Hoy vamos a hablar de un pequeño país que suele pasar desapercibido en las crónicas sobre Oriente Medio, pero que sin embargo es un microcosmos muy ilustrativo sobre la región. Es un artículo cortito y divulgativo que trata de dar una visión general sin entrar en muchos detalles.
Bahréin, un pequeño archipiélago en el Golfo Pérsico, suele ser descrito como una de las economías árabes más desarrolladas. Fue uno de los primeros países donde el petróleo fue descubierto y explotado, y también fue uno de los primeros países en diversificar su economía al darse cuenta de que sus reservas eran limitadas y no durarían para siempre. Con un boyante sector financiero y rentables industrias de transformación, Bahréin puntúa alto en indicadores económicos como el PIB per cápita o el índice de desarrollo humano. Además, su mano de obra nativa está bien cualificada y es menos reticente a integrarse en el sector privado. No obstante, el reino de Bahréin depende de su principal socio comercial, Arabia Saudí, y requiere inversión extranjera para seguir siendo competitivo.
Por este motivo, Bahréin, como la mayoría de monarquías de la península arábiga, invierte ingentes cantidades de dinero en campañas de relaciones públicas: organización de conferencias internacionales, grandes eventos deportivos como el gran premio de Fórmula 1, y un equipo olímpico integrado por atletas de élite nacionalizados a golpe de talonario. Paralelamente, los al-Jalifa, la familia real de Bahréin, mantienen relaciones más que cordiales con las monarquías europeas, lo que les hace mejorar su imagen apareciendo en la prensa rosa rodeados de lujo y aristocracia occidentales. A pesar de que la monarquía tiene por las riendas al gobierno y controla (por ley) la mitad del parlamento, Bahréin aparece en la prensa como una monarquía constitucional, mucho más tolerante y progresista que su vecina Arabia Saudí.
La rotonda de la Perla, foco de las protestas de 2011. Fuente: Wikimedia
Sin embargo, hay un relato alternativo sobre este grupo de islas bastante incómoda para su familia real. Una visión centrada en la represión estatal, la discriminación, la censura y las restricciones políticas. En 2011, el año de la “primavera árabe”, las calles de Manama y otras ciudades de Bahréin se llenaron de manifestantes exigiendo mejores condiciones económicas y una mayor libertad política (demandas que podemos entender si leemos el informe de Human Rights Watch de 2010), aunque más tarde se llegó incluso a exigir el fin de la monarquía. Las protestas fueron reprimidas brutalmente, y por primera vez hizo su aparición como fuerza antidisturbios el “Escudo de la Península”, una fuerza militar conjunta de los países del Consejo de Cooperación del Golfo, aunque en este caso solo colaboraron Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
Desde entonces, el gobierno de Bahréin ha seguido recortando libertades y cientos de activistas, disidentes y personalidades de la sociedad civil han sido detenidas. Ha habido llamadas periódicas a la acción y oleadas intermitentes de protestas, lo que a su vez ha intensificado la represión gubernamental. Este año ha sido prohibido el principal grupo opositor, el Wefaq, y su líder, el clérigo chií Ali Salman, ha sido encarcelado y despojado de su nacionalidad.También han sido arrestados dos activistas que criticaron en la red el apoyo de Bahréin a la intervención saudí en Yemen.
La rotonda fue destruida por el gobierno en un intento de eliminar todo recuerdo de la insurrección de 2011. Fuente: The Guardian
La situación, aún así, no es esencialmente nueva. Un informe de 1985 ya afirmaba que “desde 1975, los habitantes de Bahréin han vivido bajo un estado virtual de emergencia que ha enterrado todas las formas de oposición política.» En los 80, tal y como hoy, el principal grupo de la oposición era chiita. Sus preocupaciones no eran exclusivamente religiosas sino sobre todo políticas y económicas. (Aunque hubo también algunos que intentaron emular la revolución iraní, sin mucho éxito). También hubo manifestaciones y revueltas en los 90.
La mayoría de los medios occidentales, si es que hablan de Bahréin, muestran sus conflictos internos como un reflejo del “cisma” entre suníes y chiíes que supuestamente está afectando el mundo árabe. Por tanto, según esta visión, la oleada de protestas de 2011 fue provocada por la alienación de los chiitas, que son la mayoría de la población pero se encuentran excluidos del gobierno y de las fuerzas de seguridad, donde solo pueden trabajar suníes. Este relato, según algunos críticos, tan solo beneficia a la familia real, que se nutre de él. Además, no es del todo preciso.
La rotonda de la perla, también conocida como Lulú, se ha convertido en un símbolo de resistencia al gobierno y la familia real. Foto: Amal Khalaf
Es cierto que el gobierno está integrado exclusivamente por suníes, y hasta cierto punto han tenido éxito al retratar a la oposición como conspiradores chiíes pro-iraníes que amenazan la estabilidad y la seguridad del régimen. En efecto, la mayoría de los chiíes, sea cual sea su nivel económico, desconfía de un gobierno que les niega oportunidades. Por el contrario, no todos los suníes son firmes partidarios de la familia real. Muchos de ellos participaron en las manifestaciones de 2011, especialmente los de capas sociales más bajas (se hicieron virales unas pancartas en las que se leía «ni suní ni chií: bahreini» ). Esto es problemático para los al-Jalifa. La estabilidad de su gobierno dependerá de su habilidad para mantener a los suníes leales y sumisos, alentando las divisiones sectarias y el recelo mutuo. Divide y vencerás.
Bahréin es un aliado geopolítico crucial para Occidente, ya que es la sede de la Quinta Flota estadounidense. Antes de eso, fue uno de los socios más destacados del Imperio Británico en el Golfo Pérsico, una relación que este año está siendo commemorada. Desde su independencia en 1971, el archipiélago ha sido gobernado por los al-Jalifa, que ya llevaban en el poder desde finales del siglo XVIII. Bahréin mantiene fuertes relaciones con las demás monarquías del mundo árabe, que les han suministrado fondos en época de crisis y ayuda militar, y que no estarán dispuestos a dejar caer a la familia real.
Europa, mientras tanto, mira para otro lado. La estrategia de los tres monos puede ser buena a corto plazo, pero podría dañar seriamente las relaciones diplomáticas en caso de que el régimen cayera. Aunque eso no parece que vaya a suceder próximamente. El tiempo dirá.
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Americans for Democracy and Human Rights in Bahrain