Los pasados días lunes 10 de octubre y martes 11 se celebró un interesante encuentro internacional en la Universidad Autónoma de Madrid. Su título era Imagen e imaginario España – Irán: miradas y representaciones, y consistía en una serie de ponencias y debates centradas en la visión de Irán en España y viceversa, a cargo de diversos académicos de la UAM y de la Universidad Allameh Tabataba’i de Tehrán.
Por desgracia, el encuentro no fue muy publicitado, más allá de carteles dispersos por la facultad de letras de la UAM. Si no me llega a avisar una amiga, no me hubiera enterado. La web de la UAM ofrece una descripción muy escueta, y la web del proyecto IPESP en el que se enmarcaba el encuentro lleva medio año sin ser actualizada. Najmeh Sobeiri, una de las ponentes, se quejaba con razón de que este tipo de iniciativas no suelen superar los muros de la famosa “torre de marfil” académica y trascender a la prensa. Para remediar esto os voy a ofrecer este breve resumen basado en las notas que tomé ese día (de modo que puede haber errores y omisiones). La difusión de este blog es muy modesta, pero mejor algo que nada. Por motivos laborales solo pude asistir a la primera jornada, de modo que me voy a centrar en las ponencias del lunes. El público era reducido, pero el ambiente muy agradable.
Embajadas y misiones diplomáticas en los siglos XV-XIX
El primer bloque de exposiciones, moderado por Fernando Camacho, se centraba en la historia diplomática de la época moderna. No tenía título, pero el que le he dado se ajusta bien, yo creo. La principal fuente primaria para el estudio de estos periodos, además de los documentos oficiales, son los libros de viajes. La primera ponencia fue un interesante resumen introductorio, y las dos siguientes se centraban en personajes concretos.
El país de Irán a través de la diplomacia española. Una larga historia
En la primera ponencia, Fernando Escribano Martín nos presentó las distintas misiones diplomáticas entre España y Persia desde la Edad Media hasta finales del siglo XIX. El periodo más intenso de contacto fueron los siglos XVI y XVII, ya que la monarquía hispánica y la dinastía safávida de Irán tenían un formidable enemigo común: los turcos otomanos. El antecedente, sin embargo, es la célebre Embajada a Tamerlán de Ruy González de Clavijo. Esta misión diplomática, que tuvo lugar entre 1403 y 1406, fue ideada por Enrique III de Castilla para estudiar las posibilidades de una alianza contra los turcos entre su reino y la poderosa dinastía Timúrida (de origen mongol) que dominaba la meseta irania y Asia central por aquel entonces. Si bien la alianza no se concretó, el resultado fue uno de los primeros libros de viajes europeos y el primero en lengua castellana.
Los safávidas ascendieron al poder en Irán en 1501, y su dinastía coincide temporalmente con la de los Austrias en los reinos españoles. El interés mutuo entre ambas monarquías, sin embargo, no cristalizaría hasta el siglo XVII, que nos dejó múltiples informes y dos libros de viajes, el de García de Silva y Figueroa (el primer europeo en identificar el cuneiforme como un sistema de escritura, hecho que se suele atribuir a Pietro de la Valle) y las Relaciones de Juan de Persia (un embajador de los safávidas que se convirtió al catolicismo y se quedó en Castilla). Ambos serían tratados en las ponencias posteriores.
Aprendí cosas muy interesantes en la exposición de Fernando Escribano, como que los famosos hermanos Shirley (los primeros occidentales en llegar a Irán e instalarse como asesores y consejeros en la corte safávida) no eran leales agentes de la corona británica (como se suele asumir), sino aventureros, comerciantes y buscavidas católicos (en un momento en el que ser católico en Inglaterra era bastante peligroso), que de hecho trabajaron para diversos reinos.
El último viajero en el que se centró Escribano fue Adolfo Rivadeneyra. Hijo de un famoso editor, uno de los gobiernos de la Primera República le encomendó viajar a Persia para estudiar las posibilidades comerciales con los Qayar, con la promesa de que costearían la publicación de un libro con sus impresiones. A su vuelta, la República había sido derrocada, y los gobiernos de la Restauración se desentendieron de Rivadeneyra, que por suerte disponía de los medios económicos para publicar su obra. Podéis encontrar un detallado artículo sobre Rivadeneyra escrito por el propio Escribano Martín en este enlace. Como ejemplo de la desidia de la administración española, nos enseñó un cuadro de corte orientalista inspirado en las impresiones de Rivadeneyra en Irán… erróneamente titulado «Escena de Marruecos» y situado en la secretaría del Ministerio de Administraciones Públicas.
Adolfo Rivadeneyra en Dizful. Grabado realizado sobre un cuadro de J. L Pellicer. Fuente: Asiriología UAM.
Las crónicas de Don García de Silva y Figueroa, embajador de Felipe III en la corte de los Safávidas de Persia.
La segunda ponencia estuvo a cargo de Najmeh Shobeiri, doctora en Literatura por la UCM y directora del departamento de Filología Hispánica de la universidad Alameh Tabataba’i. Shobeiri amplió con mucho detalle la introducción que nos había hecho Fernando Escribano sobre García de Silva tratando de responder un interrogante: ¿fue un viaje inútil?
El viaje se produjo entre 1614 y 1619. El contexto de la época es importante: los safávidas estaban en guerra por los otomanos. Recordando el susto que los turcos habían dado a los cristianos (el siglo anterior habían llegado a las puertas de Viena), el Shah Abbas I mandó una carta al Papa y a los principales reyes europeos proponiendo una alianza para estrangular a los turcos en dos frentes. Para explorar las posibilidades de esta alianza, así como reanudar las relaciones iranio-portuguesas y controlar las ambiciones inglesas, Felipe III mandó a Persia a García de Silva, un militar y diplomático de su confianza, acompañado de un impresionante séquito cargado de regalos. Además de la misión diplomática, García de Silva tenía otro objetivo en mente: conocer la cultura y las costumbres de los persas y explorar sus ruinas y reliquias del pasado.
A diferencia de la mayoría de aventureros y viajeros que llegaban a Irán en esa época, de Silva era un hombre culto e ilustrado, con intereses no puramente comerciales. Su estilo literario, afirmaba Shobeiri, es refinado y de calidad. El diplomático describe en su libro las semejanzas entre España e Irán, desde los paisajes hasta la arquitectura, pasando por la hospitalidad (¡tan diferente en nuestra tierra en comparación a otros países europeos!), que atribuía al pasado islámico de España. El libro de de Silva y Figueroa es especial porque habla de cosas que ningún otro europeo menciona, como los juegos y deportes practicados por los persas, la vida en la corte, la vestimenta, la gastronomía, el carácter de la gente, etcétera. Mientras que los hermanos Shirley y demás se centran en los recursos, productos y las posibilidades militares y comerciales, de Silva se centra en aspectos sociológicos. Era un humanista y Abbas I, uno de los pocos monarcas inteligentes y decentes que ha habido en la historia de Irán (según Najmeh Shobeiri) supo reconocer su calidad humana.
A continación nos narró una anécdota fascinante: El shah Abbas y de Silva y Figueroa estaban un buen día hablando de festivales y tradiciones en sus respectivos países. Abbas contó a D. García en qué consistía la Ashura (que de hecho ha sido esta semana), y el embajador español la comparó con la Semana Santa católica, también un periodo de lamento y penitencia. La descripción de los rituales católicos, de las procesiones con velas y de los costaleros, entusiasmó al shah, que decidió incorporar algunos de esos elementos a la Ashura chií. El resultado es una tradición sincrética, incorporando elementos ajenos a la cultura irania que resultan sorprendentemente similares a la Semana Santa. Shobeiri demostró su argumento con fotografías de los rituales español e iraní, apuntando que las velas no son tradicionales en los rituales chiíes. El parecido es innegable.
La «Semana Santa» iraní, con costaleros y todo. Fuente: Wikimedia
Esta revelación fue lo mejor de todo el día, al menos para mí. Najmeh Shobeiri continuó su exposición explicando que el siglo XVII fue el primer periodo de contacto intenso entre las culturas persa y europea, el «puente». Abbas I, afortunadamente, fue un monarca bastante tolerante a la vez que piadoso. Bajo sus órdenes se contruyó la catedral cristiana de Isfahán (es preciosa, buscad fotos). El shah fue el primero en «inaugurar» la iglesia, participando en el ritual y bebiendo el vino consagrado. Como penitencia por beber alcohol, fue andando descalzo hasta Mashad (que está bastante lejos).
La embajada de de Silva y Figueroa, en definitiva, fue muy provechosa, no tanto desde un punto de vista político y comercial, sino en otros aspectos más intangibles, principalmente culturales y literarios. La ponencia fue interesantísima y estuvo muy bien estructurada, me encantaría poder leer la tesis doctoral de Najmeh Shobeiri algún día. Su español era impecable, y además era muy simpática.
Relaciones de Don Juan de Persia: Representación de la cultura persa en la narración y descripción en el género libro de viaje.
Baharak Akradlu nos ofreció la última ponencia de este bloque, centrada en la obra del enigmático Juan de Persia, un contemporáneo de García de Silva. Por desgracia, se me había pasado el efecto del café de la mañana, así que mis notas sobre este tema son más escasas. Uruch Beg, nombre original de Juan de Persia, era un noble iraní, sobrino del primer embajador Safávida a Europa, que se quedó a vivir en Valladolid. No se sabe por qué decidió quedarse en España, ni por qué se convirtió del chiísmo al catolicismo, ni siquiera se sabe si si fue él el que llegó a escribir el libro, aunque Akradlu cree que sí. Llegó en 1601 y el libro fue publicado en 1604.
Las Relaciones están dividias en tres partes. En la primera parte se detallan brevemente las motivaciones del autor (dar a conocer la tierra de Persia al rey Felipe III) y se da información sobre la geografía y la política de Irán, así como la religión, los recursos, la cultura, la tecnología, etcétera. En la segunda parte se narran las guerras de persia contra los otomanos que, recordemos, eran el principal motivo por el que europeos y safávidas intercambiaban embajadores. La tercera parte se centra en el viaje de Don Juan, su vida y los dos compañeros que decidieron quedarse con él, que también se convertirían y se bautizarían como Don Felipe y Don Diego de Persia.
Uno de los elementos más interesantes de la obra es el «yo». Don Juan escribe como si fuera español, constantemente contraponiendo un «nosotros» hispano frente al «otro» persa. Esto puede deberse a que la obra estuviera escrita para el rey, o que Don Juan quisiese reafirmar su españolidad. Uruch Beg era de Isfahan, y «los de Isfahán son muy listos«, concluyó Akradlu, de forma que puedes esperarte cualquier cosa de ellos.
La verdad es que este tema era quizá el más enigmático e interesante (¿cómo y por qué un noble persa decidió dejar a su familia en Irán y quedarse en Valadolid adoptando el catolicismo?), pero como contaba, empezaba a estar cansado y dejé de tomar notas. En todo caso, para el que sienta curiosidad por la obra, la Junta de Castilla y León la ha subido a internet muy amablemente una edición de 1946 que se puede encontrar aquí en PDF.
Después de esta ponencia hubo una pausita para café, seguida de otro bloque de ponencias. Las resumiré en el próximo artículo.