Los otomanos no-musulmanes y su fin III: nacionalismo turco

Por Carlos García Muñoz

En las entradas anteriores (parte I y parte II) hablamos de cómo se configuraba la sociedad otomana en la Edad Moderna y de cómo se adaptó a los vertiginosos cambios del siglo XIX. Hicimos especial hincapié en la institucionalización tardía de los millet y otros cambios para la población no-musulmana que trajeron consigo las Tanzimat; también se destacó el fuerte impacto social que tuvo la pérdida de territorios ─las sucesivas oleadas de desplazados musulmanes y su reasentamiento en las restantes provincias del Imperio─ , así como el papel jugado por las potencias europeas ─a través de la troika y el derecho internacional de la época, sus legaciones y consulados─ para dar forma al universo levantino como último canto de cisne del exuberante ─pero también desigual─ cosmopolitismo otomano. Por último traramos la revolución de los Jóvenes Turcos, la guerra ítalo-otomana ─con la expulsión de la colonia italiana─ y las guerras balcánicas ─con las consiguientes crisis de refugiados─ como preludio o ensayo general de la Gran Guerra.

Esta tercera entrada aborda la voladura de la sociedad otomana y el trato dispensado por las nuevas autoridades republicanas de la Turquía kemalista a las minorías no-musulmanas durante el periodo de partido único.

La aniquilación del mundo otomano

El 29 de octubre de 1914 el Imperio otomano entró en la Primera Guerra Mundial del lado de Alemania y Austria-Hungría. Pocos meses después las autoridades otomanas decretaban la expulsión de Siria y Palestina de los judíos y cristianos protegidos por países enemigos, así como la «evacuación» de las poblaciones ortodoxas griegas de las provincias costeras y fronterizas del Imperio; el exterminio del pueblo armenio arrancó en la primavera de 1915, y la rebelión árabe en el verano de 1916. La sociedad otomana se desvanecía.

No entraré en la espinosa cuestión de si el exterminio del pueblo armenio debe calificarse o no como genocidio. A ese respecto, me limitaré a reproducir estas sabias palabras de Francisco Veiga, historiador especializado en los Balcanes y Turquía:

«[E]l genocidio armenio ¿lo es?, ¿no lo es? Hay una guerra de terminología. Es evidente que muere mucha gente, civiles; el argumento turco insiste en la desorganización y no en la planificación genocida. Bueno, en parte se puede aceptar, en parte no, pero da lo mismo. Porque realmente muere mucha gente víctima de una operación de contrainsurgencia. A comienzos de la Gran Guerra los rusos habían apoyado un levantamiento guerrillero armenio en la retaguardia otomana. La respuesta consistió en deportar a la población civil armenia para que no apoyara a los insurgentes. Algo así hizo el general Weyler en Cuba “reconcentrando” a unos cuatrocientos mil civiles en 1896; o los británicos con la población civil bóer, en África del Sur, a comienzos del siglo XX. Esas muertes por inanición y por hambre, el traslado forzoso de poblaciones, la guerra de exterminio en definitiva, es la típica estrategia de guerra colonial. Así se hacía en el Magreb, en el África negra, en Asia.

Ocurre lo mismo con los armenios. Hay una insurrección armenia, deciden llevárselos a otra parte, que es Siria. Hace mucho calor, hay muchos ancianos, no hay camiones, van a pie, van a morir y ya sabes cómo es la mentalidad militar en tiempos de guerra: les da exactamente igual. También se les deja en manos de paramilitares y los kurdos tienen un papel muy importante en el exterminio, tienen a sus espaldas un porcentaje altísimo de muertos armenios. Entonces ordenas datos, ¿y qué hay detrás? Para empezar, dos comunidades armenias. Una, en el exterior, la diáspora, en Estados Unidos o Francia, que tienen un concepto más negativo de su república y es la que mantiene más viva la llama del genocidio. Quieren que el Gobierno turco pida perdón, pero entonces se pondrían en marcha una serie de reclamaciones legales a gran escala, por vía de Estado, sobre las propiedades, qué ha pasado con la finca o el negocio del bisabuelo; y eso lo complicaría mucho todo porque no solo está el Gobierno turco, sino también los kurdos, que son los que viven hoy en día en buena parte de la región donde estaban antes los armenios. Por el contrario, a los armenios de la república les pesa el recuerdo del genocidio, claro, pero también quieren sobrevivir hoy. Ir a buscar trabajo a Turquía. No llevan bien que en la diáspora insistan tanto porque ellos lo que quieren es normalizar relaciones con Turquía, que es lo que les conviene».

Entrevista de Álvaro Corazón Rural a Francisco Veiga en Jotdown, junio de 2015.

Cuatro años y un día después de que el Imperio otomano hubiera declarado la guerra a las potencias de la Entente, representantes otomanos y británicos se reunieron en el puerto de Mudros ─en la isla de Lemnos─ para poner fin a la participación otomana en la Gran Guerra. En virtud del Armisticio de Mudros, los otomanos debían evacuar sus últimas tropas de las provincias árabes y abrir los Dardanelos y el Bósforo a los barcos de guerra de la Entente. Pronto los Aliados ocuparon Estambul y amplias zonas del oeste y sur de Anatolia.

Territorios ocupados tras el Armisticio de Mudros de 30/10/1918. Fuente: Volkan’s Adventures.

Casi dos años después, en agosto de 1920, los representantes otomanos firmaron el Tratado de Sèvres, más extenso y detallado que el Armisticio de Mudros. Aquel tratado preveía el control internacional de los Dardanelos, el Bósforo y el Mármara ─la «Zona de los Estrechos»─; la constitución de un estado armenio y de un territorio autónomo para los kurdos en el este de Anatolia; la cesión de la región de Esmirna y de casi toda Tracia oriental a Grecia, así como la división de la Anatolia meridional en zonas de influencia francesa e italiana. El territorio turco libre ─ya no tenía sentido hablar de «otomano»─ se limitaría a la parte septentrional central de la península anatolia.

Reparto de los restos del Imperio otomano entre las potencias de la Entente según el Tratado de Sèvres de 1920. Fuente: Wikipedia.

Ahora bien, el Tratado de Sèvres nunca fue ratificado. En paralelo a las negociaciones que debían conducir a él, el parlamento otomano de Estambul, recién renovado, celebró entre enero y febrero de 1920 unas sesiones de enorme trascendencia por cuanto dieron lugar al Misak-ı Millî o Juramento de la Nación, esto es, a la definición de las fronteras mínimas de la nación turca por las que se debería luchar a toda costa en oposición a las particiones que planeaban los Aliados. Pero estos mismos Aliados pusieron fin a esa actividad parlamentaria pocas semanas después.

El cierre del parlamento otomano en Estambul dio más legitimidad al movimiento nacionalista turco de Mustafa Kemal, un antiguo oficial que llevaba oponiéndose a la ocupación aliada desde 1919 y que había conseguido reorganizar los restos del ejército otomano desde Anatolia central. Así, el 23 de abril de 1920 se constituyó en Ankara la Gran Asamblea Nacional y poco después un gobierno provisional en oposición al del sultán en Estambul. En los dos años y medio siguientes las fuerzas nacionalistas turcas buscaron acuerdos separados con la Unión Soviética ─Tratados de Moscú y Kars (16 de marzo y 23 de octubre de 1921 ) ─, Italia ─que se retiró de Antalya en junio de 1921─ y Francia ─Tratado de Ankara del 20 de octubre de 1921─ para fijar las fronteras en el este y el sur, obtener armamento por vía de estas potencias y concentrar después todo el esfuerzo bélico en el oeste. Así, el 9 de septiembre de 1922 los nacionalistas turcos entraron en Esmirna ─la incendiaron de hecho─ y pocas semanas después las partes contendientes acordaron un alto el fuego y la negociación de la paz. Se alcanzó así el Armisticio de Mudanya (11 de octubre de 1922), si bien los griegos no se adhirieron a él hasta dos días más tarde. Con este armisticio los nacionalistas turcos pudieron hacerse con Tracia oriental, toda vez que los Aliados seguirían ocupando Estambul y los Estrechos hasta la firma de un tratado definitivo.

El 1 de noviembre de 1922 la Gran Asamblea Nacional de Ankara abolió el sultanato. El día 17, Mehmed VI, medio hermano de Abdülhamid II, abandonó Estambul y puso así término a una dinastía, la Casa de Osmán, que había dado nombre y seis siglos de continuidad a un imperio. Cuatro días después de la partida del último sultán otomano una conferencia internacional comenzó a negociar la paz definitiva entre los nacionalistas turcos y los Aliados. En el marco de estas negociaciones, el 30 de enero de 1923 los Gobiernos de Ankara y Atenas firmaron un convenio para el intercambio de poblaciones. En virtud de este acuerdo, alrededor de 250.000 grecortodoxos anatolios ─muchos de los cuales hablaban turco y no griego─ fueron llevados a Grecia; del mismo modo, cerca de 380.000 musulmanes de Grecia ─mucho de los cuales no hablaban turco─ fueron trasladados a Turquía. Los ortodoxos griegos de Estambul y los de las islas de Imbros y Ténedos ─hoy Gökçeada y Bozcaada─ no fueron incluidos en estos intercambios, así como tampoco los musulmanes de Tracia occidental.

Con todo, la mayoría de los griegos pónticos ─los de la ribera sur del Mar Negro─ y de los del resto de Anatolia ─en especial los de la costa egea─ habían huido a Grecia en los años anteriores, sobre todo en 1922. A ellos se sumaron decenas de miles de griegos procedentes de otros puntos de los Balcanes, en especial de Bulgaria y de la Macedonia serbia. En total, una Grecia de apenas 4,5 millones de habitantes hubo de reasentar en su territorio a más de 1,3 millones de refugiados. El Gobierno heleno los reubicó principalmente en las regiones de Macedonia y Tracia ─territorios que habían pasado a manos griegas en la última década─, a costa de echar de allí a minorías musulmanas, eslavas y valacas, los últimos vestigios del pluralismo étnico otomano.

El 24 de julio de 1923 se firmó el Tratado de Lausana y el 29 de octubre Mustafa Kemal proclamó la República de Turquía ─Türkiye Cumhuriyeti en turco─. Comenzaba una nueva era.

Türk es un etnónimo endónimo, es decir, el vocablo con que el pueblo étnico turco se ha designado siempre a sí mismo. No ocurre lo mismo con Türkiye, «Turquía». Fue un cronista europeo de la tercera cruzada quien dio el nombre de Turchia al Asia Menor selyúcida; los autores musulmanes de esa época, por el contrario, siguieron refiriéndose a la península anatolia como «el país de Rum». Así, durante el Bajo Medievo, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea fue habitual que los europeos emplearan la palabra TurchiaTurquie o Turquía en sus mapas, mas los turcos nunca se identificaron con ella en el periodo otomano.

El maltrato a las minorías en la Turquía kemalista (1923-1946)

En marzo de 1922, todavía en el curso de la guerra, Mustafa Kemal declaró que el Imperio otomano había sido incapaz de proteger su economía frente a los europeos por culpa de los reformadores de las Tanzimat; que como resultado los europeos habían reducido la Sublime Puerta a la mera posición de gendarme del capital internacional, y que el Imperio otomano se había convertido así en una colonia de extranjeros. Pese a que los artículos 37 a 45 del Tratado de Lausana obligaban al nuevo estado turco a respetar y no discriminar a sus minorías no musulmanas, la élite nacionalista turca que dirigió la nueva república durante el periodo de partido único ─esto va de 1923 a 1946─ se fijó como objetivo acabar con el poder económico y social de las comunidades judías y cristianas que todavía vivían en la nueva Turquía, así como fomentar su emigración a otros países para aminorar su número.

Las reformas impulsadas por Mustafa Kemal ─adopción de códigos basados en el derecho europeo y del alfabeto latino para la escritura turca, supresión del califato y de la enseñanza coránica, reconocimiento de la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, sufragio femenino a partir de las elecciones municipales de 1934, etcétera─ estaban dirigidas a modernizar y europeizar la sociedad turca, sí, pero sin contar con las minorías no musulmanas, que antes habían sido la parte más occidentalizada de la sociedad otomana. Además, se pretendió que tales minorías se turquificaran y acabaran diluyéndose entre el resto de la población. Pero antes de analizar las medidas adoptadas por las autoridades para la consecución de estos objetivos, conviene detenerse en analizar qué era un turco, Türk, antes y después del advenimiento de la República de Turquía.

¿Quién es turco?

En la época otomana la palabra Türk tenía un significado exclusivamente étnico. Podía traducirse indistintamente por «turco» o «túrquico» y aludía a la población otomana de origen túrquico, que mayoritariamente profesaba la fe islámica y hablaba la lengua turca ─aunque no siempre era así─. En una acepción más amplia, llamémosla pantúrquica, Türk podía agrupar también a los demás pueblos túrquicos: los azeríes, los turcomanos, los uzbekos, los kazajos, etc. En cualquier caso, un armenio o un sefardí de finales del siglo XIX no se consideraba un turco, sino sólo un ciudadano otomano.

Bajo el régimen de Mustafa Kemal el término Türk adopta también una acepción cívica que se superpone a la étnica pero sin reemplazarla. Así, el artículo 88 de la Constitución turca de 1924 establecía que, desde el punto de vista de la nacionalidad, las personas de Turquía se consideraban turcas al margen de cualquier diferencia de religión o raza [«Türkiye ahalisine din ve ırk farkı olmaksızın vatandaşlık itibariyle (Türk) ıtlak olunur»]. Cabía interpretar en este precepto dos categorías distintas de personas: los turcos de verdad, en un sentido étnico, y los que sólo eran turcos desde el punto de vista de la nacionalidad  ─ciudadanos turcos pero no auténticos turcos─. Así fue en la práctica, y a veces también en el plano formal.

No se pierda de vista que hasta hace menos de un lustro el kimlik o carné de identidad turco señalaba la confesión religiosa de su portador (lo mismo hacía Grecia hasta el año 2000).

Por otro lado, entrado el siglo XXI se llegó a proponer el término Türkiyeli, ─«turquiano»─ como gentilicio de los ciudadanos de Turquía, limitando Türk a la acepción étnica. Esta propuesta no ha tenido éxito.

A esto se sumaba otra realidad. Un número significativo de cristianos y judíos, otrora protegidos de los consulados europeos, pasaron a tener un status jurídico indeterminado con la abolición del régimen de capitulaciones. Unos consiguieron la nacionalidad de los países que los habían protegido y otros optaron por la ciudadanía turca; pero hubo quienes devinieron apátridas y aun así pudieron seguir simulando ser extranjeros ante las autoridades turcas, como fue el caso de los protegidos levantinos del Consulado General de España en Estambul.


Tratados estos aspectos, veamos ahora algunas de las medidas gubernamentales dirigidas a los extranjeros y los ciudadanos turcos no-musulmanes en los primeros años del régimen republicano:

  • En 1923 el 90% de los puestos directivos y administrativos de las empresas extranjeras establecidas en Turquía los ocupaban no-musulmanes, por lo que el nuevo gobierno turco comenzó a presionarlas para que despidieran a esos trabajadores y emplearan en su lugar a turcos musulmanes. Así, Feyzi Bey, ministro de obras públicas, declaró en octubre de ese mismo año que las empresas extranjeras debían contratar únicamente a empleados turcos musulmanes, y las amenazó con no seguir permitiendo su actividad en Turquía si no despedían pronto a sus empleados grecortodoxos, armenios y judíos. Y en 1926 el gobierno movilizó a las autoridades municipales y la policía para exigir a las empresas extranjeras que al menos el 75% de sus empleados fueran turcos musulmanes. Asimismo, todas las empresas contratistas de la nueva administración turca debían despedir igualmente a sus empleados no-musulmanes, medida que acabaría imponiéndose también a los bancos, hoteles y cafés, so pena de cierre.

Con todo, no cabe perder de vista que muchos griegos, armenios y judíos ni siquiera hablaban turco, por la sencilla razón de que antes no les había hecho falta para desenvolverse y prosperar en los circuitos económicos y financieros del Imperio, vedados para la amplia mayoría de turcos musulmanes. Prueba de ello es que en 1924 las autoridades impusieran la enseñanza en turco para todos los centros; que en abril de 1926 obligaran a las empresas a emplear el turco en sus comunicaciones, o que en 1928 patrocinaran la campaña Vatandaş türkçe konuş! ─«¡Ciudadano, hable turco!»─ con arrestos y multas a quienes no hablaban turco.

  • Entre 1922 y 1923 la prensa nacionalista turca lanzó una campaña contra los judíos, a quienes acusó de enriquecerse a costa de los turcos y de colaborar con los armenios y los griegos durante la guerra. ¿La razón? El hueco que habían dejado los comerciantes grecortodoxos y armenios en las principales ciudades de Turquía no estaba siendo ocupado por ninguna incipiente clase empresarial musulmana, como esperaban las élites nacionalistas turcas, sino por los judíos.
  • En 1924 la mayoría de los abogados no-musulmanes de Estambul perdieron su colegiación, principalmente por «razones morales» ─los musulmanes expulsados, en cambio, lo fueron por incompatibilidad, al ser también funcionarios─, y no pudieron seguir ejerciendo como tales. Dos años después la legislación pasó a exigir una pasantía de al menos dos años para permitir la colegiación como abogado, pero en la práctica nadie empleaba como pasantes a los no-musulmanes.
  • En 1923 las autoridades turcas limitaron la libertad de circulación de las minorías, así como su derecho a la compraventa de bienes inmuebles y a cambiar su lugar de residencia dentro del país. En este sentido, los miembros de las minorías debían obtener la correspondiente autorización administrativa para poder realizar tales acciones. Este régimen se mantuvo para los judíos hasta 1928, para los grecortodoxos hasta 1930 y para los armenios hasta 1932.
  • La ley de funcionarios civiles de marzo de 1926 exigió el requisito de la nacionalidad turca para acceder a la función pública, al tiempo que impuso el registro de la afiliación etnorreligiosa de los empleados públicos. Aquí quizá sea ilustrativa la intervención de Ali Şuuri Bey durante la tramitación parlamentaria del proyecto de ley. Este diputado afirmó que la palabra «turco» significa «turco», y que los turcos se mezclan con armenios y griegos («Türk kelimesi Türk […]. Ermeni ile, Rum ile kanşık olan Türktür»; Türkiye Büyük Millet Meclisi Gizli Zabıt Ceridesi, 15/03/1926, pp. 186187). En la práctica, hasta los años sesenta no fue común que las minorías accedieran a la función pública.
  • Con la promulgación de la Ley turca n.º 2007, de 16 de junio de 1928, se prohibió a los extranjeros ejercer un amplio número de oficios y empleos.

Pero el tiro de gracia vino en 1942. Mientras media humanidad sucumbía a la conflagración mundial, la Gran Asamblea Nacional de Turquía aprobó el Varlık Vergisi, un controvertido impuesto sobre el patrimonio que arrancó de Estambul todo el tejido financiero y comercial de las minorías no musulmanas, para siempre. Veamos cómo fue.

Mustafa Kemal Atatürk había fallecido en 1938, por lo que en 1942 el jefe del estado era İsmet İnönü, su mano derecha y más leal amigo. El 7 de julio de ese mismo año murió el primer ministro İbrahim Refik Saydam y lo sucedió inmediatamente Mehmet Şükrü Saracoğlu, que hasta entonces había ocupado la cartera de Exteriores. Por aquel entonces muchos gobiernos estaban aumentando la presión fiscal sobre los recursos de sus respectivos países, ya fueran éstos beligerantes o neutrales. Turquía no sería una excepción, si bien el novedoso impuesto sobre el patrimonio que iba a diseñar el ejecutivo de Saracoğlu sería mucho más gravoso para las minorías cristianas y judías que para los musulmanes.

La Ley sobre el Varlık Vergisi, promulgada el 11/11/1942, fijaba un impuesto de un único pago sobre la riqueza de grandes agricultores, propietarios, empresarios, corporaciones y otras personas que ya estaban sujetas al impuesto sobre la renta. Formalmente la ley no establecía procedimientos ni criterio objetivo alguno para determinar la obligación tributaria de cada individuo. Bien al contrario, delegaba su cálculo en comisiones de funcionarios, quienes tendrían en cuenta los ingresos obtenidos por el contribuyente en el ejercicio anterior. A la hora de aplicar la norma, las directrices del ejecutivo y las sugerencias de Mehmet İzmen ─quien dirigía algo así como la Delegación de Economía y Hacienda en la provincia de Estambul, dependiente del Ministerio de Hacienda─ llevaron a dividir los obligados tributarios en dos categorías: M para los musulmanes y G para los gayrimüslim ─no-musulmanes─; más tarde se añadió una categoría E para los ecnebi ─extranjeros─ y otra categoría D para los dönme ─los convertidos al islam de origen judío, descendientes de los seguidores de la secta de Sabatay Sevi en el siglo XVII─. Los no-musulmanes y los extranjeros pagarían cuatro veces más que los musulmanes, y los dönme algo menos que los gayrimüslim . Debido a las presiones de los consulados extranjeros, finalmente las autoridades aceptaron someter a los extranjeros a los mismos gravámenes que a los musulmanes.

Los cálculos de los funcionarios para estimar la riqueza de los contribuyentes y determinar cuánto debían pagar fueron pura invención, una arbitrariedad con la que se persiguió desposeer a las minorías de sus bienes y negocios. Además, las decisiones de estos funcionarios eran firmes y no podían ser recurridas ante ningún órgano administrativo o judicial.

Una vez se notificada al interesado la cantidad a satisfacer, éste debía realizar el pago en metálico en los quince días siguientes. Transcurrido este plazo, se le concedía otro igual pero sumando intereses. Dadas las elevadas cuantías a pagar con tanta inmediatez, muchos no-musulmanes se vieron obligados a vender sus bienes por debajo del precio de mercado. De no conseguir reunir la cuantía requerida, las autoridades confiscaban sus bienes y los de sus convivientes para seguidamente subastarlos. Si aun así tampoco se cubría toda la suma, los deudores tributarios eran internados a la espera de ser deportados a un campo de trabajo. Angeletopoulos, Ağır y Artunç citan únicamente el campo de trabajo de Aşkale, ubicado en Erzurum, una región montañosa al este de Anatolia. Tischler, por su parte, habla de campos de internamiento en Yozgat, Çorum y Kirşehir.

Obligados tributarios del Varlık Vergisi por grupos, número y monto a recaudar de cada grupo. Fuente: Angeletopoulos, 2008, p. 360.

La tabla anterior provee los datos de los obligados tributarios de Estambul, no-musulmanes en su inmensa mayoría. A ellos hay que sumar los «agraciados» procedentes del resto de Turquía. En total se alcanzó la cifra de 62.575 obligados tributarios y 349.989.922 liras. De estas personas 2.057 fueron internadas y 1.400 deportadas ─1.869 de las personas internadas y 1.229 de las deportadas procedían de Estambul─. El trato dispensado a los deportados parece que no fue tan malo; pasaron más tiempo aburridos y jugando a las cartas que no sometidos a trabajos forzados, pero 21 de ellos perecieron.

En 1944 el parlamento derogó la Ley sobre el Varlık Vergisi, perdonando con ello las deudas tributarias pendientes y permitiendo la progresiva liberación de los deportados. Con todo, la ley había conseguido su principal objetivo, que no era otro que transferir la riqueza de las comunidades no musulmanas a las arcas públicas y a una incipiente clase empresarial musulmana. Por el contrario, más de 30.000 judíos y 20.000 grecortodoxos abandonaron Turquía después del Varlık Vergisi.

Imagen 5. Descripción: Número de griegos en Estambul entre 1844 y 1997 y porcentaje sobre el total de la población de la ciudad. Obsérvese la paulatina extinción de esta comunidad a lo largo del siglo XX. Fuente: Wikipedia.

Conclusiones

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el sistema político turco abandonó el régimen de partido único y adoptó el multipartidismo. Esta apertura política y económica parecía prometedora para las minorías no musulmanas que todavía vivían en Turquía. Sin embargo, las sucesivas crisis políticas en torno a la cuestión chipriota sirvieron de pretexto para el pogromo de Estambul de 1955 ─la Σεπτεμβριανά o Septembrianá─ y la expulsión de unos 40.000 grecortodoxos con nacionalidad griega en 1964; ni que decir tiene que para comienzos de los años cincuenta la mayoría de los judíos turcos ya habían emigrado a Israel. Finiquitadas las minorías cristianas y judía, en las décadas siguientes los alevíes ─otrora pilar social del régimen kemalista─ y los kurdos las reemplazarían como nuevas minorías principales y tomarían el testigo del odio interétnico.

Matanzas, incendios, guerras, atentados, intercambios de población, expulsiones masivas, oleadas de refugiados, pogromos… Esta violencia ha sido el precio a pagar en medio planeta por el «progreso», el salto a la «modernidad», el imperialismo, el nacionalismo, la política de masas y la adopción de los patrones del estado-nación.

A comienzos del siglo XX Estambul y Esmirna eran urbes de mayoría cristiana, mientras que en Salónica y Sarajevo se hablaba el judeoespañol. Era el universo otomano, con sus injusticias y su exuberante pluralidad. ¿Qué nos queda de él? Poco más que los diarios nostálgicos a los que Andrés Mourenza dedica este artículo, texto donde leí acerca delVarlık Vergisi por primera vez y origen de mi motivación para escribir estas tres entradas.

Vale, hoy Estambul sigue siendo una ciudad muy cosmopolita. Sí, uno ve en sus aeropuertos a grupos de peregrinos que se dirigen a La Meca enfundando sus albornoces; a familias magrebíes cargadas de compras para la circuncisión del niño; a mujeres de Asia Central portando unos vestidos de lo más coloridos; a turistas del Golfo Pérsico… Pero es otro cosmopolitismo.


Bibliografía

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Los otomanos no-musulmanes y su fin II: imperialismo europeo

Los otomanos no-musulmanes y su fin II: imperialismo europeo

El ascenso social de los no-musulmanes

Cuando el sultán Mahmud II aplastó a los jenízaros en 1826 ─el «benéfico evento» que ya se mencionó en el artículo anterior─, mandó también desterrar de Estambul a miles de artesanos y jornaleros musulmanes ─étnicamente turcos y kurdos─ al este de Anatolia y reemplazarlos por armenios de esa misma región (reténgase este antecedente para cuando se mencionen los muhacir y las masacres hamidianas más abajo). Además, la desaparición de los jenízaros erosionó el poder de los ulemas. Se puso así punto y final al antiguo orden otomano, en el que la alianza estratégica entre jenízaros y ulemas había entronizado y hecho caer a un sinfín de sultanes en el pasado.

En adelante la Sublime Puerta, moldeada por las Tanzimat como la cúspide de una nueva administración otomana basada en ministerios, fue ensanchando su burocracia para asumir las funciones propias de un estado moderno. Abolida la discriminación por razón de credo en la vestimenta y en muchos otros aspectos de la vida civil que hasta entonces habían privilegiado a los musulmanes, muchos puestos de esa creciente burocracia otomana fueron ocupados por cristianos y judíos.

La modernización del estado otomano, sin embargo, no impedía su debilitamiento militar y económico frente a las pujantes potencias europeas. Tildado «el hombre enfermo de Europa», el derrumbe del Imperio suponía tal riesgo sistémico para el equilibrio geopolítico de la época que las potencias europeas procuraron sostenerlo y apuntalarlo, o sea, que su voladura fuera controlada, gradual y pactada. Lo socorrieron militarmente cuando las tropas egipcias de Mehmet Alí alcanzaron el sudeste de Anatolia en 1839; o cuando los rusos ocuparon Moldavia y Valaquia en 1853.

También lo asistieron financieramente. La deuda pública otomana creció tanto a raíz de esta ayuda, que en 1881 la troika internacional de entonces estableció en Constantinopla una Administración de la Deuda Pública Otomana. Se trataba de un organismo paralelo a la burocracia otomana al que se encomendó la recaudación directa de varios tributos ─que suponían entre un tercio y una cuarta parte de los ingresos del Imperio─ para el pago de la deuda soberana. También se encargaba de canalizar la inversión extranjera para financiar proyectos industriales y la construcción de ferrocarriles, obedeciendo siempre a intereses foráneos. De sus miles de empleados la inmensa mayoría fueron extranjeros residentes en el Imperio y súbditos otomanos no musulmanes.

Ni que decir tiene que los inversores extranjeros priorizaron el contacto con los comerciantes cristianos y judíos del Imperio para entablar negocios y adentrarse en la economía otomana. Muchos mercaderes mejoraron así su posición social y buscaron maneras de distinguirse de sus compatriotas musulmanes. Una práctica recurrente fue la de hacerse con un pasaporte europeo para eludir las exacciones fiscales y la jurisdicción de las autoridades otomanas. Esto no implicaba un cambio de nacionalidad en absoluto, sino la obtención previa de una patente de protección de un consulado europeo interesado en extender así su influencia entre personas relevantes.

Con una patente de protección y un pasaporte europeo el sujeto en cuestión, aunque fuera otomano en origen, gozaba de ciertas inmunidades ─extraterritorialidad se prefería decir por entonces─ frente a las autoridades locales y podía someter sus pleitos comerciales a la jurisdicción de un cónsul europeo, evitar el pago de los impuestos que recaudaba la administración otomana por sus actividades mercantiles, acogerse a las mismas ventajas aduaneras que los extranjeros para importar productos, o eximir a sus hijos de prestar el servicio militar. En definitiva, quedaba asimilado a un extranjero.

Cuando el Gobierno otomano limitó esta práctica por medio del Reglamento sobre los Consulados Extranjeros de 1863, muchos cónsules europeos optaron por fingir que sus protegidos otomanos eran auténticos connacionales. Los agentes consulares españoles, por ejemplo, les siguieron proveyendo de pasaportes así como de patentes de protección bajo la falsa apariencia de certificados de nacionalidad española.

En este contexto debe enmarcarse la edad dorada de cosmopolitismo ─y desigualdad social─ que vivieron ciudades portuarias como Salónica, Estambul y Esmirna a finales del siglo XIX y comienzos del XX, donde los comerciantes judíos y cristianos se habían erigido en la élite económica de la sociedad otomana. Fue un último canto de cisne de la civilización otomana, el universo levantino del que hablé en esta otra nota.

Población del Imperio otomano en 1893, desagregada por provincias y grupos confesionales (nótese que por Catholics se alude a los miembros de Iglesias uniatas de ritos orientales ─armenios católicos, maronitas y melkitas─, y por Latins a los cristianos católicos de rito latino o romano). La capital contaba con cerca de 130.000 «extranjeros» sobre un total de 872.000 estambulitas.
Fuente: Kemal H. Karpat, «Ottoman Population Records and the Census of 1881/82-1893», en International Journal of Middle East Studies, vol. 9, núm. 3, 1978, p. 274.

De los muhacir a las masacres hamidianas

Mientras muchos cristianos y judíos otomanos prosperaban y codiciaban los pasaportes europeos, cientos de miles de refugiados musulmanes ─muhacir─ se reasentaban en un Imperio otomano cada vez más reducido. En la década de 1860, alrededor de 200.000 tártaros se vieron obligados a abandonar la península de Crimea acusados de traición por parte de las nuevas autoridades rusas. Simultáneamente, la anexión de los janatos caucásicos al Imperio ruso forzó el éxodo de buena parte de la población musulmana de la región del Cáucaso ─más de un millón de circasianos y abjasios según el mapa de abajo─. Del mismo modo, la constitución de nuevos estados balcánicos al término de la guerra ruso-turca de 1877-1878 abocó a centenares de miles de musulmanes a buscar refugio en las tierras remanentes del Imperio otomano. Así, por ejemplo, muchos musulmanes huyeron de los territorios incorporados al Reino de Serbia; a su vez, muchos serbios abandonaron la todavía provincia otomana de Kosovo por la presión ejercida por esos mismos refugiados musulmanes.

¿Y qué soldados otomanos luchaban en los campos de batalla contra las potencias europeas? Básicamente los de confesión musulmana. Pese a los logros de las Tanzimat ─la igualdad formal ante la ley sin distinciones por razón de credo─, hasta 1909 los varones cristianos y judíos lo tuvieron mucho más fácil que los musulmanes para eludir un servicio militar que podía durar hasta cinco años. Así, en la segunda mitad del siglo XIX las comunidades no musulmanas pagaban colectivamente la exención del servicio militar de sus jóvenes, una tasa llamada bedel-i askerî que si se calcula por cabeza era bastante pequeña. Nada que ver con la exención de un musulmán ─bedel-i nakdî─, que era individual y costaba 5.000 kuruş o 50 liras de oro, una suma muy considerable.

En definitiva, en la segunda mitad del siglo XIX el Imperio otomano perdió el grueso de sus territorios balcánicos, y con ellos la población cristiana que los habitaba; al mismo tiempo, en ese mismo periodo recibió más de cinco millones de refugiados musulmanes. El reasentamiento en Anatolia de muchos de estos muhacir generó fuertes tensiones con las comunidades armenias, cuyos dirigentes nacionalistas exigían más autonomía. Aupadas quizá por el creciente intervencionismo de las potencias europeas, en especial la Rusia zarista, muchas organizaciones armenias se rebelaron contra las autoridades. La actividad represiva del sultán Abdülhamid II supuso la muerte de decenas de miles de armenios otomanos en lo que la historiografía conoce como las masacres hamidianas de 1894-1896.

Una anécdota

El 21/07/1905 una organización armenia, la Federación Revolucionaria Armenia, intentó hacer volar por los aires al sultán Abdülhamid II. La bomba mató a 26 individuos e hirió a otros 58, pero el sultán salió ileso. En dicho complot había participado un joven anarquista, Edward Joris, que fue arrestado pocos días después. Fue condenado a muerte junto con otras personas ese mismo año, pero las autoridades otomanas no lo ejecutaron y dos años después lo dejaron libre. ¿Por qué? Por aquel entonces las potencias europeas imponían al Imperio otomano una aberrante desigualdad de trato, en virtud de la cual todos los extranjeros europeos residentes en el Imperio ─protegidos incluidos─ gozaban de una serie de privilegios e inmunidades frente a las autoridades otomanas. Uno de esos privilegios era el de no poder ser condenado por un juez otomano si no estaba presente un dragomán del consulado correspondiente.

Los dragomanes o truchimanes eran empleados de las legaciones y oficinas consulares establecidas en el Imperio otomano. Hacían las veces de intérpretes, consejeros e intermediarios en las relaciones de la legación o del consulado con las autoridades otomanas. Su nombre en turco era tercüman.

Edward Joris era ciudadano belga, y en el último momento el gobierno de su país dejó de colaborar con las autoridades otomanas, de modo que la sentencia contra Joris fue dictada sin la presencia del dragomán del consulado belga y no era válida a ojos del derecho internacional de la época. El Affair Joris A recibió toda la atención de la academia iusinternacionalista de su tiempo, y Joris acabó siendo puesto en libertad dos años después y regresó a su país; se fue de rositas.

Viñeta satírica en la que Leopoldo II de Bélgica, preocupado por sus masacres en el Congo, conversa con Abdülhamid II. El sultán le dice que no se preocupe, que a él no lo han «tocado» por sus masacres armenias. La viñeta fue publicada el 31/05/1905, menos de dos meses antes del atentado de la Federación Revolucionaria Armenia y el belga Edward Joris contra Abdülhamid. Fuente: Country House Essays.

La antesala de la Gran Guerra (1908-1913)

El Tratado de Berlín de 1878 no sólo había reconocido la independencia de Montenegro, Rumanía y Serbia; también estableció un principado búlgaro semindependiente y cedió al Imperio austrohúngaro la administración de la provincia de Bosnia y de la región de Sancak, territorios que sólo nominalmente siguieron siendo otomanos. Este statu quo se mantuvo hasta la revolución de los Jóvenes Turcos en julio de 1908, que precipitó la independencia búlgara y la anexión formal de Bosnia por los austrohúngaros, si bien éstos devolvieron el Sancak a los otomanos.

La revolución antedicha de los Jóvenes Turcos, liderada por varios oficiales del ejército otomano, estalló en Macedonia ─el núcleo de las posesiones otomanas en Europa─ y su triunfo supuso la restauración de la Constitución otomana de 1876, la convocatoria de elecciones en diciembre de 1908 ─que ganó el Comité de Unión y Progreso─ y que Abdülhamid II fuera depuesto por su hermano Mehmet V al año siguiente ─no sin que antes Abdülhamid intentara un contragolpe para hacerse de nuevo con las riendas del poder absoluto─. Ese nuevo régimen constitucional, que enseguida integró a los no-musulmanes en las filas del ejército, fue percibido por muchos como la prueba de que el Imperio otomano todavía podía recuperarse y modernizarse.

Sin embargo, el imperialismo europeo seguía ejerciendo su fuerza en el Mediterráneo y el norte de África. Alemania e Italia, potencias con menos de medio siglo de existencia por entonces, habían llegado tarde al reparto colonial del orbe y ansiaban nuevos territorios. Alemania ambicionaba Marruecos y esto la enfrentó a Francia en las crisis marroquíes de 1905 y 1911. Por su parte, Italia se lanzó a una agresiva campaña contra el Imperio otomano. Así, entre 1911 y 1912 tuvo lugar la guerra ítalo-otomana, que supuso la pérdida de los territorios otomanos del Dodecaneso, Tripolitania y Cirenaica ─hoy Libia─ a favor de los italianos. En el transcurso de este conflicto las autoridades otomanas decretaron la expulsión de la colonia italiana, esto es, de todos aquellos individuos con pasaporte italiano, ya fueran realmente ciudadanos de Italia o meros protegidos de ese país. Esto incluía no sólo a los inmigrantes italianos más recientes y a sus descendientes, sino también a católicos grecizados y judíos cuyos antepasados habían llegado al Imperio varios siglos antes. Muchos de estos individuos hubieron de optar por la nacionalidad otomana o por abandonar sus hogares.

Los estados balcánicos, temerosos de que las reformas del Comité de Unión y Progreso pudieran fortalecer el Imperio otomano, emularon la política italiana de agresión y hechos consumados para atacar el Imperio otomano cuanto antes y repartirse sus últimas posesiones en Europa: el Sancak, Kosovo, Macedonia, Tracia, Ióanina y Scutari. Fueron las guerras balcánicas de 1912-1913, que a punto estuvieron de enfrentar a Rusia con Austria-Hungría, desembocaron en la creación de Albania y generaron de nuevo la huida de refugiados musulmanes a Tracia oriental y Anatolia. En medio de este caos, los consulados europeos otorgaron patentes de protección a numerosa población no musulmana.

Un buen ejemplo es lo acaecido en Salónica: tras la llegada de las tropas helenas a esta ciudad otomana ─que albergaba a más de 80.000 judíos sefardíes─ en octubre de 1912, y hasta su anexión oficial por Grecia en agosto de 1913, en virtud del Tratado de Bucarest, los consulados austrohúngaro, español y portugués inscribieron en sus registros de protegidos a centenares de familias sefardíes.

En conclusión, muchos cristianos y judíos otomanos se congraciaron con las potencias extranjeras y prosperaron en un Imperio donde los musulmanes soportaban el grueso de las cargas fiscales y sacrificaban buena parte de su juventud para servir en los frentes. Esto, sumado a la continua pérdidas de territorios y a las sucesivas oleadas de refugiados musulmanes, cuyo reasentamiento en Anatolia provocó conflictos con las comunidades locales no musulmanas, que a su vez dieron lugar a rebeliones y matanzas. He aquí el inicio de un círculo vicioso de odio y resentimiento, que probablemente llevó a que muchos turcos musulmanes abrazaran la política panislamista de Abdülhamid II primero, y la ideología de los Jóvenes Turcos y del Comité de Unión y Progreso después. Los dirigentes de esta organización,  acuciados por la agresividad de las potencias europeas, acabarían por ejecutar el gran barrido del pluralismo étnico y religioso en la sociedad otomana. Pero eso ya forma parte de la siguiente entrada.

Bibliografía

  • Carlos García Muñoz, «El fin del derecho de protección en Turquía y su repercusión en los protegidos católicos del Consulado General de España en Estambul (1924-1965)», en Anuario de Historia del Derecho Español, vol. LXXXVIII (2018) y LXXXIX (2019), Madrid, 2019, pp. 445-493.
  • Will Hanley, «Extraterritorial Prosecution, the Late Capitulations, and the New International Lawyers», en Houssin ALLOUL et alia, To Kill a Sultan: A Transnational History of the Attempt on Abdülhamid II (1905), London, Palgrave Macmillan, 2017, pp. 163-192.
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  • Kemal H. Karpat, «Ottoman Population Records and the Census of 1881/82-1893», en International Journal of Middle East Studies, vol. 9, núm. 3, 1978, pp. 237-274.
  • Oliver Jens Schmitt, Les levantins. Cadres de vie et identités d’un groupe ethno-confessionnel de l’Empire ottoman au «long» 19e siècle, İstanbul, ISIS, 2007, 576 pp.
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  • Sarah Abrevaya Stein, Extraterritorial Dreams: European Citizenship, Sephardi Jews, and the Ottoman Twentieth Century, Chicago, The University of Chicago Press, 2016. 240 pp.
  • Francisco Veiga, La trampa balcánica, Barcelona, Grijalbo, 2002, 674 pp.
  • Erik Jan Zürcher, «The Ottoman Conscription System, 1844-1914», en International Review of Social History, núm. 43 (3), 1998, pp. 437-449.

El nacimiento de la República del Rif

Autor: Selim Balouati. Editado por Alejandro Salamanca.
Traducción al francés disponible en Courrier du Rif

España y el Rif

  1. La invasión española del Rif: causas y antecedentes (1848-1908)
  2. Marruecos y el Rif a principios del siglo XX
  3. Annual, 1921: muerte y nacimiento
  4. Breve historia de la República del Rif (1923-1927)
    1. El nacimiento de la República del Rif
    2. Construcción y consolidación del nuevo Estado (próximamente)
  5. Fuente primaria: Carta de Abd el-Krim a la Sociedad de Naciones (1921)

Introducción

La República de las Tribus Confederadas del Rif (en tifinagh: ⵜⴰⴳⴷⵓⴷⴰ ⵏ ⴰⵔⵔⵉⴼ) es uno de los mayores hitos de la lucha anticolonial, un hecho tan singular como sorprendente. En un momento en el que la mayor parte del continente africano y un buen número de países islámicos se encontraban bajo dominio europeo (bien como colonias o como protectorados), una confederación de rifeños al mando de Abd el-Krim consiguió derrotar al ejército colonial español y establecer una república independiente que resistió durante cinco años. Hasta entonces sólo Etiopía había sido capaz de una gesta similar, cuando en 1895 expulsó a los italianos. No obstante, Etiopía ya era entonces un Estado consolidado y además había contado con apoyo ruso y francés. La República del Rif, en cambio, no contaba con precedentes históricos cercanos y no recibió apoyo de ninguna potencia europea.

En esta serie de artículos narraremos la historia de la república rifeña más allá de lo meramente militar, centrándonos en cómo Abd el-Krim y sus seguidores trataron de establecer un estado moderno en una región tradicionalmente anárquica, donde el sultanato marroquí había sido incapaz de asegurar el control y que era conocida en los mapas como Bled es-siba, que viene a significar zona sin control.

Trataremos de reconstruir la historia de la República del Rif desde el inicio hasta el final. Si bien es un hecho histórico excepcional, el contexto que rodea este tema ha hecho que haya pasado desapercibido y que los estudios hayan sido superficiales. Al final de este artículo puedes encontrar un breve repaso a la historiografía sobre la república rifeña.

Retos y escenario tras Annual

La batalla de Annual no significó el flin del conflicto. A pesar de la victoria, Abd el Krim y sus adeptos todavía tenían que resolver la situación en varios frentes. El Rif Occidental, que iba desde Gomara hasta Larache, aún estaba en manos de los españoles, quienes lo iban a defender a toda costa con el apoyo de algunos líderes rifeños opuestos a Abd el-Krim. Por otro lado, además de mantener a raya a las potencias coloniales, Abd el-Krim tenía que ganarse el reconocimiento de las comunidades rifeñas y convencerlas para adherirse a su causa. Había jefes tribales que lo ponían en entredicho y querían continuar en favor del colonialismo español, entre quienes se encontraban rivales importantísimos como el-Raisuni, de quien hablamos brevemente aquí.

En otras palabras, tras Annual no vino la paz, sino que se desencadenaron dos procesos paralelos: los preparativos para un nuevo conflicto armado contra españoles y franceses y la construcción de un nuevo Estado en forma de república. Como se verá más adelante, Abd el-Krim trató de acabar con el antiguo sistema tribal, creando una nueva figura por encima de los líderes con mandato. Esto es algo que nunca había existido en la región y que será clave para la nueva república. 

Mapa del Rif. La zona de Gomara y el Yebala sería la zona Occidental del Rif. Extraído de: Manuel Leguineche Annual 1921: el desastre de España en el Rif

Frente español

Los españoles, al mando de Dámaso Berenguer, continuaron atacando la zona occidental del Rif tras su derrota en Annual. Durante su mandato, Berenguer trató de frenar a Abd el-Krim colocando a rifeños en puestos importantes, como fue el caso de Driss El Riffi, que administrador de la zona occidental. Tras la destitución de Berenguer como Alto Comisario de España en Marruecos, su puesto lo ocupó Ricardo Burguete. Burguete comenzó con una política de pacificación y de restitución de antiguas amistades como las del jerife el-Raisuni. Las políticas de Burguete surtieron efecto en la zona occidental dominada por los españoles, quienes comenzaron a avanzar por el frente occidental en octubre de 1922.

Al principio este avance se produjo en zonas que cuestionaban a Abd el-Krim como Beni Said y Beni Tuzin, donde el ejército español no lograría consolidar su dominio. En noviembre, Abd el-Krim infligió otra derrota a los españoles, quienes sufrieron cerca de 2000 bajas. Tras la derrota, Burguete ordenó la retirada de las tropas. Con la llegada al poder de Primo de Rivera (1923), los españoles decidieron suspender temporalmente la idea de colonizar el Rif.

Jinetes rifeños. Fuente de la imagen

Frente rifeño

En el interior, Abd el-Krim tuvo que resolver dos problemas: En primer lugar, necesitaba terminar de consolidar su dominio y enfrentarse a sus adversarios internos en el Rif occidental, ciertos líderes tribales de la zona de Gomara y el Yebala que rivalizaban con él. En segundo lugar, debía asegurar el reconocimiento de los líderes de cada tribu rifeña, algo esencial y  necesario para que no hubiera que usar la fuerza para obtener el poder y lograr la construcción del nuevo Estado. 

Los protagonistas del primer problema eran un “triunvirato” compuesto por dos jefes rifeños y un argelino: Amar Ben Hamidu, el gueznaia El Hay Bel Quish y Abd el-Kader Hach Tieb, respectivamente. Abd el-Kader jugó un papel de negociador y colaborador con los españoles llegando a mandar tropas a luchar contra aliados de Abd el-Krim. Los tres líderes presentaron una dura y continua resistencia en la zona occidental del Rif. Una de las estratagemas que utilizó Abd el-Krim para lograr contrarrestar a estos fue ir centralizando el poder pacíficamente a través del reconocimiento y cooptación de los distintos líderes tribales de forma que sus opositores encontraran cada vez menos aliados hasta quedarse solos. Así, Abd el-Krim nombró Caid de Marnisa a Ben Hamidu para acabar con su oposición y romper el trio, del cual solo Abd el-Kader continuó con el bando español. 

Abd el-Krim dio otro golpe de efecto con su victoria frente a una de las figuras más míticas del Rif, el-Raisuni, un caudillo que controlaba la zona occidental conocida como el Yebala. El-Raisuni había logrado una gran influencia dado a los altercados que perpetraba, las escaramuzas que llevaba a cabo y sus sonados secuestros, como el famoso el incidente Perdicaris: el-Raisuni secuestró a un diplomático norteamericano y causó una pequeña crisis diplomática entre los Estados Unidos y el sultán de Marruecos, que además era el primer país que había reconocido la independencia estadounidense. Tal aventura fue plasmada en una película de 1975 titulada “El viento y el león” en la que Sean Connery interpretaba a el-Raisuni.

Fotografía real de el-Raisuni

Curiosidades aparte, el-Raisuni era un notable a tener en cuenta en el Rif occidental, pues había gobernado durante más de 20 años en la zona del Yebala. El-Raisuni se había mostrado ambiguo respecto a la presencia española: a veces veía favorable la colonización española y otras no, pues exigía al gobierno español que le otorgara un alto cargo en la administración colonial. Todo cambió en 1922, cuando los españoles decidieron acabar con el-Raisuni y tomar Tazrut, la capital del Yebala, para asegurar el Rif occidental tras Annual. Tras esto, los españoles decidieron ofrecer un cargo a el-Raisuni a cambió de que este derrocase a Abd el-Krim, que amenazaba los intereses de ambas partes.

El-Raisuni

Tras una serie de ataques a las tropas de Abd el-Krim organizados por el-Raisuni, en enero de 1923 Abd el-Krim envía un ejército compuesto de 1000 hombres que logran derrotar definitivamente a el-Raisuni, que contaba con apoyo de la aviación española en la zona. Con esta victoria, Abd el-Krim se volvió incontestable y, a ojos de sus seguidores, invencible. Esta victoria no solo le proporcionó prestigio: los bienes incautados a el-Raisuni y los españoles llenaron las arcas del nuevo estado. 

Una vez solventados los conflictos con los rifeños y pacificado el Rif en todo su territorio desde Temsaman hasta Tetuán, Abd el-Krim ya podía comenzar a construir sobre los cimientos establecidos lo que sería el nuevo estado del norte de África, la República del Rif. Pero esto lo veremos en el siguiente artículo.


Apéndice historiográfico

Varias preguntas viene siendo si esta se trató de una República Independiente del Reino de Marruecos, si  fue simplemente una república transitoria hasta que Marruecos fuese descolonizado o si fue el primer conato de la lucha anticolonial marroquí incluyendo a Abd el-Krim como parte del nacionalismo marroquí. Cuestiones clave como la ideología del movimiento, sus objetivos y la gestión del líder rifeño no han sido del todo exploradas.   

Pocas son las obras publicadas sobre este periodo histórico. La gran obra sobre la República del Rif continúa siendo la obra del antropólogo norteamericano David M. Hart The Aith Waryaghar of the Central Rif: an ethnography and history, así como otra obra basada en la tesis doctoral de C.R Pennell  La guerra del Rif : Abdelkrim el-Jattabi y su estado rifeño. En cuanto  a las obras en español encontramos muy pocas, mientras que en árabe encontramos un gran catálogo marroquí y que para el cual recomiendo el articulo de Rocío Velasco de Castro.

Las obras en español no son abundantes. Este tema, al igual que la etapa colonial de España en África, parece ser objeto de una clara amnesia social y académica. Una de las primeras obras es la de Miguel Martín, El colonialismo español en Marruecos de 1973. En esta obra se menciona la República del Rif pero de un modo superficial centrándose en los escenarios políticos en España y en los partidos políticos comunistas activos en el anticolonialismo de la época.

María Rosa de Madariaga es, hasta el momento, la autora más prolífica con una intensa publicación de articulos y obras sobre España, el Rif y el protectorado. Su obra centrada en el líder rifeño Abd el-Krim El Jatabi. La lucha por la independencia de 2009 aborda el periodo de existencia de la República pero no llega a ocupar más de 20 páginas haciendo un análisis de la misma superficial. La obra más reciente de esta temática es El Rif, sus élites y el escenario internacional en el primer tercio del siglo XX (1900-1930) de 2016 de Faris el Messaoudi-Ahmed. Este  aborda el tema de manera más profunda y hace un análisis claro de las diferentes corrientes y visiones sobre este periodo histórico en la historiografía, sobre todo la marroquí.

También encontramos La República del Rif de Jesús Salafranca de 2004. Podemos decir que es la obra más completa, pues se dedica el libro enteramente a la formación de la República, a exponer las novedades y además a realizar un análisis ideológico del nuevo Estado. 

No es un catálogo extenso, mucho menos si se tiene en cuenta que la mitad de las obras citadas se encuentran descatalogadas y fuera de circulación. Además, de los autores citados sólo uno es originario de la región del Rif.

Marruecos y el Rif a principios del siglo XX

Artículo escrito por Selim Balouati y editado por Alejandro Salamanca.

Parte de la serie España en el Rif

1 – La invasión española del Rif: causas y antecedentes (1848-1908)
2 – Marruecos y el Rif a principios del siglo XX
3 – Annual, 1921: muerte y nacimiento
4 – Fuente primaria: Carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones (1921)


En el anterior artículo explicábamos las causas de la invasión española del Rif, centrándonos en factores internos de la historia y la política españolas. En el artículo de hoy hablaremos de la situación del Rif y del resto de Marruecos a principios de siglo.

Nota sobre terminología: empleamos el término «tribu» para referirnos a una comunidad social cohesionada por lazos de parentesco reales o imaginados. No se debe interpretar como una palabra valorativa o despectiva

El reino de Marruecos

A principios del siglo XX, Marruecos era uno de los pocos países africanos que todavía no había sido ocupado por las potencias coloniales europeas. Esta situación se logró en parte gracias a la hábil diplomacia marroquí, que nunco mostró favoritismo por ninguna potencia europea y procuró mantener una actitud neutral. Sin embargo, como ocurriría en muchos otros lugares, las concesiones comerciales y los acuerdos de exportación acabarían debilitando su independencia. Marruecos es el único país del continente africano que da al mar Mediterráneo y al océano Atlántico, lo que le da gran importancia geoestratégica.


Las tres grandes potencias que intentaban ejercer su influencia en Marruecos eran Alemania, Inglaterra y Francia. Inglaterra quería proteger sus intereses en Gibraltar y alejar de Marruecos a potencias hostiles. Alemania, que apenas había logrado territorios en el reparto colonial del Congreso de Berlín, aspiraba a ampliar su influencia en el país,visita del káiser a Tánger incluida. Por su parte, Francia quería evitar que Alemania se hiciera fuerte en un territorio tan cercano a sus posesiones en Argelia. Se producirían varias crisis diplomáticas entre Francia y Alemania, solucionadas tras la cesión a Alemania de parte del territorio francés en Congo.

Marruecos contaba en 1900 con aproximadamente 4 millones de habitantes. La mayoría de ellos se organizaban en torno a tribus o sociedades familiares, donde el nombre del ancestro tenía un peso notable. La principal autoridad estatal era el rey o sultán, que además tenía el título simbólico de amīr al-muʾminīn o comendador de los creyentes. Su sucesión no era hereditaria, sino que estaba determinada por un consejo de ulemas, aunque el puesto siempre recaía en un miembro de la familia alauí. Cada nuevo aspirante a sultán tenía que armar un ejército a través de redes tribales y clientelares para así ganar el título a través de la guerra con sus posibles aspirantes.

A pesar de que el sultán de Marruecos era reconocido como líder religioso y espiritual en todo el Magreb, su poder como líder político solo llegaba hasta donde su ejército real podía ir a recoger los impuestos. A principios del siglo XX, la autoridad del sultán se extendía apenas entre Tánger y Esauira, más o menos un 20% del territorio del actual Marruecos. El resto del país era conocido como Bled es Siba cuyo significado podría ser algo similar a territorios sin ley o zonas de anarquía, aunque en realidad eran simplemente zonas fuera del poder real. El Rif era una de estas regiones.

(Blanco: zonas de poder real. Gris: zonas de Bled es Siba )
Autor: Elisée Reclus, «L’Homme et la Terre»

En los primeros treinta años del siglo XX, el sultanato de Marruecos experimentó una serie de sucesiones al trono turbulentas. Uno de los primeros monarcas marroquíes que se abrieron la influencia extranjera fue  Sultán Abd el Aziz, que comenzó su reinado en 1901 (oficialmente su reinado comenzó en 1894, pero al ser menor de edad la regencia la ejercía un visir). El nuevo sultán, a quien le gustaba imitar las modas occidentales, se rodeó durante su mandato de un gabinete de consejeros europeos que le asesoraron sobre cómo modernizar el país. (¿Os suena?)

Las reformas fiscales y administrativas del sultán no agradaron a los nobles y notables marroquíes, que comenzaron una rebelión cuyo líder era el hermano del sultán, Muley Abdelhafiz. Para sofocarla, el sultán solicitó tropas a los europeos, y los franceses aprovecharon para aumentar su presencia e influencia en el país a través de acuerdos comerciales y apoyo en las revueltas internas que sufría el nuevo gobierno de Abd el Aziz. Por otra parte, se produjo un incidente diplomático entre Francia, Marruecos y Alemania, que se intentó resolver mediante la conferencia de Algeciras que se celebró en 1906 y de la que hablamos en el siguiente artículo. Dos años después, los ulemas proclamaron a Abdelhafiz, más conservador y tradicional que su hermano, como legítimo sultán.

El sultán Abd el Aziz con su famosa bicicleta. Se decía que esta era de oro y que por ella se había vendido el país a los extranjeros, una fábula que desprestigió  al joven sultán. Autor: La vie illustree

El nuevo sultán se comprometió a cumplir seis puntos: 1: Deshacerse de toda influencia europea. 2: Recuperar todas las regiones fuera de la frontera actual marroquí. 3: Abolir el acta de Algeciras. 4: Eliminar los privilegios extranjeros. 5: Gobernar sin ayuda extranjera. 6: No realizar acuerdos con extranjeros sin consultar al pueblo. Como vemos, toda una declaración de intenciones que en cierto modo ataba al sultán en materia exterior y que era un tanto irrealista dado el estado del país.

La situación con el tiempo no resultaría beneficiosa para Abdelhafiz, pues Marruecos se encontraba ahogada por las deudas (se calcula que para 1910 debía cerca de treinta y cinco millones de dólares a Francia). El poco margen de movimiento provocó que el nuevo Sultán acabase formalmente de la independencia del Estado marroquí con la firma del tratado de Fez en 1912, que convertía el país en un protectorado de Francia. Al conocer el tratado, la población de Rabat y otras ciudades se levantaron en una revuelta con el objetivo de dar muerte a todo foráneo que se encontrase en la capital, una insurrección que tuvo que ser sofocada por el ejército francés. Ese mismo año, Abdelhafiz abdicó del trono en favor de su hermano Yusuf. Desde ese momento y hasta el fin de la presencia colonial europea en Marruecos, el Sultán no sería un obstáculo para los franceses.

Portada del suplemento dominical del diario francés Le Petit Journal sobre la firma del tratado de Fez y el inicio del protectorado francés. Fuente: Biblioteca Nacional Francesa

El Rif a principios del s. XX

Tánger

Una de las pocas zonas del Rif controladas efectivamente por el sultán era Tánger. La ciudad  fue escenario de una actividad diplomática intensa que no vivía ninguna otra zona de Marruecos, pues allí se ubican todas las embajadas y consulados extranjeros. El emplazamiento de la ciudad la hizo una zona clave de paso para viajeros y reuniones diplomáticas, por lo que esta ciudad adquirió un carácter particular que la deja fuera de la cronología rifeña. queda fuera de la cronología rifeña.En 1925 la ciudad pasó a ser una “zona internacional”, es decir,administrada de forma independiente por varios Estados. Esta situación no se rompió hasta la entrada de Alemania en París durante la Segunda Guerra Mundial, momento que aprovechó el ejército español para entrar en la ciudad y gobernarla hasta el fin del conflicto en 1945, tras lo que se restauró la situación anterior finalizando en 1956. Hay que mencionar como curiosidad que la primera adquisición de gobierno norteamericano fuera de Estados Unidos fueron los terrenos donde se erigía el consulado americano en Tánger, convertido hoy día en un museo.

El Rif y los rifeños

A principios del siglo XX, la población del Rif no  llegaba a los 800.000 habitantes. Esta zona estaba relativamente libre de influencia extranjera y apenas había cartografía más allá de Ceuta, Melilla y Larache. El interior del Rif era una zona inexplorada sobre la que había muchas fábulas y mitos como por ejemplo las riquezas mineras de la zona.

La mayoría de los habitantes del Rif eran bereberes o amazigh. Apenas habían sido arabizados y conservaban su lengua y sus estructuras sociales tradicionales. El árabe era solo la lengua intelectual y litúrgica, pues tanto el Corán como los documentos oficiales siempre estaban en ese idioma. No se sabe hasta qué punto el alfabeto bereber o tifinagh había sobrevivido o cuando se extinguió. Un ejemplo de pervivencia cultural frente a la arabización es el tatuaje en el rostro femenino que continuó siendo propio de la etnia amazigh. Este símbolo de distinción social podía poseer varios significados, como la confirmación de que estaba prometida (una función similar a la del anillo de compromiso en Occidente).  

Mujer Amazigh
Autora: Farah Ali  Twitter; @farali_95 (Reproducido con su autorización)

Los amazigh se organizaban en tribus, también llamadas cabilas o cabilias. Cada una de estas era conocida por su antecesor de origen masculino o por el lugar de origen. Para designar a la tribu por el nombre del antepasado común se usan los vocablos ulad y beni que quiere decir “hijo de” o “hijos de”. Esta estructura tribal partía de un tronco inicial que se iba dividiendo en clanes surgidos a través de matrimonios o por asentamientos en determinados lugares. A pesar de las subdivisiones, podemos hablar de una sociedad relativamente igualitaria en la que las tribus se trataban de igual a igual.

El poder de cada tribu dependía del número de parientes adheridos a esta y de su afinidad o alianzas con otras.  La rivalidad entre tribus podía dar lugar a enfrentamientos, pero a pesar de ello rara vez ejercían su poder para imponerse en materias legales o jurisdiccionales. En esa época, la tribu más fuerte era la de los Beni Urriaguel, de donde procedía el futuro líder rifeño Abdelkrim. Se calcula que en 1920 contaban con algo más de 40.000 miembros. Los Beni Urriaguel fueron durante mucho tiempo la tribu dominante en el Magreb, y eran tan poderosos que raramente necesitaba la alianza de otra para resolver un conflicto.

‘Zoco a Had de Benibuifrur’, 1910. Autor: José Ortíz Echagüe (Museo de la Universidad de Navarra).

Los amazigh se regían por una ley interna llamada el urf, la cual imponía multas de carácter económico y físico, pero siempre trataba de buscar la paz entre las tribus y el respeto de las zonas comunes como los zocos. Como hemos dicho antes, el poder del sultán apenas llegaba al Rif, que era considerado uno de los Bled es-Siba o territorios sin ley. Es cierto que el sultán nombraba un Caid para que gobernase la zona en nombre de su majestad, pero este importaba poco. Se sabe que en otras regiones había un cierto temor a las delegaciones reales enviadas a recaudar impuestos, pues cuando no se les hacía caso acampaban en la zona y ejercían el bandolerismo contra aquellos que se negaban a acatar las órdenes reales, aunque no se tiene constancia de que esto sucediera en el Rif.

Fuerza cabileña

Durante mucho tiempo la historiografía puso el foco de atención en Abd el Krim y Annual, pero en realidad los rifeños nos ofrecen muchos otros ejemplos de resistencia en el siglo XX. Las cabilas rifeñas participaron en varios conflictos durante los siglos anteriores, aunque la mayoría de las veces lo hicieron como actores secundarios. La primera gran alianza tribal se fraguó con Mohamed Ameziane (1859-1912), sobre quien no hay muchas fuentes. Bajo su liderazgo, las tribus rifeñas se unieron por primera vez sin que hubiera presencia de bereberes de otras zonas del Magreb. El motivo de la unión fueron las pretensiones de un presunto heredero al trono que trató de vender las riquezas mineras del Rif a los inversores europeos.

La guardia del jefe tribal de Abadda Dar en 1922. Autor: Roger-Viollet

Todo comenzó en 1902, cuando entró en escena un tal Bu Hamara, que se hacía pasar por hermano del Sultán y Rogui, es decir, heredero legítimo al trono.  El Rogui, activo tanto en las zonas controladas por el sultán como en los “territorios sin ley”, lideró una revuelta con las tribus bereberes del nordeste de Marruecos, derrotó al ejército real y a partir de ahí se autoproclamó autoridad legal de esa zona del Magreb. Bu Hamara trató de enriquecerse estableciendo contratos con inversores alemanes y españoles. Por ejemplo, vendió el derecho de explotación de las minas del monte Afra a la Compañía española de Minas del Rif por un tiempo de noventa y nueve años.  

A pesar de su prestigio, el Rogui Bu Hamara no se había ganado la confianza de las tribus del Rif, que mostraron su malestar frente a las ventas de explotación minera y de ferrocarril a manos extranjeras. Ante esta situación, en la cual las cabilas rifeñas podían entorpecer la actividad de los extranjeros, el Rogui decidió invadir el Rif con un ejército para someter a las tribus amazigh.  Esto provocó que que las tribus rifeñas se unieran para defender sus territorios. La coalición estaba formada por los Beni Urriaguel, Bocoya, Tensaman, Beni Ammart y Beni Tuzín. Su líder fue el citado Mohamed Ameziane (en amazigh,»el pequeño» o «el menor»). No se sabe mucho sobre su vida, salvo que era el caid de los Beni Bu Gafa de Nador y jerife (descendiente del profeta) de nacimiento. La única imagen que se tiene de él es la que apareció en la noticia sobre su muerte en la revista española Mundo Gráfico.

Único retrato de Mohamed Ameziane o El Mizzian, obtenida de la revista Mundo gráfico. 22/5/1912 (Hemeroteca Digital de la BNE)

La batalla definitiva entre las tribus rifeñas y el Rogui se produjo en el río Nekor en 1907. El Rogui fue derrotado y entregado al Sultán Abdelhafiz. La victoria fue muy importante para las cabilas rifeñas, que por primera vez se habían unido contra un enemigo común que ponía en peligro la jurisdicción de las mismas en el territorio del Rif. Los rifeños aprendieron podían vencer a un enemigo al que ni el mismo sultán con su ejército real había podido derrotar, por lo que se puede aventurar que que esta primera experiencia tribal fue un antecedente de lo que sucedió en Annual en 1921. La unión tribal liderada por Ameziane estableció las bases de lo que sería la lucha anticolonial contra los españoles, que en 1909 sufrieron su primera derrota. No obstante, la prematura muerte de Ameziane en 1912 a manos de los españoles retrasaría la organización de las cabilas rifeñas frente a los invasores europeos.

Resumen y conclusiones

A principios del siglo XX Marruecos aún conservaba su independencia, a diferencia de la mayor parte de sus vecinos en el norte de África. Al mismo tiempo, era un Estado incapaz de controlar muchos de sus territorios, como el Rif. La influencia europea se notaba especialmente en la capital, en la corte del sultán y en Tánger, ciudad rifeña donde se ubicaban los consulados y embajadas extranjeras. Al igual que en muchos otros países, la penetración europea en Marruecos comenzó con la economía y la ayuda militar. Las deudas que contrajo el sultán con los franceses, a quienes había pedido ayuda para sofocar varias rebeliones, acabaron causando la pérdida de independencia del país. Esta se formalizó bajo la forma del protectorado, que era una manera suave de decir que estaban bajo el dominio de una potencia europea (dos, si contamos a España en el Rif y Río de Oro).

Por las mismas fechas, las tribus rifeñas se unían cerrando filas frente a un enemigo invasor, el Rogui Bu Hamara, quien haciéndose pasar por la autoridad legítima había vendido a los españoles y los alemanes el derecho de explotación de algunas minas. Una vez derrotado el Rogui, la coalición tribal rifeña siguió organizándose para hacer frente a los españoles, que comenzaban a realizar las primeras incursiones en suelo rifeño. Su victoria más sonada sería la emboscada del Barranco del Lobo en 1909, de la que hablamos en el anterior artículo. Esta unión tribal sería el más claro antecedente de la coalición que culminaría en la proclamación de la República del Rif en 1921.  

En este artículo hemos podido ahondar un poco más en la historia de los rifeños a principios del siglo XX, sobre la que no hay muchas fuentes. Hemos dejado fuera del texto a personajes destacados como El Raisuni, pero en cambio hemos dado espacio a Mohamed Ameziane o el Mizzian, uno de los grandes olvidados en la historia de las tribus rifeñas, que unió a las tribus frente a un enemigo común antes incluso de la llegada de los españoles. Tras su muerte, la lucha de las cabilas rifeñas se detuvo hasta la aparición de Abdelkrim, por lo que podríamos llegar a la conclusión de que la mayoría de las veces ha hecho falta un líder que aunara a las distintas cabilas. Tal vez sin ese líder la unión tribal nunca hubiera podido llevarse a cabo, como si fuera un puzzle al que le hiciera falta esa pieza final.  

Bibliografía

  • Manuel del Barrio Jala, «Nuestros generales en el norte de África» en Revista Ejército, número 732. Marzo de 2002, página 45.
  • Ángel Bahamonde y Jesús Martínez, Historia de España Siglo XIX, Cátedra: 2011
  • Sebastián Balfour, Abrazo Mortal: De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939), Península: 2018
  • Faros El Messaoudi-Ahmed, El Rif, sus elites y el escenario internacional en el primer tercio del siglo XX (1900-1930), Megustaescribir: 2016
  • Manuel Horrillo, El Rif 1921, Una historia olvidada (documental)
  • Jesús Marchán, “Costa, los congresos africanistas y la colonización agrícola en Marruecos”, en Regenerar España y Marruecos. Ciencia y educación en las relaciones hispano-marroquíes a finales del siglo XIX, CSIC: 2011 (enlace)
  • Ginés Sanmartín Solano, “La Compañía Española de Minas del Rif (1907-1984),” en Aldaba: revista del Centro Asociado de la UNED de Melilla 5, 1985, pp. 55-74 (enlace)
  • Rosario de la Torre del Río, “Preparando la Conferencia de Algeciras: el acuerdo hispano-francés de 1 de septiembre de 1905 sobre Marruecos”, Cuadernos de Historia Contemporánea 2007, vol. Extraordinario, pp. 313-320

Fuente primaria: Abdelkrim y la Sociedad de Naciones (1921)

Texto traducido por Kamal Boutarfas. Introducción por el autor de este blog.

Introducción

Hasta el momento, en esta página me he centrado en Oriente Medio y apenas he prestado atención al Magreb. Sin embargo, hoy voy a hacer una excepción para introducir un documento histórico muy interesante y hasta cierto punto relevante en la actualidad.

La guerra del Rif es uno de esos conflictos a los que no hemos prestado la atención debida en las escuelas. Normalmente se ve únicamente como contexto del golpe de Primo de Rivera y como «escuela» de los generales africanistas que después protagonizarían la guerra civil, pero nunca reflexionamos sobre las causas y consecuencias del conflicto y de su efecto en la población local. Yo mismo no conozcco mucho sobre ella, a pesar de que sea una campaña colonial española en uno de nuestros países vecinos. Es un tema que tengo pendiente, y por lo tanto no me voy a extender, ya que hay muchos otros que han escrito más y mejor que yo.

A principios del siglo XX, la población del Rif, al norte del actual Marruecos, se sublevó contra la presencia colonial española y francesa y contra el sultán de Marruecos. El principal líder de la rebelión fue Abd el-Krim (o Abdelkrim), cuya biografía es interesantísima. Los rifeños consiguieron establecer una república independiente entre 1921 y 1925, aunque no fue reconocida internacionalmente. La rebelión rifeña fue finalmente aplastada por la alianza militar entre España y Francia, que emplearon métodos muy violentos, incluyendo ataques aéreos con gas mostaza.

Bandera de la república del Rif
Bandera de la República del Rif. Fuente: Wikimedia

En 1921 Abdelkrim enviaba una carta a la Sociedad de Naciones (organismo formado tras la primera guerra Mundial que precedió a la ONU). La Sociedad de Naciones, creada por las potencias occidentales con el objetivo de resolver conflictos por la vía diplomática a nivel global, no fue capaz de evitar ninguna agresión colonial durante el periodo de entreguerras. De hecho, sancionó la ocupación de muchos territorios que habían estado en manos de alemanes y otomanos. La fórmula legal fueron los Mandatos, uns protectorados encubiertos cuyo objetivo era ayudar a los países administrados a alcanzar su indpendencia. (Hablo de los mandatos franceses y británicos en Oriente Medio aquí)

El Rif es uno de los precedentes de lo que después sucedería con la invasión japonesa de Manchuria y la campaña italiana contra Etiopía. La carta que analizamos hoy tendrá ecos en el famoso discurso de Haile Selassie en la Sociedad de Naciones quince años después. Resalto algunos fragmentos llamativos en negrita. Especialmente interesante es, como señaló el traductor, que Abdelkrim diferencie a los rifeños del resto de africanos. Esto refleja de algún modo la ideología imperante entre las potencias occidentales durante la época, que consideraban que los no-europeos no estaban preparados para autogobernarse de forma independiente.

Fotografía de Abd El KrimAbdelkrim. Fuente: El Mundo

En la actualidad en la región del Rif se están produciendo numerosas protestas contra el régimen marroquí a causa del abandono de la región, donde no hay suficiente inversión en educación, sanidad e infraestructuras, así como por la marginación que sufren los habitantes de la zona, mayoritariamente amazigh (o bereberes). El majzén ha respondido con represión, militarización, amenazas y el encarcelamiento de los líderes del movimiento Hirak. La diáspora rifeña está muy activa y organizada, y una gran ola de solidaridad recorre las redes. Se han convocado manifestaciones y acciones en España y el resto de Europa. Muchos activistas rifeños escriben en español y podéis encontrar muchísima información sobre el movimiento en Internet. Al final del artículo dejo una lista de twiteros que os pueden interesar.

Uno de los referentes históricos del movimiento es la República del Rif. Durante las últimas semanas la carta de la que hablamos hoy ha circulado por la twitsfera rifeña. Os dejo con el texto de la carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones, traducida por Kamal Boutarfas, que muy amablemente me ha dado permiso para publicarla aquí. Podéis encontrarle en Twitter con el pseudónimo Ayrad.

Carta de Abdelkrim a la Sociedad de Naciones

Nosotros, el Gobierno de la República del Rif, instaurado en julio de 1921, queremos declarar y hacer ver a los países participantes en el acuerdo de Algeciras en 1906 que las altas ambiciones que auspiciaron dicho tratado no pueden ser llevadas a cabo, cosa que ya la historia evidenció tiempo atrás, y esto debido a una premisa inicial falsa que afirma que nuestro país, el Rif, es parte de Marruecos. Nuestro país es geográficamente parte de África, y sin embargo es una entidad claramente individual, y por lo consiguiente se ha diferenciado étnicamente del resto de etnias de África, mezclándose con europeos y fenicios hace cientos de años resultado de la migración. Nuestra lengua también se diferencia claramente del resto de lenguas, de la marroquí, la africana o de otras. Porque nosotros, los rifeños, nunca hemos sido marroquíes, del mismo modo que los ingleses no pueden considerarse a sí mismos alemanes, y tal vez esta mezcla étnica es lo que nos hace más parecidos a los ingleses en cuanto a nuestra fuerte convicción en la independencia y en nuestro deseo de estar en contacto con el resto de las naciones del mundo. Hacemos un llamamiento, mediante este comunicado, a todas las naciones de cualquier parte del mundo para que vengan y descubran nuestras regiones ignotas, y para que las visiten mediante científicos, geólogos, químicos e ingenieros, con motivos comerciales y sin ninguna intención militar.

Defendemos nuestra tierra contra la invasión de las fuerzas españolas que nos obliga a la guerra con la excusa del acuerdo de Algeciras, pero este acuerdo declara la independencia del Sultán de Marruecos, su soberanía, la salvaguarda de sus territorios, la independencia de su economía sin diferenciación alguna, y nosotros estamos de acuerdo con los dos puntos anteriores con relación a sus tierras, por ello llamamos a algo parecido para nuestro Rif que nunca ha pagado impuesto alguno al Majzén, ni tampoco recibe por parte de éste ayuda o subvención para el desarrollo del Rif. Aspiramos a establecer la libertad económica sin diferenciación en nuestra república, y para ello hemos nombrado a un representante económico para desarrollar la gran riqueza de nuestro país y hacer un llamamiento a los distintos agentes económicos de todas las naciones para que prevalezca la regla de orden, paz y prosperidad.

En julio de 1921 hicimos constar a los embajadores ingleses, americanos, franceses e italianos en Tánger que hemos establecido la República del Rif, y que no despreciamos embarcarnos en una guerra legítima contra España en defensa de nuestra independencia, y que perseveraremos en ello hasta obtener la paz, la libertad y el reconocimiento de nuestra independencia con todos sus territorios; desde los límites fronterizos con Marruecos hasta el mar Mediterráneo y del río Muluya hasta el océano Atlántico. Y llamamos a todos los países a establecer servicios consulares y diplomáticos en la sede de nuestro actual Gobierno, en Ajdir, se les dará todas las facilidades y serán bien recibidos.

Firmado: Mohamed ben Abdelkirm El-Jattabi

Fuentes

  • Primera: Aquí está tanto el texto en árabe como su traducción al francés.
  • Segunda: En este periódico digital marroquí (AnwalPress) aparece el texto en árabe junto con más información sobre la República.
  • Tercera: En este otro periódico electrónico marroquí (Alaoual) aparece parte de dicha carta.

Rifeños en Twitter

No es una guía exhaustiva, ni mucho menos, pero si queréis saber lo que se cuece por la región son una mejor fuente que yo. Gente joven, muchos de ellos residentes o nacidos en España, que twitean en castellano sobre el Hirak, el Rif y otros temas de interés. Si veis que falta alguien, indicádmelo y será añadido a la lista.