La invasión española del Rif: Antecedentes (1848-1908)

Parte de la serie España en el Rif

  1. La invasión española del Rif: causas y antecedentes (1848-1908)
  2. Marruecos y el Rif a principios del siglo XX
  3. Annual, 1921: muerte y nacimiento
  4. Breve historia de la República del Rif (1923-1927)
    1. El nacimiento de la República
    2. La construcción y consolidación del nuevo Estado (próximamente)
  5. Fuente primaria: Carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones (1921)


Artículo escrito conjuntamente por Alejandro Salamanca y Selim Balouati

Introducción

En esta web hemos tratado el colonialismo y sus efectos en las sociedades musulmanas, tanto en casos donde hubo dominación militar por los europeos como en ocasiones donde la influencia de Occidente tuvo un carácter más indirecto. Habitualmente nos hemos centrado en los países que hoy denominamos Oriente Medio (Egipto, Levante, Mesopotamia, la península Arábiga, la meseta Irania y alguna excursión hacia la India). El Magreb, la región más cercana a la península Ibérica y con la que los españoles han tenido más contacto, ha tenido un papel secundario en esta web.  Esta serie de artículos sobre España y el Rif es un intento de remediar esto y de reflexionar sobre el reciente pasado colonial español en África.

Si bien los contactos entre el Magreb y la península Ibérica tienen una larga trayectoria, Desvelando Oriente es una web de historia contemporánea, de modo que vamos a comenzar nuestro relato a finales del siglo XIX. Nos vamos a centrar en el norte Marruecos, escenario de uno de los tres proyectos coloniales españoles tras el Desastre del 98. Los otros dos, que se desarrollaron más o menos al mismo tiempo, fueron el Sáhara Occidental y Guinea Ecuatorial, aunque fue el Rif la región que dio más problemas. El protectorado español en Marruecos se extendió hasta 1956 y ocupó un área de unos 20.000 kilómetros cuadrados en los extremos norte y sur de Marruecos, apenas un 4,69% de la superficie total del país. El resto estaba ocupado por Francia

800px-Mapa_del_Magreb_28195629.svg_

España desembarcó en el Rif en 1904 y se quedó hasta 1956, medio siglo que cambió para siempre la historia de ambas tierras, y en el que el ejército y la administración españolas cometieron numerosos abusos, incluyendo el uso de gas mostaza contra la población civil.

Los rifeños que se opusieron a la ocupación española fueron capaces de establecer un Estado independiente que resistió durante cinco años, entre 1921 y 1926. La República del Rif fue un experimento único en el Magreb y, nos atreveríamos a decir, el mundo musulmán. No tanto por su oposición al colonialismo (los argelinos ―y las argelinas― llevaban resistiendo desde 1830) o por su carácter modernizador y en cierto modo occidentalizante (en Turquía una nueva élite militar desmantelaba el Imperio otomano más o menos por esas fechas), sino porque fue el primer proyecto descolonizador que tuvo un breve periodo de éxito. Cinco años pueden parecer poca cosa, pero no olvidemos que la II República española duró lo mismo. El lustro republicano ha marcado muy significativamente la identidad de los rifeños que se oponen al régimen marroquí.

No obstante, no queremos adelantar acontecimientos. Hoy trataremos los antecedentes de la ocupación española en el Rif, fijándonos en los motivos por los que se decidió la invasión en los despachos de Madrid y en las experiencias previas durante el siglo XIX.

Las causas de la invasión

Las tropas españolas desembarcaron en el Rif procedentes de Melilla el 14 de febrero de 1908. Sin embargo, la invasión se había comenzado a gestar mucho antes. Antes de narrar las vicisitudes militares es preciso preguntarse cuáles son los motivos por los que España, que en 1898 había perdido sus posesiones en Cuba, Filipinas y Puerto Rico, decidió comenzar una aventura colonial en el norte del Magreb. A grandes rasgos, se podría decir que la invasión del Rif se produce por la combinación de tres grupos de presión: las potencias extranjeras (Francia y Gran Bretaña), la burguesía comercial y el Ejército.

La España de principios del siglo XX estaba dominada por el régimen de la Restauración borbónica, un sistema político semidemocrático (las mujeres no podían votar) en el que los partidos Liberal y Conservador se turnaban en el poder de forma análoga a como sucedía en el Reino Unido. España no pintaba mucho en la escena internacional del momento pero, al contrario de lo que se suele afirmar, la ocupación del Rif no fue un intento de recuperar el prestigio perdido. Más bien fue una mezcla de intereses geopolíticos, posibilidades de inversión y necesidad de mantener ocupados a los militares.

2809124 - copiaSección de un mapa de África del año 1901. Autor: GF Cram.

Presiones geopolíticas

En los años anteriores a la rimera Guerra Mundial, el equilibrio estratégico era un concepto fundamental en las relaciones entre países europeos. Como podemos ver en el mapa arriba, las posesiones francesas en el norte de África bordeaban todo el sultanato de Marruecos y el Sáhara español. El norte de Marruecos controlaba el acceso meridional al estrecho de Gibraltar, vital para el tráfico marítimo. Si Francia, que aspiraba a hacerse con Marruecos, hubiera sido capaz de controlar el Rif, el equilibrio de potencias se hubiera visto gravemente alterado.

Los británicos no podían permitir que Francia se hiciera con el control del Estrecho, pues además de suponer una enorme ventaja geoestratégica, podía amenazar su base en Gibraltar. Al mismo tiempo, ni los franceses ni los británicos deseaban que Alemania, una potencia emergente y relativamente nueva (la unificación alemana se había producido en 1871), pero muy activa en Marruecos, obtuviera una posible ventaja territorial. De modo que para garantizar la neutralidad del estrecho, franceses y británicos acordaron conceder una pequeña “esfera de influencia” a España en el norte de Marruecos dentro de los acuerdos que llevaron al establecimiento de la Entente Cordial en 1904.

Un año después España y Francia se repartían formalmente el territorio con un acuerdo sobre el cual podéis leer en más detalle aquí. Las presiones alemanas (y las protestas del sultán de Marruecos) forzaron la convocatoria de una conferencia internacional sobre el destino de Marruecos que se celebró en Algeciras en 1906 con la presencia de 13 países, incluyendo a EEUU y los imperios otomano y austrohúngaro. La jugada no les salió bien a los alemanes, pues solo Austria-Hungría apoyó firmemente sus posiciones y Francia y España tuvieron vía libre para actuar en Marruecos, a pesar de algunas medidas cosméticas como garantizar el comercio internacional y poner un supervisor suizo a los oficiales de policía españoles y franceses.

No obstante, no ha de entenderse que España sólo ocupó el Rif forzada por sus compromisos internacionales. Estos compromisos supusieron un incentivo y una justificación para la intervención, pero también hubo importantes factores internos que llevaron a la invasión. El más elemental era la seguridad fronteriza.  Los enclaves de Ceuta y Melilla se encuentran completamente rodeados de territorio marroquí, y en el siglo XIX se habían producido numerosas escaramuzas entre las tropas españolas y diversos grupos de guerreros bereberes, como veremos más adelante. Asegurar el territorio que rodeaba a las plazas españolas era estratégicamente una buena decisión.

Potencial económico del Rif

El Rif, dominado por la cordillera homónima, no tiene ni mucho menos un paisaje homogéneo. Además de montañas, crestas y colinas, hay valles verdes, bosques, olivares, y áreas semidesérticas. Una foto por satélite de la región, un mapa orográfico y un un mapa de precipitaciones nos ahorrarán un largo párrafo describiendo los distintos paisajes del Rif.

mapa satélite norte marruecos
mapa altitud rif
lluvia marruecos.png

A pesar de su importancia estratégica, las posibilidades de explotación  del Rif a principios del siglo XX eran limitadas. El rudimentario estado de las comunicaciones hacía necesaria una importante inversión en infraestructuras (vías, puertos, red telegráfica)  antes de que se pudiera sacar partido económico real. No obstante, si los inversores españoles conseguían hacerse con sus derechos de explotación, las minas de hierro del monte Uxian y las de plomo del monte Afra prometían beneficios rápidos y suculentos.

El grupo de hombres de negocios que apoyaba la expansión colonial había comenzado a organizarse formalmente en 1904, coincidiendo con el convenio hispano-francés de octubre de ese año que reconocía la esfera de influencia española. Ese año se fundaron los Centros Comerciales Hispano-Marroquíes de Madrid y Barcelona. Estos centros organizaron cuatro “Congresos Africanistas” entre 1907 y 1910 en los que se debatió la mejor forma de “penetrar pacíficamente en el Rif”.

Aunque algunas crónicas describen los congresos como una sucesión de discusiones leoninas y poca acción real, se trataron temas importantes, como la organización del flujo migratorio español a África, especialmente a las colonias agrícolas de Guinea (¡vaya, quién lo diría un siglo después!); las posibilidades de compra de tierras en Marruecos, de establecer cultivos intensivos para la exportación, y de ofrecer tierras a los militares que participasen en la campaña como incentivo. Jesús Marchán, que ha investigado en detalle sobre los Congresos Africanistas, concluye que se tomaron decisiones de forma apresurada y sin una planificación detallada. Pese a todo, los centros comerciales y los congresos favorecieron el surgimiento de un grupo de presión que trató de influir al gobierno para impulsar la causa colonial (y ya de paso obtener subsidios y préstamos ventajosos para el desarrollo de infraestructuras).

En 1907, España consiguió los derechos de explotación sobre las minas de hierro, mientras que los franceses obtuvieron las de plomo. El sector minero recibió la noticia con agrado, pues la minería española de por aquel entonces estaba especializada en el hierro, que representaba el 60% de la exportación minera española a finales del siglo XIX. No obstante, los filones habían comenzado a agotarse y la posibilidad de explotar nuevas minas en Marruecos supuso un oportunidad para la industria.

La recién fundada Compañía Española de Minas del RIF (CEMR) contó con un capital inicial de seis millones de pesetas, y su proyecto inicial incluía la construcción de un ferrocarril para transportar los minerales a puerto. La CEMR fue fundada despuésde que varios inversores alcanzaran un acuerdo con Bu Hamara «el Rogui», un avispado bandolero, líder tribal y pretendiente al trono marroquí que hizo creer a los empresarios españoles que tenía autoridad real sobre las minas de Uxian y que las riquezas de dichas minas superaban las expectativas. En este artículo de Ginés Sanmartín se pueden leer más detalles y anécdotas sobre la CEMR y la reputación legendaria del Rif como región con una gran riqueza mineral.

La necesidad de distraer al ejército

Este punto es más polémico, y se trata más de una hipótesis que de una afirmación inequívoca, pero en todo caso trataremos de argumentarlo. Se puede decir que el Desastre del 98 es una de las causas de  la invasión de Marruecos. No porque España necesitara recuperar su prestigio y papel en la esfera internacional, sino porque la burguesía comercial que se había enriquecido con las plantaciones en Cuba necesitaba nuevas posibilidades de inversión.  No obstante, no se debe minimizar la importancia de la moral del Ejército. Las Fuerzas Armadas españolas, cuestionadas y duramente criticadas tras la derrota frente a EEUU, necesitaban un proyecto para mantenerse ocupadas y dejar de causar problemas e incidentes violentos en España.

El siglo XIX español se caracterizó por la constante intervención de los militares en la vida política a través de pronunciamientos, levantamientos, guerras carlistas y otros intentos de golpes de Estado. El régimen de la Restauración borbónica, instaurado en 1876, había sobrevivido durante más de un cuarto de siglo sin golpes militares. El ejército, antaño adalid de las ideas liberales y progresistas, se había convertido a finales del XIX en uno de los guardianes de las esencias tradicionales españolas, a la vez que se minimizaba su intervencionismo en política. El régimen borbónico, instaurado tras un golpe militar, debía su estabilidad al compromiso del Ejército con el proyecto político que encarnaba.

cu cut

Esta viñeta que ridiculiza a los militares causó una grave crisis constitucional en 1905

Muchos militares se habían sentido traicionados tras la derrota de 1898. Habían luchado y sufrido para defender los restos del Imperio colonial español, y a su vuelta habían sido criticados y tratados como cobardes e inútiles. Los militares se sentían injustamente tratados, y además no podían comprender por qué los políticos profesionales del gobierno hacían concesiones al movimiento obrero o a la burguesía catalanista, poniendo en juego (a su juicio) la unidad de España por la que tantos compañeros habían muerto. Una buena fuente para apreciar como surgen estas dinámicas y cómo los propios militares entendían la situación de la época es la película Raza (1942), dirigida por el dictador Franco bajo pseudónimo.

Una expedición al Rif con el objetivo de asegurar las fronteras de ceuta y Melilla era un buen pretexto para alejar a los militares del centro de la política en Madrid y reducir la inestabilidad doméstica. No obstante, el estado del ejército español en 1905 era bastante deficiente: sobraban oficiales, faltaban tropas, y apenas había presupuesto para renovar o mantener el material de guerra, ya que la mitad del presupuesto del Ejército se empleaba para pagar sueldos. (Para comparar, Sebastian Balfour ofrece en Abrazo Mortal el contraejemplo del ejército francés, donde solo una sexta parte del presupuesto iba destinada a salarios).

Lo cierto es que hasta 1923 el ejército no tuvo mucha influencia en la vida política española, o al menos la amenaza de los pronunciamientos desapareció. Sin embargo, acabó forjándose una división entre el ejército africanista y el peninsular que terminaría de cristalizar en los años de la II República. No obstante, los oficiales destinados en África no formaban un grupo homogéneo, como explica Sebastian Balfour en Abrazo Mortal.

Por otro lado, Marruecos era un escenario muy propicio para el ejército español. A todo el discurso de la Reconquista, la lucha contra el musulmán en defensa de la fe, y la necesidad de asegurar el perímetro de Ceuta y Melilla se le sumaban unos exitosos antecedentes: en la segunda mitad del siglo XIX el ejército español había cosechado dos victorias en sus enfrentamientos con las tribus y milicias rifeñas. Los vamos a ver brevemente a continuación.

Antecedentes: las guerras del XIX

La presencia militar ibérica en el norte de África se remonta al siglo XV cuando Portugal tomó con la ciudad de Ceuta, si bien el trasiego de personas y mercancías entre ambas orillas del Estrecho ha sido constante desde la Antigüedad. Además de Ceuta y Melilla, con las que España se hizo formalmente en 1640 y 1556, respectivamente, España dominó durante años ciudades como Orán (1509-1792, salvo el periodo 1708-1732), Larache (1610-1689) o fuertes como el penón de Vélez de la Gomera. De forma sorprendente, los conflictos entre españoles y las cabilas rifeñas se mantuvieron al mínimo, con alguna excepción.

El primer intento de expansión de España en Marruecos durante el siglo XIX se produce en 1848, cuando el  general Serrano ocupa las  islas Chafarinas. Los motivos de la operación fueron puramente estratégicos: tras la conquista de Argelia por los franceses en 1830, estos planeaban tomar las islas para tener una base próxima a Marruecos, lo que suponía una grave amenaza para España por la cercanía de los islotes a Almería. Ante las quejas del sultán de Marruecos, las autoridades ceutíes decidieron aumentar la línea de la ciudad y construir un reducto extramuros, lo que provocó el levantamiento de los cabileños y el ataque a las obras, donde murieron varios trabajadores españoles.

Este episodio sería el detonante de la primera guerra hispano-marroquí ( o «Guerra de África«) declarada por España, con O’donnell al mando, el 22 de octubre de 1859. La superioridad española se hizo evidente, y rápidamente las fuerzas españolas llegaron a Tetuán mientras la marina bombardeaba Tánger o Larache. Preocupada por Gibraltar, Gran Bretaña decide prestar ayuda al sultán de Marruecos y facilitarle los fondos para pagar la indemnización que exigía España. La guerra fue breve; en abril de 1860 se firma la paz. Aunque los éxitos materiales fueron escasos, la victoria supuso una gran inyección de moral para el lado español. Según Ángel Bahamonde y Jesús Martínez, la guerra causó un gran impacto (positivo) en la opinión pública y alimentó una «exaltación nacional en letargo desde los días de la Guerra de la Independencia»

1920px-MARIANO_FORTUNY_-_La_Batalla_de_TetuC3A1n_28Museo_Nacional_de_Arte_de_CataluC3B1a2C_1862-64._C393leo_sobre_lienzo2C_300_x_972_cm29

La Batalla de Tetuán, un descomunal óleo de Mariano Fortuny, testigo de la guerra.

La siguiente intervención española en Marruecos, llamada Guerra de Margallo por la muerte del general homónimo, tuvo lugar tres décadas después, en 1893-94. El detonante fueron, de nuevo, las obras de expansión de una de las plazas españolas, Melilla. Los cabileños locales habían solicitado a las autoridades españolas que detuviesen la construcción de un fuerte en la zona de Rostrogordo cercano a una kubba (mausoleo con cúpula ) donde se encontraba un morabito muy venerado. Los españoles hicieron caso omiso, y las cabilas se rebelaron, sin obedecer al sultán de Marruecos (en el próximo artículo hablaremos de la complicada relación entre el poder central y las tribus rifeñas y marroquíes).

margallo

Tira cómica sobre la guerra, 1893.

Tras siete meses de cruento conflicto, el sultán fue capaz de negociar su cese, otorgando a España la razón y el permiso para construir el fuerte.  Otra de las cláusulas de la paz firmada incluía el derecho de España a supervisar la elección de los caídes en el Rif, lo que podría leerse como un primer intento de expandir la influencia española más allá de Ceuta y Melilla. No obstante, la zona no estaba sometida al sultán, de modo que este difícilmente podía asegurar el cumplimiento de dicha cláusula. Al mismo tiempo, España estaba centrada en controlar a los independentistas cubanos, de modo que no prestó excesiva atención al Rif hasta la década posterior.

Conclusiones

En este primer artículo hemos tratado de analizar las causas por las que España planeó y ejecutó la invasión del Rif en 1908. El primer motivo es geopolítico: como potencia modesta, España permitía garantizar la neutralidad del Estrecho de Gibraltar, una solución de compromiso que agradó a los principales poderes europeos: Francia, Gran Bretaña y, en menor medida, Alemania. Al mismo tiempo, los militares españoles se mostraban preocupados por la seguridad de Ceuta y Melilla.

La segunda razón por la que España intervino en Marruecos fue por las posibilidades de obtener beneficios económicos. Un nutrido grupo de comerciantes y empresarios, muchos de ellos debilitados por la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, vieron en Marruecos una enorme oportunidad económica, dada su cercanía y una supuesta riqueza mineral. Los empresarios africanistas organizaron congresos y empresas destinadas a explotar las riquezas tanto del Rif como de Ifni, Sáhara y Guinea Ecuatorial. Estamos en plena época del imperialismo capitalista, al fin y al cabo.

La tercera causa fue la necesidad de ocupar a los militares para evitar problemas domésticos. Marruecos se presentaba como un escenario muy propicio para las campañas militares, tanto por su cercanía y por el relativo subdesarrollo de las milicias locales como por las leyendas épicas sobre la Reconquista, la guerra contra el infiel y el recuerdo de las victorias en 1860 y 1894.

Estos tres factores (diplomático, económico y militar) se conjugaron para que el gobierno de España plantease una intervención en 1908. No obstante, tendréis que esperar al siguiente artículo para leer los detalles de la misma y una descripción más detallada de las dinámicas internas en el Marruecos de principios del siglo XX.

Bibliografía básica

Ángel Bahamonde y Jesús Martínez, Historia de España Siglo XIX, Cátedra: 2011

Sebastián Balfour, Abrazo Mortal: De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939), Península: 2018

Faros El Messaoudi-Ahmed, El Rif, sus elites y el escenario internacional en el primer tercio del siglo XX (1900-1930), Megustaescribir: 2016

Manuel Horrillo, El Rif 1921, Una historia olvidada (documental)

Jesús Marchán, «Costa, los congresos africanistas y la colonización agrícola en Marruecos», en Regenerar España y Marruecos. Ciencia y educación en las relaciones hispano-marroquíes a finales del siglo XIXCSIC: 2011 (enlace)

Ginés Sanmartín Solano, «La Compañía Española de Minas del Rif (1907-1984),» en Aldaba: revista del Centro Asociado de la UNED de Melilla 5, 1985, pp. 55-74 (enlace)

Rosario de la Torre del Río, «Preparando la Conferencia de Algeciras: el acuerdo hispano-francés de 1 de septiembre de 1905 sobre Marruecos», Cuadernos de Historia Contemporánea 2007, vol. Extraordinario, pp. 313-320