clerical «Partido de la República Islámica». Se iniciaba así un nuevo capítulo en las relaciones Irán-EEUU, un capítulo que tal vez termine con el acuerdo nuclear y el levantamiento de las sanciones.

En la próxima entrega veremos en detalle la revolución del 79. Hasta la próxima.

Relaciones Irán-Occidente (1800-1953)

 Especial «Acuerdo nuclear»
I – Relaciones Irán-Occidente, 1800-1953
II – Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979
III – La Revolución Islámica, 1979-1989
IV – Irán después de Jomeini, 1989-1997
V – Los gobiernos de Jatami, 1997-2005
Bonus: Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini


En este primer artículo exclusivo para Desvelando Oriente me gustaría dar cierta perspectiva histórica a un tema de actualidad. En los últimos días la prensa internacional ha celebrado con cierto grado de entusiasmo el acuerdo nuclear entre Irán y Occidente, que se ha empezado a materializar en la forma de intercambio de prisioneros entre EEUU y la República Islámica y el levantamiento de sanciones. Los análisis en la prensa española han sido numerosos, aunque superficiales. Si las elecciones que se avecinan en Irán y EEUU no alteran radicalmente las dinámicas de poder en ambos países, el acuerdo nuclear puede suponer un cambio fundamental en las relaciones internacionales en Oriente Medio. Se cerrarían así casi cuatro décadas de enemistad y tensiones.

Dado que he dedicado el último año de mi vida a estudiar la historia del país persa, he decidido redactar un especial sobre el asunto. En él encontrarás, en primer lugar, una perspectiva histórica condensada de las relaciones entre Irán y Occidente, en particular EEUU (partes 1, 2 ) hasta 1979, año de la Revolución Islámica, que cuento en la parte 3. En ese artículo también encontrarás un breve esquema del funcionamiento interno de la República Islámica, y la guerra intre Irán e Irak . En la parte 4, cuento los primeros ocho años tras la muerte de Jomeini (1989-1997) . Y en la parte 5, la última de momento, resumo las dos legislaturas de Jatamí. Los 8 años de Ahmadineyad y el nuevo gobierno de Rohaní quedan para una futura entrega.

Relaciones Irán-Occidente 1800-1953

Introducción

¿Cuál es el origen de la enemistad entre Irán y EEUU? Los lectores de mi edad recordarán las soflamas del expresidente Ahmadineyad (electo en 2005 y 2009) y la inclusión del país persa en el llamado “Eje del Mal” por parte de George Bush hijo. Los mayores recordarán escenas de la revolución islámica de 1979, la guerra entre Irán e Irak y los discursos del ayatolá Jomeini contra el “Gran Satán” (EEUU). Sin embargo, para tener una perspectiva histórica más coherente de las relaciones de Irán con Occidente hemos de viajar hasta principios del siglo XIX.

A lo largo del siglo XIX y principios del XX gobernó Irán la dinastía de los Kayar o Qayar (Qajar en inglés). Se trataba de una dinastía de origen túrquico, algo que venía siendo habitual en la antigua Persia desde hacía siglos. A pesar de que los viajeros europeos describieran la monarquía irania como un gobierno absoluto en el que el Shah, o rey de reyes, ejercía el poder omnímodo (lo que los sociólogos e historiadores del siglo pasado mal llamaron “despotismo oriental”), lo cierto es que el sistema se basaba en un delicado equilibrio entre la familia gobernante y los distintos sectores de la sociedad iraní.

Estos sectores eran: la administración de habla persa; el ejército integrado por guerreros y terratenientes de origen túrquico; el estamento religioso, económicamente independiente (los iraníes, chiíes en su mayoría, no pagaban el impuesto religioso al Estado sino a los clérigos e instituciones religiosas de su elección); las tribus turcas nómadas de la periferia, y el campesinado. Los shahs ciertamente tenían a su alrededor cortes fastuosas, pero eso no implicaba que su poder alcanzase todos los rincones de su país. De hecho, la estructura del Estado era bastante limitada. Como en tantos otros países, el poder central concedía a particulares la capacidad de recaudar impuestos en determinadas zonas, lo que hacía que estos “intermediarios” locales tuviesen un poder inmenso.

Europa llega a Irán

 Durante la primera mitad del XIX el proyecto expansionista de los Kayar, que aspiraban a recuperar los territorios gobernados por los Safávidas (siglos XVI-XVII), fracasó estrepitosamente. Por el norte, el Imperio Ruso se hizo con el control la zona norte del Cáucaso (actuales Azerbaiyán, Armenia y Georgia), que tradicionalmente había estado bajo la esfera de influencia persa. Por el este, las campañas contra los afganos fueron un desastre rotundo.

Las derrotas militares y los pactos de capitulación con los rusos crearon en los antaño confiados iraníes cierto sentimiento de inferioridad. Los rusos, un pueblo considerado bárbaro y atrasado por los refinados persas, había sido capaz de infligirles derrotas decisivas. Al mismo tiempo, los británicos, habitantes de una isla diminuta e insignificante, habían conseguido sojuzgar el país vecino, la India.

¿Cómo era posible? ¿Cuál era el secreto de los europeos? La élite iraní comenzó a mirar a Occidente con curiosidad y a emprender viajes a Europa para intentar comprender de dónde sacaban los europeos su extraordinaria fuerza. Uno de los motivos, pensaron, estaba en la organización militar. De este modo, la monarquía Kayar comenzó a contratar a expertos estrategas europeos para que reorganizaran su ejército y modernizasen su material.

Esto tuvo dos consecuencias principales. En primer lugar, el apoyo de las potencias occidentales se convirtió en una pieza más de la política interior iraní. Varias revueltas e intentonas golpistas fueron eficazmente reprimidos gracias al armamento superior europeo. Al mismo tiempo, esto comprometió aún más las ya reducidas arcas del Estado.En segundo lugar, Irán se convirtió en parte del tablero en el que las potencias europeas (Francia, Gran Bretaña, Rusia y en menor medida, Alemania) se disputaban el control del mundo. Tras las guerras napoleónicas, Rusia y Gran Bretaña rivalizarían por el control indirecto de Irán en lo que se ha denominado “El Gran Juego”.

Alrededor de 1830 la monarquía iraní intentó integrarse en la “comunidad internacional” adoptando hasta cierto punto la estética y los símbolos de poder occidentales, como se puede apreciar la siguiente imagen, que representa a tres shahs consecutivos, Fath Ali, Muhammad y Nasir al-din.

3 shahs[Nótese la evolución de la estética de la vestimenta de los shahs y el estilo pictórico. Primer cuadro: Mirza Baba, Fath Ali Shah (1798), British Library. Segundo cuadro: Ahmed, Muhammad Shah (1844), vendido por Sotheby’s in 2010. Tercer y último: Fazl-ulla b. Mirza Muhammad, Nasir al-din Shah (1881), Hermitage Museum.]

Las dificultades económicas de los Kayar, incapaces de aumentar los ingresos del Estado a medida que aumentaban sus gastos, les llevaron a otorgar concesiones económicas a gobiernos o particulares occidentales.

Una de ellas, la del tabaco (1891), provocó una reacción religiosa y popular sin precedentes que se materializó en un boicot contra el consumo de tabaco hasta que no se cancelase el monopolio británico sobre la droga. Este movimiento estuvo inspirado por la singular figura de Jamaluddin Al-Afghani (del que hablo en este artículo), y puede considerarse la primera muestra popular de descontento ante la occidentalización de las élites iraníes.

La constitución de 1906

Una década y media más tarde, una rebelión cívico-religiosa forzó a los Kayar a convertirse en una monarquía constitucional. El movimiento constitucional,  que historiadores como Abrahamian califican de “revolución,” vino inspirado por el éxito de los japoneses ante los rusos en la guerra de 1905 que, se pensaba, se debía a la cohesión nacional que la Constitución Meiji (1868) había dado a Japón. El hecho de que ese mismo año se produjese una revolución pro-constitucional en Rusia confirmaría sus sospechas.

 De acuerdo con Ervand Abrahamian, uno de los principales historiadores iraníes, la “revolución constitucional” fue el resultado de una alianza entre clases medias, entre la mezquita y el bazar, que veían perjudicados sus intereses por la creciente penetración occidental. Paradójicamente, muchos de los “ilustrados” que protagonizaron el movimiento (como el jovencito Ahmad Kasraví, que décadas más tarde escribiría la historia de la revolución), estaban muy influidos por las ideas liberales y laicas europeas, lo que les llevaría a chocar con un importante sector del clero.

La constitución resultante proclamó el Islam chií como religión oficial. Solo chiíes podrían ocupar puestos de gobierno, y el ejecutivo tendría la capacidad de censurar y prohibir obras e ideas heréticas y anti-islámicas. Se instauró un Consejo Guardián integrado por clérigos de alto rango para asegurar que la legislación aprobada por el gobierno estuviese de acuerdo con la ley islámica. Sus miembros serían elegidos por la Asamblea Nacional, y en la práctica vendría a ser algo así como el Tribunal Constitucional español (que utiliza la Constitución Española en lugar de la Sharia). La constitución apenas se aplicó un par de años, pero la idea de un Consejo Guardían se retomaría en la constitución del 79.

En todo caso, el movimiento acabó desintegrándose. Por un lado, las tensiones internas fragmentaron a los partidarios de la monarquía democrática. Por otro, Rusia y Gran Bretaña aprovecharon la debilidad del gobierno iraní para repartirse el país en esferas de influencia (la “Convención Anglo-rusa de 1907”). En 1908, el shah inició una campaña de represión con la ayuda de cosacos rusos al servicio del gobierno y tropas leales. Disolvió el parlamento, arrestó a los líderes políticos y religiosos y estableció un duro control de la prensa.

El bando constitucional se reagrupó y multiplicó sus apoyos entre las minorías. La constitución fue cambiada para integrar a armenios, judíos y azerís, y se formaron milicias integradas por voluntarios. Tras dos años de enfrentamientos, los constitucionales se impusieron y a su vez se dividieron en dos facciones, “Moderados” y “Liberales”, que divergían en el papel que la religión debía tener en el nuevo Estado y fueron incapaces de llegar a acuerdos duraderos de gobierno.

El régimen constitucional fue incapaz de impedir la penetración europea. Entre 1909 y 1911 los rusos ocuparon el norte del país (con el pretexto de restaurar el orden) y los británicos tomaron el control de las rutas comerciales del sureste. La Primera Guerra Mundial incrementó la presencia de tropas rusas y británicas, a pesar de que el parlamento se había declarado neutral. El desconocido Willhelm Wassmus, una especie de Lawrence de Arabia alemán, intentó sublevar contra los ocupantes extranjeros a las tribus turcas como los Bajtiaris, a los kurdos y árabes de la zona del Golfo.

Reza Jan (1921-1941)

La derrota alemana y la revolución soviética animaron a los británicos a tratar de hacerse con el control de todo el país sobornando a los diputados para firmar la “Convención Anglo-Irania” de 1919. El acuerdo fue muy impopular, pues se percibía como la venta del país a los británicos y el fin de la independencia. El delicado equilibrio entre los sectores de la población del que hablaba al principio se acabó rompiendo y hacia 1920 el estado iraní se encontraba prácticamente inoperativo, con amplios territorios de la periferia independientes del poder central.

BP truckCamión de la BP a mediados de los 50. Fuente, Reddit.

 Hizo entonces su aparición Reza Jan (en inglés Reza Khan), un oficial de unos 40 años de edad. Provenía de una familia de tradición militar de la zona del Cáucaso y era el comandante de los cosacos en la ciudad de Qazvín. Los cosacos, por cierto, habían pasado a ser financiados y entrenados por los británicos tras la revolución soviética (lo cual no quiere decir que obedecieran ciegamente las órdenes de la diplomacia británica, aunque en la época había quien consideraba a Jan una marioneta al servicio de los intereses británicos).

Con tan solo 3.000 hombres y algunas ametralladoras, Reza Jan se hizo con el control de Teherán el 21 de febrero de 1921. Implantó la ley marcial, se ganó la confianza del resto del ejército, formó gobierno y se convirtió en la máxima autoridad en la sombra, a la vez que convencía a los británicos que no actuaría contra sus intereses y que mantendría al shah en el trono. Cuatro años más tarde depuso al shah y se coronó a sí mismo como rey de reyes, dando a su dinastía el nombre de Pahlaví o Palevi, que es como se conoce al sistema de escritura de la lengua persa durante el periodo pre-islámico.

Dado que este artículo trata sobre historia de las relaciones Irán-Occidente, no quiero explayarme con el reinado de Reza Pahlaví. En todo caso, el nuevo shah supo restaurar el equilibrio social mencionado anteriormente y ganarse la confianza de los distintos grupos sociales, incluidas las potencias europeas (firmó un acuerdo con los bolcheviques). Una vez consolidado su poder, trató de modernizar el país siguiendo el modelo de Atatürk y limitar la influencia de los que le podían hacer frente, especialmente el clero y las tribus.

Digna de mención es la ley de 1936 que prohibió a las mujeres llevar velo en público y obligó a los hombres a vestirse a la manera occidental, salvo que pudieran acreditar que eran estudiosos del islam. Como vemos, la imposición de un código de vestimenta no es algo exclusivo del Irán post-revolucionario. De hecho, es algo que estuvo muy de moda entre los gobiernos que decidieron modernizar-occidentalizar a la fuerza a sus súbditos, como el Japón Meiji o la Turquía de Atatürk.

El interregno nacionalista (1941-1953)

Reza Pahlavi gobernaría con puño de hierro hasta 1941, cuando Irán fue invadido simultáneamente por los británicos y los soviéticos. Al parecer, el shah había estado coqueteando con los alemanes, ofreciéndoles petróleo y otros recursos. Para prevenir la aparición de un nuevo frente, asegurar los suministros de los británicos a los soviéticos y controlar el preciado petróleo, los Aliados decidieron coordinar su intervención.

La excelente novela Savushun de la escritora Simin Daneshvar, disponible en castellano, está ambientada en la época. Tras la invasión Reza Jan huyó, y los Aliados instalaron en el trono a su hijo, Muhammad Reza Pahlaví. El gobierno de Reza Pahlaví no había sido especialmente popular, pero el nuevo y joven shah prometió respetar la Constitución de 1906, y la presencia de tropas extranjeras disuadió a los iraníes de intentar ningún tipo de rebelión anti-monárquica.

 Se inició así el periodo denominado como interregno nacionalista, en el que hubo elecciones más o menos democráticas (calificadas de caciquistas por contemporáneos e historiadores), libertad de prensa y cierto esplendor cultural. También hubo una movilización política sin precedentes y mucha tensión en las calles, incluyendo  sangrientos atentados de los fedayines, uno de los primeros grupos islamistas chiíes. En 1951, en medio de una crisis turbulenta, el parlamento nombró  presidente a un tal Mohammad Mosaddeq, líder de un movimiento nacional-populista que aglutinaba al bazar, las clases medias y parte de los trabajadores no afiliados al Partido Comunista.

Entre otras cosas, Mosaddeq se propuso nacionalizar la Anglo-Persian Oil Company (hoy en día llamada BP), que desde 1913 disfrutaba casi en exclusiva de la explotación de petróleo en Irán. Esto hizo saltar las alarmas en Gran Bretaña y EEUU, y en 1953 los servicios secretos de ambos países organizaron un golpe de Estado junto al monarca y sectores leales del ejército, y ante la pasividad de cierta parte del clero que no veía con buenos ojos la popularidad del líder laico.

El suministro de petróleo y la pertenencia de Irán al mal llamado “Mundo libre” quedó asegurado a corto plazo, pero a la larga provocó lo que mi profesor de Historia de Irán, el Dr. Newman, llama un “blowback”, es decir, un efecto boomerang o un tiro por la culata. Vamos, que el golpe de la CIA y el MI6 asoció irremediablemente la dinastía Pahlavi a EEUU y Gran Bretaña, e hizo que una generación de intelectuales, activistas y líderes religiosos se volviesen decididamente anti-occidentales.

En fin, eso es todo por hoy. En el siguiente artículo os hablaré del gobierno autoritario del último shah, la popularidad del anti-occidentalismo en los años 60 y 70, la Revolución de 1979, y la evolución de las relaciones exteriores de la República Islámica.


Si deseas bibliografía adicional, libros y artículos de académicos de renombre, no dudes en contactarme. La suministraré de forma privada vía email. (No me atrevo a subirla aquí por temas de copyright).

¿Qué es esto?

Bienvenido a Desvelando Oriente. El objetivo de este blog es sencillo, aunque ambicioso. Mi intención es ofrecer artículos divulgativos sobre distintos aspectos de la actualidad y la historia de Oriente Medio, complementados con referencias académicas y bibliografía para todos aquellos que quieran saber más. Aunque no pretendo ser una eminencia ni saber más que nadie, me preocupa la mala calidad de la prensa generalista cuando tratan asuntos relacionados con los países musulmanes, y creo que yo puedo ofrecer algo mejor.

Me indigna que haya tanto indocumentado escribiendo despreocupadamente sobre una región tan importante y maltratada. Me cabrea aún más que muchos de ellos cobren por ofrecer generalizaciones burdas, conclusiones simplonas y argumentos flojos y mal referenciados. Al mismo tiempo, pienso que la literatura especializada es quizá demasiado compleja y pesada para los “no iniciados”. Me gustaría poder abrir puertas y ventanas en la famosa “torre de marfil” en la que nos escondemos los que nos consideramos “expertos”, y hacer la producción académica un poco más accesible a todos los públicos.

Hasta ahora he publicado un par de cositas en inglés (que podéis consultar en mi perfil de Academia.edu), pero este proyecto tiene un enfoque distinto. No se trata tanto de investigar cosas nuevas como de hacer accesible al gran público lo ya investigado y los debates en el seno de la comunidad académica.

¿Quién escribe aquí? Mi nombre es Alejandro Salamanca Rodríguez. Nací en el verano del 92 en un pueblo de la periferia de Madrid. No me considero particularmente especial. Como tantos otros de mi generación, pude estudiar una carrera gracias a la incondicional ayuda de mis padres y unas becas del gobierno español que fueron disminuyendo progresivamente. Al igual que muchos otros ilusos, decidí ignorar las señales de peligro y estudiar lo que me gustaba, y no lo que podía haberme dado un empleo bien remunerado y estabilidad económica. De momento me va bien.

Me gradué en Historia por la UAM en 2014 (Erasmus y SICUE –antigua beca Séneca- incluídas), y tuve el privilegio de poder especializarme en “Estudios Islámicos y de Oriente Medio” en la Universidad de Edimburgo, máster que terminé en agosto de 2015. En enero de 2016 empecé a trabajar como profesor de inglés en Toledo, pero aún así tenía ganas de seguir estudiando e investigando,y de compartir las pocas cosas que sé en un tono un poco más relajado que el académico, pero sin ser tan vago y sensacionalista como la prensa convencional. De ahí surgió la idea de empezar Desvelando Oriente. Desde entonces he escrito más de 50 artículos para este blog y colaboro de forma habitual con otros medios y webs como El Orden Mundial, Atalayar y la Revista FUA, de la que soy coordinador y co-fundador.

¿Qué vas a encontrar por aquí? Mi periodo histórico predilecto es eso que denominamos “historia contemporánea”, es decir, los siglos XIX, XX y XXI. Durante mis estudios me he centrado, entre otras cosas, en la historia de Irán, especialmente la revolución islámica de 1979; en el colonialismo británico de finales del XIX y principios del XX; en la partición de la India y la formación de Pakistán en 1947; en autores y movimientos islamistas de toda índole; y en la conquista marroquí del Sáhara Occidental.

He experimentado con varios enfoques y metodologías, desde historia política clásica hasta producción cultural e identidades de género. Al margen de todo eso, me considero más o menos bien informado sobre ciertos aspectos de la actualidad de la región. De nuevo, os recuerdo que no soy ni mucho menos un experto, pero mi tiempo y esfuerzo he dedicado a estos temas. Cuando trate alguna cuestión en la que no me mueva tan cómodamente lo reconoceré de forma abierta.

Todo lo que se publicará aquí es discutible y rebatible. Escribo este blog no solo para enseñar a otros, sino para aprender y que me enseñen a mí también. Me entusiasma la idea de poder dialogar, debatir educadamente e intercambiar ideas. Así que si algo de lo que lees aquí no te gusta, siéntete libre de comentar y ponerme en mi lugar. Espero que te guste este proyecto, que disfrutes de la lectura, y que aprendamos algo juntos.

Si quieres consultar mi CV, proponerme algún proyecto, o te interesa ofrecerme algún encargo o empleo, puedes contactarme aquí.

La dimensión internacional de la guerra civil siria

            Nota: Escribí este artículo en noviembre de 2015. Lo rescato para iniciar este proyecto con buen material. Es posible que esté un tanto desactualizado, pero creo que en general la situación sigue siendo parecida. Mi intención original era publicarlo en una revista que no llegó a nacer. Antes que enviarlo a cualquier otra publicación, prefiero ofrecerlo por aquí. Hay muchos pies de página, pues el formato pretendía ser académico. Son simplemente referencias y explicaciones adicionales, así que puedes ignorarlos si tienes prisa.

Introducción

            En los últimos meses, las oleadas de refugiados sirios que intentan llegar a Europa han convertido la guerra civil que asola el país levantino desde 2011 en noticia. Sin embargo, como pasó con el Ébola y otras tantas crisis humanitarias, una vez deje de tener tirón mediático, el tema volverá a ser ignorado. La intervención del gobierno ruso en favor del régimen de Al Assad ha vuelto a llevar el conflicto sirio a las portadas. No obstante, los análisis elaborados por la prensa española no han sido especialmente profundos. Además de ser una grave crisis humanitaria y una guerra civil desgarradora, la guerra de Siria es desde 2012 un enfrentamiento geopolítico de orden mundial. El objetivo de este artículo es ilustrar brevemente la dimensión internacional de esta guerra, mostrando la posición tanto de los actores globales (Rusia, EEUU, la Unión Europea) como de las potencias regionales (Irán, Arabia Saudí, etc).

             Las guerras civiles, por lo general, suelen propiciar la intervención de potencias extranjeras. Nuestra propia historia nos brinda interesantes ejemplos, desde la guerra de sucesión española (1700-1715) hasta la última guerra civil (1936-1939), donde las potencias extranjeras fueron determinantes a la hora de finalizar el conflicto. Por tanto, es legítimo preguntarse, ¿quién está detrás de los distintos bandos? Teniendo en mente esta cuestión, el que la prensa occidental denomine como “rebeldes” u “opositores” a uno de los bandos no es casual, y busca inclinar la opinión pública hacia uno de los bandos del conflicto. Mi intención al escribir este artículo no es emitir juicios morales ni señalar quienes son los “buenos” y los “malos”, sino llamar la atención sobre cómo el tratamiento de la prensa esconde unos intereses estratégicos y geopolíticos que no solemos considerar. No pretendo sentar cátedra, sino introducir el conflicto sirio al lector, esperando que éste se informe por su cuenta y saque sus propias conclusiones. [Al final del artículo se pueden encontrar enlaces a distintos artículos -en inglés- sobre el conflicto].

 Contexto: la guerra civil siria

             La denominada “revolución siria” empezó como un movimiento cívico, en el contexto de la Primavera Árabe de 2011. Sin embargo, la brutalidad del gobierno de al-Assad al reprimir las manifestaciones elevó la tensión, e hizo que algunos opositores decidieran tomar las armas contra el régimen. Como en tantos otros conflictos similares, y a pesar de la Ley Internacional y el Principio de No Intervención, la influencia exterior ha sido una constante desde el comienzo del conflicto, escalando la violencia y dificultando la reconciliación de los contendientes. El carácter fragmentario de la guerra empeora la situación, ya que cada uno de los grupos combatientes recibe apoyo de distintas fuentes. La diplomacia teatral y poco efectiva, simbolizada por la II Conferencia de Génova, ha sido acompañada de envíos pragmáticos de armas, suministros, informes de inteligencia y ayuda humanitaria. El número de refugiados y bajas civiles desde el inicio del conflicto resulta dificil de estimar.[1] Las flagrantes violaciones de la Ley Internacional respecto a la intervención extranjera en guerras civiles (o “conflictos armados no-internacionales”, según la terminología jurídica) han inspirado interesantes análisis.[2]

             El conflicto sirio no es una guerra civil típica, donde dos bandos luchan entre sí. Es, al contrario, un mosaico caleidoscópico de milicias, unidades semi-independientes y lealtades volátiles. Hay más de 1.000 grupos armados luchando contra el gobierno, con objetivos diferentes y aliados internacionales distintos.[3] Aunque se suele afirmar que el conflicto tiene un carácter sectario y religioso[4], esta afirmación caricaturiza una realidad mucho más compleja,[5] y además puede promover la “balcanización” de la región.[6] El célebre escritor libanés Elías Jurí (Elías Khoury) afirma que el “sectarianismo” ha sido promovido desde el exterior, y no representa el espíritu del levantamiento original.[7]

A pesar de la complejidad del conflicto, se pueden identificar cuatro bandos:

1 – el gobierno sirio y grupos aliados como Hezbollah

2 – la oposición siria (los denominados “rebeldes”)

3 – los grupos islamistas (principalmente el frente al-Nusra y Da’esh, autodenominado Estado Islámico)

4 – las fuerzas kurdas (PYD y otros)

             Este esbozo, sin embargo, no es del todo preciso, ya que el frente al-Nusra, asociado a al-Qaeda, lucha contra Da’esh (los conflictos entre grupos yihadistas dan para varios libros); y algunos grupos rebeldes, incluyendo el Ejército Sirio Libre, rechazan la Coalición Nacional, a la que consideran una autoridad ilegítima y extranjera.[8] De igual modo, muchos rebeldes se unieron a las fuerzas yihadistas tras las derrotas ante las fuerzas del régimen en 2013. En general, se podría decir que el frente al-Nusra, que cuenta con un importante número de sirios, mantiene relaciones cordiales con las demás fuerzas opositores, mientras que Da’esh hace la guerra a todos. Aún así, esta división simplificada en cuatro “bandos” permite ilustrar la caótica situación en los frentes de batalla.

Syrian Civil War 19-2-16Mapa del conflicto a 19 de enero de 2016. Fuente: Captura de pantalla modificada de http://syria.liveuamap.com/

 La dimensión internacional del conlficto

             Siria es un importante enclave geoestratégico, un enlace entre Anatolia, la llanura mesopotámica, el desierto Arábigo y el norte de África.[9] Tanto los poderes globales (EEUU, Rusia, la UE) como los regionales (Irán, Turquía, Arabia Saudí) tienen objetivos distintos, a menudo opuestos. A pesar de que la prensa ha enfatizado la necesidad de cooperación entre Rusia y EEUU, algunos analistas aseguran que la clave para terminar el conflicto son los actores regionales, ya que son los que más directamente se han involucrado en el conflicto.[10] El presidente al-Assad, que evita presentar el conflicto como una guerra civil, se queja no obstante de la presencia de “terroristas” apoyados desde el exterior. Al margen de los luchadores voluntarios que llegan de todas partes del mundo,[11] la intervención de distintos Estados es un hecho consumado. Veamos con quién se posicionan:

 Aliados de al-Assad

            Desde el inicio del conflicto, el gobierno de al-Assad ha sido apoyado diplomática y militarmente por sus dos aliados tradicionales, Rusia e Irán. Desde 1971, Rusia cuenta con una base naval en Tartus. Esta base es extremadamente importante para el Kremlin, tanto estratégica como psicológicamente, ya que es la única base rusa fuera de sus fronteras y la única salida segura al mar Mediterráneo.[12] En las últimas semanas se ha hecho pública la intervención militar rusa a favor del gobierno sirio, aunque la asistencia militar es constante desde el inicio del conflicto y, en realidad, desde hace más de una década.[13] En favor de Putin cabe mencionar que ayudar a un gobierno a luchar contra insurgencia interna no es una acción ilegítima según la Ley Internacional[14] (aunque todos sabemos que la Ley Internacional es habitualmente mero papel mojado).

             Irán ha sido un estrecho aliado de Siria desde la guerra entre Iraq e Irán (1980-1988)[15], colaboración que ha sido reforzada desde 2001. No obstante, el gobierno sirio ha sido capaz, en los últimos veinte años, de mantener una agenda exterior independiente respecto a Europa y los EEUU sin dañar la especial “relación fraternal” con el régimen persa.[16] Los desacuerdos entre Irán y la Comunidad Internacional respecto al programa nuclear iraní llevaron a la exclusión del régimen chií de la II conferencia de Génova, lo cual a su vez impidió cualquier progreso significativo. Ahora que se ha alcanzado el “pacto nuclear” la situación podría cambiar, pero hasta entonces la mayoría de diplomáticos expresaban su frustración ante la intransigencia americana.[17] Respecto al apoyo militar, se especula que Tehrán ha enviado miles de Guardias Revolucionarios a Siria.[18] Por otro lado, milicias afines a Irán como Hezbollah y grupos chiíes Iraquís llevan desde 2012 asistiendo al régimen de al-Assad. El objetivo de Irán es mantener a al-Assad en el poder, ante el riesgo de perder influencia en la región ante Turquía, o lo que es peor, Arabia Saudí. Además, Da’esh es una amenaza directa para los intereses iraníes.[19] El autoproclamado califato de al-Bagdadi no solo amenaza a Al Assad sino también al gobierno iraquí (que mantiene relaciones cordiales con Irán) y los lugares sagrados de Kerbala y Nayaf, importantísimos para los chiíes. Pero sobre todo, Da’esh, ha jurado exterminar a los más de diez millones de chiíes. Aunque tal afirmación es tan exagerada como aquella vez que Jomeini aseguró que las tropas persas llegarían a Jerusalén,[20] neutralizar la amenaza es central para el gobierno de Rohaní, que además podría reforzar su posición como defensor de los chiíes en la región (No obstante, la relación del régimen iraní con los ayatollahs de Irak es, a nivel político y teológico, muy tensa. En un futuro artículo me explayaré sobre el tema).

 Enemigos de al-Assad

             A pesar de la presión mediática, el gobierno de Obama ha mantenido una “política de no intervención directa”. Esto es, por un lado, la conclusión lógica de años de esfuerzos diplomáticos por parte del régimen sirio, que se presentaba (y se sigue presentando) como un elemento de estabilidad en Oriente Medio,[21] apoyando la acción anti-terrorista en Iraq y previniendo confrontaciones con Israel (a pesar de la artillería verbal y mediática, tanto Israel como Siria supieron mantener el status quo). No obstante, los medios rusos afirman que la CIA ha apoyado de forma extraoficial al Ejército Sirio Libre con armas, suministros e inteligencia.[22] Asimismo, la creciente fuerza de Da’esh ha sido percibida por EEUU como una amenaza a sus intereses en la región, y (en teoría) se han llevado a cabo bombardeos preventivos contra las posiciones del autodenominado califato en Iraq y el este de Siria.

             La Unión Europea, por su parte, estableció sanciones económicas y un embargo de armas a Siria. Este embargo fue retirado en 2013 ante las presiones británicas (el Reino Unido es uno de los principales traficantes de armas a escala mundial, y no quiso perder la oportunidad de participar en un lucrativo negocio).[23] Durante 2014, la UE, especialmente Alemania, ha provisto a los grupos kurdos con armas y material bélico, con el pretexto de romper el asedio de Kobane. Esto ha creado un problema diplomático adicional, ya que el gobierno turco, temeroso de que las armas refuerzen al PKK, ha comenzado una feroz campaña contra las regiones kurdas de Turquía. De igual modo, es posible que el gobierno turco haya animado a los refugiados sirios a desplazarse a Europa como una forma de castigar y presionar al gobierno alemán.

             La Turquía de Erdogan se opone también al régimen sirio. Al-Assad ha acusado al presidente turco de imperialismo y “otomanismo” en numerosas ocasiones.[24] Aunque la política inicial del gobierno turco era la llamada “cero problemas”[25], posteriormente Ankara pasó a apoyar pasivamente a los grupos rebeldes y yihadistas permitiendo sus actividades en las zonas fronterizas. Dado que el PYD (la sección siria del PKK) controla la frontera norte, el gobierno turco esperaba que esta política debilitase a sus dos enemigos, los kurdos y el gobierno sirio.

             Arabia Saudí y Qatar son abiertamente hostiles a al-Assad. Cada país tiene sus objetivos específicas, pero en general están enviando armas, unidades militares y suministros a las distintas fuerzas enfrentadas al gobierno. Elías Jurí y Sami Naïr acusan al gobierno saudí de armar y financiar a Da’esh y otros grupos yihadistas,[26] aunque otros analistas como Tom Ruys documentan varias evidencias de apoyo militar al Ejército Sirio Libre. Arabia Saudí desea presentarse como el defensor de los musulmanes suníes en la región, así como controlar la influencia de los Hermanos Musulmanes, un enemigo declarado de Riad. Qatar, por el contrario, apoya abiertamente a la Hermandad.[27]

 Resumen y conclusiones

             La intervención extranjera está sin duda ralentizando el fin de la guerra. Siria corre el riesgo de convertirse en un nuevo Afganistán, donde la inferencia internacional (con las distintas potencias armando y apoyando a distintas facciones de muyahidin) promovió una eterna guerra civil que dura hasta nuestros días. En este artículo he enfatizado los distintos Estados involucrados en el conflicto. Sin embargo, existen numerosas ramificaciones en forma de actores no-estatales, desde Da’esh (que se originó en Iraq durante la invasión americana) hasta las redes financieras de donantes privados que apoyan a los distintos grupos rebeldes, pasando por las milicias libanesas e iraquíes que apoyan al gobierno sirio. En este artículo me he limitado a analizar el papel de los Estados. El rol de los grupos armados no-estatales es muy interesante y daría para otro largo artículo.

             Dado que ninguna de las potencias implicadas está suministrando a sus aliados en el terreno con armas pesadas o artillería, lo más probable es que el conflicto dure indefinidamente. La intervención rusa bombardeando a todos los grupos contrarios a Al Assad, dependiendo de su intensidad y de la respuesta de las demás potencias, puede inclinar la balanza a favor del presidente sirio. En todo caso, sería necesaria una transición negociada entre todas las partes incorporando a la mayoría de las partes implicadas y favoreciendo la reconciliación. Hay mucha especulación al respecto entre los círculos especializados. Pero, más allá de las bonitas palabras, el conflicto parece irresoluble si la comunidad internacional no deja de añadir leña al fuego vendiendo armas y persiguiendo políticas egoístas. El tiempo dirá.

             Si deseas saber más sobre Siria y no hablas inglés o árabe, una de las mejores páginas en castellano sobre el conflicto es Traducciones de la Revolución Siria. Actualización (5 de febrero): La victoria de Al-Assad gracias al apoyo ruso está más cerca de lo que parecía hace unos meses.
Véase aquí (en inglés).

 


Referencias

[1]En 2013, la ONU cifraba el número de muertos en 100.000.

[2]Tom Ruys, “The Syrian Civil War and the Achilles’ heel of the Law of Non International Armed Conflict” in Stanford Journal of International Law 50 (2014), pp. 247-280 and “Of Arms, Funding and “Non- lethal Assistance”—Issues Surrounding Third-State Intervention in the Syrian Civil War ” in Chinese Journal of International Law (2014), pp. 13–53 [Ofrecer descarga]

[3]Ruys, …Achilles’ heel… p. 253.

[4]Leon Goldsmith, “Alawites for Assad: Why the Syrian Sect Backs the Regime” in Foreign Affairs, 16-4-2012 [Seen on 21-10-2014] <<http://www.foreignaffairs.com/articles/137407/leon-goldsmith/alawites-for-assad>>; Mohammed Zuhdi Jasser, “Sectarian conflict in Syria” in Prysm Syria Suplemental, National Defense University [Seen on 22-10-2014] <<http://cco.dodlive.mil/files/2014/01/Syrias_Sectarian_Conflict.pdf>>; Charlotte Keenan, “Syria Is Part Of A Wider Religious SectarianWar” in Forbes, 23-9-2013 [Seen on 21-10-2014] <<http://www.forbes.com/sites/skollworldforum/2013/09/23/syria-is-part-of-a-wider-religious-sectarian-war/>&gt;

[5] Elizabeth Shakman Hurd, “The Dangereous Illusion of an Alawite Regime” in Boston Review, 11-6-2013. [Seen on 20-10-2014] <<http://www.bostonreview.net/blog/dangerous-illusion-alawite-regime>>

[6] Un reporte de RAND recomendaba a los analistas estadounidenses “to address Syria in parts, not as a whole. Syria has become an abstraction”. Bryan Michael Jenkins, “The Dynamics of Syria’s Civil War ” in Perspectives (2014), 21. <<http://www.rand.org/pubs/perspectives/PE115.html>>

[7]Elias Khoury, “عن سورية والسوريين”, in Al Quds al Arabi, 10-6-2013 [Seen on 22-10-2014] <<http://www.alquds.co.uk/?p=52806>> Spanish translation available at <<http://traduccionsiria.blogspot.com.es/2013/06/sobre-siria-y-los-sirios.html>> [Seen on 19-10-2014]

[8]“Key Syrian rebels reject National Coalition” in Al Jazeera, 25-10-2013. [Seen on 19-10-2014] <<http://www.aljazeera.com/news/middleeast/2013/09/key-syrian-rebels-reject-national-coalition-201392512047715713.html>&gt;

[9] Ted Galen Carpenter, “Tangled Web: The Syrian Civil War and Its Implications ” in Mediterranean Quarterly (Winter 2013). Also, Joshua Landis, “The Syrian uprising of 2011: Why the Assad regime is likely to survive” in Midle East Policy 19-1; 2012 p. 72

[10]Mahmood Monshipouri and Erich Wieger, «Syria: The Hope and Challenges of Mediation» in Insight Turkey 16-2 (2014), p. 152. Carpenter maintains a similar thesis.

[11] Emil A. Souleimano v, “Globalizing Jihad? North Caucasians in the Syrian Civil War” in Middle East Policy 21-3 (2014 )

[12] Mohammed Ayoob , “The Arab Spring. Its geostrategic significance” in Middle East Policy 19-3 (2012), 86.

[13]Michael R. Gordon, “Russia Sends More Advanced Missiles to Aid Assad in Syria” in The New York Times, 16-5-2013 [Seen on 20-10-2014] <<http://www.nytimes.com/2013/05/17/world/middleeast/russia-provides-syria-with-advanced-missiles.html>>

[14]Ruys, Issues Surrounding Intervention in the Syrian Civil War .

[15]Este hecho puede parecer sorprendente. ¿Cómo es posible que Siria apoyase a Irán en lugar de Iraq? Al fin y al cabo, el régimen de Sadam Hussein y al-Assad padre compartían ideología (socialismo pan-árabe) y partido, el Baath. Sin embargo, la animosidad entre ambos dictadores era tal que Siria, contra todo pronóstico, apoyó al régimen de los ayatollahs.

[16]Radwan Ziadeh, Power and Policy in Syria. The Intelligence Services, Foreign Relations and Democracy in the Modern Middle East. London: I.B. Tauris, 2011, p. 42 and 85.

[17]“Qatar’s foreign minister: Iran has ‘crucial role’ in Syria” in Al Monitor, 22-1-2014. [Seen on 23-10-2014] << http://www.al-monitor.com/pulse/originals/2014/01/qatar-geneva-ii-syria-opposition-iran.html#ixzz3Gy7Z3UJu>>

[18]Ruys, Issues Surrounding Intervention in the Syrian Civil War , 15.

[19]Un análisis detallado de la posición de Irán puede encontrarse en James Devine, “Iran versus ISIL” en Insight Turkey 17:2, 21-34 <<http://file.insightturkey.com/Files/Pdf/02_devine_5.pdf>> [Visto 21-10-2015]

[20]

[21]Raymond Hinnebusch, Marwan J. Kabalan, Bassma Kodmani & David Lesch, Syrian Foreign Policy and the United States. From Bush to Obama, Fife: The University of st. Andrews Centre for Syrian Studies, 2010.

[22]“CIA starts arming Syrian rebels overtly” in Russia Today, 12-9-2013.

[23]“UK forces EU to lift embargo on Syria rebel arms”, The Guardian, 28-5-2013. [Seen on 21-10-2014] <<http://www.theguardian.com/world/2014/aug/15/eu-backs-arms-kurdish-fighters-iraq>&gt;

[24]Al Assad Interview with Russia Today, <<https://www.youtube.com/watch?v=pdH4JKjVRyA>>

[25] Monshipouri and Wieger, Challenges of Mediation, p. 157.

[26] Sami Naïr, ¿Por qué se rebelan?, Madrid, Clave Intelectual, 2013.

[27]“Al Qaradawi role in Tamim’s Qatar sparks debate” in Gulf News, 26-6-2013. [Seen on 22-10-2014] <<http://gulfnews.com/news/gulf/qatar/al-qaradawi-role-in-tamim-s-qatar-sparks-debate-1.1202306>>