Irán después de Jomeini (1989-1997)

Tras una pausa de una semana, continuamos con el especial “Acuerdo nuclear”. En esta cuarta entrega, hablaremos del periodo que va desde la muerte de Jomeini hasta 1997, incluyendo referencias a las relaciones entre Irán y EEUU. Como he encontrado trabajo hace poco, no tengo tiempo para escribir y editar artículos extensos, de modo que las actualizaciones serán más intermitentes en lo sucesivo. Disculpad las molestias.

Especial «Acuerdo nuclear»
I – Relaciones Irán-Occidente, 1800-1953
II – Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979
III – La Revolución Islámica, 1979-1989
IV – Irán después de Jomeini, 1989-1997
V – Los gobiernos de Jatami, 1997-2005
Bonus: Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini

Irán tras la muerte de Jomeini

 Un nuevo líder supremo

13 de Jordad de 1368 (3 de Junio de 1989). El Líder Supremo de la República Islámica, el Imam de la revolución y marya-e taqlid, Ruhollah Jomeini, ha muerto. La guerra con Irak terminó el año anterior. Empieza una nueva etapa en la vida política de Irán. Como siempre que fallece un líder poderoso y carismático, se respira cierta incertidumbre en el ambiente. No obstante, Jomeini y los velayatis (partidarios del velayat-e faqih, ver sección «El Gobierno del Jurista» en parte 3) han dejado todo atado y bien atado.

En su lecho de muerte, Jomeini nombró una comisión de juristas y clérigos expertos para que designasen a su sucesor, modificando ciertos aspectos del código legal y la Constitución para adaptarlos a la nueva situación. Como dice el refrán, “allá van leyes do quieren reyes”, y la República Islámica no es una excepción.

Aunque en principio el líder supremo, el faqih, debía ser un erudito del Islam de probado prestigio, un sabio emérito que no solo dominase la doctrina islámica sino también la gramática, la filosofía y las artes gubernamentales, un marya e-taqlid en definitiva (véase ¿Qué es un ayatollah?), al final los requisitos se relajaron bastante. Ali Jamenei, un clérigo de rango modesto (hoyatoleslam, menos importante que ayatollah), fue designado Líder Supremo de Irán.

 Jamenei quizá no tenía las publicaciones ni el prestigio necesario para ser considerado una eminencia religiosa, pero era una figura política muy importante. Era muy leal a Jomeini y había participado en la revolución y la República Islámica desde sus inicios. Fue el líder del Partido de la República Islámica (PRI, hablamos de ellos en la anterior entrega) hasta su disolución en 1987, y además presidente electo de Irán durante 8 años, el tecero después del depuesto Bani-Sadr y el asesinado Raja’i.

Es decir, que el criterio para designarlo no fue su trayectoria religiosa, sino la política. Un asunto que podría haber sido problemático dada la autoproclamada confesionalidad del régimen, pero que fue asumido sin mayor dificultad por las instituciones de la República Islámica. Al fin y al cabo, cuando la religión y la política se mezclan, el poder y la lealtad suelen ser más importantes que la piedad y las credenciales religiosas.

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Jamenei en 1979. Fuente: Wikimedia

 Jamenei fue designado Líder Supremo fundamentalmente porque no había ningún otro clérigo de alto rango que reuniese las características necesarias, es decir, lealtad y compromiso con el proyecto político de Jomeini y sus seguidores. El que era considerado como principal candidato al puesto, el ayatollah Montazeri, cometió el error de criticar públicamente ciertas medidas de la República Islámica (persecución de minorías, lapidaciones, ejecución de opositores, la fatua de Jomeini contra Salman Rushdie…) que, en su opinión, no eran propias de un Estado Islámico legítimo. Esto le costó un arresto domiciliario y el apartamiento de la vida pública y política, y por supuesto, que no fuera elegido sucesor de Jomeini. Montazeri era un marya, y por tanto un caso notable, pero son numerosos los clérigos que han perdido sus privilegios y empleos por criticar el régimen.

 En todo caso, la llegada de Jamenei no alteró en exceso las relaciones entre Irán y EEUU. Justo once meses antes de la muerte de Jomeini, cuando la guerra entre Irán e Irak no había terminado aún, un avión de pasajeros iraní fue destruido por misiles americanos, el famoso vuelo 655 de Iran Air. Irán, por su parte, seguía con la retórica anti-imperialista y revolucionaria de la época de Jomeini. La fatua sobre Rushdie no estaba vigente (pues en el chiísmo las fatuas se extinguen al morir su emisor), pero Irán siguió intentando exportar la revolución apoyando a Hezbollah, que organizó ataques terroristas como el coche bomba en un centro judío en Buenos Aires o el ataque a la embajada israelí en la misma ciudad.

Atentado 17 marzo 1992 argentina
Atentado en la embajada israelí en Argentina, 17 de marzo de 1992. Fuente: Vos Iz Neias.

La República Islámica, que había excluido toda oposición, se empezó a dividir internamente en facciones y partidos, no solamente a nivel parlamentario. La República Islámica contaba con numerosas instituciones: La judicatura, el ejército, los Guardas Revolucionarios, el estamento religioso, las fundaciones benéficas, la administración estatal… todas ellas con sus propios intereses, cooperando y compitiendo a la vez.

Como árbitro y guardián, el Líder Supremo. El complejo sistema constitucional parecía garantizar el equilibrio entre todos los que estaban dentro del sistema. Rafsanyani, un comerciante de pistachos con una larga trayectoria en el Partido de la República Islámica, fue elegido Presidente en 1989. El parlamento estaba dominado por lo que Nikki Keddie denomina la “Izquierda islámica”, que por lo general se oponía a Rafsanyani, un hombre de negocios liberal. Por suerte, el presidente contaba con el apoyo de su predecesor, Jamenei, ahora convertido en líder supremo. El problema era reconstruir el país y mantener contentos a los ciudadanos, muy cansados después de 8 años de guerra y escasez.

Las presidencias de Rafsanyani

El programa de Rafsanyani y Jamenei consistía en liberalizar la economía iraní y abrirla al exterior, moderando el tono agresivo de la diplomacia oficial (por ejemplo, manteniéndose neutrales en la Guerra del Golfo). Entre 1989 y 1995 se intentó privatizar un millar de empresas públicas, pero los intereses de las instituciones que las gestionaban y los casos de corrupción en la adjudicación de los contratos hicieron que el ambicioso plan inicial se paralizase.

La orientación de la producción hacia el mercado exterior tecnificó la agricultura y permitió cierto desarrollo industrial, aunque los beneficios se invirtieron en una burbuja del sector inmobiliario. Además, Irán tuvo que hacer frente en enero de 1995 a una crisis de deuda externa a corto plazo, agravada por las sanciones que Clinton aplicó en mayo de ese mismo año. Las privaciones y el descontento causaron disturbios que fueron brutal y eficientemente reprimidos en 1992, 1994 y 1995.

Las elecciones parlamentarias que se llevaron a cabo en 1992 contaron con 1.000 candidaturas anuladas por el Consejo Guardián, de un total de 3.000. Muchos de los descalificados eran parte de la “izquierda islámica” y de la Asamblea de Clérigos Combatientes, veteranos de la revolución, algunos incluso presentes en el asalto a la embajada estadounidense. Es decir, que los que controlaban los hilos del régimen (Consejo Guardián, Jamenei) decidieron limitar la participación política ante el riesgo de desorden.

Aun así, no podían encarcelar o exiliar a todos los descontentos, algunos con un impecable credencial revolucionario, y a pesar de la censura cada vez empezó a hablarse más de temas como derechos humanos, libertades democráticas, justicia económica y social, relaciones amistosas con el exterior, etc. Muchos de los rechazados en la política se reconvirtieron en periodistas, cineastas, escritores, académicos y artistas. A menudo el rechazo al régimen se manifestó en una elevada abstención. En 1993 Rafsanyani volvió a ganar las elecciones a la presidencia, con una participación del 63%.

16 aniversario revolución
Sello commemorativo del 16 aniversario de la Revolución, 1995. Fuente: IranStamp

En cuanto a las relaciones con EEUU, Rafsanyani no fue capaz de mejorarlas. El apoyo a Hezbollah, la oposición a Israel en la ONU y el programa nuclear iraní fueron los pretextos de los embargos de Clinton, que dañaron bastante la ya de por sí maltrecha economía iraní. Desde antes de la revolución la administración iraní había intentado llevar a cabo un programa nuclear, no para desarrollar armas atómicas sino para construir centrales eléctricas que permitieran al país producir energía de forma alternativa al petróleo, para poder exportar lo que no se gastase.

En los años 90 se reactivó el programa, de nuevo con el pretexto de estar destinado al uso civil. ¿Buscaba Irán la Bomba? Los lobbies pro-israelíes y los analistas americanos más belicistas aseguran que sí, aunque el gobierno iraní siempre haya defendido lo contrario. Dado que 3 de sus vecinos cercanos poseen armas nucleares (India, Pakistán, Israel), no parece descabellado pensar que la República Islámica intentara hacerse con un par de misiles atómicos, por eso de ver quien la tiene más grande, pero en mi opinión eso son tan solo especulaciones.

El gobierno de Irán tenía (y aún tiene) que gastar su dinero en programas de ayuda social para mantener contenta a la población y evitar que se repitiese lo de 1979, de modo que centrar la inversión en adquirir armas nucleares sería cometer el mismo error que el shah cometió. Los dirigentes de la República Islámica conocen la historia de su país.

 Los programas de ayuda social eran necesarios, y para mérito de la República Islámica, se llevaron a cabo. Entre 1985 y 1997 la mortalidad materna se redujo de 140 a 37 por 100,000 nacimientos. Se construyeron hospitales en áreas rurales y barrios deprimidos. Los estudiantes de medicina reciben formación gratuita a cambio de cinco años de servicio como médicos de pueblo. El programa de planificación familiar de Irán, que provee de anticonceptivos a las familias, fue incluso alabado por la ONU. La tasa de fertilidad de Irán bajó hasta niveles europeos. Se multiplicó la inversión en educación, y la escolarización segregada hizo que muchas familias rurales llevasen a sus hijas a la escuela, algo que no sucedía antes de 1979. Las mujeres no perdieron el derecho a ejercer un empleo, y la modernización (urbanización y terciarización) continuaron a pesar del tinte islámico del régimen.

Todos estos cambios hicieron que las elecciones presidenciales de 1997 se presumieran interesantes. El descontento creciente con la gestión económica del régimen y el auge de una clase media muy debilitada por los años de la guerra, sumado al hambre de y libertades civiles y democráticas, hicieron que la actividad política se multiplicase en la víspera de las elecciones. Dado que los presidentes en Irán solo pueden gobernar durante 8 años, Rafsanyani no podía presentarse de nuevo, lo que hacía que las elecciones se convirtiesen en un evento muy excitante y estimulante para unos votantes que anhelaban cambio. Pero de eso hablaremos el próximo día.


Bibliografía general:

Nikki Keddie, Modern Iran: Roots and Results of the Revolution, Yale University Press, 2006.

Ervand Abrahamian, A History of Modern Iran, Cambridge University Press, 2008.

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