Fuentes primarias: Los sucesos de Saïda (1881)

Esta semana he estado en el AGA investigando para mi tesis y he encontrado mucho material interesante. Entre otras cosas, he transcrito varios documentos relativos a la matanza de Jalfalah (cerca de Saida) en Argelia en 1881. La caja con los documentos es enorme y no sé hasta qué punto ha sido explorada por historiadores; os invito a hacerlo si os interesa el tema. En este artículo os ofrezco la transcripción de varios documentos manuscritos que me parecieron interesantes.

La matanza de Jalfalah tuvo lugar en el contexto de una rebelión de varias cabilas argelinas lideradas por un «agitador anticolonial» llamado Buamama. La rebelión comenzó en abril de 1881 cuando los partidarios de Buamama mataron al grupo de soldados franceses que fueron a arrestar a su líder, y pronto se extendió por buena parte del Oranesado. Los jinetes de Buamama atacaban esporádicamente a los franceses y se retiraban, robando botín y evadiendo enfrentamientos directos. El 11 de junio se dirigieron a unos espartales donde vivían y trabajaban cientos de familias de temporeros españoles (sobre todo murcianos, almerienses y alicantinos), matando a cientos de ellos y destruyendo o robando las pocas pertenencias que tenían. Los jornaleros españoles eran la mano de obra fundamental de la colonización agrícola de los franceses en Argelia, de modo que el brutal ataque era una forma de desestabilizar la economía y paralizar la explotación del campo mediante el terror.

Saïda (Fuente: OpenStreetMaps)

La matanza causó mucha consternación entre la comunidad española en Argelia, y millares de inmigrantes (especialmente los que vivían en las zonas rurales del Oranesado) trataron de volver a España, asustados por la violencia y preocupados por el desdén las autoridades francesas habían tratado a los afectados por la masacre. Las noticias causaron una gran ola de solidaridad en España; varios periódicos españoles y organizaciones populares organizaron colectas para la repatriación de los afectados, varios empresarios ofrecieron pagar el pasaje y dar empleo a algunas de las víctimas en sus explotaciones agrícolas en la península, y el servicio consular en Orán se implicó al máximo, pese a la preocupación del gobierno central, que no quería provocar un conflicto diplomático con Francia. En este artículo, Ricardo Montes narra lo acontecido utilizando artículos de la prensa española de la época. Un buen análisis del suceso con documentación de archivo se puede encontrar en Los españoles en la Argelia francesa de Juan Bautista Vilar (1989), aunque es un libro relativamente complicado de encontrar.

Aquí nos limitaremos a ofrecer varios extractos de fuentes primarias extraidas del Archivo General de la Administración (Exteriores 66/4124). Todas estaban escritas a mano, así que es más que posible haya errores en la transcripción (cuando no estoy seguro de algo está indicado con corchetes y una interrogación). Mi criterio para transcribir ha sido respetar al máximo los originales, así que faltan tildes, la puntuación no es gramaticalmente correcta y hay orrores ortográficos. La caligrafía original siempre es más expresiva y siempre hay cierto matiz que se pierde al pasarlo a máquina. Por favor, si utilizas estas transcripciones en algún trabajo o artículo o como material docente, cita esta página (y avísame, me gusta saber que este proyecto es útil).

Los tres primeros textos son declaraciones de supervivientes. El segundo es una carta de Campillo, el empresario murciano que gestionaba uno de los espartales afectados, al cónsul español en Orán, cinco días después de la masacre, contándole su negociación con las autoridades francesas. El último es una carta del vice-cónsul de Arzew al cónsul de Orán en la que se queja de la situación.

Grabado en La Ilustración Española y Americana, 8-7-1881 (Fuente: Hemeroteca Digital de la BNE)

Tres testimonios de supervivientes (finales de julio de 1881)

Rafaela Ygorra y Jerez natural de Busot provincia de Alicante se presenta, con su hija Rafaela de seis años y declara que el día 11 de junio estando en el chanti de Campillo con su marido José Giner y Brotand[?] de Bustos y sus cuatro hijos José, Vicente, Juan Bautista, Rafaela, a la puerta de la barraca, vino sobre ellos un gran tropel de árabes y mataron a su marido, los hijos huyeron llevando el mayor (Jose) a Juan Bautista de quince meses en los brazos, los árabes los persiguieron hasta cerca de Saida y los mataron, que a su hija Rafaela que estaba detrás de su padre le hirió la misma bala que mató a su padre. que a la declarante y su hija les quitaron las ropas que llevaban y todo cuanto tenían en la barraca. (cuatro burros, dos mantas, una escopeta y toda la ropa) que se escondieron en el monte y andaban de noche tardando cuatro días en llegar a Saida. Llegaron a Saida en cuyo hospital curaron a la niña Rafaela el brazo que tiene roto y piden repatriación que no saben firmar y firma el testigo

Pedro Martínez


Ana Hernández y serrano de diez y seis años de edad natural de Carboneras (Almería) declara: que el once de junio estando en el Chanti de Don Mariano Campillo con su madre y una hermana de diez años, se presentaron uno gran número de árabes, matando españoles, que mataron a su madre y la arrojaron a una barraca incendiada donde se carbonizó, que la declarante mandó a su hermana a huir con otras mujeres y ella por su parte huyó también con un hombre y otra mujer y cuando a los cuatro días llegó a Saida se encontró con su hermana Ysabel, pero queno á vuelto a saber de su padre Juan Hernández natural de Carboneras y de su hermano Pascual de catorce años. Perdieron tres burros, la ropa y el ajuar. No sabe firmar y firma el testigo

Pedro Martínez


Rafael Alonso y Segura natural de Turilla provincia de Almería de 17 años de edad, declara que: trabajaba en el chanti Campillo en compañía de sus dos hermanos, Juan de 20 años y José de 14 años (son huérfanos), que el día 11 de junio llegaron grande número de moros, que hecharon a huir pero que aquel mismo dia, fueron encontrados por unos 600 o 700 moros que se los llevaron al campamento donde llegaron a las dos de la tarde, inmediatamente sacaron a unos diez metros del campamento algunos de los prisioneros españoles que fusilaron, entre esas víctimas se encontró su hermano Juan y otro del mismo pueblo llamado Juan …… de unos 25 años.

Ha permanecido en la coluna Bon Amma hasta el día 15 de julio, en que por un descuido de los moros pudo escapar en compañía de otro prisioner, Blas Rojo y Sellis [?] de la provincia de Murcia, han estado tres días andando de día y de noche y fueron socorridos por moros amigos que los condujeron a termino y de ahí fueron dirigidos por el tren a Saida.

Nos hacían cojer leña para la comida, pastos para los animales, y traer agua. Nos hacían andar todo el día y de 21 a 24 [no se entienden bien estos numeros] nos daban harina para hacernos una torta, cuando no andábamos muy deprisa nos amenazaban de muerte y nos pegaban con sus palos. Hemos perdido tres burros españoles y toda la ropa.

No saben firmar.

Oran y 23 de julio de 1881

Pedro Martínez

Extracto de un artículo un tanto incendiario en La Iustración Española y Americana, 8-7-1881 (Fuente: Hemeroteca Digital de la BNE)

Carta de Mariano Campillo al Cónsul de Orán (16-6-1881)

Membrete: M. Campillo, Saïda (Algérie)

Saida, 16 junio 1881
Señor Consul de España
Oran

Muy señor mío

El 10 y 11 del actual an sido atacados mis chantis y el del señor fuentes donde había un número de 1000 personas lo menos, de los cuales no an parecido a la fecha la mitad, principalmente de los que yo ocupaba que eran unos 600 no llegando a los que an venido.

El 12 entraron los primeros que escaparon de la muerte y me icieron saver que eran muchos los eridos mugeres y niños que se avian refugiado en la [foreh??] donde habian sido atacados de nuebo, pº que podria salbar la vida a muchas personas si se les daba socorro inmediatamente me dirijo a todas las autoridades civiles y militares pidiendo armas pº aver salido con unos 300 españoles de buena boluntad a socorrer los nuestros, me dieron por respuesta no tenian, no me di por batido y todos los dias los emolestado, asta el 14 a las 10 de la noche que estuve por ultima vez casa del coronel (cuarenta) que su funcion de comandante superior, y le suplique me dejase unos 70 hombres del cuerpo territorial supuesto que no los empleaba y reunidos con unos 50 españoles que yo uviese armado a dar socorro a los nuestros, pues todos los dias estan entrando mugeres y niños diciendome que son muchos los que estan escondidos en las matas de la [foreh??]. solo ayer a las 1 de la tarde se decidieron a darme 12 cazadores de a caballo que acompañados por españoles an salido creo en tarde pues excepto 3 que me an dado aviso que ai en una matamora q an tenido algun socorro, los demas deven ser muertos de fatiga a causa de eridas y de ambre y sed, asi mismo ecreido prudente no refinar los hombres que me an ofrecido, aciendoles saver que el socorro que me dan es tarde.

Los primeros que entraron los puse en una de mis casas (donde existen todavia) pº viendo acudian bastantes me dirigi al señor alcalde 2º (el 1º estaba ausente) pidiendole socorro, ni siquiera sin dignarse de una respuesta, al dia siguiente a las 6 de la mañana pase a ver al señor alcalde 1º pidiendo socorro, deseguido dio orden pª que no faltara nada de lo mas necesario, los eridos an sido conducidos al ospital aciendo responsables a las personas que les ocupaban.

El 14 en la noche llegaron a esta los sres. prefectos de oran y mascara y los sres presidente y procurador del tribunal de mascara, los 1ºs me dijeron  que se podia disponer de una suma de 1200f de su parte y 700 dados por el general Ceres.

Ayer un empleado de la compª me dijo era necesario principiar a mandar los restos de esas pobres familias, que la compª les trasportaba gratuitamente asta argel, no soi de aviso se precipita el viage asta que sepamos los que faltan de cada familia (sera dificil an sido muchos quemados) y lo que an perdido en vestios y ropa, operacion que principiare oi asistido de la justicia y despues Ud dare ordenes, su presencia de U. seria util queda de usted señor consul  un af.mo y seguro servidor

Mariano Campillo

P.D. pª salir a socorrer las personas que estan abandonadas no epedido nada mas que armas comida pª ombres y medios pª transportar los q se encuentran cada vez les escribo no terminando como asido egecutado a ultima ora

Carta del vicecónsul en Arzew al Cónsul de Orán (17-6-1881)

Vice-consulado de España en Arzew

Muy señor mío: confirmo a v.c. mis oficios de 13 y 14 del corriente sobre los acontecimientos ocurridos en el interior de esta con nuestros súbditos, pudiendo asegurar que han sido tanto los atropellos cometidos con mujeres y niños de los cuales muchos hoy se ignora su paradero así como del gran número de asesinatos con hombres

Creo y noticias verídicas adquiridas me confirman que ha habido grande negligencia por parte de las autoridades de este país en proteger a nuestros súbditos cuando dadas las órdenes oportunas para retirar los chantier yá era tarde debido sin duda a la gran confianza que eso notamo [??] se incremento y temiendo a la retirada completa de estos obreros que sin caridad explotan ocultandoles la verdad de cuanto incurrian.

El señor Campillo en los primeros momentos de la ocurrencia pidió armas y municiones a la autoridad con objeto de recoger los numerosos heridos y difuntos que despues de dos dias abandonados y sin proteccion se encontraban a merced del enemigo, cuya petición fue denegada así como la de que á lo menos mandasen fuerzas á proteger á estos individuos. Habiendo sido acordada ayer con escaso número de hombres y estos acompañados de varios españoles armados a coste de los señores Fuentes y Campillo

Positivamente puedo asegurar a V.S. tambien que los heridos que se presentaron al hospital solicitando su entrada, no quisieron recibirles por ningún concepto sin la responsabilidad pecuniaria de los señores Fuentes y Campillo que se vieron obligados a darla en vista de que la Compañía Franco Algerienne se negó a responder por ningún concepto.

De estos hechos así como de otros protestaré mañana enérgicamente a las autoridades a quien corresponda.

Hoy recibido el despacho de VS he exigido a la autoridad la manutención digna de los españoles entrados a ésta hasta tanto que la compañía Franco-Algerienne de quien exijo tambien transporte gratuitamente a los españoles hasta el puerto de Arzew y Oran acuerde mi petición.

Visto la necesidad de algunos súbditos que se hallaban totalmente en cueros les he facilitado algún recurso de los cuales daré a VS cuenta en tiempo oportuno. Me ocupo y no cesaré de dar los pasos necesarios para que sean atendidos todos los españoles y en su día reintegrados de las pérdidas materiales que han sufrido.

Espero las órdenes de VS y la aprobación de mi conducta

Guarde a VS muchos años

Orán 17 de junio de 1881

El viceconsil de S. maj

Ruijano[?]

Grabado en La Ilustración Española y Americana, 15-7-1881 (Fuente: Hemeroteca Digital de la BNE)

Seis meses después: chiste en el Correo Español

Actualización: mayo de 2025. En un ejemplar del Correo Español (periódico de la comunidad española en Orán) de octubre de 1881 conservado en el AHN se puede leer el siguiente chiste (o diálogo costumbrista) que reproduzco literalmente.

-¿Digas, Chuano, vois anar al monte á fer esparto?

-No senyor no, no am convé pas.

-¿Y perqué? ¿No ganarás molts francos?

-Bueno, es veritat, ¿peo qu’am faré de lo diner si venen los moros y m’escabechan?

-Cá, no tinguas por, y después si te mataban donaria el gobern una forta suma á la teua viuda

-Sí, pues entonsas es molt fácil d’arreglar. Que vaja la meua mujer al monte y yo am quedaré aquí per cobrar als cuartos si es queda sens marit

Los otomanos no-musulmanes y su fin II: imperialismo europeo

Los otomanos no-musulmanes y su fin II: imperialismo europeo

El ascenso social de los no-musulmanes

Cuando el sultán Mahmud II aplastó a los jenízaros en 1826 ─el «benéfico evento» que ya se mencionó en el artículo anterior─, mandó también desterrar de Estambul a miles de artesanos y jornaleros musulmanes ─étnicamente turcos y kurdos─ al este de Anatolia y reemplazarlos por armenios de esa misma región (reténgase este antecedente para cuando se mencionen los muhacir y las masacres hamidianas más abajo). Además, la desaparición de los jenízaros erosionó el poder de los ulemas. Se puso así punto y final al antiguo orden otomano, en el que la alianza estratégica entre jenízaros y ulemas había entronizado y hecho caer a un sinfín de sultanes en el pasado.

En adelante la Sublime Puerta, moldeada por las Tanzimat como la cúspide de una nueva administración otomana basada en ministerios, fue ensanchando su burocracia para asumir las funciones propias de un estado moderno. Abolida la discriminación por razón de credo en la vestimenta y en muchos otros aspectos de la vida civil que hasta entonces habían privilegiado a los musulmanes, muchos puestos de esa creciente burocracia otomana fueron ocupados por cristianos y judíos.

La modernización del estado otomano, sin embargo, no impedía su debilitamiento militar y económico frente a las pujantes potencias europeas. Tildado «el hombre enfermo de Europa», el derrumbe del Imperio suponía tal riesgo sistémico para el equilibrio geopolítico de la época que las potencias europeas procuraron sostenerlo y apuntalarlo, o sea, que su voladura fuera controlada, gradual y pactada. Lo socorrieron militarmente cuando las tropas egipcias de Mehmet Alí alcanzaron el sudeste de Anatolia en 1839; o cuando los rusos ocuparon Moldavia y Valaquia en 1853.

También lo asistieron financieramente. La deuda pública otomana creció tanto a raíz de esta ayuda, que en 1881 la troika internacional de entonces estableció en Constantinopla una Administración de la Deuda Pública Otomana. Se trataba de un organismo paralelo a la burocracia otomana al que se encomendó la recaudación directa de varios tributos ─que suponían entre un tercio y una cuarta parte de los ingresos del Imperio─ para el pago de la deuda soberana. También se encargaba de canalizar la inversión extranjera para financiar proyectos industriales y la construcción de ferrocarriles, obedeciendo siempre a intereses foráneos. De sus miles de empleados la inmensa mayoría fueron extranjeros residentes en el Imperio y súbditos otomanos no musulmanes.

Ni que decir tiene que los inversores extranjeros priorizaron el contacto con los comerciantes cristianos y judíos del Imperio para entablar negocios y adentrarse en la economía otomana. Muchos mercaderes mejoraron así su posición social y buscaron maneras de distinguirse de sus compatriotas musulmanes. Una práctica recurrente fue la de hacerse con un pasaporte europeo para eludir las exacciones fiscales y la jurisdicción de las autoridades otomanas. Esto no implicaba un cambio de nacionalidad en absoluto, sino la obtención previa de una patente de protección de un consulado europeo interesado en extender así su influencia entre personas relevantes.

Con una patente de protección y un pasaporte europeo el sujeto en cuestión, aunque fuera otomano en origen, gozaba de ciertas inmunidades ─extraterritorialidad se prefería decir por entonces─ frente a las autoridades locales y podía someter sus pleitos comerciales a la jurisdicción de un cónsul europeo, evitar el pago de los impuestos que recaudaba la administración otomana por sus actividades mercantiles, acogerse a las mismas ventajas aduaneras que los extranjeros para importar productos, o eximir a sus hijos de prestar el servicio militar. En definitiva, quedaba asimilado a un extranjero.

Cuando el Gobierno otomano limitó esta práctica por medio del Reglamento sobre los Consulados Extranjeros de 1863, muchos cónsules europeos optaron por fingir que sus protegidos otomanos eran auténticos connacionales. Los agentes consulares españoles, por ejemplo, les siguieron proveyendo de pasaportes así como de patentes de protección bajo la falsa apariencia de certificados de nacionalidad española.

En este contexto debe enmarcarse la edad dorada de cosmopolitismo ─y desigualdad social─ que vivieron ciudades portuarias como Salónica, Estambul y Esmirna a finales del siglo XIX y comienzos del XX, donde los comerciantes judíos y cristianos se habían erigido en la élite económica de la sociedad otomana. Fue un último canto de cisne de la civilización otomana, el universo levantino del que hablé en esta otra nota.

Población del Imperio otomano en 1893, desagregada por provincias y grupos confesionales (nótese que por Catholics se alude a los miembros de Iglesias uniatas de ritos orientales ─armenios católicos, maronitas y melkitas─, y por Latins a los cristianos católicos de rito latino o romano). La capital contaba con cerca de 130.000 «extranjeros» sobre un total de 872.000 estambulitas.
Fuente: Kemal H. Karpat, «Ottoman Population Records and the Census of 1881/82-1893», en International Journal of Middle East Studies, vol. 9, núm. 3, 1978, p. 274.

De los muhacir a las masacres hamidianas

Mientras muchos cristianos y judíos otomanos prosperaban y codiciaban los pasaportes europeos, cientos de miles de refugiados musulmanes ─muhacir─ se reasentaban en un Imperio otomano cada vez más reducido. En la década de 1860, alrededor de 200.000 tártaros se vieron obligados a abandonar la península de Crimea acusados de traición por parte de las nuevas autoridades rusas. Simultáneamente, la anexión de los janatos caucásicos al Imperio ruso forzó el éxodo de buena parte de la población musulmana de la región del Cáucaso ─más de un millón de circasianos y abjasios según el mapa de abajo─. Del mismo modo, la constitución de nuevos estados balcánicos al término de la guerra ruso-turca de 1877-1878 abocó a centenares de miles de musulmanes a buscar refugio en las tierras remanentes del Imperio otomano. Así, por ejemplo, muchos musulmanes huyeron de los territorios incorporados al Reino de Serbia; a su vez, muchos serbios abandonaron la todavía provincia otomana de Kosovo por la presión ejercida por esos mismos refugiados musulmanes.

¿Y qué soldados otomanos luchaban en los campos de batalla contra las potencias europeas? Básicamente los de confesión musulmana. Pese a los logros de las Tanzimat ─la igualdad formal ante la ley sin distinciones por razón de credo─, hasta 1909 los varones cristianos y judíos lo tuvieron mucho más fácil que los musulmanes para eludir un servicio militar que podía durar hasta cinco años. Así, en la segunda mitad del siglo XIX las comunidades no musulmanas pagaban colectivamente la exención del servicio militar de sus jóvenes, una tasa llamada bedel-i askerî que si se calcula por cabeza era bastante pequeña. Nada que ver con la exención de un musulmán ─bedel-i nakdî─, que era individual y costaba 5.000 kuruş o 50 liras de oro, una suma muy considerable.

En definitiva, en la segunda mitad del siglo XIX el Imperio otomano perdió el grueso de sus territorios balcánicos, y con ellos la población cristiana que los habitaba; al mismo tiempo, en ese mismo periodo recibió más de cinco millones de refugiados musulmanes. El reasentamiento en Anatolia de muchos de estos muhacir generó fuertes tensiones con las comunidades armenias, cuyos dirigentes nacionalistas exigían más autonomía. Aupadas quizá por el creciente intervencionismo de las potencias europeas, en especial la Rusia zarista, muchas organizaciones armenias se rebelaron contra las autoridades. La actividad represiva del sultán Abdülhamid II supuso la muerte de decenas de miles de armenios otomanos en lo que la historiografía conoce como las masacres hamidianas de 1894-1896.

Una anécdota

El 21/07/1905 una organización armenia, la Federación Revolucionaria Armenia, intentó hacer volar por los aires al sultán Abdülhamid II. La bomba mató a 26 individuos e hirió a otros 58, pero el sultán salió ileso. En dicho complot había participado un joven anarquista, Edward Joris, que fue arrestado pocos días después. Fue condenado a muerte junto con otras personas ese mismo año, pero las autoridades otomanas no lo ejecutaron y dos años después lo dejaron libre. ¿Por qué? Por aquel entonces las potencias europeas imponían al Imperio otomano una aberrante desigualdad de trato, en virtud de la cual todos los extranjeros europeos residentes en el Imperio ─protegidos incluidos─ gozaban de una serie de privilegios e inmunidades frente a las autoridades otomanas. Uno de esos privilegios era el de no poder ser condenado por un juez otomano si no estaba presente un dragomán del consulado correspondiente.

Los dragomanes o truchimanes eran empleados de las legaciones y oficinas consulares establecidas en el Imperio otomano. Hacían las veces de intérpretes, consejeros e intermediarios en las relaciones de la legación o del consulado con las autoridades otomanas. Su nombre en turco era tercüman.

Edward Joris era ciudadano belga, y en el último momento el gobierno de su país dejó de colaborar con las autoridades otomanas, de modo que la sentencia contra Joris fue dictada sin la presencia del dragomán del consulado belga y no era válida a ojos del derecho internacional de la época. El Affair Joris A recibió toda la atención de la academia iusinternacionalista de su tiempo, y Joris acabó siendo puesto en libertad dos años después y regresó a su país; se fue de rositas.

Viñeta satírica en la que Leopoldo II de Bélgica, preocupado por sus masacres en el Congo, conversa con Abdülhamid II. El sultán le dice que no se preocupe, que a él no lo han «tocado» por sus masacres armenias. La viñeta fue publicada el 31/05/1905, menos de dos meses antes del atentado de la Federación Revolucionaria Armenia y el belga Edward Joris contra Abdülhamid. Fuente: Country House Essays.

La antesala de la Gran Guerra (1908-1913)

El Tratado de Berlín de 1878 no sólo había reconocido la independencia de Montenegro, Rumanía y Serbia; también estableció un principado búlgaro semindependiente y cedió al Imperio austrohúngaro la administración de la provincia de Bosnia y de la región de Sancak, territorios que sólo nominalmente siguieron siendo otomanos. Este statu quo se mantuvo hasta la revolución de los Jóvenes Turcos en julio de 1908, que precipitó la independencia búlgara y la anexión formal de Bosnia por los austrohúngaros, si bien éstos devolvieron el Sancak a los otomanos.

La revolución antedicha de los Jóvenes Turcos, liderada por varios oficiales del ejército otomano, estalló en Macedonia ─el núcleo de las posesiones otomanas en Europa─ y su triunfo supuso la restauración de la Constitución otomana de 1876, la convocatoria de elecciones en diciembre de 1908 ─que ganó el Comité de Unión y Progreso─ y que Abdülhamid II fuera depuesto por su hermano Mehmet V al año siguiente ─no sin que antes Abdülhamid intentara un contragolpe para hacerse de nuevo con las riendas del poder absoluto─. Ese nuevo régimen constitucional, que enseguida integró a los no-musulmanes en las filas del ejército, fue percibido por muchos como la prueba de que el Imperio otomano todavía podía recuperarse y modernizarse.

Sin embargo, el imperialismo europeo seguía ejerciendo su fuerza en el Mediterráneo y el norte de África. Alemania e Italia, potencias con menos de medio siglo de existencia por entonces, habían llegado tarde al reparto colonial del orbe y ansiaban nuevos territorios. Alemania ambicionaba Marruecos y esto la enfrentó a Francia en las crisis marroquíes de 1905 y 1911. Por su parte, Italia se lanzó a una agresiva campaña contra el Imperio otomano. Así, entre 1911 y 1912 tuvo lugar la guerra ítalo-otomana, que supuso la pérdida de los territorios otomanos del Dodecaneso, Tripolitania y Cirenaica ─hoy Libia─ a favor de los italianos. En el transcurso de este conflicto las autoridades otomanas decretaron la expulsión de la colonia italiana, esto es, de todos aquellos individuos con pasaporte italiano, ya fueran realmente ciudadanos de Italia o meros protegidos de ese país. Esto incluía no sólo a los inmigrantes italianos más recientes y a sus descendientes, sino también a católicos grecizados y judíos cuyos antepasados habían llegado al Imperio varios siglos antes. Muchos de estos individuos hubieron de optar por la nacionalidad otomana o por abandonar sus hogares.

Los estados balcánicos, temerosos de que las reformas del Comité de Unión y Progreso pudieran fortalecer el Imperio otomano, emularon la política italiana de agresión y hechos consumados para atacar el Imperio otomano cuanto antes y repartirse sus últimas posesiones en Europa: el Sancak, Kosovo, Macedonia, Tracia, Ióanina y Scutari. Fueron las guerras balcánicas de 1912-1913, que a punto estuvieron de enfrentar a Rusia con Austria-Hungría, desembocaron en la creación de Albania y generaron de nuevo la huida de refugiados musulmanes a Tracia oriental y Anatolia. En medio de este caos, los consulados europeos otorgaron patentes de protección a numerosa población no musulmana.

Un buen ejemplo es lo acaecido en Salónica: tras la llegada de las tropas helenas a esta ciudad otomana ─que albergaba a más de 80.000 judíos sefardíes─ en octubre de 1912, y hasta su anexión oficial por Grecia en agosto de 1913, en virtud del Tratado de Bucarest, los consulados austrohúngaro, español y portugués inscribieron en sus registros de protegidos a centenares de familias sefardíes.

En conclusión, muchos cristianos y judíos otomanos se congraciaron con las potencias extranjeras y prosperaron en un Imperio donde los musulmanes soportaban el grueso de las cargas fiscales y sacrificaban buena parte de su juventud para servir en los frentes. Esto, sumado a la continua pérdidas de territorios y a las sucesivas oleadas de refugiados musulmanes, cuyo reasentamiento en Anatolia provocó conflictos con las comunidades locales no musulmanas, que a su vez dieron lugar a rebeliones y matanzas. He aquí el inicio de un círculo vicioso de odio y resentimiento, que probablemente llevó a que muchos turcos musulmanes abrazaran la política panislamista de Abdülhamid II primero, y la ideología de los Jóvenes Turcos y del Comité de Unión y Progreso después. Los dirigentes de esta organización,  acuciados por la agresividad de las potencias europeas, acabarían por ejecutar el gran barrido del pluralismo étnico y religioso en la sociedad otomana. Pero eso ya forma parte de la siguiente entrada.

Bibliografía

  • Carlos García Muñoz, «El fin del derecho de protección en Turquía y su repercusión en los protegidos católicos del Consulado General de España en Estambul (1924-1965)», en Anuario de Historia del Derecho Español, vol. LXXXVIII (2018) y LXXXIX (2019), Madrid, 2019, pp. 445-493.
  • Will Hanley, «Extraterritorial Prosecution, the Late Capitulations, and the New International Lawyers», en Houssin ALLOUL et alia, To Kill a Sultan: A Transnational History of the Attempt on Abdülhamid II (1905), London, Palgrave Macmillan, 2017, pp. 163-192.
  • Tim Judah, The Serbs, New Haven and London, Yale University Press, 2009, 414 pp.
  • Kemal H. Karpat, «Ottoman Population Records and the Census of 1881/82-1893», en International Journal of Middle East Studies, vol. 9, núm. 3, 1978, pp. 237-274.
  • Oliver Jens Schmitt, Les levantins. Cadres de vie et identités d’un groupe ethno-confessionnel de l’Empire ottoman au «long» 19e siècle, İstanbul, ISIS, 2007, 576 pp.
  • Heather J. Sharkey, A History of Muslims, Christians and Jews in the Middle East, New York, Cambridge University Press, 2017, 394 pp.
  • Sarah Abrevaya Stein, Extraterritorial Dreams: European Citizenship, Sephardi Jews, and the Ottoman Twentieth Century, Chicago, The University of Chicago Press, 2016. 240 pp.
  • Francisco Veiga, La trampa balcánica, Barcelona, Grijalbo, 2002, 674 pp.
  • Erik Jan Zürcher, «The Ottoman Conscription System, 1844-1914», en International Review of Social History, núm. 43 (3), 1998, pp. 437-449.

El nacimiento de la República del Rif

Autor: Selim Balouati. Editado por Alejandro Salamanca.
Traducción al francés disponible en Courrier du Rif

España y el Rif

  1. La invasión española del Rif: causas y antecedentes (1848-1908)
  2. Marruecos y el Rif a principios del siglo XX
  3. Annual, 1921: muerte y nacimiento
  4. Breve historia de la República del Rif (1923-1927)
    1. El nacimiento de la República del Rif
    2. Construcción y consolidación del nuevo Estado (próximamente)
  5. Fuente primaria: Carta de Abd el-Krim a la Sociedad de Naciones (1921)

Introducción

La República de las Tribus Confederadas del Rif (en tifinagh: ⵜⴰⴳⴷⵓⴷⴰ ⵏ ⴰⵔⵔⵉⴼ) es uno de los mayores hitos de la lucha anticolonial, un hecho tan singular como sorprendente. En un momento en el que la mayor parte del continente africano y un buen número de países islámicos se encontraban bajo dominio europeo (bien como colonias o como protectorados), una confederación de rifeños al mando de Abd el-Krim consiguió derrotar al ejército colonial español y establecer una república independiente que resistió durante cinco años. Hasta entonces sólo Etiopía había sido capaz de una gesta similar, cuando en 1895 expulsó a los italianos. No obstante, Etiopía ya era entonces un Estado consolidado y además había contado con apoyo ruso y francés. La República del Rif, en cambio, no contaba con precedentes históricos cercanos y no recibió apoyo de ninguna potencia europea.

En esta serie de artículos narraremos la historia de la república rifeña más allá de lo meramente militar, centrándonos en cómo Abd el-Krim y sus seguidores trataron de establecer un estado moderno en una región tradicionalmente anárquica, donde el sultanato marroquí había sido incapaz de asegurar el control y que era conocida en los mapas como Bled es-siba, que viene a significar zona sin control.

Trataremos de reconstruir la historia de la República del Rif desde el inicio hasta el final. Si bien es un hecho histórico excepcional, el contexto que rodea este tema ha hecho que haya pasado desapercibido y que los estudios hayan sido superficiales. Al final de este artículo puedes encontrar un breve repaso a la historiografía sobre la república rifeña.

Retos y escenario tras Annual

La batalla de Annual no significó el flin del conflicto. A pesar de la victoria, Abd el Krim y sus adeptos todavía tenían que resolver la situación en varios frentes. El Rif Occidental, que iba desde Gomara hasta Larache, aún estaba en manos de los españoles, quienes lo iban a defender a toda costa con el apoyo de algunos líderes rifeños opuestos a Abd el-Krim. Por otro lado, además de mantener a raya a las potencias coloniales, Abd el-Krim tenía que ganarse el reconocimiento de las comunidades rifeñas y convencerlas para adherirse a su causa. Había jefes tribales que lo ponían en entredicho y querían continuar en favor del colonialismo español, entre quienes se encontraban rivales importantísimos como el-Raisuni, de quien hablamos brevemente aquí.

En otras palabras, tras Annual no vino la paz, sino que se desencadenaron dos procesos paralelos: los preparativos para un nuevo conflicto armado contra españoles y franceses y la construcción de un nuevo Estado en forma de república. Como se verá más adelante, Abd el-Krim trató de acabar con el antiguo sistema tribal, creando una nueva figura por encima de los líderes con mandato. Esto es algo que nunca había existido en la región y que será clave para la nueva república. 

Mapa del Rif. La zona de Gomara y el Yebala sería la zona Occidental del Rif. Extraído de: Manuel Leguineche Annual 1921: el desastre de España en el Rif

Frente español

Los españoles, al mando de Dámaso Berenguer, continuaron atacando la zona occidental del Rif tras su derrota en Annual. Durante su mandato, Berenguer trató de frenar a Abd el-Krim colocando a rifeños en puestos importantes, como fue el caso de Driss El Riffi, que administrador de la zona occidental. Tras la destitución de Berenguer como Alto Comisario de España en Marruecos, su puesto lo ocupó Ricardo Burguete. Burguete comenzó con una política de pacificación y de restitución de antiguas amistades como las del jerife el-Raisuni. Las políticas de Burguete surtieron efecto en la zona occidental dominada por los españoles, quienes comenzaron a avanzar por el frente occidental en octubre de 1922.

Al principio este avance se produjo en zonas que cuestionaban a Abd el-Krim como Beni Said y Beni Tuzin, donde el ejército español no lograría consolidar su dominio. En noviembre, Abd el-Krim infligió otra derrota a los españoles, quienes sufrieron cerca de 2000 bajas. Tras la derrota, Burguete ordenó la retirada de las tropas. Con la llegada al poder de Primo de Rivera (1923), los españoles decidieron suspender temporalmente la idea de colonizar el Rif.

Jinetes rifeños. Fuente de la imagen

Frente rifeño

En el interior, Abd el-Krim tuvo que resolver dos problemas: En primer lugar, necesitaba terminar de consolidar su dominio y enfrentarse a sus adversarios internos en el Rif occidental, ciertos líderes tribales de la zona de Gomara y el Yebala que rivalizaban con él. En segundo lugar, debía asegurar el reconocimiento de los líderes de cada tribu rifeña, algo esencial y  necesario para que no hubiera que usar la fuerza para obtener el poder y lograr la construcción del nuevo Estado. 

Los protagonistas del primer problema eran un “triunvirato” compuesto por dos jefes rifeños y un argelino: Amar Ben Hamidu, el gueznaia El Hay Bel Quish y Abd el-Kader Hach Tieb, respectivamente. Abd el-Kader jugó un papel de negociador y colaborador con los españoles llegando a mandar tropas a luchar contra aliados de Abd el-Krim. Los tres líderes presentaron una dura y continua resistencia en la zona occidental del Rif. Una de las estratagemas que utilizó Abd el-Krim para lograr contrarrestar a estos fue ir centralizando el poder pacíficamente a través del reconocimiento y cooptación de los distintos líderes tribales de forma que sus opositores encontraran cada vez menos aliados hasta quedarse solos. Así, Abd el-Krim nombró Caid de Marnisa a Ben Hamidu para acabar con su oposición y romper el trio, del cual solo Abd el-Kader continuó con el bando español. 

Abd el-Krim dio otro golpe de efecto con su victoria frente a una de las figuras más míticas del Rif, el-Raisuni, un caudillo que controlaba la zona occidental conocida como el Yebala. El-Raisuni había logrado una gran influencia dado a los altercados que perpetraba, las escaramuzas que llevaba a cabo y sus sonados secuestros, como el famoso el incidente Perdicaris: el-Raisuni secuestró a un diplomático norteamericano y causó una pequeña crisis diplomática entre los Estados Unidos y el sultán de Marruecos, que además era el primer país que había reconocido la independencia estadounidense. Tal aventura fue plasmada en una película de 1975 titulada “El viento y el león” en la que Sean Connery interpretaba a el-Raisuni.

Fotografía real de el-Raisuni

Curiosidades aparte, el-Raisuni era un notable a tener en cuenta en el Rif occidental, pues había gobernado durante más de 20 años en la zona del Yebala. El-Raisuni se había mostrado ambiguo respecto a la presencia española: a veces veía favorable la colonización española y otras no, pues exigía al gobierno español que le otorgara un alto cargo en la administración colonial. Todo cambió en 1922, cuando los españoles decidieron acabar con el-Raisuni y tomar Tazrut, la capital del Yebala, para asegurar el Rif occidental tras Annual. Tras esto, los españoles decidieron ofrecer un cargo a el-Raisuni a cambió de que este derrocase a Abd el-Krim, que amenazaba los intereses de ambas partes.

El-Raisuni

Tras una serie de ataques a las tropas de Abd el-Krim organizados por el-Raisuni, en enero de 1923 Abd el-Krim envía un ejército compuesto de 1000 hombres que logran derrotar definitivamente a el-Raisuni, que contaba con apoyo de la aviación española en la zona. Con esta victoria, Abd el-Krim se volvió incontestable y, a ojos de sus seguidores, invencible. Esta victoria no solo le proporcionó prestigio: los bienes incautados a el-Raisuni y los españoles llenaron las arcas del nuevo estado. 

Una vez solventados los conflictos con los rifeños y pacificado el Rif en todo su territorio desde Temsaman hasta Tetuán, Abd el-Krim ya podía comenzar a construir sobre los cimientos establecidos lo que sería el nuevo estado del norte de África, la República del Rif. Pero esto lo veremos en el siguiente artículo.


Apéndice historiográfico

Varias preguntas viene siendo si esta se trató de una República Independiente del Reino de Marruecos, si  fue simplemente una república transitoria hasta que Marruecos fuese descolonizado o si fue el primer conato de la lucha anticolonial marroquí incluyendo a Abd el-Krim como parte del nacionalismo marroquí. Cuestiones clave como la ideología del movimiento, sus objetivos y la gestión del líder rifeño no han sido del todo exploradas.   

Pocas son las obras publicadas sobre este periodo histórico. La gran obra sobre la República del Rif continúa siendo la obra del antropólogo norteamericano David M. Hart The Aith Waryaghar of the Central Rif: an ethnography and history, así como otra obra basada en la tesis doctoral de C.R Pennell  La guerra del Rif : Abdelkrim el-Jattabi y su estado rifeño. En cuanto  a las obras en español encontramos muy pocas, mientras que en árabe encontramos un gran catálogo marroquí y que para el cual recomiendo el articulo de Rocío Velasco de Castro.

Las obras en español no son abundantes. Este tema, al igual que la etapa colonial de España en África, parece ser objeto de una clara amnesia social y académica. Una de las primeras obras es la de Miguel Martín, El colonialismo español en Marruecos de 1973. En esta obra se menciona la República del Rif pero de un modo superficial centrándose en los escenarios políticos en España y en los partidos políticos comunistas activos en el anticolonialismo de la época.

María Rosa de Madariaga es, hasta el momento, la autora más prolífica con una intensa publicación de articulos y obras sobre España, el Rif y el protectorado. Su obra centrada en el líder rifeño Abd el-Krim El Jatabi. La lucha por la independencia de 2009 aborda el periodo de existencia de la República pero no llega a ocupar más de 20 páginas haciendo un análisis de la misma superficial. La obra más reciente de esta temática es El Rif, sus élites y el escenario internacional en el primer tercio del siglo XX (1900-1930) de 2016 de Faris el Messaoudi-Ahmed. Este  aborda el tema de manera más profunda y hace un análisis claro de las diferentes corrientes y visiones sobre este periodo histórico en la historiografía, sobre todo la marroquí.

También encontramos La República del Rif de Jesús Salafranca de 2004. Podemos decir que es la obra más completa, pues se dedica el libro enteramente a la formación de la República, a exponer las novedades y además a realizar un análisis ideológico del nuevo Estado. 

No es un catálogo extenso, mucho menos si se tiene en cuenta que la mitad de las obras citadas se encuentran descatalogadas y fuera de circulación. Además, de los autores citados sólo uno es originario de la región del Rif.

Marruecos y el Rif a principios del siglo XX

Artículo escrito por Selim Balouati y editado por Alejandro Salamanca.

Parte de la serie España en el Rif

1 – La invasión española del Rif: causas y antecedentes (1848-1908)
2 – Marruecos y el Rif a principios del siglo XX
3 – Annual, 1921: muerte y nacimiento
4 – Fuente primaria: Carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones (1921)


En el anterior artículo explicábamos las causas de la invasión española del Rif, centrándonos en factores internos de la historia y la política españolas. En el artículo de hoy hablaremos de la situación del Rif y del resto de Marruecos a principios de siglo.

Nota sobre terminología: empleamos el término «tribu» para referirnos a una comunidad social cohesionada por lazos de parentesco reales o imaginados. No se debe interpretar como una palabra valorativa o despectiva

El reino de Marruecos

A principios del siglo XX, Marruecos era uno de los pocos países africanos que todavía no había sido ocupado por las potencias coloniales europeas. Esta situación se logró en parte gracias a la hábil diplomacia marroquí, que nunco mostró favoritismo por ninguna potencia europea y procuró mantener una actitud neutral. Sin embargo, como ocurriría en muchos otros lugares, las concesiones comerciales y los acuerdos de exportación acabarían debilitando su independencia. Marruecos es el único país del continente africano que da al mar Mediterráneo y al océano Atlántico, lo que le da gran importancia geoestratégica.


Las tres grandes potencias que intentaban ejercer su influencia en Marruecos eran Alemania, Inglaterra y Francia. Inglaterra quería proteger sus intereses en Gibraltar y alejar de Marruecos a potencias hostiles. Alemania, que apenas había logrado territorios en el reparto colonial del Congreso de Berlín, aspiraba a ampliar su influencia en el país,visita del káiser a Tánger incluida. Por su parte, Francia quería evitar que Alemania se hiciera fuerte en un territorio tan cercano a sus posesiones en Argelia. Se producirían varias crisis diplomáticas entre Francia y Alemania, solucionadas tras la cesión a Alemania de parte del territorio francés en Congo.

Marruecos contaba en 1900 con aproximadamente 4 millones de habitantes. La mayoría de ellos se organizaban en torno a tribus o sociedades familiares, donde el nombre del ancestro tenía un peso notable. La principal autoridad estatal era el rey o sultán, que además tenía el título simbólico de amīr al-muʾminīn o comendador de los creyentes. Su sucesión no era hereditaria, sino que estaba determinada por un consejo de ulemas, aunque el puesto siempre recaía en un miembro de la familia alauí. Cada nuevo aspirante a sultán tenía que armar un ejército a través de redes tribales y clientelares para así ganar el título a través de la guerra con sus posibles aspirantes.

A pesar de que el sultán de Marruecos era reconocido como líder religioso y espiritual en todo el Magreb, su poder como líder político solo llegaba hasta donde su ejército real podía ir a recoger los impuestos. A principios del siglo XX, la autoridad del sultán se extendía apenas entre Tánger y Esauira, más o menos un 20% del territorio del actual Marruecos. El resto del país era conocido como Bled es Siba cuyo significado podría ser algo similar a territorios sin ley o zonas de anarquía, aunque en realidad eran simplemente zonas fuera del poder real. El Rif era una de estas regiones.

(Blanco: zonas de poder real. Gris: zonas de Bled es Siba )
Autor: Elisée Reclus, «L’Homme et la Terre»

En los primeros treinta años del siglo XX, el sultanato de Marruecos experimentó una serie de sucesiones al trono turbulentas. Uno de los primeros monarcas marroquíes que se abrieron la influencia extranjera fue  Sultán Abd el Aziz, que comenzó su reinado en 1901 (oficialmente su reinado comenzó en 1894, pero al ser menor de edad la regencia la ejercía un visir). El nuevo sultán, a quien le gustaba imitar las modas occidentales, se rodeó durante su mandato de un gabinete de consejeros europeos que le asesoraron sobre cómo modernizar el país. (¿Os suena?)

Las reformas fiscales y administrativas del sultán no agradaron a los nobles y notables marroquíes, que comenzaron una rebelión cuyo líder era el hermano del sultán, Muley Abdelhafiz. Para sofocarla, el sultán solicitó tropas a los europeos, y los franceses aprovecharon para aumentar su presencia e influencia en el país a través de acuerdos comerciales y apoyo en las revueltas internas que sufría el nuevo gobierno de Abd el Aziz. Por otra parte, se produjo un incidente diplomático entre Francia, Marruecos y Alemania, que se intentó resolver mediante la conferencia de Algeciras que se celebró en 1906 y de la que hablamos en el siguiente artículo. Dos años después, los ulemas proclamaron a Abdelhafiz, más conservador y tradicional que su hermano, como legítimo sultán.

El sultán Abd el Aziz con su famosa bicicleta. Se decía que esta era de oro y que por ella se había vendido el país a los extranjeros, una fábula que desprestigió  al joven sultán. Autor: La vie illustree

El nuevo sultán se comprometió a cumplir seis puntos: 1: Deshacerse de toda influencia europea. 2: Recuperar todas las regiones fuera de la frontera actual marroquí. 3: Abolir el acta de Algeciras. 4: Eliminar los privilegios extranjeros. 5: Gobernar sin ayuda extranjera. 6: No realizar acuerdos con extranjeros sin consultar al pueblo. Como vemos, toda una declaración de intenciones que en cierto modo ataba al sultán en materia exterior y que era un tanto irrealista dado el estado del país.

La situación con el tiempo no resultaría beneficiosa para Abdelhafiz, pues Marruecos se encontraba ahogada por las deudas (se calcula que para 1910 debía cerca de treinta y cinco millones de dólares a Francia). El poco margen de movimiento provocó que el nuevo Sultán acabase formalmente de la independencia del Estado marroquí con la firma del tratado de Fez en 1912, que convertía el país en un protectorado de Francia. Al conocer el tratado, la población de Rabat y otras ciudades se levantaron en una revuelta con el objetivo de dar muerte a todo foráneo que se encontrase en la capital, una insurrección que tuvo que ser sofocada por el ejército francés. Ese mismo año, Abdelhafiz abdicó del trono en favor de su hermano Yusuf. Desde ese momento y hasta el fin de la presencia colonial europea en Marruecos, el Sultán no sería un obstáculo para los franceses.

Portada del suplemento dominical del diario francés Le Petit Journal sobre la firma del tratado de Fez y el inicio del protectorado francés. Fuente: Biblioteca Nacional Francesa

El Rif a principios del s. XX

Tánger

Una de las pocas zonas del Rif controladas efectivamente por el sultán era Tánger. La ciudad  fue escenario de una actividad diplomática intensa que no vivía ninguna otra zona de Marruecos, pues allí se ubican todas las embajadas y consulados extranjeros. El emplazamiento de la ciudad la hizo una zona clave de paso para viajeros y reuniones diplomáticas, por lo que esta ciudad adquirió un carácter particular que la deja fuera de la cronología rifeña. queda fuera de la cronología rifeña.En 1925 la ciudad pasó a ser una “zona internacional”, es decir,administrada de forma independiente por varios Estados. Esta situación no se rompió hasta la entrada de Alemania en París durante la Segunda Guerra Mundial, momento que aprovechó el ejército español para entrar en la ciudad y gobernarla hasta el fin del conflicto en 1945, tras lo que se restauró la situación anterior finalizando en 1956. Hay que mencionar como curiosidad que la primera adquisición de gobierno norteamericano fuera de Estados Unidos fueron los terrenos donde se erigía el consulado americano en Tánger, convertido hoy día en un museo.

El Rif y los rifeños

A principios del siglo XX, la población del Rif no  llegaba a los 800.000 habitantes. Esta zona estaba relativamente libre de influencia extranjera y apenas había cartografía más allá de Ceuta, Melilla y Larache. El interior del Rif era una zona inexplorada sobre la que había muchas fábulas y mitos como por ejemplo las riquezas mineras de la zona.

La mayoría de los habitantes del Rif eran bereberes o amazigh. Apenas habían sido arabizados y conservaban su lengua y sus estructuras sociales tradicionales. El árabe era solo la lengua intelectual y litúrgica, pues tanto el Corán como los documentos oficiales siempre estaban en ese idioma. No se sabe hasta qué punto el alfabeto bereber o tifinagh había sobrevivido o cuando se extinguió. Un ejemplo de pervivencia cultural frente a la arabización es el tatuaje en el rostro femenino que continuó siendo propio de la etnia amazigh. Este símbolo de distinción social podía poseer varios significados, como la confirmación de que estaba prometida (una función similar a la del anillo de compromiso en Occidente).  

Mujer Amazigh
Autora: Farah Ali  Twitter; @farali_95 (Reproducido con su autorización)

Los amazigh se organizaban en tribus, también llamadas cabilas o cabilias. Cada una de estas era conocida por su antecesor de origen masculino o por el lugar de origen. Para designar a la tribu por el nombre del antepasado común se usan los vocablos ulad y beni que quiere decir “hijo de” o “hijos de”. Esta estructura tribal partía de un tronco inicial que se iba dividiendo en clanes surgidos a través de matrimonios o por asentamientos en determinados lugares. A pesar de las subdivisiones, podemos hablar de una sociedad relativamente igualitaria en la que las tribus se trataban de igual a igual.

El poder de cada tribu dependía del número de parientes adheridos a esta y de su afinidad o alianzas con otras.  La rivalidad entre tribus podía dar lugar a enfrentamientos, pero a pesar de ello rara vez ejercían su poder para imponerse en materias legales o jurisdiccionales. En esa época, la tribu más fuerte era la de los Beni Urriaguel, de donde procedía el futuro líder rifeño Abdelkrim. Se calcula que en 1920 contaban con algo más de 40.000 miembros. Los Beni Urriaguel fueron durante mucho tiempo la tribu dominante en el Magreb, y eran tan poderosos que raramente necesitaba la alianza de otra para resolver un conflicto.

‘Zoco a Had de Benibuifrur’, 1910. Autor: José Ortíz Echagüe (Museo de la Universidad de Navarra).

Los amazigh se regían por una ley interna llamada el urf, la cual imponía multas de carácter económico y físico, pero siempre trataba de buscar la paz entre las tribus y el respeto de las zonas comunes como los zocos. Como hemos dicho antes, el poder del sultán apenas llegaba al Rif, que era considerado uno de los Bled es-Siba o territorios sin ley. Es cierto que el sultán nombraba un Caid para que gobernase la zona en nombre de su majestad, pero este importaba poco. Se sabe que en otras regiones había un cierto temor a las delegaciones reales enviadas a recaudar impuestos, pues cuando no se les hacía caso acampaban en la zona y ejercían el bandolerismo contra aquellos que se negaban a acatar las órdenes reales, aunque no se tiene constancia de que esto sucediera en el Rif.

Fuerza cabileña

Durante mucho tiempo la historiografía puso el foco de atención en Abd el Krim y Annual, pero en realidad los rifeños nos ofrecen muchos otros ejemplos de resistencia en el siglo XX. Las cabilas rifeñas participaron en varios conflictos durante los siglos anteriores, aunque la mayoría de las veces lo hicieron como actores secundarios. La primera gran alianza tribal se fraguó con Mohamed Ameziane (1859-1912), sobre quien no hay muchas fuentes. Bajo su liderazgo, las tribus rifeñas se unieron por primera vez sin que hubiera presencia de bereberes de otras zonas del Magreb. El motivo de la unión fueron las pretensiones de un presunto heredero al trono que trató de vender las riquezas mineras del Rif a los inversores europeos.

La guardia del jefe tribal de Abadda Dar en 1922. Autor: Roger-Viollet

Todo comenzó en 1902, cuando entró en escena un tal Bu Hamara, que se hacía pasar por hermano del Sultán y Rogui, es decir, heredero legítimo al trono.  El Rogui, activo tanto en las zonas controladas por el sultán como en los “territorios sin ley”, lideró una revuelta con las tribus bereberes del nordeste de Marruecos, derrotó al ejército real y a partir de ahí se autoproclamó autoridad legal de esa zona del Magreb. Bu Hamara trató de enriquecerse estableciendo contratos con inversores alemanes y españoles. Por ejemplo, vendió el derecho de explotación de las minas del monte Afra a la Compañía española de Minas del Rif por un tiempo de noventa y nueve años.  

A pesar de su prestigio, el Rogui Bu Hamara no se había ganado la confianza de las tribus del Rif, que mostraron su malestar frente a las ventas de explotación minera y de ferrocarril a manos extranjeras. Ante esta situación, en la cual las cabilas rifeñas podían entorpecer la actividad de los extranjeros, el Rogui decidió invadir el Rif con un ejército para someter a las tribus amazigh.  Esto provocó que que las tribus rifeñas se unieran para defender sus territorios. La coalición estaba formada por los Beni Urriaguel, Bocoya, Tensaman, Beni Ammart y Beni Tuzín. Su líder fue el citado Mohamed Ameziane (en amazigh,»el pequeño» o «el menor»). No se sabe mucho sobre su vida, salvo que era el caid de los Beni Bu Gafa de Nador y jerife (descendiente del profeta) de nacimiento. La única imagen que se tiene de él es la que apareció en la noticia sobre su muerte en la revista española Mundo Gráfico.

Único retrato de Mohamed Ameziane o El Mizzian, obtenida de la revista Mundo gráfico. 22/5/1912 (Hemeroteca Digital de la BNE)

La batalla definitiva entre las tribus rifeñas y el Rogui se produjo en el río Nekor en 1907. El Rogui fue derrotado y entregado al Sultán Abdelhafiz. La victoria fue muy importante para las cabilas rifeñas, que por primera vez se habían unido contra un enemigo común que ponía en peligro la jurisdicción de las mismas en el territorio del Rif. Los rifeños aprendieron podían vencer a un enemigo al que ni el mismo sultán con su ejército real había podido derrotar, por lo que se puede aventurar que que esta primera experiencia tribal fue un antecedente de lo que sucedió en Annual en 1921. La unión tribal liderada por Ameziane estableció las bases de lo que sería la lucha anticolonial contra los españoles, que en 1909 sufrieron su primera derrota. No obstante, la prematura muerte de Ameziane en 1912 a manos de los españoles retrasaría la organización de las cabilas rifeñas frente a los invasores europeos.

Resumen y conclusiones

A principios del siglo XX Marruecos aún conservaba su independencia, a diferencia de la mayor parte de sus vecinos en el norte de África. Al mismo tiempo, era un Estado incapaz de controlar muchos de sus territorios, como el Rif. La influencia europea se notaba especialmente en la capital, en la corte del sultán y en Tánger, ciudad rifeña donde se ubicaban los consulados y embajadas extranjeras. Al igual que en muchos otros países, la penetración europea en Marruecos comenzó con la economía y la ayuda militar. Las deudas que contrajo el sultán con los franceses, a quienes había pedido ayuda para sofocar varias rebeliones, acabaron causando la pérdida de independencia del país. Esta se formalizó bajo la forma del protectorado, que era una manera suave de decir que estaban bajo el dominio de una potencia europea (dos, si contamos a España en el Rif y Río de Oro).

Por las mismas fechas, las tribus rifeñas se unían cerrando filas frente a un enemigo invasor, el Rogui Bu Hamara, quien haciéndose pasar por la autoridad legítima había vendido a los españoles y los alemanes el derecho de explotación de algunas minas. Una vez derrotado el Rogui, la coalición tribal rifeña siguió organizándose para hacer frente a los españoles, que comenzaban a realizar las primeras incursiones en suelo rifeño. Su victoria más sonada sería la emboscada del Barranco del Lobo en 1909, de la que hablamos en el anterior artículo. Esta unión tribal sería el más claro antecedente de la coalición que culminaría en la proclamación de la República del Rif en 1921.  

En este artículo hemos podido ahondar un poco más en la historia de los rifeños a principios del siglo XX, sobre la que no hay muchas fuentes. Hemos dejado fuera del texto a personajes destacados como El Raisuni, pero en cambio hemos dado espacio a Mohamed Ameziane o el Mizzian, uno de los grandes olvidados en la historia de las tribus rifeñas, que unió a las tribus frente a un enemigo común antes incluso de la llegada de los españoles. Tras su muerte, la lucha de las cabilas rifeñas se detuvo hasta la aparición de Abdelkrim, por lo que podríamos llegar a la conclusión de que la mayoría de las veces ha hecho falta un líder que aunara a las distintas cabilas. Tal vez sin ese líder la unión tribal nunca hubiera podido llevarse a cabo, como si fuera un puzzle al que le hiciera falta esa pieza final.  

Bibliografía

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  • Ángel Bahamonde y Jesús Martínez, Historia de España Siglo XIX, Cátedra: 2011
  • Sebastián Balfour, Abrazo Mortal: De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939), Península: 2018
  • Faros El Messaoudi-Ahmed, El Rif, sus elites y el escenario internacional en el primer tercio del siglo XX (1900-1930), Megustaescribir: 2016
  • Manuel Horrillo, El Rif 1921, Una historia olvidada (documental)
  • Jesús Marchán, “Costa, los congresos africanistas y la colonización agrícola en Marruecos”, en Regenerar España y Marruecos. Ciencia y educación en las relaciones hispano-marroquíes a finales del siglo XIX, CSIC: 2011 (enlace)
  • Ginés Sanmartín Solano, “La Compañía Española de Minas del Rif (1907-1984),” en Aldaba: revista del Centro Asociado de la UNED de Melilla 5, 1985, pp. 55-74 (enlace)
  • Rosario de la Torre del Río, “Preparando la Conferencia de Algeciras: el acuerdo hispano-francés de 1 de septiembre de 1905 sobre Marruecos”, Cuadernos de Historia Contemporánea 2007, vol. Extraordinario, pp. 313-320

La invasión española del Rif: Antecedentes (1848-1908)

Parte de la serie España en el Rif

  1. La invasión española del Rif: causas y antecedentes (1848-1908)
  2. Marruecos y el Rif a principios del siglo XX
  3. Annual, 1921: muerte y nacimiento
  4. Breve historia de la República del Rif (1923-1927)
    1. El nacimiento de la República
    2. La construcción y consolidación del nuevo Estado (próximamente)
  5. Fuente primaria: Carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones (1921)


Artículo escrito conjuntamente por Alejandro Salamanca y Selim Balouati

Introducción

En esta web hemos tratado el colonialismo y sus efectos en las sociedades musulmanas, tanto en casos donde hubo dominación militar por los europeos como en ocasiones donde la influencia de Occidente tuvo un carácter más indirecto. Habitualmente nos hemos centrado en los países que hoy denominamos Oriente Medio (Egipto, Levante, Mesopotamia, la península Arábiga, la meseta Irania y alguna excursión hacia la India). El Magreb, la región más cercana a la península Ibérica y con la que los españoles han tenido más contacto, ha tenido un papel secundario en esta web.  Esta serie de artículos sobre España y el Rif es un intento de remediar esto y de reflexionar sobre el reciente pasado colonial español en África.

Si bien los contactos entre el Magreb y la península Ibérica tienen una larga trayectoria, Desvelando Oriente es una web de historia contemporánea, de modo que vamos a comenzar nuestro relato a finales del siglo XIX. Nos vamos a centrar en el norte Marruecos, escenario de uno de los tres proyectos coloniales españoles tras el Desastre del 98. Los otros dos, que se desarrollaron más o menos al mismo tiempo, fueron el Sáhara Occidental y Guinea Ecuatorial, aunque fue el Rif la región que dio más problemas. El protectorado español en Marruecos se extendió hasta 1956 y ocupó un área de unos 20.000 kilómetros cuadrados en los extremos norte y sur de Marruecos, apenas un 4,69% de la superficie total del país. El resto estaba ocupado por Francia

800px-Mapa_del_Magreb_28195629.svg_

España desembarcó en el Rif en 1904 y se quedó hasta 1956, medio siglo que cambió para siempre la historia de ambas tierras, y en el que el ejército y la administración españolas cometieron numerosos abusos, incluyendo el uso de gas mostaza contra la población civil.

Los rifeños que se opusieron a la ocupación española fueron capaces de establecer un Estado independiente que resistió durante cinco años, entre 1921 y 1926. La República del Rif fue un experimento único en el Magreb y, nos atreveríamos a decir, el mundo musulmán. No tanto por su oposición al colonialismo (los argelinos ―y las argelinas― llevaban resistiendo desde 1830) o por su carácter modernizador y en cierto modo occidentalizante (en Turquía una nueva élite militar desmantelaba el Imperio otomano más o menos por esas fechas), sino porque fue el primer proyecto descolonizador que tuvo un breve periodo de éxito. Cinco años pueden parecer poca cosa, pero no olvidemos que la II República española duró lo mismo. El lustro republicano ha marcado muy significativamente la identidad de los rifeños que se oponen al régimen marroquí.

No obstante, no queremos adelantar acontecimientos. Hoy trataremos los antecedentes de la ocupación española en el Rif, fijándonos en los motivos por los que se decidió la invasión en los despachos de Madrid y en las experiencias previas durante el siglo XIX.

Las causas de la invasión

Las tropas españolas desembarcaron en el Rif procedentes de Melilla el 14 de febrero de 1908. Sin embargo, la invasión se había comenzado a gestar mucho antes. Antes de narrar las vicisitudes militares es preciso preguntarse cuáles son los motivos por los que España, que en 1898 había perdido sus posesiones en Cuba, Filipinas y Puerto Rico, decidió comenzar una aventura colonial en el norte del Magreb. A grandes rasgos, se podría decir que la invasión del Rif se produce por la combinación de tres grupos de presión: las potencias extranjeras (Francia y Gran Bretaña), la burguesía comercial y el Ejército.

La España de principios del siglo XX estaba dominada por el régimen de la Restauración borbónica, un sistema político semidemocrático (las mujeres no podían votar) en el que los partidos Liberal y Conservador se turnaban en el poder de forma análoga a como sucedía en el Reino Unido. España no pintaba mucho en la escena internacional del momento pero, al contrario de lo que se suele afirmar, la ocupación del Rif no fue un intento de recuperar el prestigio perdido. Más bien fue una mezcla de intereses geopolíticos, posibilidades de inversión y necesidad de mantener ocupados a los militares.

2809124 - copiaSección de un mapa de África del año 1901. Autor: GF Cram.

Presiones geopolíticas

En los años anteriores a la rimera Guerra Mundial, el equilibrio estratégico era un concepto fundamental en las relaciones entre países europeos. Como podemos ver en el mapa arriba, las posesiones francesas en el norte de África bordeaban todo el sultanato de Marruecos y el Sáhara español. El norte de Marruecos controlaba el acceso meridional al estrecho de Gibraltar, vital para el tráfico marítimo. Si Francia, que aspiraba a hacerse con Marruecos, hubiera sido capaz de controlar el Rif, el equilibrio de potencias se hubiera visto gravemente alterado.

Los británicos no podían permitir que Francia se hiciera con el control del Estrecho, pues además de suponer una enorme ventaja geoestratégica, podía amenazar su base en Gibraltar. Al mismo tiempo, ni los franceses ni los británicos deseaban que Alemania, una potencia emergente y relativamente nueva (la unificación alemana se había producido en 1871), pero muy activa en Marruecos, obtuviera una posible ventaja territorial. De modo que para garantizar la neutralidad del estrecho, franceses y británicos acordaron conceder una pequeña “esfera de influencia” a España en el norte de Marruecos dentro de los acuerdos que llevaron al establecimiento de la Entente Cordial en 1904.

Un año después España y Francia se repartían formalmente el territorio con un acuerdo sobre el cual podéis leer en más detalle aquí. Las presiones alemanas (y las protestas del sultán de Marruecos) forzaron la convocatoria de una conferencia internacional sobre el destino de Marruecos que se celebró en Algeciras en 1906 con la presencia de 13 países, incluyendo a EEUU y los imperios otomano y austrohúngaro. La jugada no les salió bien a los alemanes, pues solo Austria-Hungría apoyó firmemente sus posiciones y Francia y España tuvieron vía libre para actuar en Marruecos, a pesar de algunas medidas cosméticas como garantizar el comercio internacional y poner un supervisor suizo a los oficiales de policía españoles y franceses.

No obstante, no ha de entenderse que España sólo ocupó el Rif forzada por sus compromisos internacionales. Estos compromisos supusieron un incentivo y una justificación para la intervención, pero también hubo importantes factores internos que llevaron a la invasión. El más elemental era la seguridad fronteriza.  Los enclaves de Ceuta y Melilla se encuentran completamente rodeados de territorio marroquí, y en el siglo XIX se habían producido numerosas escaramuzas entre las tropas españolas y diversos grupos de guerreros bereberes, como veremos más adelante. Asegurar el territorio que rodeaba a las plazas españolas era estratégicamente una buena decisión.

Potencial económico del Rif

El Rif, dominado por la cordillera homónima, no tiene ni mucho menos un paisaje homogéneo. Además de montañas, crestas y colinas, hay valles verdes, bosques, olivares, y áreas semidesérticas. Una foto por satélite de la región, un mapa orográfico y un un mapa de precipitaciones nos ahorrarán un largo párrafo describiendo los distintos paisajes del Rif.

mapa satélite norte marruecos
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A pesar de su importancia estratégica, las posibilidades de explotación  del Rif a principios del siglo XX eran limitadas. El rudimentario estado de las comunicaciones hacía necesaria una importante inversión en infraestructuras (vías, puertos, red telegráfica)  antes de que se pudiera sacar partido económico real. No obstante, si los inversores españoles conseguían hacerse con sus derechos de explotación, las minas de hierro del monte Uxian y las de plomo del monte Afra prometían beneficios rápidos y suculentos.

El grupo de hombres de negocios que apoyaba la expansión colonial había comenzado a organizarse formalmente en 1904, coincidiendo con el convenio hispano-francés de octubre de ese año que reconocía la esfera de influencia española. Ese año se fundaron los Centros Comerciales Hispano-Marroquíes de Madrid y Barcelona. Estos centros organizaron cuatro “Congresos Africanistas” entre 1907 y 1910 en los que se debatió la mejor forma de “penetrar pacíficamente en el Rif”.

Aunque algunas crónicas describen los congresos como una sucesión de discusiones leoninas y poca acción real, se trataron temas importantes, como la organización del flujo migratorio español a África, especialmente a las colonias agrícolas de Guinea (¡vaya, quién lo diría un siglo después!); las posibilidades de compra de tierras en Marruecos, de establecer cultivos intensivos para la exportación, y de ofrecer tierras a los militares que participasen en la campaña como incentivo. Jesús Marchán, que ha investigado en detalle sobre los Congresos Africanistas, concluye que se tomaron decisiones de forma apresurada y sin una planificación detallada. Pese a todo, los centros comerciales y los congresos favorecieron el surgimiento de un grupo de presión que trató de influir al gobierno para impulsar la causa colonial (y ya de paso obtener subsidios y préstamos ventajosos para el desarrollo de infraestructuras).

En 1907, España consiguió los derechos de explotación sobre las minas de hierro, mientras que los franceses obtuvieron las de plomo. El sector minero recibió la noticia con agrado, pues la minería española de por aquel entonces estaba especializada en el hierro, que representaba el 60% de la exportación minera española a finales del siglo XIX. No obstante, los filones habían comenzado a agotarse y la posibilidad de explotar nuevas minas en Marruecos supuso un oportunidad para la industria.

La recién fundada Compañía Española de Minas del RIF (CEMR) contó con un capital inicial de seis millones de pesetas, y su proyecto inicial incluía la construcción de un ferrocarril para transportar los minerales a puerto. La CEMR fue fundada despuésde que varios inversores alcanzaran un acuerdo con Bu Hamara «el Rogui», un avispado bandolero, líder tribal y pretendiente al trono marroquí que hizo creer a los empresarios españoles que tenía autoridad real sobre las minas de Uxian y que las riquezas de dichas minas superaban las expectativas. En este artículo de Ginés Sanmartín se pueden leer más detalles y anécdotas sobre la CEMR y la reputación legendaria del Rif como región con una gran riqueza mineral.

La necesidad de distraer al ejército

Este punto es más polémico, y se trata más de una hipótesis que de una afirmación inequívoca, pero en todo caso trataremos de argumentarlo. Se puede decir que el Desastre del 98 es una de las causas de  la invasión de Marruecos. No porque España necesitara recuperar su prestigio y papel en la esfera internacional, sino porque la burguesía comercial que se había enriquecido con las plantaciones en Cuba necesitaba nuevas posibilidades de inversión.  No obstante, no se debe minimizar la importancia de la moral del Ejército. Las Fuerzas Armadas españolas, cuestionadas y duramente criticadas tras la derrota frente a EEUU, necesitaban un proyecto para mantenerse ocupadas y dejar de causar problemas e incidentes violentos en España.

El siglo XIX español se caracterizó por la constante intervención de los militares en la vida política a través de pronunciamientos, levantamientos, guerras carlistas y otros intentos de golpes de Estado. El régimen de la Restauración borbónica, instaurado en 1876, había sobrevivido durante más de un cuarto de siglo sin golpes militares. El ejército, antaño adalid de las ideas liberales y progresistas, se había convertido a finales del XIX en uno de los guardianes de las esencias tradicionales españolas, a la vez que se minimizaba su intervencionismo en política. El régimen borbónico, instaurado tras un golpe militar, debía su estabilidad al compromiso del Ejército con el proyecto político que encarnaba.

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Esta viñeta que ridiculiza a los militares causó una grave crisis constitucional en 1905

Muchos militares se habían sentido traicionados tras la derrota de 1898. Habían luchado y sufrido para defender los restos del Imperio colonial español, y a su vuelta habían sido criticados y tratados como cobardes e inútiles. Los militares se sentían injustamente tratados, y además no podían comprender por qué los políticos profesionales del gobierno hacían concesiones al movimiento obrero o a la burguesía catalanista, poniendo en juego (a su juicio) la unidad de España por la que tantos compañeros habían muerto. Una buena fuente para apreciar como surgen estas dinámicas y cómo los propios militares entendían la situación de la época es la película Raza (1942), dirigida por el dictador Franco bajo pseudónimo.

Una expedición al Rif con el objetivo de asegurar las fronteras de ceuta y Melilla era un buen pretexto para alejar a los militares del centro de la política en Madrid y reducir la inestabilidad doméstica. No obstante, el estado del ejército español en 1905 era bastante deficiente: sobraban oficiales, faltaban tropas, y apenas había presupuesto para renovar o mantener el material de guerra, ya que la mitad del presupuesto del Ejército se empleaba para pagar sueldos. (Para comparar, Sebastian Balfour ofrece en Abrazo Mortal el contraejemplo del ejército francés, donde solo una sexta parte del presupuesto iba destinada a salarios).

Lo cierto es que hasta 1923 el ejército no tuvo mucha influencia en la vida política española, o al menos la amenaza de los pronunciamientos desapareció. Sin embargo, acabó forjándose una división entre el ejército africanista y el peninsular que terminaría de cristalizar en los años de la II República. No obstante, los oficiales destinados en África no formaban un grupo homogéneo, como explica Sebastian Balfour en Abrazo Mortal.

Por otro lado, Marruecos era un escenario muy propicio para el ejército español. A todo el discurso de la Reconquista, la lucha contra el musulmán en defensa de la fe, y la necesidad de asegurar el perímetro de Ceuta y Melilla se le sumaban unos exitosos antecedentes: en la segunda mitad del siglo XIX el ejército español había cosechado dos victorias en sus enfrentamientos con las tribus y milicias rifeñas. Los vamos a ver brevemente a continuación.

Antecedentes: las guerras del XIX

La presencia militar ibérica en el norte de África se remonta al siglo XV cuando Portugal tomó con la ciudad de Ceuta, si bien el trasiego de personas y mercancías entre ambas orillas del Estrecho ha sido constante desde la Antigüedad. Además de Ceuta y Melilla, con las que España se hizo formalmente en 1640 y 1556, respectivamente, España dominó durante años ciudades como Orán (1509-1792, salvo el periodo 1708-1732), Larache (1610-1689) o fuertes como el penón de Vélez de la Gomera. De forma sorprendente, los conflictos entre españoles y las cabilas rifeñas se mantuvieron al mínimo, con alguna excepción.

El primer intento de expansión de España en Marruecos durante el siglo XIX se produce en 1848, cuando el  general Serrano ocupa las  islas Chafarinas. Los motivos de la operación fueron puramente estratégicos: tras la conquista de Argelia por los franceses en 1830, estos planeaban tomar las islas para tener una base próxima a Marruecos, lo que suponía una grave amenaza para España por la cercanía de los islotes a Almería. Ante las quejas del sultán de Marruecos, las autoridades ceutíes decidieron aumentar la línea de la ciudad y construir un reducto extramuros, lo que provocó el levantamiento de los cabileños y el ataque a las obras, donde murieron varios trabajadores españoles.

Este episodio sería el detonante de la primera guerra hispano-marroquí ( o «Guerra de África«) declarada por España, con O’donnell al mando, el 22 de octubre de 1859. La superioridad española se hizo evidente, y rápidamente las fuerzas españolas llegaron a Tetuán mientras la marina bombardeaba Tánger o Larache. Preocupada por Gibraltar, Gran Bretaña decide prestar ayuda al sultán de Marruecos y facilitarle los fondos para pagar la indemnización que exigía España. La guerra fue breve; en abril de 1860 se firma la paz. Aunque los éxitos materiales fueron escasos, la victoria supuso una gran inyección de moral para el lado español. Según Ángel Bahamonde y Jesús Martínez, la guerra causó un gran impacto (positivo) en la opinión pública y alimentó una «exaltación nacional en letargo desde los días de la Guerra de la Independencia»

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La Batalla de Tetuán, un descomunal óleo de Mariano Fortuny, testigo de la guerra.

La siguiente intervención española en Marruecos, llamada Guerra de Margallo por la muerte del general homónimo, tuvo lugar tres décadas después, en 1893-94. El detonante fueron, de nuevo, las obras de expansión de una de las plazas españolas, Melilla. Los cabileños locales habían solicitado a las autoridades españolas que detuviesen la construcción de un fuerte en la zona de Rostrogordo cercano a una kubba (mausoleo con cúpula ) donde se encontraba un morabito muy venerado. Los españoles hicieron caso omiso, y las cabilas se rebelaron, sin obedecer al sultán de Marruecos (en el próximo artículo hablaremos de la complicada relación entre el poder central y las tribus rifeñas y marroquíes).

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Tira cómica sobre la guerra, 1893.

Tras siete meses de cruento conflicto, el sultán fue capaz de negociar su cese, otorgando a España la razón y el permiso para construir el fuerte.  Otra de las cláusulas de la paz firmada incluía el derecho de España a supervisar la elección de los caídes en el Rif, lo que podría leerse como un primer intento de expandir la influencia española más allá de Ceuta y Melilla. No obstante, la zona no estaba sometida al sultán, de modo que este difícilmente podía asegurar el cumplimiento de dicha cláusula. Al mismo tiempo, España estaba centrada en controlar a los independentistas cubanos, de modo que no prestó excesiva atención al Rif hasta la década posterior.

Conclusiones

En este primer artículo hemos tratado de analizar las causas por las que España planeó y ejecutó la invasión del Rif en 1908. El primer motivo es geopolítico: como potencia modesta, España permitía garantizar la neutralidad del Estrecho de Gibraltar, una solución de compromiso que agradó a los principales poderes europeos: Francia, Gran Bretaña y, en menor medida, Alemania. Al mismo tiempo, los militares españoles se mostraban preocupados por la seguridad de Ceuta y Melilla.

La segunda razón por la que España intervino en Marruecos fue por las posibilidades de obtener beneficios económicos. Un nutrido grupo de comerciantes y empresarios, muchos de ellos debilitados por la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, vieron en Marruecos una enorme oportunidad económica, dada su cercanía y una supuesta riqueza mineral. Los empresarios africanistas organizaron congresos y empresas destinadas a explotar las riquezas tanto del Rif como de Ifni, Sáhara y Guinea Ecuatorial. Estamos en plena época del imperialismo capitalista, al fin y al cabo.

La tercera causa fue la necesidad de ocupar a los militares para evitar problemas domésticos. Marruecos se presentaba como un escenario muy propicio para las campañas militares, tanto por su cercanía y por el relativo subdesarrollo de las milicias locales como por las leyendas épicas sobre la Reconquista, la guerra contra el infiel y el recuerdo de las victorias en 1860 y 1894.

Estos tres factores (diplomático, económico y militar) se conjugaron para que el gobierno de España plantease una intervención en 1908. No obstante, tendréis que esperar al siguiente artículo para leer los detalles de la misma y una descripción más detallada de las dinámicas internas en el Marruecos de principios del siglo XX.

Bibliografía básica

Ángel Bahamonde y Jesús Martínez, Historia de España Siglo XIX, Cátedra: 2011

Sebastián Balfour, Abrazo Mortal: De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939), Península: 2018

Faros El Messaoudi-Ahmed, El Rif, sus elites y el escenario internacional en el primer tercio del siglo XX (1900-1930), Megustaescribir: 2016

Manuel Horrillo, El Rif 1921, Una historia olvidada (documental)

Jesús Marchán, «Costa, los congresos africanistas y la colonización agrícola en Marruecos», en Regenerar España y Marruecos. Ciencia y educación en las relaciones hispano-marroquíes a finales del siglo XIXCSIC: 2011 (enlace)

Ginés Sanmartín Solano, «La Compañía Española de Minas del Rif (1907-1984),» en Aldaba: revista del Centro Asociado de la UNED de Melilla 5, 1985, pp. 55-74 (enlace)

Rosario de la Torre del Río, «Preparando la Conferencia de Algeciras: el acuerdo hispano-francés de 1 de septiembre de 1905 sobre Marruecos», Cuadernos de Historia Contemporánea 2007, vol. Extraordinario, pp. 313-320

Annual, 1921: muerte y nacimiento

Nota: El  autor de este artículo es Selim B., máster en historia contemporánea por la Universidad de Valencia. Mi labor se reduce a algunos aspectos de edición y a preparar las imágenes. Mi agradecimiento a Selim por este artículo, que ha sido revisado en julio de 2021.


El desastre de Annual es uno de los hitos históricos más negros de la historia reciente ejército español. La prensa internacional de la época informaba con cierta perplejidad de cómo un ejército europeo y moderno había sido derrotado estrepitosamente por unas bandas de guerreros tribales norafricanos que apenas disponían de medios. En España, además del duelo y la consternación por las casi 15.000 bajas (la mayoría de ellos reclutas forzosos), el desastre tuvo gran influencia en la historia política: el golpe de Estado de Primo de Rivera (1923) tuvo lugar casualmente justo el día en el que se presentaba ante el Congreso el  Expediente Picasso, el cual revelaba los fallos que llevaron a la derrota en Annual. En el ámbito militar, la famosa Legión Española, creada a imagen de la Legión Extranjera Francesa, surgió para hacer frente a la dureza de los rifeños. En cuanto al Rif, Annual posibilitó el establecimiento de la ‘República’ de Abd el Krim, y además sirvió de inspiración a diversos movimientos y líderes anticoloniales de diversas partes del continente africano.

La ocupación del Rif ocurrió la época posterior al Congreso de Berlín y al surgimiento del «nuevo imperialismo», en la cual los Estados europeos emprendieron ambiciosos proyectos coloniales. Además de los beneficios económicos derivados del comercio y la explotación de recursos naturales, se pensaba las colonias reforzaban el sentimiento de prtenencia a la nación y además aportaban una válvula de escape para el descontento interno. Numerosos estudios aseguraban que en la región rifeña se podrían realizar explotaciones mineras de materiales como el hierro, y en un contexto tan turbulento como el de la Restauración española, repleta de huelgas, sublevaciones campesinas y magnicidios, una victoria sobre los rifeños supondría un motivo de orgullo nacional. No obstante, podéis leer más sobre la época en esta sección de la web.

Mapa Rif
Fuente: Ricardo Fernández de La Reguera y Susana March, El desastre de Annual

Contexto internacional

Para situarnos en el marco histórico, hay que comprender que lo que acontece el norte de África es ante todo una competición entre potencias coloniales. A finales del XIX, las potencias europeas se repartieron el continente africano en el Congreso de Berlín y otras conferencias (sobre la colonización británica y francesa durante dicho periodo hablamos brevemente aquí). El norte del Magreb era fundamental para Europa por su posición geográfica al sur del estrecho de Gibraltar, especialmente relevante tras la apertura del canal de Suez en 1869. Tal era la importancia geoestratégica del norte de Marruecos que en 1906 se convocó una reunión en la que se decidiría quien sería la potencia encargada de controlar el área: la  Conferencia de Algeciras, en la que se delimitaron las zonas de influencia españolas y francesas.

No es casualidad que la zona del Rif, donde se sitúan Ceuta y Melilla, se le dejará a España bajo la forma de protectorado. España no era una gran potencia ni tampoco un firme aliado de ningún Estado europeo, por lo que era un Estado que no infundía temor y tenía un carácter político internacional marcadamente neutral, lo que garantizaba el equilibrio. De haber caído en manos de las potencias del momento (Alemania, Francia o Inglaterra), el Rif y el estrecho de Gibraltar podrían haberse convertido en auténtico polvorín. Además, para España esto suponíare aparecer en el panorama internacional con un nuevo proyecto imperial tras la derrota frente a los Estados Unidos en 1898 y la pérdida de las posesiones españolas en el Caribe y Filipinas. España administró el Rif en calidad de protectorado desde 1912 hasta 1956. En teoría, esta era una forma de gobierno que respetaba los órdenes locales, siempre y cuando no interfirieran en los intereses del colonizador, de modo que la ocupación no significaba un cambio tan radical para la comunidad local.

España llega al Rif

La ocupación española del nuevo territorio, que se sumaría a sus colonias ya establecidas en continente Africano (Sahara Occidental, Guinea Ecuatorial y Sidi Ifni), se iniciaría desde las ciudades de Ceuta y Melilla. Estas plazas marcarían la forma de dividir el territorio: Melilla sería el epicentro de la zona del Rif Oriental, mientras que Ceuta sería del Rif Occidental. El ejército y el gobierno español eran conscientes del desconocimiento que tenían sobre la región y lo limtado de sus efectivos y recursos, así que optaron por una estrategia de «penetración pacífica» o «acción política». Este método consistió en sobornar o pagar a los jefes tribales para que aceptaran el dominio español; un ejemplo sería el padre de Abd el Krim, de la cabilia Beni Urriaguel. La violencia quedó reservada para las cabilias reacias a la presencia española. La estrategia de penetración pacífica no fue especialmente exitosa, y algunos grupos rifeñis se dieron cuenta de la debilidad española e iniciaron la resistencia armada.

La Semana Trágica de Barcelona ese mismo año tuvo como detonante la percepción de que los reclutas de la leva militar, integrada en su mayoría por jóvenes de familias de clase obrera, iban a un destino que no olía muy bien. Se produjo un “efecto boomerang”: lo que parecía un elemento que sería clave para la unión y honra nacional se volvió en contra del Estado con numerosas protestas. Ni los políticos, ni los militares, ni la propia corona se encontraban del todo cómodos con la situación en el Rif, aunque por suerte para ellos, la situación se iría calmando con el paréntesis fruto de la Primera Guerra Mundial. Durante este conflicto España, neutral, no tuvo restricciones al comercio y además sacó provecho de las minas de wolframio y otros minerales, lo que hizo que en los años de la Gran Guerra hubiera cierta bonanza económica. Mientras tanto en el Rif, España no expandió sus posesiones, pero se dedicó a afianzar las plazas que había logrado dominar, como por ejemplo la ciudad de Nador, y a negociar a través de sobornos con aquellas tribus o familias tribales que no se habían sometido, aunque no logró obtener éxito. Muchas tribus fueron reacias a aceptar sobornos del invasor y mucho menos a dar apoyo a los europeos. Los jefes tribales estaban influídos por los clérigos religiosos y sobre todo en ese momento por la  controvertida figura de El Raisuni, quien defendía que no había que cejar en la defensa de la tierra y del pueblo musulmán frente a los cristianos.

Si el denominado Rif Oriental era relativamente desconocido para los españoles, todo lo contrario sucedía con la zona occidental, dominada por ciudades marítimas con gran peso comercial comercial como Tetuán y Tánger. Además del comercia, en el siglo XIX comercial hubo dos conflictos bélicos entre los españoles y los rifeños  cuya zona de batalla serían las colindantes a esta región. Sumado a ello nos encontramos con el fascinante personaje de El Raisuni. El historiador David S. Woolman lo describió como “una combinación entre Robin Hood, un barón feudal y un bandido”. Este gobernaba, por su poder y por mano del sultán, la zona conocida de Yebala o el Rif Occidental. El Raisuni se había mostrado ambiguo respecto a la presencia española: a veces veía favorable la colonización española y otras no, pues exigía al gobierno español que le otorgara un alto cargo en la administración colonial.

Abd el Krim

Abd el Krim era hijo de un sheij (notable) perteneciente a la cabilia Beni Urriaguel, correspondiente a la zona de Alhucemas, concretamente a Axdir. Su padre fue un destacado comerciante y en un inicio favorable al protectorado español, enviando a sus hijos a España para formalizar sus estudios. Abd el Krim pronto se hizo un hueco en la sociedad melillense, llegando a trabajar como secretario e intérprete en la oficina de Asuntos Indígenas en la ciudad. El fundador y director del diario El Telegrama del Rif le había nombrado redactor jefe de las páginas en árabe de su periódico

Abd El Krim
Abd El Krim. Fuente: El Mundo

A pesar de su buena posición social, las relaciones entre los Jattabi y los españoles acabarían deteriorándose.  La familia se posicionó a favor del bando alemán y turco en la primera Guerra Mundial (de hecho hubo contactos entre los Jattabi y los alemanes en Marruecos), y publicó una serie de artículos criticando el colonialismo francés. Estas dos últimas acciones supuso el ingreso de Abd el Krim en la prisión de Melilla en 1915, tras un deshonroso juicio en el que no se aportaron pruebas concluyentes que fundamentasen la sentencia. Tras salir de prisión, Abd el Krim huyó de Melilla rumbo a su hogar, Axdir. A su llegada no tuvo todo el apoyo de la harka (conjunto de escisiones de una misma tribu, en este caso los Beni Urriaguel), pues tanto él como su familia eran vistos como pro-españoles, aunque las victorias militares como la de Abarrán hicieron cambiar de pensamiento al resto de rifeños. Abd el Krim nunca escondió que deseaba para su tierra el impulso y la modernización europea. Si inicialmente había apoyado a españoles, decía, era por las posibilidades de inversión económica y modernización de la región.

Abd el Krim es el actor clave de la lucha anticolonial rifeña, ya que fue el primero que trató de construir un nuevo estado en la región. Anteriormente,  la motiavación de las cabilas rifeñas que se habían opuesto a los españoles era por mantener el status social, por no ser controlados por la religión enemiga, o por obtener un pago mayor por parte de los españoles. Abd el Krim supone toda una renovación ideológica.

Desastre para unos, victoria heroica para otros

En 1920, Silvestre tomó posesión del cargo de Comandante General de Melilla e inició un avance con el objetivo de hacerse con Alhucemas en un tiempo corto y de manera efectiva. Aunque no se puede reducir a un solo motivo, ya que es un tema complejo en el que abundan los matices, se puede concluir que un aspecto crucial para explicar la derrota española fue la precipitación en el avance. La acometida liderada por el General Silvestre se fue procediendo a la vez que estiraba la línea militar, que fue dilatándose hasta Annual, un importante campamento del ejército en su avance hacia Alhucemas. Entre Melilla y este campamento había tres puntos claves separadas en unos 31 km entre sí, y en torno a él un anillo formado por otros pequeños fortines. Cada fortín contaba con una guarnición que variaba entre cien y doscientos soldados, de los cuales casi la mitad eran rifeños que luchaban por España. En la costa se habían ocupado las dos posiciones de Sidi Dris, cercana a la desembocadura del río Amekran, y Afrau.

El 17 de Junio se inicia el asedio del enclave español en Igueriben por parte de las tropas rifeñas. Este suceso hizo que se tomaran medidas en el campamento de Annual, pero ya era demasiado tarde. Los rifeños, con Abd el-Krim al mando, fueron concentrándose alrededor de Annual. Las tropas españolas se encontraban desmoralizadas tras la noticia de la caída de Igueriben, mientras los rifeños obtenían una victoria importante, y eran conscientes de que eran capaces de enfrentarse de tú a tú al ejército colonial. Cinco días después, los rifeños hicieron acto de presencia en el campamento, que horas antes se había comenzado a evacuar de manera ordenada.

El temor y la sorpresa por la aparición rifeña provocó el temor entre los soldados españoles causando un caos total. No hubo resistencia ni defensa, sino que el ejército colonial acampado en Annual se retiró en desbandada. Ante la casi nula resistencia, los insurgentes rifeños provocaron unas bajas cercanas a los 10.000 españoles y 2.500 rifeños que luchaban con ellos. Por ello, Annual se recordó como desastre, un terrible y oscuro episodio en la que España salió gravemente herida nivel nacional, con el cuestionamiento de la corona y el golpe de Estado de Primo de Rivera como consecuencia directa.

Para los rifeños, la victoria de Annual supuso el nacimiento de un nuevoa era, pues pasaron a ser habitantes de un nuevo Estado, un estado creado por y para los rifeños: la República del Rif (1921-1925). El nacimiento del nuevo estado puede otorgarse totalmente a Abd el Krim, pues el resto de los cabileños se hubieran conformado con hacer retroceder el avance español para volver al estado anterior de Jefes tribales o cadíes. Sin embargo Abd el Krim supo que volver a la situación previa solo provocaría la vuelta de los europeos para civilizar a los bárbaros. Esta República no fue improvisada, pues Abd el Krim ya había revelado en varias entrevistas la intención de otorgar a los rifeños un gobierno y una bandera. Apenas un mes después de Annual, Abd el Krim definió la estrategia  a seguir para la creación de una República y logró que los líderes tribales la aceptaran.

La República del Rif tuvo una constitución de 40 artículos (constitución que no se conserva, pues fue incinerada con la llegada de los españoles en el desembarco de Alhucemas en 1925) y un día nacional de la independencia fechado el 18 de septiembre. También se intentó establecer de una sanidad, educación y moneda propias. El breve Estado rifeño no paraba de impulsar leyes y medidas. Los rifeños pueden jactarse de que, en una época en que la tendencia era ser colonizado, fueron capaces de liberarse de la colonización y además crear una república que intentó modernizar una región que se podría catalogar de tribal, en la que no hubo derramamiento de sangre y que fue todo lo modernista que pudo hasta su final.

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Bibliografía

Fuente primaria: Carta de Abd el Krim a la Sociedad de Naciones, traducida por Kamal Boutarfas.

Rosita Forbes, El Raisuni, sultán de las montañas.

Manuel Leguineche, Annual: el desastre de España en el Rif

María Rosa de Madariaga, Marruecos, ese gran desconocido.

J. Pando, Historia secreta de Annual.

J. Salafranca, La República del Rif.

Documentales:

El laberinto marroquí, en Intermedia

Intervencionismo español en Marruecos. El desastre militar de Annual, en YouTube

 

Fuente primaria: Abdelkrim y la Sociedad de Naciones (1921)

Texto traducido por Kamal Boutarfas. Introducción por el autor de este blog.

Introducción

Hasta el momento, en esta página me he centrado en Oriente Medio y apenas he prestado atención al Magreb. Sin embargo, hoy voy a hacer una excepción para introducir un documento histórico muy interesante y hasta cierto punto relevante en la actualidad.

La guerra del Rif es uno de esos conflictos a los que no hemos prestado la atención debida en las escuelas. Normalmente se ve únicamente como contexto del golpe de Primo de Rivera y como «escuela» de los generales africanistas que después protagonizarían la guerra civil, pero nunca reflexionamos sobre las causas y consecuencias del conflicto y de su efecto en la población local. Yo mismo no conozcco mucho sobre ella, a pesar de que sea una campaña colonial española en uno de nuestros países vecinos. Es un tema que tengo pendiente, y por lo tanto no me voy a extender, ya que hay muchos otros que han escrito más y mejor que yo.

A principios del siglo XX, la población del Rif, al norte del actual Marruecos, se sublevó contra la presencia colonial española y francesa y contra el sultán de Marruecos. El principal líder de la rebelión fue Abd el-Krim (o Abdelkrim), cuya biografía es interesantísima. Los rifeños consiguieron establecer una república independiente entre 1921 y 1925, aunque no fue reconocida internacionalmente. La rebelión rifeña fue finalmente aplastada por la alianza militar entre España y Francia, que emplearon métodos muy violentos, incluyendo ataques aéreos con gas mostaza.

Bandera de la república del Rif
Bandera de la República del Rif. Fuente: Wikimedia

En 1921 Abdelkrim enviaba una carta a la Sociedad de Naciones (organismo formado tras la primera guerra Mundial que precedió a la ONU). La Sociedad de Naciones, creada por las potencias occidentales con el objetivo de resolver conflictos por la vía diplomática a nivel global, no fue capaz de evitar ninguna agresión colonial durante el periodo de entreguerras. De hecho, sancionó la ocupación de muchos territorios que habían estado en manos de alemanes y otomanos. La fórmula legal fueron los Mandatos, uns protectorados encubiertos cuyo objetivo era ayudar a los países administrados a alcanzar su indpendencia. (Hablo de los mandatos franceses y británicos en Oriente Medio aquí)

El Rif es uno de los precedentes de lo que después sucedería con la invasión japonesa de Manchuria y la campaña italiana contra Etiopía. La carta que analizamos hoy tendrá ecos en el famoso discurso de Haile Selassie en la Sociedad de Naciones quince años después. Resalto algunos fragmentos llamativos en negrita. Especialmente interesante es, como señaló el traductor, que Abdelkrim diferencie a los rifeños del resto de africanos. Esto refleja de algún modo la ideología imperante entre las potencias occidentales durante la época, que consideraban que los no-europeos no estaban preparados para autogobernarse de forma independiente.

Fotografía de Abd El KrimAbdelkrim. Fuente: El Mundo

En la actualidad en la región del Rif se están produciendo numerosas protestas contra el régimen marroquí a causa del abandono de la región, donde no hay suficiente inversión en educación, sanidad e infraestructuras, así como por la marginación que sufren los habitantes de la zona, mayoritariamente amazigh (o bereberes). El majzén ha respondido con represión, militarización, amenazas y el encarcelamiento de los líderes del movimiento Hirak. La diáspora rifeña está muy activa y organizada, y una gran ola de solidaridad recorre las redes. Se han convocado manifestaciones y acciones en España y el resto de Europa. Muchos activistas rifeños escriben en español y podéis encontrar muchísima información sobre el movimiento en Internet. Al final del artículo dejo una lista de twiteros que os pueden interesar.

Uno de los referentes históricos del movimiento es la República del Rif. Durante las últimas semanas la carta de la que hablamos hoy ha circulado por la twitsfera rifeña. Os dejo con el texto de la carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones, traducida por Kamal Boutarfas, que muy amablemente me ha dado permiso para publicarla aquí. Podéis encontrarle en Twitter con el pseudónimo Ayrad.

Carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones

Nosotros, el Gobierno de la República del Rif, instaurado en julio de 1921, queremos declarar y hacer ver a los países participantes en el acuerdo de Algeciras en 1906 que las altas ambiciones que auspiciaron dicho tratado no pueden ser llevadas a cabo, cosa que ya la historia evidenció tiempo atrás, y esto debido a una premisa inicial falsa que afirma que nuestro país, el Rif, es parte de Marruecos. Nuestro país es geográficamente parte de África, y sin embargo es una entidad claramente individual, y por lo consiguiente se ha diferenciado étnicamente del resto de etnias de África, mezclándose con europeos y fenicios hace cientos de años resultado de la migración. Nuestra lengua también se diferencia claramente del resto de lenguas, de la marroquí, la africana o de otras. Porque nosotros, los rifeños, nunca hemos sido marroquíes, del mismo modo que los ingleses no pueden considerarse a sí mismos alemanes, y tal vez esta mezcla étnica es lo que nos hace más parecidos a los ingleses en cuanto a nuestra fuerte convicción en la independencia y en nuestro deseo de estar en contacto con el resto de las naciones del mundo. Hacemos un llamamiento, mediante este comunicado, a todas las naciones de cualquier parte del mundo para que vengan y descubran nuestras regiones ignotas, y para que las visiten mediante científicos, geólogos, químicos e ingenieros, con motivos comerciales y sin ninguna intención militar.

Defendemos nuestra tierra contra la invasión de las fuerzas españolas que nos obliga a la guerra con la excusa del acuerdo de Algeciras, pero este acuerdo declara la independencia del Sultán de Marruecos, su soberanía, la salvaguarda de sus territorios, la independencia de su economía sin diferenciación alguna, y nosotros estamos de acuerdo con los dos puntos anteriores con relación a sus tierras, por ello llamamos a algo parecido para nuestro Rif que nunca ha pagado impuesto alguno al Majzén, ni tampoco recibe por parte de éste ayuda o subvención para el desarrollo del Rif. Aspiramos a establecer la libertad económica sin diferenciación en nuestra república, y para ello hemos nombrado a un representante económico para desarrollar la gran riqueza de nuestro país y hacer un llamamiento a los distintos agentes económicos de todas las naciones para que prevalezca la regla de orden, paz y prosperidad.

En julio de 1921 hicimos constar a los embajadores ingleses, americanos, franceses e italianos en Tánger que hemos establecido la República del Rif, y que no despreciamos embarcarnos en una guerra legítima contra España en defensa de nuestra independencia, y que perseveraremos en ello hasta obtener la paz, la libertad y el reconocimiento de nuestra independencia con todos sus territorios; desde los límites fronterizos con Marruecos hasta el mar Mediterráneo y del río Muluya hasta el océano Atlántico. Y llamamos a todos los países a establecer servicios consulares y diplomáticos en la sede de nuestro actual Gobierno, en Ajdir, se les dará todas las facilidades y serán bien recibidos.

Firmado: Mohamed ben Abdelkirm El-Jattabi

Fuentes

  • Primera: Aquí está tanto el texto en árabe como su traducción al francés.
  • Segunda: En este periódico digital marroquí (AnwalPress) aparece el texto en árabe junto con más información sobre la República.
  • Tercera: En este otro periódico electrónico marroquí (Alaoual) aparece parte de dicha carta.

Rifeños en Twitter

No es una guía exhaustiva, ni mucho menos, pero si queréis saber lo que se cuece por la región son una mejor fuente que yo. Gente joven, muchos de ellos residentes o nacidos en España, que twitean en castellano sobre el Hirak, el Rif y otros temas de interés. Si veis que falta alguien, indicádmelo y será añadido a la lista.

La colonización europea de Oriente Medio

 La historia es esencial para comprender el origen de muchos de los conflictos que hoy día parecen «eternos», como la disputa por Cachemira entre India y Pakistán o las «divisiones sectarias» entre los árabes del Levante Mediterráneo.  Este artículo es un resumen de la historia colonial de Oriente Medio (1757-1948), centrada en la evolución de la «percepción» europea sobre la región, la penetración comercial y la colonización del Indostán y los países árabes. Este no es un texto académico sino más bien divulgativo, con el objetivo de contextualizar futuros artículos. De nuevo, es una revisión actualizada y mejorada de una sección de mi Trabajo de Fin de Grado (2014), con añadidos y omisiones para hacer la lectura más agradable. Para conocer lo que sucede en el XIX en los países no colonizados, recomiendo leer Movimientos de Reforma II

Existe una versión en vídeo (resumida) de este artículo. Pincha aquí para acceder a ella.

Introducción

1650-1950Evolución política de Oriente Medio 1650-1950. Elaboración propia a través de los mapas de Geacron

            Durante los siglos XVIII y XIX, época de esplendor de los llamados “imperios de la pólvora” de Oriente Medio (con sus tres grandes dinastías, los Otomanos, los Safávidas y los Mogoles), el Occidente europeo empezaba a despuntar económicamente, siendo desplazados los países del sur de Europa por los del centro y norte. Holanda, Francia y Gran Bretaña superaban a España y Portugal y redoblaron su búsqueda de nuevos mercados y tierras que conquistar.

            Paralelamente, el imaginario europeo se transformaba y la misión civilizadora sustituiría al cristianismo evangelizador como motor y justificación de la expansión colonial.[1] La “diferencia imperial” que antes separaba a la cristiandad europea de los países islámicos se convirtió en “diferencia colonial.” Es decir, durante los siglos XV-XVII, la época de los Austrias y la lucha contra los turcos en el Mediterráneo, se percibía a los habitantes del norte de África y Oriente Medio como un “otro” igualmente poderoso, aunque los cristianos pensasen que eran superiores moral y religiosamente. Sin embargo, a partir de siglo XVIII se empezó a ver a los países e imperios de Oriente Medio como sociedades despóticas, débiles, necesitadas de buen gobierno y por tanto colonizables. La colonización al fin y al cabo se suele justificar como una especie de tutela paternalista, un servicio humanitario. Si durante la Edad Media y el Renacimiento los musulmanes eran caracterizados como sujetos pérfidos, viles y condenados al infierno por infieles, pero capaces de raciocinio y entendimiento, a partir del siglo XVIII empiezan a ser percibidos como seres atrasados, primitivos, salvajes, que aún no habían alcanzado su madurez.

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Los imperios de la pólvora hacia el 1600. Rojo-Otomanos. Violeta-Safávidas. Verde-Mogoles. Fuente: Ballandalus

            Todo esto pasaba bastante desapercibido para los habitantes y gobernantes de los distintos imperios de Oriente Medio, que no percibían ninguna señal de decadencia o atraso. Es más, seguían convencidos de ser el centro del mundo, países ricos donde la ciencia y la técnica brillaban, protagonistas de un “renacimiento”, una nueva época de esplendor que sepultaba el recuerdo de los invasores mongoles que arrasaron los campos y ciudades de la región. Aunque muchas de las dinastías gobernantes surgidas tras la desintegración del imperio de los janes (inglés: khan) eran de origen turco-mongol, acabaron asimilándose a las culturas locales, aun manteniendo las distancias. Quizá el ejemplo paradigmático sean los mogoles de la India, descendientes de un heredero de Gengis Jan en Asia Central, dinastía que se integró perfectamente en las tradiciones y la cultura del Indostán, manteniendo cierta armonía entre hindúes y musulmanes y patrocinando la construcción de maravillas como el Taj Mahal.

            No quiero detenerme demasiado en la historia de Oriente Medio durante los siglos XVI-XVIII, pero para sintetizar y resumir, podemos considerar que era una época de estabilidad política, con cierta unidad cultural (islámica), sin grandes guerras, conflictos territoriales o hambrunas severas. No era un mundo ideal, por supuesto, pero los gobernantes de los imperios de la zona tenían bastante confianza en sí mismos y en ningún momento sospecharon de los comerciantes y exploradores europeos que empezaban a asentarse en sus tierras. No esperaban que los barbilampiños e idólatras habitantes de lejanas tierras fueran a alterar de ninguna manera el equilibrio político, económico y social que habían alcanzado.

Corte de Fath Ali ShahLa corte de Fath Ali Shah (~1815). Los representantes británicos, con las obligatorias medias rojas que debían llevar los invitados a la corte de los Qajar, tratan de pasar desapercibidos entre la multitud.

 La colonización económica

            Occidente no entró en Oriente Medio solo mediante la conquista, sino también a través del comercio y la injerencia en la política interna, dinámicas que comenzaron en el siglo XVI. De hecho, a menudo la penetración económica precedió la conquista política, como en el caso de la India. La colonización europea de los países islámicos fue lenta y protagonizada por distintos actores, fundamentalmente Francia, Gran Bretaña y Rusia. No siguió un plan de acción predeterminado, si bien hubo un cierto acuerdo entre las distintas potencias europeas por el reparto de las zonas conquistables y colonizables. También hubo episodios de enfrentamiento y “guerra fría” por las famosas “esferas de influencia”, siendo la más famosa el Gran Juego por el control de Asia Central.

 “Dejemos clara una cosa: la penetración europea en el mundo musulmán nunca supuso un choque de civilizaciones (…) En esta época de colonización, la <<civilización europea=»»>> nunca estuvo en guerra con la <<civilización islámica=»»>>. De hecho, a partir de 1500, los europeos llegaban al mundo islámico principalmente como comerciantes ¿Qué menos amenaza podía haber?”.[2]

            Además de comerciantes, llegaron asesores y técnicos, que influyeron decisivamente en las decisiones de los gobernantes. En 1598 dos británicos, los hermanos Sherley, consiguieron llegar a Persia, y vender a Shah Abbas, el mayor de los monarcas safávidas, cañones y armas de fuego de fabricación occidental, comprometiéndose a asesorarles técnica y estratégicamente. Los persas “veían en las armas y los asesores procedentes de una isla lejana, diminuta e insignificante del oeste de Europa la solución perfecta”. Así empezó la costumbre de otorgar a asesores europeos el mando del ejército persa,[3] tendencia que con los Qajar (1798-1920) continuaría, convirtiéndose el apoyo de las potencias extranjeras en uno de los pilares de la dinastía.

            La forma en la que solían proceder las potencias europeas era intentar asegurar una serie de «concesiones» económicas. Esto es, que el monopolio de la venta de algún producto la tuvieran los agentes comerciales de dicha potencia, o que extuvieran exentos del pago de aduanas y aranceles. Esto solía ser acompañado por el status de extraterritorialidad, es decir, que los naturales de las potencias extranjeras, en el caso de que cometieran algún delito, no fueran juzgados por los tribunales del país donde ocurriese el delito, sino por los de su país de origen. En la práctica esto se tradujo en bastantes abusos y crímenes que quedaron impunes, generando bastante odio entre los locales. La contrapartida a estas concesiones eran pagos únicos o periódicos de importantes sumas de plata u oro. Si algo caracterizaba a los imperios de la pólvora (sobre todo el Otomano y el Safávida) era la escasez de metálico, problema que se agravó con la entrada al mercado europeo de toneladas de metales preciosos procedentes de  América. La construcción de infraestructuras y la modernización de los ejércitos precisaba de mucho capital, y este capital se obtuvo a costa de malvender los recursos locales a las potencias europeas. Esta práctica no es exclusiva de Oriente Medio, de hecho se dio en Latinoamérica durante todo el siglo XIX y también en España (minas de Río Tinto y demás).

            Sin embargo, por “colonización” se suele entender la mera conquista militar. La colonización política de los países musulmanes puede dividirse en tres etapas. En la anterior a 1830 sería dominado el antaño poderoso Imperio mogol y las demás regiones del subcontinente indio; desde 1830 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial los países árabes del norte de África fueron sometidos; tras la Gran Guerra, las antiguas zonas dependientes de los otomanos (el Levante y Mesopotamia) pasaron a ser tuteladas por Francia y Gran Bretaña. En esta clasificación no entran las campañas del Imperio ruso contra los Otomanos, que eran bastante periódicas. Véase por ejemplo la lista de guerras ruso-turcas. A continuación se resumen la colonización de la India y los países árabes, dejando la expansión rusa para otro momento.

Indostán (1757-1947)

            La colonización de la India comenzó con el establecimiento de la Compañía Británica de las Indias Orientales en 1757 y su progresiva toma de control del subcontinente, llegando a reclutar ejércitos (los denominados cipayos) y a controlar la fiscalidad, manejando como títere al sultán mogol y a otros gobernantes menores hasta el motín de 1857.[4]  Posteriormente, los británicos trataron de conquistar el Hindu-Kush (Afganistán) en tres ocasiones con el objetivo de ejercer una mayor influencia sobre Persia, pero fueron rechazados. (Véanse Historia de Afganistán y II ). La dificultad de invadir y mantener el control de Afganistán ha sido experimentada después por los Soviéticos y Americanos.

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Expansión de la colonización británica del Indostán y área del motín de 1857. Fuente: kenyonimperialismproject2009

            Tras el citado motín, en el que hindúes y musulmanes se unieron contra el dominio británico,[5] la administración de la compañía fue sustituida por una directamente dependiente del Estado británico. Las élites musulmanas, encabezadas por Sayyid Ahmad Khan, trataron de reconciliarse con las autoridades coloniales y distanciarse de los hindúes,[6] estrategia que les funcionó hasta la Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra causó una fractura en las relaciones entre los musulmanes indios y el Imperio británico, pues se había declarado la guerra al califa nominal del islam (el sultán otomano) y además se estaba enviando a cipayos musulmanes a luchar contra otros musulmanes. En la década de 1919 emergió el Khilafat movement, un amplio movimiento de masas de carácter pan-Islámico y anticolonial que se alió con el  Congreso Nacional Indio encabezado por Ghandi y que puso en jaque a la administración colonial británica durante varios años, perjudicando gravemente la economía imperial con un boicot a los textiles ingleses.[7]

            Sin embargo,  las tensiones entre las comunidades musulmana e hindú, alimentadas por años de estrategias británicas de divide et impera (como por ejemplo la discriminación del idioma urdu en favor del hindi en las oposiciones a la administración pública), resurgirían con fuerza en las siguientes décadas, hasta la retirada de los ingleses en 1947 y la creación de una “patria” para los musulmanes indios (aunque más de la mitad de esos musulmanes quedasen fuera de esta nueva patria). El Plan de Mountbatten (el funcionario británico encargado de la partición) dividía la India en dos estados, uno para los musulmanes y otro para los hindúes y sijs. El nombre de Pakistán significa «tierra de los puros», pero hay quien dice que proviene de las iniciales de los territorios integrados (Punjab, Afganistán, Kachemira, Indo -el río- y Baluchistán)

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Plan de Mountbatten, 1947. Por desgracia no puedo citar la fuente, ya que la desconozco.

             Tanto en la historiografía europea tradicional como en la pakistaní se presenta la partición del Hindustán entre Pakistán y la India como un suceso inevitable,[8] pasando generalmente por alto la enorme tragedia humana que supuso, con 10 millones de desplazados y más de un millón de muertos. No obstante, una nueva corriente revisionista trata de demostrar que la creación de Pakistán no se trata a una necesidad histórica debida a la existencia de dos comunidades irreconciliables, sino que estas solo existían de forma definida en las mentes de los líderes,[9] siendo la partición causada por la prisa de los ingleses y la intransigencia de los representantes del Congreso Nacional Indio y la Liga Musulmana (dos partidos políticos) en las negociaciones para acordar la organización y constitución del nuevo estado indio (de hecho, las regiones que conformarían Pakistán son aproximadamente las mismas en las que la Liga Musulmana había obtenido mayoría).  A pesar de todo, Pakistán nació con una constitución secular; la islamización del país no se produciría hasta más adelante.

Países Árabes (1830-1948)

             En el siglo XVIII, con la excepción de la península arábiga, la mayoría de los territorios árabes se encontraban bajo el control otomano, al menos de forma nominal, aunque lo cierto es que tanto en la península arábiga como en Egipto el poder de los sultanes otomanos era muy limitado. El primer intento de conquista por parte de las potencias europeas fue organizado por Napoleón en 1798, con su expedición contra Egipto, narrada en primera persona desde el lado musulmán por el historiador al-Jabarti. El proyecto francés continuó después en los países del Magreb tras la conquista francesa de Argelia en 1830 y el establecimiento de un protectorado sobre Túnez en 1881. El protectorado, junto con la apertura forzada a los mercados internacionales, sería la forma habitual de incorporar los países árabes al dominio colonial. La Conferencia de Berlín de 1884 consagró el “derecho” europeo a la colonización de África, trazándose muchas de las fronteras artificiales que hoy dividen el continente.

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Reparto de África entre las potencias europeas. Fuente: Karl Addis’ site

               Dos años antes, en 1882,  Egipto, un país que se había adherido de forma decidida al comercio con Europa y al desarrollo económico inspirado en patrones occidentales, era invadido por Gran Bretaña como reacción a una revuelta dirigida por las élites tradicionales del país, que había expulsado a la troika franco-británica que gestionaba las finanzas egipcias desde la bancarrota declarada en 1875.[10] A pesar de que aparentemente los pagos de la deuda no se habían detenido con el nuevo régimen (según informaban los diplomáticos alemanes), el gobierno de Gladstone, animado por la prensa sensacionalista y temeroso de perder el control de Suez, invadió Egipto y estableció un protectorado. El último soldado británico se retiraría en 1954.[11]

             La consolidación definitiva del dominio colonial sobre los países árabes llegó tras la derrota de los otomanos en la Primera Guerra Mundial y el establecimiento de los mandatos de la Sociedad de Naciones, que repartían las colonias de los derrotados entre las potencias vencedoras. Así, se establecieron los “mandatos de tipo A” sobre el mapa modificado de la administración otomana, creándose las modernas fronteras de Iraq, Palestina y Jordania, otorgadas a los británicos, y Siria y Líbano, obtenidas por los franceses. Estos “mandatos” reflejan fielmente el imaginario occidental, la misión civilizadora que las potencias europeas se arrogaban sobre otras culturas y civilizaciones.[12]  Así, los mandatos de tipo A eran teóricamente una tutela durante varias décadas hasta que “el país pudiera valerse por sí mismo”, aunque en la práctica supuso la división de los países del norte del Mashreq en torno a criterios estratégicos en el juego de potencias y la instauración de regímenes títere, que impidió para muchos autores occidentales y árabes el surgimiento de un Estado árabe fuerte una vez libres del control turco.[13] Los movimientos anti coloniales se sucedieron durante el siglo XX, desde la fallida “revolución” egipcia de 1919 a la rebelión de Palestina de 1936, en la que el nacionalismo árabe y la solidaridad pan-islámica comenzaron a tomar fuerza.

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Mandatos de la Sociedad de Naciones, 1919. Fuente: Wikimedia

             Para explicar el actual caos en Siria y el Levante Mediterráneo se suelen citar otros tres tratados o pactos. El primero es el «Acuerdo Sykes-Picot» entre Francia y Gran Bretaña, en el que se repartían las antiguas tierras otomanas en dos esferas de influencia: el norte para Francia y el sur para los británicos. El segundo es la «Declaración Balfour«, en la que los británicos prometían al movimiento sionista la «creación de un hogar nacional judío en Palestina», significase eso lo que significase. (Hogar nacional no significa Estado). El tercero fue la correspondencia entre Hussein, jerife hachemita de la Meca, y Mac-Mahon, un emisario británico. Se le prometió a Hussein el reconocimiento de un reino árabe independiente a cambio del apoyo contra los otomanos en la Primera Guerra Mundial. El más famoso agente colonial fue Lawrence de Arabia, que sirvió de enlace entre Hussein y los británicos. (Más información sobre la familia hachemita en Arabia Saudí II y III)

             Los británicos, en efecto, tenían tres acuerdos contradictorios. La solución final no satisfizo a árabes y sionistas, pero sí a franceses e ingleses, que aumentaban sus imperios con «mandatos» que debían supervisar. A los descendientes de Hussein los británicos les otorgaron los reinos de Jordania e Irak, tras la desastrosa experiencia de Faisal en el Reino de Siria, ocupado por los franceses. Irak y Jordania obtuvieron su independencia en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, tras asegurarse los británicos que los gobiernos que establecieron allí les fueran favorables. Los franceses fueron más reticentes a conceder la independencia a Siria y Líbano (cuyas fronteras fueron dibujadas y reconfiguradas en numerosas ocasiones), y hasta el fin de la guerra no reconocieron a dichos estados. En general, franceses y británicos utilizaron la vieja estrategia del «divide and rule» (dividir y gobernar), en la que privilegiaban a unas minorías étnicas, religiosas o lingüísticas sobre otras con el objetivo de conseguir una administración colonial nativa afecta, y de crear descontento comunal para presentar el dominio colonial como única alternativa al caos y la violencia sectaria.

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Revuelta Palestina de 1936. Fuente: Palnarrative

             En Palestina no se creo un «hogar nacional judío», pero las potencias europeas favorecieron la inmigración y el asentamiento de judíos. El antisemitismo creciente en Europa animó a muchos a buscar tranquilidad en la «tierra prometida», y el movimiento sionista colaboró con distintos gobiernos europeos (incluído el alemán) para aumentar el flujo migratorio. Los migrantes llegaban con capital, y lo que solían hacer era comprar tierras a terratenientes absentistas árabes (habitualmente jeques de Arabia). Estas tierras solían estar ocupadas por campesinos palestinos, pero los colonos judíos querían cultivar las tierras ellos mismos, de modo que se produjo un contínuo éxodo rural de palestinos hacia las ciudades. Por si fuera poco, los británicos privilegiaron a los judíos para trabajar en la administración del mandato. El descontento cristalizó en la revuelta de 1936, que merece un artículo aparte.

             Finalmente, en 1948 los británicos decidieron salir del Levante mediterráneo deprisa y corriendo. Al igual que en la India, tomaron decisiones precipitadas que crearían numerosos problemas, pero se lavaron las manos. Sin embargo, todo lo que sigue (creación del Estado de Israel, conflicto árabe-israelí, consagración del nacionalismo pan-árabe y del pan-islamismo, triunfo del partido Baath, victoria de Nasser contra británicos y franceses por el dominio de Suez, caída de la monarquía de Egipto…) no entra dentro del periodo colonial, de forma que no lo analizaremos en este artículo.

             Este artículo, como he dicho en la introducción, es meramente orientativo y divulgativo, e incurre en generalizaciones y simplificaciones, necesarias para mantener la fluidez del texto. Algunos de los temas tratados aquí se desarrollaran en detalle más adelante. La «colonización económica» de Irán y las turbulentas relaciones del país con Occidente, por ejemplo, está detalladas en otra sección de este blog. Las citas y referencias de este artículo provienen de mi TFG,las partes del texto sin referencias son de nueva creación. Aún así, puedo proporcionar bibliografía al que esté interesado en saber más o ponga en duda la veracidad de lo escrito. Cualquier duda, queja o sugerencia, en los comentarios.


Referencias bibliográficas

[1]     Alex Padamsee, Representations of Indian Muslims in British Colonial Discourse, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2005.

[2]     Tamim Ansary, Un destino desbaratado, p. 255.

[3]     Ibídem, p.  257.

[4]     Pati, Biswamoy, “Historians and Historiography: Situating 1857” en Economic and Political Weekly, Vol. 42, No. 19 (12 de mayo de 2007), pp. 1686-1691

[5]     Peter Robb, “On the Rebellion of 1857: A Brief History of an Idea”. en Economic and Political Weekly, Vol. 42, No. 19 (12 de mayo de 2007), pp. 1696-1702.

[6]     Shan  Mohammad, Writings and speeches of Sir Syed Ahmad Khan , Bombay, Nachiketa Publications, 2006.

[7]     K. H. Ansari, “Pan-Islam and the Making of the Early Indian Muslim Socialists” en  Modern Asian Studies, Vol. 20, No. 3 (1986), pp. 509-537.

[8]     Carlos H. Hernández, “La evolución de Asia y África desde 1945 hasta el final del siglo XX” en Javier Paredes (dir.), Historia universal contemporánea, Barcelona, Ariel, 2010. p. 1062.

[9]     Mushirul Hasan, “The Partition of India in Retrospect”en India’s Partition: Process, Strategy and Mobilization, Nueva Delhi, Oxford University Press, 2001, pp. 1-23.

[10]     R. C. Mowat,  “From Liberalism to Imperialism: The Case of Egypt 1875-1887” en  The Historical Journal, Vol. 16, No. 1 (Mar., 1973), Cambridge University Press, pp. 109-124.

[11]     John S. Galbraith y Afaf Lutfi al-Sayyid-Marsot, “The British Occupation of Egypt: Another View” en International Journal of Middle East Studies, Vol. 9, No. 4 (Nov., 1978), pp. 471-488.

[12]     W.M, Roger Louis, “The Era of the Mandates System and the None-European World”, en Hedley Bull yAdam Watson (eds.),  The Expansion of International Society, Oxford, Clarendon Press,  1985, pp. 201-210.

[13]     Un buen estudio del debate académico entre los autores árabes sobre la construcción del Estado-nación es: Youseef Choueiri, Modern Arab Historiography: Historical discourse and the nation-state, Londres, Routledge, 2003.