Movimientos de reforma (III)

Con este artículo finalizamos los movimientos de reforma. El de hoy es un artículo extenso (3.500 palabras, unas 7 páginas), de modo que de nuevo te aconsejo que lo leas con calma. Está dividido en varias secciones para facilitar la lectura por partes.

El modernimo islámico

Recordemos el dilema que planteábamos en Movimientos de Reforma I. Mediados del siglo XIX. Época de la expansión europea. ¿Qué debían hacer los musulmanes ante la creciente superioridad occidental? Una de las respuestas, como vimos, fue ignorar el problema y tratar de volver a las raíces, en algunos casos (salafistas) desechando siglos de tradición teológica, jurídica y metafísica. La segunda respuesta consitía relegar la fe religiosa al plano privado y tratar de adoptar los modelos políticos imperantes en Occidente, liberalismo, constitucionalismo o socialismo, según la moda.

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La tercera respuesta a los problemas planteados por la superioridad occidental fue lo que el mundo académico ha denominado modernismo islámico. Sus promotores, que eran por lo general intelectuales, activistas y ulema disidentes, pensaban que los valores y principios modernos que habían hecho triunfar a los europeos estaban ya implícitos en el islam, y que el problema no era que los musulmanes hubieran abandonado la “edad de oro” (como creían los tradicionalistas), o que el islam no estuviera adaptado a la modernidad (como defendían los laicos), sino que los musulmanes no habían entendido el potencial emancipador de su propia religión. La mayoría de estos intelectuales no pertenecían al mundo clerical, y de hacerlo solían ocupar posiciones marginales (aunque hay excepciones, claro).

El modernismo islámico no es una ideología coherente y unificada, sino más bien una colección dispersa de interpretaciones del islam. Los intelectuales modernistas pretendían incorporar lo que ellos consideraban como innovaciones positivas de Occidente (fundamentalmente el avance científico, que consideraban patrimonio universal), a la vez que se esforzaban por mantener las señas de identidad culturales de la civilización islámica. Más allá de eso, sus interpretaciones del islam solían diverger: (¿defensa de la tradición escolástica o anticlericalismo? ¿activismo político o quietismo? ¿reforma o revolución? ¿economía estatista o libre mercado? ¿libre albedrío o imposición de la ley religiosa?)

Gran parte del pensamiento modernista islámico tenía (y tiene) un marcado componente político. Los islamistas, en su mayoría, pertenecen a esta corriente. Pese a la diversidad de ideas y opiniones en el modernismo islámico, destacan varios puntos comunes: En primer lugar, los modernistas disputan a los clérigos el monopolio de la interpretación de los textos sagrados. En segundo lugar, suelen apelar a la comunidad islámica internacional (la umma), por encima de divisiones étnicas, lingüísticas o sectarias. Por último, los modernistas no son hostiles a los avances técnicos y científicos, ni a los sistemas políticos importados de Occidente. Al contrario, los modernistas hacen énfasis en los aspectos culturales e identitarios de la religión, y rechazan sobre todo la imitación acrítica de los modelos occidentales por parte de las élites, ya que esto solo sirve, según ellos, para que los países islámicos queden relegados a la periferia colonial.

En este artículo no voy a dar una serie de características ideológicas comunes, ya que no las hay más allá de lo ya mencionado.  Lo que voy a hacer es mencionar diversos pensadores modernistas, para dar fe de la diversidad de ideas, así como un par de temas clave. Empezaré hablando de uno de los pioneros del modernismo islámico, Jamaluddin al-Afghani. Seguiré con un par de discípulos suyos, y a continuación me referiré a la aparición de los Hermanos Musulmanes, quizá el grupo modernista islámico más famoso. Finalmente, tocaré dos de los temas más relevantes para explicar la islamización de los años 70-80: el antioccidentalismo y las políticas de género. Me dejo en el tintero muchísimos pensadores y autores, y tampoco toco la relación de los modernistas con el estamento religioso, que varía según los casos, aunque por lo general no solía ser buena. Los ulema, que reivindican su monopolio sobre la interpretación del islam,  ven en los modernistas una competencia desleal, ignorante y movida por intereses políticos y materiales, más que espirituales.

Crítico, agitador y rebelde

Jamaluddin Al-Afghani  (1838-1897) fue uno de los intelectuales y activistas más activos en Oriente Medio de la segunda mitad del XIX. Escribía y hablaba fluidamente persa, árabe, urdu y francés. Su procedencia es desconocida. Afganos e iraníes lo reclaman como suyo, y el debate historiográfico al respecto es encarnizado. Al-Afghani promovió numerosos movimientos anticoloniales (especialmente anti-británicos) por todo el mundo islámico y fue un precursor del que después se llamaría pensamiento del Tercer Mundo. (Aimé Césaire, Frantz Fanon, Edward Said, etcétera)

 al-afghaniJamaluddin al-Afghani. Fuente: Powell History

Al Afghani quedó muy impresionado por la represión que instigaron los británicos contra los musulmanes indios tras el Motín de 1857. Reflexionó sobre la gloria perdida de la civilización islámica y cómo los colonizadores habían conseguido dividir y fragmentar a la umma. Comenzó su actividad intelectual en Afganistán como tutor del hijo del rey; más tarde pasó a Estambul, donde se convirtió en un famoso orador en la universidad, siendo expulsado por sus discursos en contra de los ulema y en favor de la iytihad [ver el glosario de términos]; después se asentó en el Egipto, donde reivindicó la humildad y la modestia entre los gobernantes, la pureza de los primeros tiempos del islam y reclamó el establecimiento de una democracia islámica basada en la shura (asamblea) y la ijma (consenso). Posteriormente se trasladaría a la India, donde publicaría una de sus escasas obras, Refutación de los materialistas, que ataca duramente a nuestro amigo Sayyid Ahmad Khan y sus ideas modernistas laicas.

En 1882 se estableció en París, donde mantuvo un célebre debate con el filósofo Ernest Renan. También fundó, con la ayuda de su discípulo Mohammed Abduh, la revista al-Urwat al-Wuthqa («El lazo más fuerte»), en la que se establecieron las bases del pan-islamismo moderno y se analizaban por primera vez las conquistas coloniales en la dinámica de “Occidente contra el islam”. De allí se movió a Londres, Estados Unidos, Uzbekistán (donde realizó una importante labor de proselitismo y difusión del islam) e Irán. En este país criticó la política del rey (a pesar de ejercer como su consejero) y llamó al boicot contra el tabaco, cuyo monopolio estaba en manos de los ingleses. (Te lo contamos aquí)

Al-Afghani no era ni mucho menos un musulmán ortodoxo, aunque los ulema que hoy se consideran sus herederos hayan tratado de disimularlo. Perteneció a distintas logias masónicas (al igual que su discípulo Abduh) y era aficionado al cognac. Algunos académicos afirman que era casi ateo, y que su adscripción religiosa se debía a intereses políticos.[1] Sea como fuere, Jamaluddin defendía la unidad de la comunidad islámica, la importancia de los lazos culturales y religiosos por encima de las barreras étnicas y lingüísticas, y la necesidad de expulsar a los colonizadores de las tierras del islam. Respecto a las otras religiones y minorías, se mostraba bastante tolerante. Aunque al-Afghani no dejó casi nada escrito (él era un hombre de acción), hoy día se le considera como uno de los personajes más relevantes en la historia del pensamiento islámico contemporáneo.[2] El artículo de la Wikipedia en castellano  y el de la Enciclopedia de Oriente Medio (en inglés) cubren la vida y aventuras de al-Afghani bastante bien.

Los discípulos árabes de al-Afghani

 Mohammed Abduh (1849-1905) fue rector de la Universidad de al-Azhar en El Cairo, y una de las voces religiosas más influyentes de su país, llegando a ejercer como Gran Muftí de Egipto. Trató de renovar la universidad y emitió fatuas que permitían el préstamo con interés, lo que para algunos autores constituyó uno de las principales rupturas de la modernidad con la tradición islámica.[3] Abduh era también un gran defensor de la iytihad: (“El camino de la razón es el camino del conocimiento de Dios; el islam, en sus primeras llamadas hacia la creencia en Dios y su unidad no se basaba en más que en la razón”).[4] Abduh fue el mentor de otra de las figuras fundamentales del pensamiento islámico contemporáneo, el sirio Rashid Rida.

 Hay quien considera a Rida (1865-1935) como uno de los padres intelectuales del salafismo, aunque tal vez muchas de sus creencias serían demasiado heterodoxas para los salafistas actuales. Rida, que estaba muy influido por Ibn Taimiyyah, se planteó cómo hacer que el islam sirviera como base para un Estado moderno.[5] Desde el diario al-Manar, llegó a todos los rincones del mundo islámico con sus teorías sobre el califato. Breve biografía (en inglés) aquí.

Dos maestros egipcios

Hassan al-Bana (1906-1949) era un maestro de escuela descontento con los efectos de la occidentalización  en Egipto. En 1928 fundó los Hermanos Musulmanes (HHMM), en origen era una asociación juvenil surgida en los suburbios pobres de la zona de Suez, donde los jóvenes musulmanes podían practicar deporte y adquirir nociones sobre su cultura y tradición. Algo así como la YMCA. A los pocos años, el éxito de la organización hizo que muchos padres o hermanos mayores acabasen uniéndose. De forma similar a al-Afghani, los HHMM “predicaban la modernización panislámica sin necesidad de occidentalizarse”,[6] y para 1935 la Hermandad se había convertido en una organización fraternal, para después convertirse en un movimiento político que “declaraba al islam laico y la élite occidentalizada los mayores enemigos del país”, llamando a los musulmanes a resucitar la umma internacional y establecer un nuevo califato. Casi nada.

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Emblema de los Hermanos Musulmanes. Fuente: Wikimedia

El nuevo gobierno de Nasser veía en los Hermanos Musulmanes un peligroso rival político. Es posible que los militares egipcios estuvieran tras el asesinato de al-Banna, aunque no está claro. Tras la muerte de al-Banna, Sayyid Qutb (1906-1966) se convirtió en la principal figura de la organización. Qutb, “el mayor innovador en el pensamiento islámico” de la primera mitad del siglo XX,[7] es un tipo muy interesante, al que he dedicado un artículo en este blog. Sobre su opinión en temas de genero he escrito también un breve texto académico (en inglés). Qutb intentó superar la exégesis de Rida (limitada a establecer la armonía entre el islam, la razón y la ciencia) y encontrar una justificación coránica a la lucha contra la tiranía, algo parecido a lo que haría décadas más tarde Ali Shariati.

Qutb era un tipo sesudo. Escribió un tafsir, es decir, un comentario exhaustivo de cada una de las azoras del Corán, que no es moco de pavo. Su principal aportación fue el concepto de sociedad yahili. Yahiliya (ignorancia) era el término árabe para designar la época pre-islánica, pero Qutb lo convirtió en sinónimo de todo lo que él consideraba anti-islámico (Occidente, la totalidad de los gobiernos árabes, la mayoría de los musulmanes y prácticamente todo aquel que no siguiera sus ideas). Su principal argumento era que no se podía sustituir la ley de Dios por la del hombre. De este modo,  cualquier estado regido por la ley humana en lugar de la divina era una autoridad ilegítima e infiel, aunque pudiera adscribirse nominalmente al islam.[9]

Las ideas de Qutb habían surgido después de una experiencia educativa en EEUU, donde el materialismo y el “libertinaje” predominantes le habían parecido fuerzas satánicas. Fue encarcelado por Nasser, escribiendo durante su confinamiento su principal obra, Hitos. En el año 66 fue ejecudado, acusado de conspirar para asesinar al presidente egipcio. Las ideas más radicales de Qutb (legitimación de la violencia y el terrorismo) fueron rechazadas por la militancia de los HHMM, pero influyeron en numerosos grupos islamistas. El hermano de Sayyid Qutb, Muhammad, fue mentor de Bin Laden. Dada la relevancia de Sayyid, en el futuro publicaré una entrada centrada en su figura.

Alienación cultural y anti-occidentalismo.

Contaba al final de Movimientos de Reforma II como a mediados del siglo XX comenzaba a surgir lo que muchos autores llamaron sociedad-dual, con las élites y las clases medias modernas (asalariadas y dependientes del Estado) embarcadas en el proyecto de occidentalización, y el resto de la población al margen. La sociedad dual, sin embargo, no era tal, o al menos sus límites no eran tan rígidos como algunos autores parecen creer. Aunque tuvieran gustos e intereses distintos, las clases medias moderna y tradicional (comerciantes y ulema) seguían compartiendo espacios públicos y estaban unidos por lazos familiares y de amistad. Podría equipararse la situación a la de nuestro país, donde católicos y ateos compartimos restaurantes, estadios de fútbol o ceremonias familiares sin que haya problemas graves de convivencia.

La occidentalización parecía imparable, pero tenía un serio problema: era algo promovido por las altas instituciones del Estado. La mayoría de los regímenes de Oriente Medio no permitían la participación política, algo fundamental para mantener contentas a las clases medias y bajas. Poco a poco, la clase media moderna (profesores, médicos, funcionarios…), uno de los principales pilares de los sistemas políticos, comenzó a desconfiar de las élites. No era suficiente tener supermercados y poder llevar vaqueros y escuchar música americana, también querían voz y voto en los asuntos nacionales. La connivencia de las potencias occidentales y la URSS, centradas en su Guerra Fría, con los abusos de los distintos regímenes de Oriente Medio dañaron mucho su imagen. La moda y la cultura occidentales, asociadas a la clase dirigente, se convirtieron en un símbolo de la dictadura.

QutbSayyid Qutb, entre rejas.

Por si fuera poco, los intelectuales y artistas de algunos países de Oriente Medio empezaron a sufrir en una grave crisis de identidad. Uno de los pioneros en expresarlo fue el iraní Yalal Al-e Ahmad (1923-1969) . En su polémico ensayo Gharbzadeghi (algo así como «Occidentosis»), al-e Ahmad afirmaba que Oriente (lo que hoy dominaríamos el Sur Global, incluyendo Latinoamérica, África y la mayor parte de Asia) estaba afectado por una grave enfermedad. Esta enfermedad era la imperiosa necesidad de consumir máquinas y bienes importados de Occidente, que los habitantes de Oriente eran incapaces de producir. No solo eso, sino que además la “vanguardia” intelectual de los países orientales se había entregado a Occidente, tratando de copiarles y produciendo meras imitaciones de dudosa calidad. Oriente, según Al-e Ahmad, no era más que “un burro llevando una piel de león.” La solución era preservar la literatura, la música, la cultura y la religión de la sociedad de cada uno, para evitar así ser alienados. En el caso de Oriente Medio, era preciso recuperar el islam y convertirlo en un arma de movilización política. (Véase Irán parte 2)

La occidentalización impuesta desde arriba, en cuanto se comprobó que no iba acompañada de mayores libertades políticas, generó un intenso sentimiento de rechazo. La islamización de la vida política que comienza en los años 70 surge, entre otros motivos, por el afán de reivindicar la cultura y los valores locales y superar la “occidentalización”, real o imaginaria, de las sociedades de Oriente Medio. El nacionalismo laico de Nasser, Sadam Hussein, Gadafi o el Shah desembocó en dictaduras militares terriblemente represoras, de modo que muchos se plantearon “volver” a las raíces, aunque ese retorno fuera imposible. Quizá el más brillante intelectual islamista y anti-occidental fue el iraní Alí Shariati (1933-1977), al que le voy a dedicar un artículo en exclusiva en las próximas semanas.

¿Mujeres islamistas?

Una de las formas en las que se articuló  el rechazo a la occidentalización fue el retorno a la religiosidad, a los valores tradicionales. El uso del velo por parte de las mujeres fue un modo de mostrar desapego hacia las élites y de denunciar el sistema de valores occidental, que consideraba a las mujeres un simple objeto sexual.

Muchas veces, los periodistas desinformados suelen argumentar que las mujeres musulmanas se hayan sistemáticamente oprimidas. El velo es el más claro ejemplo de esta «subyugación» de las musulmanas. Una muestra de este tipo de retórica es este artículo de Giulio Meotti, en el que habla del auge del velo en las sociedades de Oriente Medio. Meotti considera en su texto que esto fue algo repentino y de algún modo impuesto por los hombres, sin darse cuenta de que en muchos casos no fue sino una forma de lanzar un claro mensaje político. (Nótese que, en su texto, la mayoría de ejemplos que da de mujeres rechazando el velo están protagonizados por miembros de la clase dirigente).

qahera 1Qahera, la superheroína con velo. Un webcomic egipcio publicado en árabe e inglés. Esta viñeta está extraída de esta entrega, en la que se habla sobre el velo.

Meotti no puede reconocer que las mujeres musulmanas tengan capacidad de acción porque eso sería aceptar que puede haber mujeres islamistas. El argumento central de su texto es que debemos proteger a las mujeres del islamismo; si un sector del islamismo estuviera compuesto por mujeres este argumento perdería sentido. No pretendo decir que la mayoría de las mujeres sean islamistas (no tengo datos para hacer esa afirmación y no creo que sea así), pero sí es importante tener en cuenta que las mujeres en Oriente Medio sienten, piensan, tienen capacidad de acción y pueden decidir implicarse en causas políticas. El velo, que no es obligatorio en Egipto, se utiliza como una forma de denunciar la cosificación de la mujer por parte de la cultura Occidental. Esto parece una obviedad, pero a muchos juntaletras se les escapa.

Un ejemplo paradigmático de mujer islamista es la egipcia Zaynab al-Ghazali (1917-2005). Al-Ghazali militó en organizaciones políticas desde su adolescencia: a los 16 años formaba parte de la Unión Feminista Egipcia de Huda Sharawi; y dos años más tarde, descontenta con la concepción de “liberación femenina” que  enarbolaba la agrupación laica, decidió fundar la Asociación de Mujeres Musulmanas. Aunque la AMM no estaba formalmente asociada a los Hermanos Musulmanes de Hassan al-Banna, ambos movimientos colaboraron y se prestaron apoyo, y al-Ghazali era amiga personal de muchos de sus líderes y miembros, como Sayyid Qutb. Cuando los Hermanos Musulmanes fueron reprimidos y encarcelados por Nasser, ella y otras mujeres islamistas sirvieron de enlace entre los prisioneros y tomaron las riendas de la oposición islamista, proveyendo comida y suministros a familias pobres, organizando cursos y seminarios y divulgando la obra de Qutb. En 1965 la AMM fue disuelta for Nasser, y al-Ghazzali y varias de sus compañeras encarceladas y torturadas. La propia activista cuenta sus experiencias en un libro que se puede obtener en este enlace.

531833_4400627137470_937161482_nZainab al-Ghazali en los 90.

La concepción que Al-Ghazali tenía del papel de la mujer en la sociedad era, de hecho, muy similar a la de Qutb. En el Estado Islámico ideal de al-Ghazzali, las mujeres podrían trabajar, implicarse en la política y hacer todo lo que quisieran hacer, siempre que no desatendieran su principal ocupación y esfera de influencia, el mundo doméstico. Ella misma estuvo casada en dos ocasiones: se divorció de su primer marido porque este no aprobaba su militancia, y no tuvo hijos porque estaba demasiado comprometida con intentar conseguir un verdadero y genuino estado islámico.

Según al-Ghazali, “el islam ha provisto todo para hombres y mujeres. Dio a las mujeres todo: libertad, derechos económicos, derechos políticos, derechos sociales, derechos públicos y privados. El islam dio a las mujeres derechos en la familia no concedidos por ninguna otra sociedad. Las mujeres pueden hablar de liberación en las sociedades cristianas, judías o paganas, pero en una sociedad islámica es un grave error hablar de la liberación de la mujer. La mujer musulmana debe estudiar el islam, y así sabrá que es el islam el que le ha dado todos sus derechos”. (Fuente: Jannah.org. La traducción es mía.)

Al-Ghazali fue la primera, pero no la única. También en Egipto, ha surgido desde los años 70 un importante movimiento de mujeres en las mezquitas. Estas mujeres se reúnen para enseñarse conceptos religiosos, leer el Corán y debatir distintas interpretaciones, sin necesidad de intercesión masculina (lo cual constituye una innovación sin precedentes). El movimiento ha sido estudiado por Saba Mahmood, cuyo artículo al respecto puede encontrarse en castellano en el libro Descolonizando el Feminismo.  (Dispongo de una copia en PDF que puedo enviar por email)

Según las organizadoras, el movimiento de las mezquitas nació como respuesta a la percepción de que el conocimiento religioso, como forma de organizar la vida cotidiana, está siendo cada vez más marginado bajo las estructuras modernas del gobierno secular. […] Se entiende que esta tendencia, a la que se suelen referir como la secularización (‘almana) o la occidentalización (taghrib) de la sociedad egipcia, ha reducido al conocimiento islámico (como forma de conducta y como conjunto de principios) al estatus de “costumbre y folklore” (ada wa fukloriyya). El movimiento de las mujeres de la mezquita busca, por tanto, educar a los musulmanes legos en estas virtudes, capacidades éticas y formas de razonamiento que, en la percepción de las participantes, se han vuelto remotas o irrelevantes (…)

No todos los países de Oriente Medio son dictaduras opresivas, ni en todos las mujeres se encuentran brutalmente subyugadas. Y aún así, incluso en países como Arabia Saudí, las mujeres nunca dejan de tener capacidad de pensar y actuar dentro de los límites que establezcan sus sociedades. Existen numerosas organizaciones femeninas y feministas, como Musawah, que trata de elaborar una nueva lectura del islam más igualitaria. La mayoría de las organizaciones que conocemos en Occidente son de corte laico, como RAWA (de Afganistán), pero también hay círculos de mujeres islamistas e incluso salafistas. . Como explican la autora del cómic de Qahera y Saba Mahmood, las mujeres musulmanas no necesitan ser salvadas ni recibir lecciones de moral de las feministas occidentales.

Resumen y conclusiones

Las zonas rurales y las clases medias tradicionales se refugiaron en el tradicionalismo. Las élites y las clases medias dependientes de ellas adoptaron el modernismo laico. Los intelectuales, activistas y disidentes que trataban de cambiar sus sociedades y expulsar a los colonizadores iniciaron una nueva corriente, lo que se ha denominado modernismo islámico.

Este modernismo islámico no es sino un mosaico de ideas, interpretaciones y mensajes políticos que solo tienen en común el rechazo a la influencia europea y el orgullo de pertenecer a una civilización milenaria. A nivel teológico, se caracteriza por cierto rechazo a la jurisprudencia tradicional, un elogio de la interpretación personal de los textos (iytihad) y , a veces, cierta fascinación por las tradiciones sufíes. Más allá de eso, los autores y organizaciones modernistas se mueven desde la heterodoxia y el anti-clericalismo  hasta la interpretación literal de las escrituras y un mal entendido rigorismo. El salafismo, de algún modo, podría enmarcarse dentro de los movimientos modernistas, dado que rechaza gran parte de la tradición intelectual islámica, aunque el quetismo político predominante entre los salafis y su obsesión con el pasado me hace dudar.

Y es que el modernismo islámico tiene, desde sus orígenes, una marcada vertiente política. La mayoría de partidos y organizaciones islamistas, en efecto, surgen de esta corriente de pensamiento. El más conocido grupo modernista, los Hermanos Musulmanes, son claramente un producto moderno.  No solo por sus estrategias de movilización de masas, que han llevado a autores como Sami Naïr a considerarlo una forma de fascismo,[10] sino porque sus figuras fundadoras fueron maestros no ligados al clero, y sus planteamientos intelectuales y teóricos son fruto de los siglos XIX y XX.

La «re-islamización» de los 70-80 estuvo protagonizada por autores, partidos y movimientos modernistas islámicos de todo tipo. La mayoría eran muy conservadores, otros fueron demócratas y liberales (como el Movimiento de Liberación de Irán), y unos pocos incluso llegaron a autodenominarse «marxistas islámicos» (como los Muyahidines de Irán). El auge del velo debe entenderse en ese contexto, y no necesariamente en el de una sociedad retrasada anclada en la Edad Media, como muchos periodistas y medios sugieren. El velo, de hecho, era algo propio de las élites cuyas mujeres no necesitaban trabajar (las campesinas del siglo XVII, por ejemplo, no llevaban velo).

– – –

En resumen, ¿qué es el modernismo islámico? Se trata de una corriente alternativa, a medio camino entre el tradicionalismo apolítico y el laicismo occidentalizante de las élites. Sus promotores no suelen pertenecer al estamento religioso, sino que son a menudo profesores, ingenieros, y asalariados de clase media, aunque pueden tener lazos familiares con los ulema o haber recibido una educación religiosa. Sus temas y posiciones son muy diversos, pero por lo general los modernistas apelan a la comunidad islámica internacional, rechazan el quietismo de los ulema y la occidentalización de las élites, y tratan de convertir el islam en una ideología política anti-imperialista. Anti-imperialista quiere decir opuesto a los EEUU y y la «occidentalización» y, en su momento, a la URSS.

3449793502Estudiantes iraníes en la embajada americana de Tehrán, 4 de noviembre de 2011. Reuters.

Se me ha quedado un artículo un poco largo, pero el tema era complejo y hecho lo que he podido. Espero que hayáis disfrutado de la lectura.


Bibliografía divulgativa básica

Abdelkefi, Mohamed:  Los árabes, ¿por qué?, Madrid, Edición al-Kitab, 1991.

Allawi, Ali A.: The crisis of Islamic Civilization, Londres, 2009, Yale University Press.

Ansary, Tamim: Un destino desbaratado. La historia universal vista por el islam, Barcelona, RBA, 2009.

Geertz, Clifford:  Observando el islam: el desarrollo religioso en Marruecos e Indonesia, Barcelona, Paidós, 1994.

Kassir, Samir:  De la desgracia de ser árabe, Córdoba, Ed. Almuzara, 2006.

Lacoste, Yves: El nacimiento del tercer mundo: Ibn Jaldún, Barcelona, Península, 1971.

Mir Hosseini,  Zeba:   Islam and Gender: The Religious Debate in Contemporary Iran, Nueva Jersey, Princeton,  1999.

-: “Islam y feminismo: la apertura de un nuevo diálogo” en Boletín ECOS nº 14 – marzo-mayo 2011, Fundación FUHEM

Naïr, Sami: ¿Por qué se rebelan?, Madrid, Clave Intelectual, 2013.

Said, Edward W.:  Orientalismo, Barcelona, Mondadori Random House, 2002.

Zubaida, Sami: Beyond Islam. A new understanding of the Middle East, Londres, I.B. Tauris, 2011.

Zubaida, Sami:  “Islam, religion and ideology” en Open Democracy, http://www.opendemocracy.net/conflict-terrorism/islam_religion_ideology_4346.jsp


Referencias

 [1]     Sami Zubaida, op. cit., pp. 139-141.

[2]     Mohamed Abdelkefi, op. cit., p. 46.

[3]     Ali A. Allawi, op. cit, p. 220-221.

[4]     Citado en Mohamed Abdelkefi, op. cit., p.49.

[5]     Tamim Ansary, op. cit., p. 309.

[6]     Tamim Ansary, op. cit. p. 351.

[7]     Sami Zubaida, op. cit. p. 197.

[8]     Ali A. Allawi, op. cit., p. 77-79.

[9]     Sami Zubaida, op. cit., p. 107.

[10]   Sami Naïr, op. cit.,

Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini

Especial «Acuerdo nuclear»
I – Relaciones Irán-Occidente, 1800-1953
II – Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979
III – La Revolución Islámica, 1979-1989
IV – Irán después de Jomeini, 1989-1997
V – Los gobiernos de Jatami, 1997-2005
Bonus: Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini


Quizá uno de los indicadores del delicado momento por el que pasa la sección internacional de muchos periódicos españoles es que algunos medios hayan decidido dedicarse a traducir artículos de otros sin producir contenido propio. Es el caso de eldiario.es, que adapta al castellano algunos de los artículos publicados por el diario británico The Guardian. Si bien The Guardian es un diario de cierta calidad, también incurre en errores y omisiones.

Ayer eldiario.es publicaba una traducción de un artículo titulado Las relaciones secretas entre EEUU y el ayatolá Jomeini. El texto es interesante, aunque olvida muchos detalles y presenta como un hallazgo sensacional cosas que los historiadores veníamos un tiempo sabiendo o sospechando. Por supuesto que el ayatollah contactó a la embajada americana: el poder del shah dependía enormemente del apoyo militar y financiero estadounidense,  todo intento de sustituir al régimen necesitaba tener en cuenta este factor. No haber contactado a las autoridades americanas hubiera sido estúpido. No sé hasta qué punto el intercambio de mensajes puede ser considerado “una estrecha relación”, como escriben en el artículo. Al artículo le falta contexto, mucho contexto. Para remediarlo, he escrito este breve texto.

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Manifestación conmemorando el aniversario de la Revolución Islámica (Tehrán, 11 de febrero de 2002). Fuente: Global Post

La importancia de 1963

Se afirma en el artículo de eldiario.es que “los primeros intentos de Jomeini de comunicarse con EEUU datan de 1963, 16 años antes de la revolución”, pero no se explica por qué esto es significante. En 1963, como explicamos en la segunda parte del Especial sobre Irán, tuvo lugar una oleada de protestas en las que se destacó un clérigo llamado Ruhollah Jomeini. Las versiones sobre qué pudo ocasionar las respuestas varían, pero hay cierto consenso al respecto de que las reformas de la llamada “Revolución Blanca” y los decepcionantemente manipulados comicios de ese año tuvieron algo que ver. Jomeini tuvo que exiliarse en Irak ese mismo año, desde donde continúo su labor opositora al régimen predicando contra el shah. En noviembre, momento en el que contacta a EEUU, ya estaba en el exilio. Estos intentos de contacto deben entenderse como un esfuerzo por influir en uno de los elementos esenciales de la política interna iraní: el apoyo estadounidense.

Parafraseando a eldiario.es, en ese mensaje Jomeini explicaba «que no estaba en contra de los intereses de EEUU en Irán» y que «por el contrario, pensaba que la presencia de ese país era necesaria para contrarrestar la influencia soviética y, posiblemente, la británica». No parece una afirmación muy descabellada, pues los persas eran muy conscientes de lo perjudicial que había sido tener rusos y británicos como vecinos (fueron invadidos por ellos en las dos guerras mundiales). Jomeini intentaba mostrar que a pesar del apoyo americano al golpe de Estado del 53, la oposición iraní no sentía rencor contra los americanos, que en el contexto de la guerra fría erna vistos como un buen garante de la independencia del país.

El ayatollah astuto

Jomeini, como ya he explicado alguna vez, era un tipo muy listo. Si a los autores del artículo original les sorprende que sea “más astuto” y “menos heroico” de lo que parecía, es que no se han documentado lo suficiente. Jomeini no era necesariamente anti-americano, pero se apropió del discurso predominante para conseguir sus objetivos políticos. Contaba aquí  cómo en los años 60 empezó a surgir un fuerte sentimiento de anti-occidentalismo entre los intelectuales iraníes; lo único que hizo el ayatollah fue aprovecharse de ese sentimiento para impulsar su propia agenda. Los periodistas no son los únicos en no entender a Jomeini; éste ya fue sobreestimado por el resto de la oposición en 1979: los distintos grupos que disputaban el poder creyeron que podían utilizar al anciano clérigo para lograr sus objetivos y al final fue él el que se aprovechó de todos para implantar su modelo de Estado. El ayatollah no era un inocente y bienintencionado clérigo, sino que desde principios de los 70 había diseñado un programa político, un modelo teocrático conocido como el “velayat e-faqih”, el gobierno del jurista. Hablamos de ello aquí (buscar «el gobierno del jurista»). El objetivo de Jomeini era implantar este modelo, con o sin los americanos.

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Jomeini en París. El segundo por la izquierda es el actual presidente de Irán, Hasan Rohaní. Fuente, Reddit

Obviamente, de las palabras a los hechos hay una enorme distancia. Tuve la ocasión de estudiar las relaciones diplomáticas entre EEUU y los primeros gobiernos de la república islámica. Ni los iraníes querían cortar todos los lazos con el gobierno americano, ni los yanquis querían perder años de inversión y esfuerzo. A pesar de la retórica anti-americana en las calles, los políticos iraníes que intentaban controlar la situación eran conscientes de que era preciso mantener una relación cordial con los estadunidenses, que llevaban 25 años invirtiendo e influyendo en el país.

Jimmy Carter había empezado a presionar al shah en 1977 para que respetase los derechos humanos y poco a poco abriese el sistema político iraní. Recordemos que, en 1975, el shah había impuesto un partido único. Al mismo tiempo, el shah se moría de cáncer y esperaba preparar una transición a la española. Los contactos entre el rey Juan Carlos y el shah de los que se han hecho eco algunos medios republicanos se inscriben en ese contexto.  Jomeini era visto por los diplomáticos occidentales como una figura crucial para una transición pacífica, especialmente desde que abandonó el exilio en Nayaf por las afueras de París.

La crisis diplomática, al servicio de la política interna

Jomeini no hablaba ni papa de inglés. En París fue asesorado por un grupo de estudiantes y profesionales iraníes con experiencia exterior y conocimientos en francés, inglés y alemán, que se comunicaban con la prensa y los diplomáticos extranjeros. La mayoría de ellos, como Ebrahim Yazdi, al que se menciona en el artículo de eldiario.es, eran militantes del Movimiento de Liberación de Mehdi Bazargán. Este partido, sobre el que escribí mi tesina de máster, era una amalgama de intelectuales de clase media-alta, islamista pero anti-clerical,  dividido entre un sector socialista-revolucionario y otro liberal-reformista. Jomeini supo percibir estas contradicciones y explotarlas en su propio beneficio, nombrando a Bazargán como presidente provisional y esperando pacientemente a que el partido se descompusiera.

La relación con EEUU fue un factor más en la lucha por el poder dentro de la incipiente revolución islámica. Los pragmáticos liberales del Movimiento de Liberación del presidente Bazargán fueron desahuciados del poder gracias a la ocupación de la embajada estadounidense, a la que el artículo de eldiario apenas hace una breve mención. La toma de la embajada fue un intento muy exitoso de desestabilizar al gobierno provisional, incapaz de controlar a los manifestantes, las fuerzas de seguridad y las nuevas instituciones revolucionarias que iban surgiendo.

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Bani-Sadr (izquierda), Bazargán (centro) y Jomeini. Fuente, Fouman.com

Paralelamente, según cuenta en sus memorias el expresidente Abolhassan Bani-Sadr, miembros del Partido de la República Islámica como Raja’i iniciaban contactos con representantes de Ronald Reagan. Bani-Sadr, el primer presidente de la República Islámica elegido democráticamente, fue destituido por Jomeini en 1981. En sus memorias (que tengo en PDF si a alguien le interesa) se aprecia mucho resentimiento contra el ayatollah y sus partidarios. A pesar de eso, y aunque sus acusaciones no estén sustanciadas con pruebas, la teoría de Bani-Sadr es interesante: según él, la crisis de los rehenes fue aprovechada tanto por el PRI como por los republicanos, y hubo un acuerdo entre ellos para que el secuestro durara hasta después de las elecciones. La incapacidad de liberar la embajada fue presentada como un fracaso de la política conciliadora de Carter, y permitió la elección de Reagan. A cambio, (siempre según Bani-Sadr) el PRI recibió fondos y armamento para luchar contra los iraquíes, que habían invadido Irán en 1980.

Desde entonces, las relaciones entre EEUU e Irán han sido elementos importantes en la política interna de ambos países, especialmente de Irán. Estas relaciones tocaron fondo durante la década de los 80, en la que EEUU apoyó a Iraq en su guerra contra Irán y derribó un avión de pasajeros civil; mientras que Irán apoyó a organizaciones terroristas y milicias armadas como Hezbollah. Desde 1989 ha habido sucesivos intentos por ambas partes de mejorar la relación, con mayor o menor éxito. El acuerdo alcanzado este año es el último hito de esta tortuosa relación.

 Para más información sobre la revolución y las décadas posteriores, recomiendo leer tres artículos de este blog, La Revolución Islámica,  Irán después de Jomeini y Los gobiernos de Jatami.

¿Está Daesh detrás de la masacre de Orlando?

No me gusta escribir sobre atentados terroristas recientes, y normalmente no lo hago, pero hoy voy a hacer una excepción. Como casi todos sabréis, hace un par de días ha habido un ataque en un local gay en Orlando, Estados Unidos. La noticia ha sido ampliamente comentada y analizada, con toda suerte de detalles macabros y morbosos, así que no voy a recrearme en ella.

Tan solo voy a intentar responder una pregunta que algunos medios se han hecho y no han sabido responder con exactitud:

¿Era Omar Mateen -el asesino- un salafista yihadista? ¿Pertenecía al Daesh?

La respuesta, me temo, es no. Si no sabes muy bien qué es un salafista, escribí hace poco un artículo aclaratorio que recomiendo leer antes.

Voy a parafrasear un artículo en el que Juan Cole explica los 7 motivos por los que se puede afirmar que Mateen no era salafista ni pertenecía al Daesh. Yo los voy a reducir a 3.

1 – Los salafistas no van a pubs homosexuales. Omar Mateen había estado frecuentando el Pulse, el local que asaltó, semanas antes de su ataque, según informa el Orlando Sentinel. y como han recogido medios en español. Sobre todo, los salafistas no beben alcohol. Si Omar Mateen hubiera estado en el pub tan solo para reconocer el terreno, identificar rutas de escape y preparar su masacre en profundidad, no hubiera pedido cerveza una noche tras otra. Parece un detalle absurdo, pero es revelador.

2 – Los salafistas no suelen ir afeitados. La barba es para ellos una señal de piedad que les permite identificarse como miembros de la comunidad islámica. Se han escrito numerosas fatuas sobre la longitud óptima del vello facial, y aunque no hay un consenso definido en cuanto a la prominencia y espesor, sí que está claro que un buen salafista debe llevar barba, o al menos intentarlo. Mateen, como se puede ver en la foto de abajo, no tenía vello facial. Los salafistas, además, no utilizan apps para ligar con homosexuales (los hay que no utilizan ni el móvil).

3 – Los militantes del Daesh conocen a sus enemigos. Ya vimos que buena parte de las publicaciones internas de Daesh se dedican a explicar por qué Al Qaeda son sus principales enemigos enemigos. Sabemos también que Daesh odia a los chiíes y planea su exterminio. Omar Mateen, por el contrario, no parecía tenerlo muy claro, ya que se declaró miembro de Hezbollah (la milicia chií por excelencia) y expresó su admiración por Jabhat al-Nusra, sección siria de Al-Qaeda, enemigo número 1 de Daesh. Mal militante de Daesh sería si no sabe quienes son los principales rivales de la organización en Siria.

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Selfie de Omar Mateen. Mucha pinta de salafista no tiene. Fuente: Global Dispatch

A diferencia del ataque de París, todo parece indicar que Mateen preparó la matanza por su cuenta, sin recibir asesoramiento o financiación del exterior. Aunque Daesh se haya apresurado a reivindicar la autoría del atentado, la propia policía estadounidense reconoce que los vínculos entre la organización salafista y Omar Mateen son escasos, por no decir inexistentes.

Mateen, que ya había sido investigado por el FBI, tenía cierta tendencia a inventar y exagerar cosas. Por ejemplo, dijo que conocía a los terroristas de Boston y a varios luchadores que fueron a Siria; la policía descartó dicha conexión. También afirmó en 2013 que era parte de Hezbollah, grupo paramilitar chií. La cosa, según informa el Whasington Post, parece venir de familia, pues su padre, nacionalista pastún que hablaba en Dari (analogía tonta: como si un nacionalista catalán hablase en portugués), se hacía pasar por una figura importante de la política afgana en el exilio, llegando a anunciar su candidatura a las elecciones presidenciales de 2014 un año después de que tuviesen lugar.

Por tanto, aunque Mateen anunciase su lealtad a Daesh y Abu Bakr al-Baghdadi, de momento no hay pruebas que indiquen que en efecto pertenecía al grupo. En otro artículo, Juan Cole pone en duda que el ataque de Orlando pueda ser considerado terrorismo.  Si bien no estoy del todo de acuerdo con él, Cole hace una puntualización muy acertada: El terrorismo no es sino el uso de la violencia para obtener unos fines políticos determinados. ¿Cuáles eran los objetivos de Mateen, salvo matar a mucha gente? ¿Qué le movía, salvo el odio?

Cuando hace un año Dylan Roof asaltó una iglesia afroamericana en Charleston, lo hizo con la esperanza de iniciar una guerra racial, según confesó. Roof tenía una web donde difundía textos supremacistas, y donde publicó un manifiesto explicando por qué quería matar gente. El ataque de Dylan tenía una motivación política y por tanto, era terrorismo. Sin embargo, enseguida se le calificó como “mentalmente inestable”, y a otra cosa.

Hace un año también, Andreas Lubitz, un piloto de Germanwings estrelló el aparato que pilotaba contra los Alpes, matándose a sí mismo y a otros 149 pasajeros. Este caso no tenía motivación política, pero también buscaba matar a mucha gente. Los medios agitaron el fantasma de la inestabilidad mental (como si todas las personas con depresión fueran capaces de hacer algo así) y pasaron también a otra cosa.

A casi nadie se le ocurrió utilizar estos dos ejemplos para atacar y criticar a sus comunidades (hombres estadounidenses blancos; pilotos de avión alemanes), ni se habló de una conspiración internacional de hombres blancos deprimidos. Sin embargo, la masacre de Orlando sí se ha utilizado para criminalizar a los musulmanes. Se asume que Mateen era parte de una red yihadista mundial sin que haya pruebas. Se acepta acríticamente la propaganda del Daesh, nos creemos que la masacre ha sido obra suya. Nos dejamos manipular por una organización terrorista.

Por supuesto, hay que ser realistas y no pasarnos de buenistas: es cierto que un sector importante de la comunidad islámica contemporánea condena la homosexualidad (aquí un artículo en inglés que explora los posibles motivos de esta tendencia). Países que se autoproclaman defensores de la fe, como Irán o Arabia Saudí ejecutan a los homosexuales de formas horribles. [Actualización 16 de junio] Ahora mismo varios grupos de ultras turcos preparan acciones violentas contra la manifestación del Orgullo Gay que se celebrará en Ankara el 26 de junio. Pero no es cierto que, como se suele insinuar, los musulmanes estén unánimemente de acuerdo con este tipo de acciones violentas. La comunidad musulmana de EEUU ha lamentado y condenado los ataques  y publicado varias declaraciones al respecto.

Por extrapolar de nuevo, aunque en España haya un sector amplio de la sociedad que no entiende la homosexualidad, o que incluso denuncie la supuesta existencia de un “imperio gay” que ataca los valores cristianos tradicionales, no creo que casi ningún católico apruebe este tipo de asesinatos a sangre fría. Una cosa es no aprobar la homosexualidad; otra muy distinta coger un rifle y matar a medio centenar de personas.

Es natural que ante una masacre de estas dimensiones reaccionemos de forma visceral. Pero los periodistas y opinólogos deberían intentar informarse, mantener la calma, y no generalizar alegremente (para algo les pagan). El islam, como religión, tiene muchas caras. El islamismo [islam político] tiene también mil posibles interpretaciones. Incluso el salafismo tiene varias corrientes antagónicas, por no hablar de las división interna del salafismo yihadista. Hacer afirmaciones como «el islam dice…» o «los musulmanes piensan…» es casi  siempre erróneo. No se puede meter a mil millones de personas en el mismo saco.

Movimientos de Reforma (II)

En este artículo veremos lo que pasó en los países no colonizados durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Nos centramos en el surgimiento de una nueva corriente política, el modernismo laico.

El modernismo laico (1798-1952)

Siglo XIX. Época de la colonización europea.  Los habitantes de Oriente Medio, en su mayoría musulmanes, se preguntaban qué podían hacer ante la superioridad técnica y militar de los occidentales. Una de las respuestas, como vimos en la entrega anterior  fue ignorar a los extranjeros e intentar volver a un pasado dorado idealizado, reinventando la religión islámica y eliminando sus aspectos más heterodoxos, como por ejemplo las cofradías sufíes. Esta actitud, sin embargo, solo servía para territorios relativamente aislados y alejados de los europeos (Arabia), o para aquellas clases y sectores sociales de los pueblos sometidos que no necesitaban interactuar con los administradores coloniales y se podían permitir ignorarlos (los Deobandis en el Industán). Las  élites políticas y económicas, por el contrario, veían mermar su influencia y su poder ante el empuje de los europeos, y se pusieron a buscar soluciones. Una de ellas, la más extendida y exitosa, fue lo que los historiadores han denominado “el modernismo laico”.

 El modernismo laico no es una ideología cohesionada y coherente, pero tiene patrones comunes. Grosso modo, aboga por separar la religión del gobierno, y suele inspirarse en modelos políticos y económicos europeos. Los pensadores modernistas laicos, por lo general, aspiraban a que sus pueblos se independizasen de las potencias coloniales, pero al mismo tiempo admiraban a los europeos y pensaban que sus sistemas constitucionales y parlamentarios eran la mejor garantía para la libertad, la independencia y el autogobierno. Estos intelectuales eran, la gran mayoría de las veces, hijos de la nueva clase media-alta de militares y burócratas que había emergido durante el siglo XIX. Trataron de elaborar teorías y símbolos nacionalistas en regiones donde esta tradición política no había llegado a desarrollarse. Paradójicamente, muchos acabaron tan asimilados a la cultura europea que se desconectaron de la realidad de sus países de origen.

Las transformaciones políticas en Oriente Medio durante el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX fueron lideradas por los modernistas laicos. Por ello, en este artículo no analizo en profundidad las ideas modernistas laicas, sino que me centro en el surgimiento de una nueva clase media-alta “modernizante” que poco a poco se impuso, para ser sustituida más tarde por una clase media-baja de militares y burócratas. Para no extenderme hasta el aburrimiento he decidido centrarme en los cuatro países más importantes donde el modernismo laico se hizo con el poder: Turquía, Irán, Egipto e Indostán.

No obstante, este artículo es largo (casi 5.000 palabras), de modo que te aconsejo que respires y te lo tomes con calma. Para facilitar la lecura y permitir retomarla con facilidad he dividido el texto en muchos apartados.

 1908-mesrutiyetPostal celebrando la revolución constitucional de los Jóvenes Turcos (1908). Wikimedia

 

Modernización y constitucionalismo (1800-1919)

 A principios del siglo XIX, los gobernantes de Oriente Medio veían cómo iban perdiendo terreno frente a las potencias europeos. ¿Cuál era el secreto de su éxito? Parecía necesario fijarse en Europa, sobre todo en su organización militar y burocrática. Durante las primeras décadas del XIX, los reyes y sultanes de la región recibían asesores militares occidentales, y a su vez enviaban a sus jóvenes burócratas a Europa, a intentar descubrir el motivo de su superioridad militar y económica. A medida que Oriente Medio y los países árabes iban siendo colonizados, surgía en los gobernantes de las zonas que quedaban independientes la necesidad de equipararse técnicamente a los europeos, emprendiendo lo que los historiadores denominan modernización defensiva, o mucho más eufemísticamente, “reforma”. [1] Esta modernización defensiva se centró inicialmente en el ejército, aunque en algunos casos se llegó a extender a la burocracia, el sistema educativo y la economía.

 La intervención francesa en Egipto en 1798 hizo saltar todas las alarmas. Los ejércitos tradicionales, los jenízaros otomanos y los mamelucos egipcios, habían sido incapaces de hacer frente a los europeos. Ambos cuerpos militares, que habían ejercido enorme influencia en la política interna de sus países, funcionaban de forma parecida: estaban integrados por “esclavos” reclutados desde niños, que solo eran leales al sultán y, sobre todo, a sus camaradas. Durante el siglo XIX el imperio Otomano y Egipto fueron sustituyendo este sistema por un ejército nacional de reclutas nativos, al estilo europeo.  Paralelamente, trataron de ampliar la estructura del estado, impulsando el centralismo frente a las tradicionales élites regionales.

 Muchos de los jóvenes oficiales y burócratas, hijos de la clase alta, que viajaron a Europa (sobre todo a París y Londres) quedaron fascinados por lo que vieron y, a su vuelta, defendieron activamente la necesidad de emular y aprender de los europeos, sobre todo en lo que a organización política y militar se refería. En los países no colonizados, como Irán y Turquía, los intelectuales burgueses soñaban con limitar el poder de las monarquías estableciendo sistemas parlamentarios y constituciones liberales que permitiesen a sus países salir del atraso secular en el que, según ellos, se encontraban.

 Mientras tanto, los reyes y sultanes de Oriente Medio, abandonaban los símbolos tradicionales de sus monarquías y copiaban las modas europeas, en un intento infructuosos de mostrarse como iguales a sus homólogos occidentales. Ávidos de capital para poder llevar a cabo sus programas de modernización defensiva, concedían capitulaciones y abrían sus mercados a los productos europeos, lo que causaba la ruina de la industria y artesanía locales. Los terratenientes, a su vez, reconducían la producción agrícola hacia el monocultivo destinado la exportación (mucho más rentable a corto plazo), lo que a su vez aumentaba la dependencia y la relación desigual entre los países de Oriente Medio y las potencias coloniales, y en ocasiones facilitaba la conquista militar. He narrado el proceso con mayor detalle en La colonización europea de Oriente Medio.

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Evolución de la estética de los shahs de Persia entre 1798 y 1881. Véase Especial Irán (1).

 

 Imperio Otomano

El primer lugar donde el reformado ejército trató de imponer sus ideales constitucionales fue el imperio Otomano, donde formaron una organización secreta conocida como Nuevos Otomanos, el antecedente de los jóvenes turcos. En 1876, organizaron un pronunciamiento que obligó al sultán a aprobar la Primera constitución Otomana, para la indignación de los ulema y los conservadores, aunque dos años después sería suspendida por el sultán y sus promotores encarcelados o exiliados.

 Uno de los principales ideólogos de los Nuevos Otomanos fue Namik Kemal (1840-88) Este autor, muy influido por la filosofía francesa, tradujo al turco a Montesquieu y Voltaire y admiraba profundamente a los revolucionarios italianos Garibaldi y Mazzini. Junto con muchos otros intelectuales otomanos, Namik Kemal pasó largas temporadas en el exilio, donde publicó duras críticas contra el gobierno del sultán. A pesar de su admiración por las ideas europeas, Kemal se declaraba musulmán y consideraba que un islam revitalizado debía formar la base de la sociedad y el gobierno, y trató de expresar las ideas de la Ilustración a través de términos islámicos. El islam, para él y otros de su generación era, una especie de “ideología de autenticidad nacional, más que la observancia disciplinaria de una serie de ritos; una especie de nacionalismo cultural que aún hoy pervive”.[2]

 En 1908, un grupo de oficiales y burócratas herederos ideológicos de los Nuevos Otomanos, los Jóvenes Turcos (oficialmente llamados Comité de Unión y Progreso, CUP, no confundir con el partido catalán), lideraron un movimiento revolucionario con la intención de restaurar la Constitución de 1876. Uno de sus objetivos era acabar con las capitulaciones que convertían al imperio en una semi-colonia, recuperando así el respeto de las potencias europeas y convertiéndose en “el Japón del Próximo Oriente”. Entre 1908 y el inicio de la Primera Guerra Mundial se sucedieron las intrigas militares, golpes y contragolpes, acusaciones de fraude electoral y, especialmente, las crisis en las fronteras occidentales del imperio otomano, las famosas Guerras Balcánicas  que antecedieron la Primera Guerra Mundial.

 800px-greek_lithograph_celebrating_the_ottoman_constitutionPostal griega de 1895 conmemorando la constitución de 1876. A la izquierda, el pueblo y las banderas de los distintos millets (regiones): los verdes son árabes, los rojos turcos y los azules, cristianos de Rumelia. El ángel porta un cartel con el eslogan “libertad, igualdad y fraternidad”. Namik Kemal es el personaje del centro a la derecha, el único que no lleva el fez (gorro rojo). Wikimedia

Egipto

Quizá el ejemplo perfecto de la progresión modernización defensiva-dependencia-invasión colonial sea Egipto: Mehmet Ali (que hacia 1811 había desmantelado el sistema mameluco) y sus sucesores decidieron industrializar el país rápido y a lo bruto, creando fábricas estatales -y a menudo deficitarias- de textil y otros productos, construyendo infraestructuras (ferrocarril, telégrafos), pidiendo préstamos a bancos occidentales, y cambiando la agricultura al monocultivo de algodón para pagarlos.  Al igual que en Irán, el apoyo de las potencias europeas (en este caso Francia y Gran Bretaña) se convirtió en uno de los pilares de la dinastía.

En 1875 el estado egipcio entró en bancarrota, y los acreedores europeos, con la connivencia del rey, impusieron una “troika” que gestionaba las cuentas, limitaba el gasto, y se apropiaba de buena parte del presupuesto. El ejército modernizado y la nueva burguesía terrateniente conspiraron para recuperar el control del país, en la llamada Revuelta de Urabi (1882).  Aunque, como aseguraba el cónsul alemán de la época, Urabi y sus aliados no tenían intención de romper con las potencias europeas (dado que se beneficiaban del comercio con ellos), Gran Bretaña invadió el país con la excusa de restaurar el orden, asegurar el pago de la deuda y controlar el Canal de Suez. Se quedaron allí hasta 1954, aunque hubo constantes revueltas anti-coloniales, como la «revolución» de 1919.

Irán

En Irán, el modernismo fue civil y burocrático, más que militar. Recordando el éxito del boicot al tabaco de 1896, que obligó al shah a cancelar unas concesiones que había hecho a los británicos, los modernistas persas, entre los que destacaba Ahmad Kasraví, organizaron una revuelta constitucional en 1905, aliados con un sector del clero. Sus fuentes de inspiración, además de los ilustrados europeos, eran dos acontecimientos recientes: la victoria japonesa ante Rusia, la primera vez que una potencia occiental era derrotada por un país asiático; y la revolución de la Duma rusa que forzó al zar a adoptar un sistema parlamentario. Sin embargo, el bando constitucionalista pronto se dividiría en facciones y perdería el apoyo de los ulema, temerosos de la deriva ilustrada y europeizante de sus antiguos aliados. Rusia y Gran Bretaña aprovecharon el desgobierno para invadir el país durante la Primera Guerra Mundial y dividírselo en esferas de influencia. Trato la época con más detalle en la segunda mitad de este artículo.

Indostán

En los territorios colonizados, los modernistas laicos como Sayyid Ahmad Khan, al que he dedicado un artículo en exclusiva, adoptaron el discurso de los europeos y trataron de mostrarse como únicos representantes legítimos de los musulmanes, a la vez que trataban de limitar el poder de los ulema y restringir la religión a un ámbito privado. La principal preocupación de las élites musulmanas de los territorios colonizados fue defender sus intereses frente a la estrategia de “dividir y gobernar” que seguían las potencias coloniales. Británicos y franceses solían privilegiar a minorías étnicas y religiosas como los asirios, los drusos o los judíos, que estaban sobrerrepresentados en la administración colonial nativa frente a los musulmanes, la comunidad mayoritaria. En el Industán, donde eran minoría, trataron de demostrar su superioridad militar e intelectual frente a los hindúes, que estaban siendo favorecidos.

diagrama

 De imperios a naciones: el modernismo nacionalista (1919-1955)

Las cuatro décadas que siguieron al fin de la primera Guerra Mundial estuvieron dominadas por el modernismo laico. El antiguo liberalismo pro-occidental de la aristocracia fue sustituido por el nacionalismo.Turquía e Irán se libraron de la colonización directa. Como hemos visto, ambos países experimentaron revoluciones constitucionalistas en la primera década del siglo XX. Ambos participaron en la Primera Guerra Mundial; Turquía como contendiente e Irán como simple teatro de operaciones. Durante los años 20, tanto en Irán como en Turquía se producirían cambios de régimen: las monarquías y la nobleza «occidentalizante» serían sustituidos por gobiernos modernistas y nacionalistas. Las nuevas élites no provendrían de la clase media-alta ligada a la realeza, sino de la media-baja. En Egipto, un proceso similar tuvo lugar durante los años 50; y en Indostán.

 Turquía

Durante la primera Guerra Mundial, el imperio Otomano perdió los países árabes (el Levante Mediterráneo e Irak). Sin embargo, Anatolia no fue conquistada por los Aliados. Los Aliados ocuparon Estambul en 1918, forzando al sultán a firmar un tratado de capitulación. Los Jóvenes Turcos y otros grupos organizaron un movimiento parlamentario de resistencia con sede en Ankara. Durante cinco años, lucharon contra los Aliados y los griegos (la llamada Guerra de la Independencia Turca), y en 1923 los jóvenes turcos les forzaron a firmar el Tratado de Lausana, que entre otras cosas supuso la deportación forzosa de millares de turcos y griegos para alcanzar una hipotética (y falsa) pureza étnica territorial, una de las consecuencias del principio de autodeterminación nacional defendido por el presidente americano Woodrow Wilson.

 Los detalles y las vicisitudes específicas las dejamos para un artículo futuro sobre la historia de Turquía. Quedémonos con lo básico: En la defensa del corazón del imperio se destacó un oficial de los Jóvenes Turcos llamado Mustafá Kemal, al que más tarde se conocería como Atatürk. Atatürk y sus seguidores decidieron abolir la monarquía otomana, el Califato, y expulsar a la antigua élite del país. En 1924 Mustafá Kemal se convertiría en el primer presidente de la República de Turquía


Canción en ladino (dialecto sefardí) sobre la defensa de los Dardanelos, agradeciendo a Mustafá Kemal la victoria frente a los Aliados. Se entiende perfectamente si eres castellanoparlante.

Atatürk fundó un partido, el CHP (en castellano: Partido Republicano del Pueblo)  desarrollaron una ideología, el Kemalismo, centrada en la modernización y “turquificación” del país y la superación del pasado imperial. Los seis principios kemalistas, definidos en el tercer congreso del partido en abril de 1931, eran Republicanismo, Nacionalismo, Populismo, Estatismo, Laicismo y Revolucionismo/reformismo.  La constitución de 1924 fue reformada en 1937 para incluir estas seis máximas.Los kemalistas, procedentes de los sectores medios de la burocracia y el ejército, emprendieron una intensa reforma de la administración y trataron de sustituir la difusa identidad “otomana” por un nacionalismo turco. Aparte de prohibir el velo y el fez (gorro típico), sustituyeron el alfabeto arábigo por una adaptación del latino y depuraron el lenguaje de “arabismos”, “persianismos” y otras “impurezas”.

El nuevo régimen no trató especialmente bien a las minorías étnico-religiosas que no encajaban en su definición de “turquedad”, como los kurdos o los armenios. A pesar del proclamado laicismo de la nueva República de Turquía, el estamento religioso, los ulema sunníes, fueron discretamente incorporados en la administración estatal y fueron un importante actor en el proceso de homogeneización étnica, lingüística y cultural que pretendían los kemalistas. Al inicio de la segunda guerra mundial, Turquía era una república presidencialista laica, cuyos habitantes se vestían a la occidental y utilizaban caracteres latinos.

cumhuriyet_halk_partisiLogo del CHP con las 6 flechas representando los principios del Kemalismo.

Irán

En Irán, la dinastía Kayar fue sustituída por la de los Pahlaví, cuyo fundador fue un militar, Reza Jan. Jan admiraba cómo Atatürk había conseguido asegurar la independencia de su país, así que trató de hacer algo similar. Para tranquilizar a los sectores tradicionales, no proclamó una república tras deponer al último shah Kayar, sino que él mismo se entronizó. Al igual que Atatürk, Jan trató de difundir una ideología centrada en el nacionalismo por encima de la identidad religiosa. El propio nombre que dio a su dinastía evoca la época pre-islámica. Reza Jan se empleó a fondo en ampliar la estructura del Estado, mejorar su capacidad recaudadora y eliminar competidores; fundamentalmente las tribus nómadas y los clérigos chiíes, los ulama.

Los nómadas fueron obligados a sedentarizarse; y los ulama pasaron a ser supervisados por el Estado: solo aquellos clérigos que pasasen un examen y cumpliesen una serie de regulaciones podían llevar turbante y ejercer su profesión. Además, inició una campaña de “persianización”, tratando de eliminar los dialectos túrquicos que hablaba el 40% de la población. Y por supuesto, prohibió el velo, lo que irónicamente hizo que muchas mujeres tradicionales no volviesen a salir de su hogar.

El objetivo de Reza Jan era crear un Estado fuerte e independiente, pero sus coqueteos con los alemanes en la segunda Guerra Mundial hicieron que el país fuera invadido por los británicos y los rusos, que depusieron a Reza Jan y coronaron a su hijo, menor de edad. La constitución de 1906, suspendida por Reza Khan, volvió a entrar en vigor, hasta que en 1953 el nuevo monarca, apoyado por un sector del ejército, la CIA y el MI6, organizara un golpe de Estado para deponer al presidente Mosadeg, que había osado nacionalizar el petróleo iraní. Lo cuento con algo más de detalle al final de este artículo y el principio de este).

 Egipto

En 1922, en línea con el espíritu de la Sociedad de Naciones, los británicos abolieron el protectorado y concedieron a Egipto una independencia muy limitada, donde la defensa y el control de los recursos seguían en mano de los invasores. Los nacionalistas egipcios, que habían sido encarcelados y exiliados por su oposición a la presencia inglesa, volvieron al país y se prepararon para redactar una constitución. Los años 20 estuvieron dominados por Zaghlul y el partido Wafd, una unión de burgueses y terratenientes de ideología modernista laica. Las mujeres del Wafd, como Huda Sharawi, fueron pioneras del feminismo árabe, las primeras mujeres de clase alta en quitarse el velo en  (las campesinas y obreras no solían ir veladas) y participar en manifestaciones. El «experimento liberal», como lo califica la historiadora egipcia Afaf Lufti, duró tres décadas. Durante esos años, continúo la transición al monocultivo y la integración de Egipto en la economía mundial. La resolución de los problemas sociales (superpoblación) se postpuso hasta que se consiguiese firmar un tratado satisfactorio con los ingleses. Las clases dirigentes, por muy nacionalistas que fuesen, se vieron atrapadas en la contradicción de depender económicamente de los británicos y de haber asimilado los gustos occidentales. Las tensiones entre el Wafd, la monarquía, los británicos y los demás partidos de la oposición marcarían el periodo. Durante la Segunda Guerra Mundial se incrementaría la presencia de tropas británicas, con el consiguiente malestar que ello generó en la población.

En 1948, el Egipto liberal del rey Faruq, junto a los demás países árabes, declaró la guerra al recién creado Estado de Israel. La operación fue un rotundo desastre, con escándalos de corrupción incluídos. Al mismo tiempo, sirvió de campo de entrenamiento para los jóvenes oficiales del ejército egipcio, y para unidades para-militares no afiliadas al gobierno que tras la guerra de Palestina organizarían una guerrilla anti-británica en Suez (algunas de estas milicias eran organizaciones islamistas, cercanas a los Hermanos Musulmanes; otras eran nacionalistas).

Los jóvenes oficiales del ejército egipcio, al igual que sus homólogos otomanos medio siglo antes, se organizaron en una sociedad secreta, el Movimiento de Oficiales Libres, en el que destacaban Nasser y Sadat.  La mayoría de miembros de esta organización provenían de las clases medias-bajas, y su bienestar económico no dependía del comercio colonial, sino de los presupuestos del Estado, de modo que eran abiertamente anti-británicos.Ante el descrédito de la monarquía y el Wafd, y en un clima muy tenso tras el incendio del Cairo de 1952, decidieron dar un golpe de Estado y derrocar a la monarquía. El nuevo régimen sería nacionalista y laico, para descontento de los pan-islamistas Hermanos Musulmanes. Sin embargo, el gobierno de Nasser no adaptaría las tesis liberales de principios de siglo, sino que trataría de aumentar el peso del Estado en la economía nacional, tomando como modelo los países socialistas. Como buena autocracia de la postguerra, Egipto llevaría a cabo programas de seguridad social, educación pública, industrialización y demás medidas modernizadoras, que he explicado en La construcción del Estado postcolonial.


Especial informativo británico sobre el incendio de El Cairo en 1952

Indostán

Durante los años 20 y 30, los sucesores de Sayyid Ahmad Khan educados en la academia de Aligarh abandonaron la política conciliatoria de sus mayores y decidieron enfrentarse decididamente al gobierno colonial.  Hace unos años, en 2013, escribí en Facebook un resumen de la vida de un activista de la época. Rescato el texto, pues resulta interesante y me evita tener que volver a narrarlo todo. Disculpad el tono distendido y las expresiones coloquiales:

<<Muhammad Ali Jouhar,
sobre el que no hay nada de información disponible en internet en español, fue uno de los más simpáticos agitadores de todos los tiempos. Estudió de jovencito en la madrasa de Deoband y en Aligarh College (dos de las más prestigiosas instituciones educativas de la comunidad musulmana de la India) y obtuvo un BA en Historia Moderna en la Universidad de Oxford (en su etapa universitaria era un fiestas «occidentalizado», aunque nunca renegó de su religión). De vuelta al subcontinente trabajó brevemente para el gobierno colonial y en 1911 fundó un periódico en inglés (The Comrade) y otro en Urdu (Hamdard), desde donde se dedicó a poner a caldo a los británicos (él solito escribía todo el contenido de ambas publicaciones). Fundó la Jamia Millia (universidad nacional Urdu) y colaboró en la mejora del Aligarh College.

Estuvo involucrado en movimientos políticos desde edad temprana, y aparte de ser uno de los miembros fundadores de la Liga Musulmana de la India, fue uno de los no muy numerosos musulmanes del Congreso Nacional Indio. Cuando finalizó la Primera Guerra Mundial empezó una campaña muy activa en sus periódicos para que los británicos respetaran la institución del Califato, que tanto significaba para los musulmanes del mundo por ser el último reducto de poder temporal islámico (ya se sabe, los Otomanos perdieron la primera guerra mundial). No le hicieron ni caso, así que decidió pasar a la acción y con su hermano y otros colegas decidieron pasar a la acción. Es el comienzo del «movimiento del califato» o «Khilafat Movement».

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Muhammad Ali Jouhar.


Durante cuatro años, los musulmanes y los hindúes de la India se unieron para desafiar al poder colonial de forma «no-violenta» (es un decir, porque hubo violencia, pero la idea era esa); los hindúes reclamando independencia política, los musulmanes exigiendo respeto al islam y el fin de los mandatos franco-británicos en Siria, Palestina y Mesopotamia. Gandhi y Muhammad Ali eran amigos muy cercanos, y juntos trabajaron para que el entendimiento interconfesional fuera próspero y provechoso. Ali y su hermano estuvieron numerosas veces en la cárcel (¡muchas más que Gandhi!) y eran considerados individuos muuuy peligrosos por el régimen colonial.

Las cosas iban bien hasta que un tal Atatürk decidió cargarse la institución del Califato por su cuenta, sin escuchar las desesperadas peticiones de los musulmanes indios. Años de esfuerzo fueron en vano, y la comunidad islámica se sumió en gran confusión. Los enfrentamientos comunales se reanudaron y todo volvió a ser un asco. Pero al menos durante cuatro años los indios adquirieron conciencia «nacional», olvidaron las disputas religiosas y colaboraron entre sí, poniendo en jaque al gobierno colonial británico. Fue bonito mientras duró.

Ali y Gandhi siguieron siendo buenísimos amigos, a pesar de todos los malos rollos entre hindúes y musulmanes. Hasta el final de sus días intentaron luchar por la convivencia, el entendimiento y la cordura, aunque con menos fuerza a medida que iban envejeciendo y la situación se iba complicando. Ali Jouhar me cae especialmente bien porque era un señor que no tenía pelos en la lengua. Puede que no siempre tuviera razón, pero hablaba sin cortarse un cacho y siendo siempre sincero. Y sin hipocresía, y con realismo. Además, tenía bastante sentido del humor, no era en absoluto un fanático y era cabezón como él solo. Todo el mundo habla de Gandhi, pero este tío fue tan importante en la política India como el bueno de Mahatma, y de hecho no podría entenderse el pensamiento y la vida de Gandhi si no fuera por Ali.>>

Durante los años 40, las tensiones comunales entre musulmanes, sijs e hindúes, hábilmente explotadas por los británicos, fueron en aumento. La Liga Musulmana y el Congreso Nacional Indio se mostraron muy intransigentes a la hora de negociar la independencia. Los modernistas laicos musulmanes demandaron la creación de un estado propio para los musulmanes del Indostán, y los británicos, que tenían prisa por irse, dividieron el país y dejaron a sus habitantes las labores de construcción estatal y movimientos de población. El resultado fue una de las mayores crisis de refugiados de la historia de la humanidad, con millones de desplazados y muertos.

¿Por qué los musulmanes laicos decidieron apoyar la partición, mientras que los tradicionalistas no? El asunto es muy complejo y tiene muchos matices, pero la interpretación que más me convence es la que expuse brevemente aquí: la Liga Musulmana no quería perder sus privilegios, y temía que una India independiente con mayoría de hindúes les relegase a un plano secundario. El sistema electoral establecido por los británicos, que dependía de la adscripción religiosa, favorecía a los musulmanes. Un sufragio universal indpendiente de la religión en un hipotético Indostán unificado independiente perjudicaba seriamente a la Liga Musulmana. Por eso, pese a que sus ideales fuesen laicos, defendieron la creación de Pakistán, un hogar nacional para los musulmanes del Indostán donde, según su primera constitución, no se discriminaría a nadie en función de su religión.

Tras la independencia de Pakistán, la Liga Musulmana entró en declive. Muchos de sus líderes habían decidido quedarse en la India y no emigrar. Los que se desplazaron a Pakistán perdieron el contacto con su clientela tradicional y su influencia se desvaneció. Pronto, el ejército tomaría las riendas del país. Y poco a poco, los ulema, los islamistas de nuevo cuño y todo tipo de organizaciones islámicas irían ganando importancia en la política pakistaní.

Resumen y conclusión

Durante el siglo XIX, los reinos e imperios de Oriente Medio trataron de resistir el impulso de los europeos aplicando lo que se ha llamado «modernización defensiva». Esta modernización consistía en reformar el ejército y la burocracia de forma que se asemejasen a los modelos occidentales. Los jóvenes de clase alta de Oriente Medio que iban a estudiar a Europa adoptaron y asimilaron la ideología predominante entre las élites europeas: el liberalismo y el constitucionalismo. Entre 1876 y 1908 tuvieron lugar una serie de movimientos protagonizados por esta aristocracia europeizada, algunos de ellos fueron exitosos y países como Irán o Turquía adoptaron monarquías constitucionales.

Tras la primera guerra mundial, surgió una nueva clase media en los países que habían llevado a cabo «reformas» a la europea. Se trataba de las capas medias de los nuevos ejércitos nacionales y del creciente sistema burocrático. Estos sectores no se beneficiaban directamente del contacto con Occidente o de la dominación colonial (como sí lo hacía la aristocracia), de modo que trataron de restringir la influencia extranjera. Creían que para expulsar a los europeos había que ser, paradójicamente, como los europeos, y desprenderse de toda la tradición y elementos superfluos del pasado imperial. Para ello, decidieron abolir o transformar las monarquías, lo que hacía preciso una ideología potente que las sustituyese. Esa ideología fue un nacionalismo europeizante que trataba de atenuar la influencia islámica, percibida como medieval y atrasada, e integraba elementos nuevos importados de Occidente (códigos civiles, burocracias centralizadas, educación reglada obligatoria).

En Irán y Turquía, el nacionalismo laico se hizo con el poder durante las primeras décadas del siglo XX. En Egipto y otros países árabes sucedió un fenómeno parecido tras la descolonización. No obstante, tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, los nacionalismos autocráticos ya no estaban tan de moda. En este caso, la ideología dominante fue el socialismo panárabe. Los líderes de los años 60, ya fueran afiliados al partido Baath (Siria e Irak) o independientes (Gadafi en Libia y Nasser en Egipto) apelaban a la unidad de todos los árabes y a la superación de las diferencias comunales y sectarias. Aunque los líderes árabes se enmarcaban en el Tercer Mundo y el grupo de países no-alineados, también intentaron modernizar y occidentalizar sus sociedades. Y de paso, barrer políticamente a unos de sus competidores más importantes: los islamistas de los Hermanos Musulmanes.

Los programas de modernización-occidentalización impulsados por las instituciones del Estado acabó creando, poco a poco, lo que algunos autores (Houchang Chehabi, Tamim Ansary) han denominado una “sociedad dual”. Las élites y las nuevas clases medias (asalariados del Estado como funcionarios o profesores; empresarios que se beneficiaban del comercio con Occidente) adoptaron las formas culturales occidentales con entusiasmo. Las familias pudientes enviaban a sus hijos a estudiar al extranjero (especialmente a París); y a la vuelta los estudiantes traían influencias artísticas y literarias que trataron de adoptar a sus países de origen. Lo occidental tenía era considerado sofisticado, refinado y avanzado. Las formas artísticas y culturales tradicional eran consideradas arcaicas, anquilosadas e incapaces de ajustarse a los tiempos modernos.

Los que quedaban fuera de este proceso de modernización, el campesinado y las clases medias tradicionales (los comerciantes del bazar y los ulema), simplemente siguieron con sus vidas, inmunes a las influencias extranjeras. Algo similar sucedía en las ciudades del norte de África ocupadas por los occidentales, donde se distinguía entre la villa colonial, donde vivían los oficiales, diplomáticos y comerciantes occidentales y las élites locales occidentalizadas, y la Qasbah o Medina (el casco histórico), donde habitaban todos los demás.


Para saber más: Buena bibliografía introductoria.

Egipto:
· Afaf Lufti al-Sayyid Marsot, Historia de Egipto: de la conquista árabe al presente, Akal, 2008.

Turquía:
· Feroz Ahmad, The Making of Modern Turkey, Routledge, 2000. (Tengo copia en PDF si la necesitáis)

Irán:
· Ervand Abrahamian, A History of Modern Iran, Cambridge UP, 2008 (También tengo PDF)
· Niki Keddie, Modern Iran: Roots and results of Revolution, Yale UP, 2006. Hay edición en español, que se puede encontrar en bibliotecas públicas: Keddie, Raíces del Irán Moderno, Belacqua, 2006.

Oriente Medio en general
· Tamim Ansary, Un destino desbaratado, RBA, 2011.


Referencias

[1] Sobre el ambiguo concepto de “reforma” y “reformismo”, véase Especial Irán parte 5

[2] Sami Zubaida, Beyond Islam, pp. 134-135.

¿Qué es el salafismo?

 A menudo el término “salafismo” o “salafista” aparece en los medios de comunicación, aunque la definición no queda clara. Más o menos, por el contenido de las noticias podemos deducir que los salafistas son musulmanes radicales, simpatizantes del terrorismo, que defienden una visión del islam rigorista y extrema. Las palabras salafismo, radicalismo, yihad y fundamentalismo se funden así en el prototipo de musulmán “que da miedo”, un fanático con chilaba y barba obsesionado con asuntos triviales, que piensa que todos menos él irán al infierno. Así, se nos advierte sobre el peligro de las “mezquitas salafistas” y se señala a Arabia Saudí como el principal propagador del salafismo. Informan los medios de que la policía investiga a salafistas radicales yihadistas y nos quedamos tranquilos (por el buen hacer de las fuerzas de seguridad) a la vez que preocupados (los salafistas se multiplican y radicalizan, algo habrá que hacer).

Por desgracia, más allá de cuatro clichés gastados, a menudo no se suele explicar quiénes son estos tipos o en que creen. Buscando en internet tampoco encontramos mejores resultados. En esta página (bastante mala, todo hay que decirlo)  intentan explicar qué es la ideología salafista sin explicar gran cosa en realidad. En este blog, por el contrario, podemos encontrar un artículo mucho más extenso y detallado, aunque tiene algún que otro error de traducción y le falta cohesión interna. De modo que me he propuesto escribir un artículo aclaratorio, ya que no he encontrado nada en castellano que me convenciese.

Resulta difícil precisar qué es el salafismo. Si tuviéramos que resumirlo en una frase, podríamos decir que el salafismo es una corriente dentro del islam sunní moderno cuya principal intención es rechazar las innovaciones (bid’ah), que se consideran desviaciones del mensaje original de Dios a través de Mahoma. Es decir, que catorce siglos de tradición y pensamiento islámicos no valen de nada, y hay que volver a la pureza de la época de Mahoma. Esto tampoco es muy aclaratorio. Deshacerse de lo viejo vale, ¿pero sustituirlo con qué? Hay además, como señala Thomas Hegghammer, una dificultad añadida: Muchos grupos islamistas se autoproclaman “salafis”, pues piensan que apelar a los primeros musulmanes tiene connotaciones positivas, ya que evoca pureza y autenticidad. Más que indicar un programa teológico o ideológico claro, el adjetivo “salafi” es empleado por algunos grupos como un sello de legitimidad.

No obstante, voy a tratar de sintetizar, simplificar y resumir ciertas características comunes de los grupos salafistas. Aconsejo mirar el glosario para aclarar algunos términos. Si al final del artículo te quedan dudas, he incluído un pequeño apéndice con lecturas comentadas y recomendadas (webs salafistas y anti-salafistas).

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 Orígenes

El salafismo proviene del término al-Salaf al-Salih (píos ancestros, predecesores), que se refiere habitualmente a la primera generación de musulmanes, es decir, Mahoma y sus seguidores. La intención de los salafistas es restaurar la pureza del islam primigenio y librarlo de innovaciones contaminantes. Nos suena un poco, ¿verdad? En efecto, el salafismo y los movimientos de reforma tradicionalistas (wahhabis, deobandis) comparten algunos planteamientos y objetivos. ¿Por qué no los incluí en el artículo sobre los movimientos de reforma? Fundamentalmente, por no alargarlo y complicar las cosas en exceso. No son estrictamente tradicionalistas, ya que plantean eliminar el legado posterior a la generación de Mahoma. Y además, como veremos, no constituyen un frente sólido.

Uno de los primeros teólogos que empezaron a especular con la idea del “retorno” fue el influyente Ibn Taymiyyah, del que hablamos el otro día. Reformadores modernistas de finales del XIX y principios del XX como Al-Afghani y su discípulo Muhammad Abduh apelaron también a la pureza de los primeros momentos del islam y consideraban que, progresivamente, la teología islámica se había alejado del mensaje coránico original, y volvieron a popularizar las referencias a los Salaf, es decir, a los primeros musulmanes. Para remediar el “estancamiento” en el que se hallaba la religión islámica, los modernistas propusieron el abandono parcial de la jurisprudencia tradicional y criticaron el taqlid (emulación, es decir, obediencia a las fatuas y decretos emitidos por sabios de renombre), defendiendo la ijtihad (interpretación personal de los textos) en su lugar. [Véase el glosario de términos islámicos]. He hablado de Al-Afghani, Abduh y los suyos con más detalle en Movimientos de Reforma III.

Sin embargo, aunque los modernistas acuñasen el término “salafi” o “salafiyyah”, los salafistas de hoy día poco tienen que ver con las ideas de un masón y agitador como al-Afghani. El salafismo moderno tiene su origen en figuras como Muhammad al-Albani o Abdalaziz Bin Baz, clérigos bastante controvertidos y a menudo enfrentados al resto del estamento religioso. Entre sus influencias cabe destacar, por supuesto, a Ibn Taymyyyah y los wahabis. No obstante, los salafis no estrictamente wahabíes. Entre otras cosas, no todos defienden la legitimidad del gobierno saudí, ni están necesariamente de acuerdo con sus interpretaciones teológicas. Fundamentalmente, los salafistas rechazan las escuelas de jurisprudencia tradicionales, mientras que los wahabis están adscritos formalmente a la escuela hanbalí. Diferencia importante, aunque a los no creyentes nos resulte trivial.

Creencias

Como decíamos, hay una infinidad de grupos, autores y movimientos que se autoproclaman salafis, o mejor dicho, Ahl al-hadith (gente del hadith). Aunque sus ideas y medios sean dispares, comparten una serie de características comunes:

En primer lugar, los salafis se consideran los únicos que entienden y aplican correctamente la doctrina islámica. Esta doctrina islámica, como decíamos, es la que se estableció durante las primeras generaciones de musulmanes, siendo toda la jurisprudencia y teología posterior innovaciones anti-islámicas. Por tanto, los salafistas hacen un especial énfasis en condenar y criticar a otros grupos islámicos que consideran desviacionistas, innovadores o heréticos. Los primeros son las órdenes sufíes, que en algunos casos rendían culto a santos, lo que es considerado por los salafis como un claro ejemplo de politeísmo. También se oponen a organizaciones como los Hermanos Musulmanes, pues los salafistas consideran que utilizan el nombre del islam con fines políticos y están movidos por ambiciones materiales, no espirituales. Los salafistas llegan a incluso a rechazar los madhab, las cuatro escuelas de jurisprudencia tradicionales, pues las consideran innovaciones y literatura intrascendente que dividió innecesariamente a la comunidad islámica. Es decir, que para buena parte de los autoproclamados salafistas, todos menos ellos son heréticos.

Por supuesto, el salafismo ha sido duramente criticado por las demás escuelas e interpretaciones del islam. Por ejemplo, aquí podéis leer una crítica teológica al salafismo redactada por un prominente miembro de la orden sufí Naqshbandiyyah en el que acusa a los salafistas de manipular los textos e introducir innovaciones anti-islámicas (en inglés) Y al final del artículo podréis encontrar refutaciones al salafismo desde teólogos pertenecientes a las escuelas tradicionales.

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Distribución geográfica aproximadade  los madhab, corrientes islámicas tradicionales. Fuente: Lost Islamic History

En segundo lugar, los salafistas tienen una forma específica de “pensar islámicamente”. Para ellos, solo el Corán y la Sunna (recopilación de hadithes o dichos de Mahoma) valen para producir toda la doctrina necesaria. Sin embargo, el Corán y la Sunna aparecieron en un contexto determinado, una Arabia poco poblada compuesta por tribus beduinas y ciudades caravaneras. En cuanto el islam comenzó a expandirse y los árabes conquistaron territorios más desarrollados, aparecieron situaciones que no venían previstas en los textos sagrados. Tradicionalmente, cuando había que discernir cómo enfrentarse a una situación no especificada en el Corán o la Sunna, los sabios islámicos recurrían a cuatro procedimientos: el razonamiento análogo (qiyas), es decir, intentar buscar ejemplos similares y extrapolarlos; seguir la fatua u opinión de algún clérigo eminente (taqlid); el consenso entre faquíes (ijma); y finalmente el razonamiento independiente (iytihad). Los salafistas rechazan el razonamiento análogo y el consenso (y en muchas ocasiones el taqlid). Esto tiene consecuencias interesantes, como por ejemplo el hecho de que muchos salafis no vean la televisión ni escuchen música por ser consideradas innovaciones.

Finalmente, los salafistas tienden a ignorar la jurisprudencia (fiqh) y suelen centrarse en otras materias doctrinales, como en el credo (Aqidah), la definición de monoteísmo, o la forma correcta de llevar a cabo la adoración y cumplir con los rituales del islam. Es decir, que para ellos el islam no se centra tanto en cuestiones legales como en asuntos doctrinales y rituales (forma correcta de realizar las abluciones, cómo completar la peregrinación a La Meca de forma adecuada, etc). En definitiva, cómo ser un buen musulmán aplicando literalmente lo estipulado en el Corán y la Sunna.

Ramas del salafismo

Más allá de esta serie de creencias comunes, el salafismo se divide en multitud de comunidades y grupos que compiten duramente los unos con los otros, acusándose mutuamente de cismáticos y herejes. A grandes rasgos, sin embargo, podemos discernir tres grandes ramas o tendencias.

Quietistas

Quizá la más popular y extendida de las tendencias salafistas, la rama quietista tiende a centrarse en asuntos rituales y doctrinales, rechazando por completo la implicación en asuntos políticos, considerados meras distracciones terrenales. Para preservar la unidad de la comunidad islámica, suelen defender la legitimidad del régimen bajo el que se encuentren. Por supuesto, los gobernantes correspondientes están encantados con esta interpretación, y a menudo dedican importantes sumas de dinero a premiar a los clérigos quietistas y fomentar sus escuelas. Por lo demás, son bastante conservadores y reacios al cambio, lo que les hace desconfiar de los cambios. Cada vez que aparece la noticia de algún clérigo diciendo alguna barbaridad como que los muñecos de nieve son anti-islámicos, lo habitual es que pertenezca a esta tendencia.  En Arabia Saudí, el wahabismo y el salafismo quietista están mezclados, de ahí que a menudo se confundan los términos. En otros países el salafismo quietista es autóctono y no tiene relación con los wahabíes. El ejemplo clásico de salafismo quietista es la corriente Madjalista.

Activistas

La cooptación puede funcionar con clérigos de renombre, pero a menudo el salafismo es un movimiento de bases. Las bases salafistas, a pesar de que rechacen la política de partidos, pueden llegar a movilizarse activamente si perciben que su país no está siendo gobernado todo lo islámicamente que debería. El ejemplo paradigmático es el Movimiento Despertar Islámico (al-Sahwa al-Islamiyya) de Arabia Saudí, que surgió en los años 60 a consecuencia de la llegada de inmigrantes egipcios simpatizantes de los Hermanos Musulmanes. Alcanzó su mayor popularidad Saudí en los años 90, debido a la reacción negativa de un sector de la población a la presencia de tropas americanas en el país a raíz de la guerra del Golfo. Uno de sus líderes, Salman al-Uda fue encarcelado por criticar al gobierno. Hoy día, el movimiento está bastante activo en las redes sociales y demanda mayor transparencia en las cuentas del reino y una legislación más islámica, a la vez que critica los excesos de algunos miembros de la monarquía. Como detalle curioso, al-Uda ha declarado hace poco que la homosexualidad no debería ser castigada, afirmación que ha desatado la polémica.

Yihadistas

La rama violenta del salafismo es la más pequeña en número, pero la más conocida en Occidente a consecuencia de los ataques terroristas que perpetran. A diferencia de los quietistas o los activistas, los salafistas yihadistas consideran que la violencia es un medio legítimo para conseguir sus objetivos. Interpretan que los musulmanes están siendo atacados, tanto por Occidente como por musulmanes hipócritas y heréticos que no siguen su interpretación del islam. Los grupos yihadistas más conocidos son Al Qaeda y Daesh, cuyas rencillas internas ya hemos comentado en otras ocasiones. Por encima de Osama Bin Laden o Ayman al-Zawahiri, uno de los principales ideólogos del salafismo yihadista es el sirio con ciudadanía española Mustafá Setmarián, también conocido como Abu Musaf Al-Suri. Mucho se ha escrito sobre el yihadismo, de modo que no me extenderé en exceso. Más allá de la justificación de la violencia, es interesante ver las distintas corrientes dentro del salafismo violento, una que defiende la acción en países musulmanes y otra, la más conocida en Occidente, que llama a una yihad global.

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Ayman al-Zawahiri, actual líder de Al-Qaeda.
Nótese el parecido con Mariano Rajoy. Wikimedia.

Conclusión

¿Qué es, por tanto, el salafismo? Una de las posibles interpretaciones del islam sunní, que pretende un regreso a la pureza prístina de los tiempos de Mahoma y los cuatro Califas Bien Guiados. Para ello, rechazan la jurisprudencia (fiqh) posterior y se centran en el Corán y la Sunna como únicas fuentes de doctrina. Reniegan de las escuelas tradicionales y catorce siglos de tradición (calificada como innovación o desviación), y critican a los sufíes, los Hermanos Musulmanes y en general todos los que no son ellos. No son especialmente numerosos, no superan el 2% de los sunníes (es un movimiento predominantemente urbano).  Se suelen dividir en tres ramas: una quietista que no se mete en política; otra activista, que trata de alcanzar sus objetivos a través de la movilización y la presión pública; y otra violenta, más marginal, que trata de alcanzar sus objetivos mediante atentados terroristas y guerra de guerrillas.


Lecturas comentadas

Islamqa.info (en castellano) – Página web del clérigo salafista Muhammad Al-Munajjid (el de los muñecos de nieve). Es una de las webs salafistas más populares y cuenta con una sección en español llena de fatuas y consejos, como este sobre cómo deben actuar los musulmanes en Occidente (rechazando la violencia y todo eso), o si está bien utilizar internet para ligar. Salafismo quietista en estado puro.

Masud.co.uk (en inglés) – Página web de Nuh Keller y Abdal Hakim, dos prominentes faquíes (juristas) Occidentales que se dedican a propagar el islam, entrenar ulema y criticar a los salafistas

En esta fatua, Keller, explica lo que es el salafismo y discute la validez de su visión. ¿Cómo que ellos son los únicos musulmanes aparte de la primera generación que han entendido el islam?  ¿Cómo que hay que cargarse toda la jurisprudencia clásica (madhab) y a los sufíes? Hay que ser un idiota arrogante, opina Keller, además de un inculto, para hacer semejantes afirmaciones. Aquí explica la necesidad de adoptar una de las cuatro escuelas de jurisprudencia.

Protestant Islam, de Mohammad al-Abbasi, es una crítica muy apasionada a los salafistas, a los que compara a los protestantes cristianos. Tiene párrafos muy vívidos como este, que he traducido malamente:

Con la pulcritud mental que habían aprendido de Occidente, y conducidos por un entusiasmo vertiginoso que les impedía ver los aspectos más refinados de la herencia clásica, muchos de los fundamentalistas anunciaron que el islam del pueblo se encontraba terriblemente desordenado. ¿Por qué no barrer las telarañas medievales y crear un nuevo y brillante islam, racionalizado y listo para ocupar su lugar como ideología  junto al marxismo, el capitalismo y el nacionalismo secular? Para lograr este objetivo, se había que liquidar las cuatro escuelas de jurisprudencia. Lo mismo para los las tradiciones Ash’ari y Maturidi. Las órdenes sufíes sufíes eran exóticas y extravagantes, así que también debían ser suprimidas. De hecho, por lo menos el noventa por ciento de los textos islámicos tradicionales podían ser felizmente mandados a la trituradora. Lo que quedase, se esperaba, sería el Islam del Profeta, presidiendo un mundo islámico reunificado, avanzando triunfal hacia un nuevo y reluciente destino

Aquí podéis encontrar la transcripción de un debate entre un salafista y Mohammed Sai’d al-Bouti, (prominente alim sirio fallecido en la guerra civil), sobre la necesidad de seguir una de las cuatro escuelas de jurisprudencia y por qué hacen falta ulema, y quién se puede considerar faqih. (Es decir, quién entiende el islam y quién no)

También hay fatuas respondiendo preguntas más prácticas, como esta sobre la longitud óptima de la barba de un buen creyente. Tras una larga explicación explicación teológica, jurídica y casi metafísica, Keller concluye que los hombres deben tener barba siempre que sus genes lo permitan, y que esta debe ser abundante a la vez que modesta e higiénica, que no desentone.


Breve bibliografía académica

Thomas Hegghammer, «Jihadi-Salafis or revolutionaires? On Religion and Politics in the study of militant islamism» en Roel Meijer (ed.), Global Salafism, Oxford UP.

John L. Esposito, «Faith.» en What Everyone Needs to Know About Islam. Oxford Islamic
Studies Online. Jul 25, 2015. <http://www.oxfordislamicstudies.com/article/book/acprof-
9780199794133/acprof-9780199794133-div1-39>

Laurent Bonnefoy, «Contemporary Salafi Movements» en Oxford Islamic Studies Online. [Acceso restringido]

 

Glosario de términos islámicos

A menudo, en artículos sobre pensadores o corrientes del islam aparecerán términos en árabe difíciles de traducir o explicar en un par de palabras. Para no tener que definirlos cada vez que aparecen y para que sirva como orientación y referencia, os ofrezco este glosario. A medida que vayan surgiendo términos nuevos se irá actualizando. Las definiciones son mías, así que las simplificaciones y posibles errores y omisiones son mi culpa.


  1. Corán: Revelación de Dios a Mahoma. Palabra divina, revelada en distintas etapas.
  2. Fatua: Opinión doctrinal emitida por un alim (pl. ulema) o por un consejo de ellos, a menudo conteniendo recomendaciones sobre cómo actuar ante determinadas cuestiones. Puede referirse a asuntos rituales, personales, sociales o políticos, y suelen formularse como respuesta a una pregunta formulada por un creyente. Las fatuas son creación humana y su validez viene dada por el prestigio del clérigo, ya que en las distintas ramas del islam no hay una jerarquía ecelesiástica tan definida como en el catolicismo. Bin Laden emitiendo fatuas no tenía mucha credibilidad ya que no era un alim reconocido, no era nadie (teológicamente hablando). En la mayoría de países de tradición suní las fatuas son emitidas por un consejo de ulemas expertos en diversas áreas de las ciencias islámicas (tafsir, hadiz, jurisprudencia…), aunque en algunos países árabes como Egipto existe la figura del Gran Muftí. En el chiísmo normalmente las fatuas son emitidas por un clérigo de gran prestigio (un ayatolá) y solo pueden seguirse fatuas emitidas por faquíes vivos (es decir, la fatua que Jomeini emitió sobre Salman Rushdie no estaría en vigor).
  3. Fiqh: “El entendimiento”. Jurisprudencia elaborada por los juristas islámicos (faquíes o ulema) a partir del Corán, la Sunna, la ijtihad y el consenso entre sabios. Aunque el fiqh sí es un corpus exhaustivo de leyes, normas y prohibiciones, se trata de una creación humana y por tanto está sujeto a debate e interpretación. Cuando en los medios de comunicación se habla de “países que aplican la Sharia”, se refieren a una versión particular del fiqh.
  4. Hadith: Dicho atribuido a Mahoma (y, en el chiísmo, a cualquiera de los 12 imames) a
    través de una cadena de transmisores. No es palabra de Dios. La recopilación de los hadithes se denomina Sunna.
  5. Iytihad o Ijtihad: El ejercicio de interpretación de la escrituras a través del razonamiento independiente, opuesto a la imitación o taqlid.
  6. Islamismo: Conjunto de ideologías diversas cuyo fin es establecer un gobierno islámico
    legítimo bien mediante la participación en los procesos políticos y comicios democráticos (en los países donde es posible), o a través el activismo, la desobediencia civil o la violencia. Qué constituye exactamente un gobierno islámico legítimo es sujeto de un intenso y amargo debate. Véase «Siete puntualizaciones sobre el islamismo«
  7. Sharia: “El camino”. Ley Islámica, una serie de normas y regulaciones que se encuentra dispersa entre los textos sagrados. Es decir, no es un corpus legal estructurado y coherente, sino distintas indicaciones teológicas y éticas que han de ser descifradas por los sabios islámicos.
  8. Ulama o ulema: Plural de alim, sabio musulmán. Los ulama o ulema han constituido un grupo social diferenciado en los países musulmanes, equivalentes al clero cristiano. Mientras que en los países de tradición suní (especialmente en el antiguo Imperio Otomano) los ulama se han ligado a los poderes terrenales, el clero chií ha conseguido mantenerse independiente del Estado (salvo en Irán).
  9. Yihad: Esfuerzo. La “Yihad mayor” es la que purifica el alma y el espíritu del creyente. La “yihad menor” se entiende como esfuerzo colectivo en pos de un objetivo, sea este militar o social (por ejemplo, en el Irán post-revolucionario hubo una yihad sancionada religiosamente para la construcción de escuelas y hospitales). Hay un intenso debate histórico sobre si la yihad militar es exclusivamente defensiva o si por el contrario puede ser ofensiva y enfocada a la conquista y ampliación del gobierno islámico legítimo. En todo caso, la yihad es un medio, casi nunca un fin en sí mismo.