Colonialismo y genocidio en Israel y Palestina (I)

Colonialismo y genocidio en Israel y Palestina (I)

Introducción

Este texto está dirigido a todas aquellas personas que no tengan una visión clara sobre el conflicto palestino-israelí. No es estrictamente un artículo de historia ni un análisis de la situación actual, sino más bien una reflexión sobre lo que ha pasado en los últimos meses y sobre la necesidad (o no) de tomar partido. La idea viene motivada por un breve post en redes sociales de mi amigo Anónimo García en el que reflexionaba, entre otras cosas, sobre el escepticismo que le provocaban las informaciones periodísticas y las consignas ideológicas al respecto del conflicto palestino-israelí, la confusión que experimenta cualquier persona que no pueda estar informada sobre el tema, y la necesidad contemporánea de expresar nuestras opiniones o posicionamientos sobre casi cualquier cosa. Anónimo planteaba una serie de preguntas retóricas sobre la cuestión de publicar (o no) un posicionamiento al respecto:

¿A quién voy a acercar o alejar con esta posición? ¿Para qué hablar de lo que solo sé por terceros? ¿Por qué opinar sobre temas de actualidad, que son los árboles que impiden ver el bosque? ¿Qué importa mi posición en un conflicto tan lejano, sobre el que no tengo ningún tipo de influencia, si no es para mostrar admisibilidad moral ante mis contactos?

Queramos o no, la actualidad nos rodea y nos afecta. Uno de los privilegios de vivir en la comodidad clasemediana occidental es poder creer la ficción de que las cosas que suceden a kilómetros de distancia no nos afectan, de que esto no va con nosotros, y de que de todos modos no tenemos nada que hacer al respecto. Esta sensación de impotencia y la apatía que a menudo la acompañan son una de las herramientas más eficaces de los poderosos para poder seguir haciendo lo que quieran sin rendir cuentas a nadie. Sentirse abrumado por la actualidad internacional es totalmente comprensible, que bastante tentemos con el día a día cotidiano. No obstante, posicionarse en un tema aparentemente lejano y complejo como el conflicto palestino-israelí no es un mero ejercicio de postureo moral. Es un acto de responsabilidad civil, aunque “no sirva para nada.” Esta es una de tantas formas de reivindicar nuestro papel en la sociedad como ciudadanos políticos y no como meros consumidores pasivos. Parte del dinero de nuestros impuestos acaba siendo parte del conflicto de forma indirecta, así que no está de más interesarnos sobre lo qué está pasando y nuestro papel en todo esto. Por otro lado, nunca viene de más hacer un ejercicio de análisis crítico, especialmente ante un conflicto que pone en tela de juicio todo el orden internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial y los valores liberales teóricamente abanderados por el bloque occidental.

Además, posicionarse no es malo, especialmente si estamos convencidos de ello. Sin ir más lejos, al citar a Anónimo y llamarle amigo mío en este artículo ya me estoy significando y posicionando activamente respecto a su conocido caso, que le ha complicado muchísimo la vida. No gano nada con ello, y de hecho incluso puede que me gane detractores, pero es lo que considero justo. Pues, con Palestina e Israel es lo mismo, pero a una escala muchísimo mayor.

Estas reflexiones me ha llevado a escribir este artículo, dividido en varias partes para que su lectura sea más cómoda. Aunque en los últimos cuatro años años he ido dejando la divulgación en un segundo plano para centrarme en la investigación (que es lo que me da de comer al fin y al cabo), llevo un tiempo queriendo expresarme públicamente sobre la guerra abierta entre Hamás e Israel iniciada el 7 de octubre de 2023. Si bien yo no soy nadie ni una especial autoridad para hablar de este tema, soy consciente de que tengo cierto público (por pequeño que sea) y tal vez una responsabilidad de resumir e interpretar los eventos para quienes puedan tener interés en ello pero no tengan tiempo o capacidad para informarse y analizar la abrumadora cantidad de informaciones que nos llegan sobre el tema. Este texto es pues el resultado de meses de presenciar horrores indescriptibles en tiempo real, y de la necesidad imperiosa de tomar partido en un momento histórico que creo que será crucial para los años venideros. Espero que esto pueda servir de ayuda a alguien.

Para ir con las cartas descubiertas y que no se me acuse de nada, voy a dejar mi posición clara desde el principio: en este texto quiero explicar por qué creo que Israel es un Estado colonial que aplica un régimen del apartheid en los territorios que ocupa de 1967, y por qué todas las evidencias apuntan cada vez más claramente al hecho de que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza. Estas son palabras graves; quienes me seguís desde hace tiempo sabéis que suelo ser bastante parco en adjetivos calificativos, y que trato de evitar interpretaciones tremendistas o maniqueas. En este caso, no obstante, creo que es necesario decirlo con claridad: Israel es un Estado colonial que está cometiendo (por acción y por omisión) un Genocidio en Gaza. Las pruebas son, a día de hoy, incontestables. Este texto es una pues un intento personal de explicar cómo he llegado a esta conclusión, y un intento de convencer a quienes no lo tienen tan claro (o quienes no saben nada) de que este es el caso (y que es necesario expresarnos abiertamente al respecto).

En este primer artículo voy a dar argumentos a favor de aplicar el adjetivo «colonial» para referirnos tanto al proyecto sionista como a Israel. Esta no es, ni mucho menos, una tesis valiente o novedosa. Muchos antes que yo lo han usado y razonado de una forma mucho más elocuente y elegante. Antes de eso, no obstante, voy a ofrecer un breve resumen de lo sucedido desde octubre hasta ahora, aunque omitiendo muchísimos detalles.

Checkpoint de Qalandiyah (entre Jerusalén y Ramala), junio de 2016. Foto de Ahmad Al-Bazz/GroundTruth

La Guerra en Gaza y el debate público

Los detalles de la última escalada de violencia en Gaza son de sobra conocidos, pero he aquí una breve recapitulación de los hechos de la forma más aséptica e imparcial posible.  El 7 de octubre de 2023, Hamás una organización armada no-estatal (una forma más precisa de definirlos que el término “terroristas”, aunque sin duda Hamás emplea tácticas terroristas) que controla el enclave de Gaza, realizó una incursión sin precedentes en territorio israelí acompañada del lanzamiento de miles de cohetes. Además de atacar objetivos militares, los de Hamás asaltaron un festival de música y varios kibbutz, asesinando a numerosos civiles y capturando cientos de rehenes en una acción terrorista sin precedentes en la historia de Israel. El ataque, parece ser, pilló totalmente por sorpresa al ejército israelí. El total de bajas israelíes superó el millar. En las horas que siguieron, el ejército israelí recuperó el control de las zonas residenciales; algunos civiles murieron en el fuego cruzado. Como represalia, Israel lanzó una operación a gran escala contra la franja de Gaza con el objetivo declarado de liberar a los rehenes y acabar con Hamás. Los intensos bombardeos fueron acompañados de intervenciones terrestres y de un bloqueo de suministros por parte de Israel.

Siete meses después, la operación israelí en Gaza continúa. Decenas de miles de palestinos, una tercera parte de ellos niños, han muerto como resultado. Muchos más han quedado mutilados y traumatizados de por vida. Cientos de miles de personas se han visto forzadas a desplazarse. La infraestructura civil de Gaza (instituciones educativas y sanitarias, administración pública, saneamiento y electricidad) ha quedado reducida a escombro y cenizas, al igual que buena parte de los edificios residenciales y comerciales. La hambruna y las enfermedades merman a la población, que subsiste en muchos casos hacinada en condiciones dificilísimas. La escala de la destrucción es tal que Sudáfrica ha acusado a Israel de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia. El mismo tribunal ha dictaminado que Israel debe detener su ofensiva en Rafah por el gran peligro en el que pone a la población civil. El Tribunal Penal Internacional, por su parte, ha comenzado los procedimientos para arrestar a los líderes de Hamás y del gobierno israelí. Fuera de las fronteras de Palestina e Israel, Yemen lleva meses atacando buques mercantes que cruzan el mar Rojo con destino a Israel, lo que ha llevado a una respuesta occidental. Mientras tanto,  Israel está interviniendo en el norte del Líbano, intercambiando fuego con Hezbolá (un partido político y organización paramilitar libanesa, un verdadero Estado dentro del Estado). También se ha producido una escalada entre Israel e Irán después de que Israel atacase con misiles de precisión el consulado iraní en Damasco, a lo que Irán respondió con un ataque aéreo con drones y proyectiles varios.

Las ruinas de Gaza. Fotógrado: Eyad Baba (trabaja para AFP, esta foto está extraída de su Facebook)

En Occidente, el asunto se vive desde la comodidad que da la distancia. Los Estados e instituciones parecen haberse situado del lado israelí, especialmente Alemania (alegando su responsabilidad Histórica por el Holocausto) y EEUU. Entre la opinión pública, hay quienes eligen posicionarse a favor o en contra de la operación israelí y quienes optan por no tomar partido, ya sea por desinterés o por abrumadora variedad de informaciones contradictorias que podemos leer y oír. A la ingente cantidad de imágenes y vídeos que han aparecido se suman no pocas fotos y vídeos errónea y malintencionadamente atribuidos (por ejemplo, escenas de la guerra civil Siria), además de numerosas imágenes generadas por IA. En los medios de comunicación y en las redes sociales el debate se plantea sin claroscuros, reducido a menudo a una caricatura, aunque también hay discusiones con más matices que quedan sepultadas bajo el ruido.  

Los partidarios de Israel más moderados justifican la operación aludiendo al derecho de autodefensa y a la necesidad imperiosa de acabar con Hamás para salvaguardar la seguridad del Estado israelí. Hamás, al fin y al cabo, busca la destrucción de Israel y la eliminación de los judíos tal y como hicieron los nazis. Sobre las bajas civiles (eufemísticamente denominadas “daños colaterales”) aseguran que son el resultado inevitable de la estrategia de Hamás de mimetizarse entre la población civil a quienes usan como escudos humanos. Además, dicen, el ejército israelí es extremadamente cuidadoso en sus procedimientos y trata de evitar víctimas civiles, a pesar de que muchos gazatíes simpaticen con Hamás. La extrema violencia de los ataques de Hamás, y su retórica abiertamente antisemita y genocida (ya que aspiran a la aniquilación del Estado de Israel y varias veces han manifestado su deseo de acabar con los judíos), es una causa más que justificada, dicen, para una intervención militar en la Franja. La densidad de población de la Franja hace que sea imposible evitar “daños colaterales”.

Por otro lado, quienes critican la operación israelí y piden un alto el fuego, sin que ello quiera decir necesariamente que apoyen a Hamás o siquiera a Palestina, señalan la desmesurada cantidad de víctimas civiles, el elevado grado de destrucción, y la situación de emergencia humanitaria que afronta la población gazatí. Las cada día más numerosas voces que sostienen que Israel está cometiendo un genocidio señalan el discurso deshumanizador del gobierno y los medios israelíes, los numerosos crímenes de guerra cometidos por miembros del ejército israelí, una política supuestamente deliberada de privación y debilitamiento de la población civil mediante la inanición, la destrucción sistemática de infraestructura civil, y los constantes desplazamientos forzosos de la población. La situación amenaza con socavar los principios del “orden liberal internacional basado en reglas” que surgió tras la segunda Guerra Mundial. El propio Josep Borrell, alto representante de la UE para exteriores, ha admitido que habrá que acabar eligiendo entre la legalidad internacional y el apoyo a Israel.

Intercambio de proyectiles en Gaza, abril de 2024. Foto: Eyad Baba

Israel, ¿un Estado colonial?

Demos un salto atrás en el tiempo. Como historiador implicado en la divulgación e inicialmente especializado en historia contemporánea de Oriente Medio —luego la vida me ha llevado por otros derroteros—, he leído bastante y he escrito varios artículos al respecto del conflicto palestino israelí. En general, me baso en la obra de autores israelíes como Benny Morris (sionista moderado), Ilian Pappe (antisionista) y de palestinos como Rashed Khalidi (sí, admito que faltan voces femeninas entre mis referencias). En este artículo, La Nakba, el éxodo árabe para crear el Estado de Israel doy un breve repaso a los antecedentes del conflicto y argumento que en 1948 Israel realiza un intento de limpieza étnica en la Palestina histórica. Esta limpieza étnica no fue una consecuencia desafortunada de la guerra, sino un plan premeditado e ideado por las altas esferas del nuevo Estado israelí. La Nakba creó numerosos refugiados palestinos y propició la creación de organizaciones como la UNRWA. En El incierto futuro de los refugiados palestinos en la diáspora hablo de la situación especial de los refugiados palestinos y sus descendientes en varios países árabes.

Por supuesto, la historia es siempre compleja. No quiero decir que Israel sean “los malos” y Palestina “los buenos”; del mismo modo, no quisiera equiparar los Estados o proyectos de Estado con los pueblos que dicen representar. Los judíos no llegan a Palestina en 1948: algunas familias habían residido en la región durante siglos, mientras que muchos otros llegaron principalmente desde Europa en diversas oleadas migratorias, muchas de ellas militantes (es decir, organizadas por grupos y asociaciones políticas) e irregulares (o lo que es lo mismo, contra la legislación vigente en la época y los designios de los británicos, que desde 1920 hasta 1948 controlaron formalmente Palestina). Las relaciones entre los inmigrantes judíos y los habitantes nativos de la región tuvieron distintas fases, y no siempre se caracterizaron por la violencia. No obstante, durante la década de 1940 la tensión era altísima, y había habido varios ataques y masacres de árabes a judíos, y viceversa.

Puedo argumentar sin problemas que el proyecto sionista es un proyecto colonial. Eso no quiere decir que todas las personas que emigraron a Palestina fueran colonos o tuvieran intenciones hostiles, pero sin duda, muchos grupos de la época tenían una perspectiva colonial en mente. ¿Por qué es colonial el sionismo? Muy sencillo. La idea de que los judíos merecen vivir y construir un Estado en los territorios que ocupaba el reino de Israel en el primer milenio antes de Cristo (o de la Era Común, como decimos los historiadores últimamente) se basa en una pretendida legitimidad histórica que ignora a las personas que vivían en esa tierra, y las vicisitudes ocurridas en los dos milenios y medio pasados entre la destrucción del Templo y la llegada de los primeros inmigrantes sionistas. Es un proyecto colonial porque no busca integrarse en una comunidad existente o mezclarse con la población, sino que plantea la fundación de un nuevo Estado en el que un grupo dominante (los judíos) se impondría sobre los nativos o directamente los expulsaría. Esto no me lo estoy inventando. Basta con leerse textos del Beitar (una organización sionista de los años 20-30 que aspiraba a la creación de un Gran Israel) para ver que la retórica de la limpieza étnica no es nueva. Uno de los lemas fundacionales de Israel, “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, también refleja la ideología colonial, mostrando Palestina como una tierra prometida, deshabitada y lista para ser colonizada.

Poster del Beitar mostrando a Jabotinsky. Fuente: Beitar Australia

Los proyectos coloniales cuentan siempre con actores en el terreno que lo hacen avanzar, aunque ellos individualmente no tengan intenciones de colonizar la tierra o someter a la población nativa. Es un caso que estudio en mi tesis doctoral, en la que me centro en los españoles que habían emigrado a la Argelia colonial francesa a finales del XIX, algunos de los cuales serían llamados “Pied Noirs” décadas después. Estos inmigrantes eran personas humildes que buscaban mejorar su situación personal, y que no tenían nada que ver con los designios imperiales de las autoridades francesas. No obstante, fueron instrumentales en la frontera colonial, y sin su sudor y su sangre, la Argelia francesa no hubiera sido productiva. De algún modo, muchos de los inmigrantes judíos llegados a Palestina/Israel en los años 20, 30 y 40 me recuerdan a ellos. Pero estoy saliéndome un poco del tema. Lo que quiero decir es que, si bien creo que se puede hablar claramente del proyecto sionista como un proyecto colonial que busca crear un nuevo Estado a expensas del grupo que ocupaba esas tierras precedentemente, no sería acertado decir que los inmigrantes que hicieron posible tal proyecto sean todos colonialistas. La crítica es a la ideología y a las instituciones surgidas para defenderla, no a las distintas comunidades judías que participaron y participan en ello.

El colonialismo es compatible con la retórica democrática. Tanto en la Argelia francesa como en la India británica se celebraban elecciones.  El Estado de Israel es sin duda democrático, con una sociedad civil activa. Los árabes tienen representación democrática y en teoría los mismos derechos que los ciudadanos israelíes, aunque también sufren discriminación. Entre la propia población judía de Israel existe discriminación y racismo. Quizá el caso más paradigmático sea el de los Beta Israel, una ancestral comunidad de judíos negros de origen etíope. El Estado de Israel encierra muchas contradicciones; la más importante es la tensión entre los valores democráticos y liberales en los que supuestamente se fundó, la situación con la población palestina tanto en Israel como en los territorios ocupados, y el ascenso de un ideario que pasa por transformar Israel en un etnoestado teocrático, algo que queda reflejado en la Ley del Estado-nación Judío de 2018. En los últimos años, los gobiernos de Netanyahu han puesta también en tela de juicio la estabilidad institucional de Israel. La polémica reforma judicial de 2023 provocó una oleada de protestas que casi hace caer el gobierno, aunque el inicio de la guerra pospuso la resolución de la crisis.

Israel es también un Estado que ocupa unos territorios que no son propios, tanto Gaza como Cisjordania. Es cierto que estas ocupaciones se produjeron en contextos de guerras defensivas, aunque también podría decirse que, desde la perspectiva árabe, esas guerras también eran defensivas y buscaban recuperar los territorios perdidos en 1948). La historia de Palestina desde 1948, por otro lado, es la de un proyecto de Estado que no logró consolidarse, en parte por la presión Israelí, en parte por el expansionismo de los Estados árabes de Egipto y Jordania, y en parte por una serie de malas decisiones de sus distintos líderes. En general, las organizaciones palestinas, desde las comunistas hasta las islamistas pasando por los distintos grupos laicos y liberales, optaron por no reconocer las fronteras israelíes y no renunciar ni al derecho al retorno de los refugiados (no olvidemos que la guerra del 1948 se saldó con una enorme crisis de refugiados) ni a la lucha armada para recuperar unos territorios que ellos consideraban ilegítimamente ocupados. No entraré en detalles para no hacer el texto eterno. Aún a riesgo de minimizar la agencia de los palestinos, se puede decir sin temor a dudas que desde la derrota árabe en la guerra de los Seis Días (1967), Israel mantiene una ocupación efectiva y casi permanente de Cisjordania, acompañada por un movimiento de colonos sionistas que han construido una serie de asentamientos ilegales bajo el derecho internacional.

Poco después de acabar la guerra del 67, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad la famosa resolución 242. En plena Guerra Fría, EEUU y la Unión Soviética (y otros miembros permanentes y no permanentes del Consejo, como Francia, Japón, Etiopía, la India o Bulgaria), se pusieron de acuerdo para trazar un plan de paz que partía de la retirada de las tropas israelíes de los territorios que habían ocupado en la última guerra (que incluían, aparte de Cisjordania y Gaza, la península de Sinaí en Egipto y los Altos del Golán en Siria) a cambio del reconocimiento por parte de los estados árabes de la legitimidad del Estado de Israel y de sus fronteras. El acuerdo fue cumplido solo parcialmente: ni Israel se retiró completamente de sus zonas conquistadas (aunque sí de algunas), ni las organizaciones palestinas (que operaban desde países vecinos, como Líbano o Jordanía) o los países árabes circundantes reconocieron inequívocamente a Israel. La “solución de los dos Estados” no fue aceptada por los países árabes y por la organización palestina dominante, la OLP, hasta finales de los 80. Israel tampoco la adoptó de forma decidida pues a la vez que cumplían algunos de los acuerdos, ignoraba sistemáticamente otros.

Los asentamientos israelíes en Cisjordania (los de Gaza fueron desmantelados en los 90) no han dejado de crecer. En la actualidad, la población de colonos israelíes en Cisjordania supera el medio millón de personas. Y no viven en poblados informales; en muchos casos son auténticas urbanizaciones y comunidades valladas, protegidas por el ejército israelí y con acceso privilegiado a los recursos y accesos. En este mapa y en este otro se puede apreciar cómo Cisjordania es en la actualidad un queso gruyere en el que las comunidades palestinas están aisladas entre sí, con movilidad restringida y con una buena parte del territorio inaccesible para ellos, aunque sí para los israelíes y turistas extranjeros. El ejemplo más evidente para los occidentales sería el Mar Muerto: todos hemos visto fotos de turistas en el Mar Muerto, que mucha gente cree que está en Israel. Sin embargo, se encuentra en los territorios considerados palestinos en la actualidad, aunque la realidad práctica es que los palestinos tienen prohibido el acceso por la ocupación israelí. Desde los años 90, y especialmente tras la instalación de checkpoints permanentes, la instalación de un muro de separación física, la situación ha llegado a un punto en el que organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch utilizan el término apartheid para referirse al sistema discriminatorio establecido por la ocupación israelí y a las constantes violaciones de derechos fundamentales que experimentan los árabes en Israel y los Territorios Ocupados. El mismo término es empleado por organizaciones de la sociedad civil israelí como B’Tselem, que en 2022 publicaba un informe demoledor sobre el estado de la democracia en Israel y los Territorios Ocupados. En este enlace se puede acceder a un informe de 11 páginas publicado en castellano por la misma organización en el que desarrollan sus argumentos.

Asentamiento israelí en Cisjordania. Fuente: Palestine Portal

En resumen, creo que es lícito usar el término «colonial» para definir tanto al proyecto sionista como al Estado de Israel. Al fin y al cabo, el sionismo plantea crear un Estado propio para los judíos ex-novo, en unos territorios que contaban ya con una población previa. El plan sionista pasaba por fomentar la inmigración voluntaria de judíos a la Palestina histórica. Durante el Mandato Británico, las organizaciones militantes (y terroristas) sionistas, como el Irgún, atentaron tanto contra objetivos británicos como contra la población árabe. Tras la independencia, Israel llevó a cabo una limpieza étnica que no llegó a término gracias a que algunos miembros del ejército israelí se opusieron a llevar a término las órdenes de «evacuación» (es decir, expulsión) de la población civil palestina. El ejemplo más conocido es Ben Dunkelman, que se negó a echar a la población árabe de Nazaret de sus casas, dado que la ciudad se había rendido pacíficamente. Una buena parte de las organizaciones sionistas, como el Beitar, aspiraban a crear un Gran Israel que abarcase ambas orillas del Jordán y llegase hasta el Mediterráneo. El Estado judío que aspiraban a crear contaría con una mayoría de población hebrea. Los árabes y habitantes nativos que no pudieran ser «reubicados» tendrían un estatus subalterno.

En la actualidad, encontramos un Estado que se autodefine como «el hogar nacional del pueblo judío» donde se niega el derecho de autodeterminación de cualquier otro pueblo. La Tierra de Israel, dice la ley básica de 2018 y una buena parte del establishment intelectual israelí, pertenece al pueblo judío por derecho histórico y bíblico, ya que era donde se ubicaba el reino de Israel (independientemente de que eso fuera hace más de dos milenios y de que incontables pueblos y estructuras políticas hayan pasado por dichas tierras). Las leyes israelíes otorgan un estatus privilegiado a la lengua hebrea y priorizan la inmigración de judíos de todas partes del mundo, a la vez que niegan el derecho de retorno de los expulsados en 1948 y sus descendientes. Una quinta parte de la población de pleno derecho del Estado de Israel es árabe, si bien en la práctica hay una segregación. Las ciudades son por lo general hebreas o árabes, con pocas localidades mixtas. Los árabes tienen prohibido viajar a muchas zonas y a la Palestina ocupada, y están concentrados en apenas un 3% del territorio. Los ciudadanos árabes están exentos de servicio militar y pueden votar en las elecciones, pero hasta la fecha ningún partido árabe ha sido parte de ningún gobierno nacional.

En Cisjordania, la potencia ocupante (Israel) actúa como un auténtico poder colonial. No solo está incentivando y apoyando el asentamiento de cientos de miles de colonos israelíes en tierras pertenecientes a los palestinos, sino que además está haciendo lo posible por separar y segregara la población local. Los múltiples checkpoints ralentizan los desplazamientos durante horas. Los palestinos no pueden acceder libremente a una buena parte del territorio. Los colonos israelíes pueden utilizar carreteras y accesos completamente vedados para los palestinos. El ejército israelí realiza de forma rutinaria registros aleatorios en residencias civiles a altas horas de la madrugada. Cada familia palestina ha sufrido al menos una de estas humillantes experiencias. Muchos ex-soldados israelíes, traumatizados por sus acciones, han dejado sus testimonios en la web de la organización Breaking the Silence (en inglés). Otra organización israelí, B’tselem, lleva años documentando los abusos del Estado israelí y de los colonos y su campaña sistemática de acoso y expropiación de tierras e inmuebles palestinos. En la práctica, la población de Cisjordania no puede moverse libremente por su país, y no puede gozar de una estabilidad y una seguridad básicas. Los colonos israelíes, con el beneplácito del Estado, acosan a los palestinos y les roban sus propiedades en todo el territorio. El objetivo último de esta política es forzar la emigración de los palestinos y allanar el terreno para conseguir una anexión efectiva de un territorio que, en la práctica, está controlado por Israel.

El sionismo es por tanto un proyecto colonial, dado que desde su origen plantea la creación de un Estado exclusivo para judíos (aunque no hubieran nacido originalmente en dichas tierras), un Israel «desde el río hasta el mar». El Estado de Israel ha llevado a cabo unas políticas segregadoras y discriminatorias hacia su población árabe. En Cisjordania, Israel ha actuado como un auténtico ocupante colonial, limitando severamente la movilidad y el acceso a los recursos de la población local, a la vez que favorecía el asentamiento de colonos israelíes.

Un soldado israelí fotografiado mientras durante la quema de la biblioteca de Al Aqsa, en Gaza, primavera de 2024.

Añadido: reforzando el colonialismo de Estado

Estamos a 25 de julio de 2024. Estoy preparando la siguiente parte del artículo, pero desde que publiqué este texto hace dos meses (el 27 de mayo) hasta ahora han pasado tres cosas que refuerzan mi argumento aún más.

En primer lugar, Israel ha decidido anexionarse por decreto la mayor cantidad de tierras de Cisjordania en tres décadas. En 2024 se ha anexionado tanto territorio palestino como en los últimos treinta años. Tela. La anexión de las tierras palestinas en Cisjordania busca aumentar el área de los asentimientos, e impedir la continuidad territorial palestina. El ministro Smotrich ha admitido que su plan es impedir la creación de un Estado palestino. Esta política oficial va acompañada por las acciones de los colonos israelíes, que llevan años amedrentando a la población palestina en Cisjordania, ocupando sus casas y arrasando sus campos de cultivo, y que han redoblado sus esfuerzos desde el 7 de octubre. La “legalización” o “anexión oficial” no es sino un reconocimiento a algo que llevaba un tiempo sucediendo de facto.

Paralelamente, el Parlamento Israelí aprobó esta semana una resolución en contra de la creación del Estado Palestino, una admisión explícita de que rechazan la solución de los dos Estados defendida por la comunidad internacional. No deja de ser curioso el hecho de que, por mucho que se empeñen los EEUU, España, y los países del bloque occidental, la solución de los dos estados está cada vez más lejos que nunca. El reconocimiento del Estado palestino no es sino una medida cosmética, especialmente si no va acompañada de sanciones a Israel, algo que (desgraciadamente) sabemos que no sucederá.

En tercer lugar, la Corte Internacional de Justicia, principal órgano jurídico de la ONU, ha emitido un dictamen consultivo sobre las acciones y políticas de Israel en los territorios palestinos ocupados, incluyendo Jerusalén. El dictamen es la respuesta a una petición de la asamblea general de la ONU muy anterior al inicio de la guerra entre Hamás e Israel. El documento, al que no se ha dado mucha importancia en los medios de comunicación españoles, tiene 83 páginas y expone de forma contundente las continuas violaciones del Derecho Internacional por parte de Israel como potencia ocupante en Cisjordania, Jerusalén y Gaza. La Corte Internacional es clara: la política israelí de asentamientos es contraria al derecho internacional; no hay diferencia entre los asentamientos de iure y de facto [esto es importante, véase el punto 112 del dictamen, en la página 35]; las anexiones de tierra son ilegales; los israelíes se enriquecen de forma ilícita de los recursos naturales palestinos y priorizan a los colonos en el acceso a recursos esenciales como el agua; e Israel discrimina sistemáticamente a la población palestina en los territorios ocupados.

Un ejemplo de esto último especificado en el dictamen es la cuestión de la discriminación jurídica: los colonos israelíes en territorio palestino ocupado están sujetos a la ley israelí y son juzgados en tribunales civiles, mientras que los palestinos son juzgados por tribunales militares. El dictamen también señala que Israel ha utilizado una violencia desproporcionada contra los palestinos, y confirma que ha llevado a cabo acciones y políticas que han causado el desplazamiento forzoso de cientos de familias. Aunque no tienen la capacidad para imponer sus decisiones a Israel, la CIJ señala que la ocupación debe terminar, que los asentamientos deben ser desmantelados, que los palestinos desplazados deberían poder volver a sus casas, y que Israel debería compensar a las víctimas de sus políticas.

En otras palabras: Si no es colonialismo, ¿cómo llamamos a un proyecto que niega el derecho de los palestinos de vivir en sus tierras, de construir un Estado propio, y que aspira a expulsarlos? ¿Cómo podemos denominar a una idea de Estado que no respeta la legalidad internacional, que incita a sus ciudadanos a establecerse en unas tierras ocupadas y que segrega a la población local, sometida a un régimen de ocupación permanente? ¿Cómo llamamos a la política de hacer la vista gorda a la violencia de los colonos y a legalizar las tierras y viviendas que han tomado a la fuerza? ¿Cómo podemos referirnos a los colonos si no es con el término “colonos”? ¿Cómo denominar a Israel salvo como Estado colonial, si no acepta la existencia de Palestina?

Los argumentos contra calificar a Israel como un Estado colonial suelen aducir el hecho de que el Reino de Israel se encontraba en ese territorio dos mil años atrás, y que el pueblo judío siempre ha tenido una conexión especial con “Tierra Santa.”  Más allá del hecho de que este argumento convierte al Estado de Israel en el único representante legítimo de los judíos (algo que ya es problemático de por sí), parece ser que solo la historia bíblica es importante, que los dos milenios de diáspora son una anécdota, y que las poblaciones semíticas que han vivido ahí estos últimos dos milenios (a los filisteos, samaritanos y judíos originales habría que  sumar los grecorromanos, arameos, árabes y demás que se asentaron en la zona y mezclaron con ellos) no tienen nada que decir con respecto a la tierra en la que ellos y sus ancestros nacieron.


En el próximo artículo desarrollaré el argumento sobre el genocidio.

Nasser, el hiyab, las mujeres iraníes, y opinar sin saber

No tenía pensado escribir este artículo, pero creo que puede ser útil. Salgo de mi tono habitual y me pongo un poco polémico. He observado en las redes sociales la tendencia a compartir el video del discurso de Nasser sobre el hiyab hace medio siglo, a menudo para tratar de demostrar que Oriente Medio era una región más progresista cincuenta años atrás. El vídeo en cuestión es este. El texto añadido es de Russia Today, que tiene una agenda muy específica con respecto al islam y Oriente Medio (just sayin’).

Me molesta bastante el uso del vídeo porque suele estar descontextualizado. No se explica quién era Nasser o por qué da ese discurso. También me toca las narices que muchos de los que lo comparten piensen que en la actualidad el hiyab es obligatorio en Egipto. No lo es. Las mujeres que lo llevan lo hacen bien por voluntad propia, bien por presión social o familiar, pero no obligadas por el Estado.

He visto también que la mayoría de las veces que se discute sobre el pañuelo islámico en las redes sociales la opinión de sus usuarias no importa en absoluto. «No haría llevar eso a mi mujer ni en broma» escribía hoy un iluminado en Facebook. Colega, tu mujer llevará lo que le dé la gana, no lo que tú le pongas.

En fin, vayamos por partes.

¿Quién era Nasser?

Gamal Abdel Nasser fue el presidente de Egipto entre 1956 y su muerte en 1970. No llegó al poder de forma democrática, sino mediante un golpe de Estado con un grupo de militares conocido como los «oficiales libres» que derrocó a la monarquía impuesta por los británicos en 1952. Se autoproclamó presidente en el 56, aunque en la práctica llevaba gobernando el país desde la revolución.

El giro autoritario de Nasser se hizo más pronunciado después de que un miembro de los Hermanos Musulmanes lo intentara asesinar en 1954. Gobernó como un buen militar populista: encarceló, torturó y ejecutó a sus opositores, a la vez que concedía subsidios sociales y puestos de trabajo para las capas más desfavorecidas de la población. Fue el fundador del régimen que hoy día domina Egipto: un aparato militar con enormes intereses en la industria del país y otros sectores económicos estratégicos, con una economía dirigida por el Estado y un sistema político aparentemente democrático en las formas pero no en la esencia.

Gamal Adbul Nasser HusseinQue su sonrisa de galán no te engañe: Nasser no era un angelito.

Nasser también fue un líder muy popular dentro y fuera de Egipto por la humillación a la que sometió a los ingleses y los franceses cuando nacionalizó el Canal de Suez. La ideología de Nasser era el llamado «modernismo laico», de la que hablo extensamente en este artículo. También hablo del propio Nasser en ese texto. Nasser consiguió expulsar a los británicos de Egipto, que alcanzaba así la independencia plena. Umm Jaltum, diosa de la canción egipcia, dedicó varios temas elogiando al presidente. Eso lo dice todo. Ahora bien, que un líder sea popular y carismático no implica que sea un demócrata. A mí los dictadores no me gustan, no sé a vosotros.

¿Quiénes son los Hermanos Musulmanes y qué relación tenían con Nasser?

Los Hermanos Musulmanes o la Hermandad Musulmana (en adelante HHMM) es una organización político-religiosa fundada en Egipto hace más de 70 años. Hablo de ellos y de su ideología en este otro artículo. Tras la revolución de 1952, los HHMM trataron de conseguir el poder, o al menos de hacer demostraciones de fuerza para que el nuevo régimen pasara legislación acorde con su visión de la sociedad. Es decir, una islamización de la sociedad dirigida por el Estado y tratamiento a las minorías como describe el Corán (dhimmíes). Rollito totalitario, vaya.

Lo interesante de los HHMM es que no son una organización estrictamente conservadora. Su visión del islam, como explico en el artículo enlazado arriba, es fruto de la modernidad, no de la tradición. Sus fundadores no son juristas islámicos sino profesores y funcionarios. Para ellos la religión es política, mientras que los ulema de Al Azhar (la principal universidad religiosa en Egipto) eran más bien apolíticos.

A pesar del emblema, los Hermanos Musulmanes, no son una organización terrorista y la violencia nunca ha sido su medio para realizar su visión.Emblema de los Hermanos Musulmanes. Muy simbólico, como queriendo decir «la letra con sangre entra». (No son una organización terrorista aún así, y no han utilizado nunca la violencia)

Como decía antes, en 1954, un miembro de la Hermandad trató de asesinar a Nasser mientras daba un discurso. Eso hizo que la mayoría de sus miembros fueran encarcelados, incluyendo el famosísimo Sayyid Qutb, uno de los más importantes ideólogos del islamismo del siglo XX. He dedicado dos artículos a Qutb, uno sobre su vida antes de la prisión y otro sobre su evolución intelectual en las celdas de Nasser. La Hermandad Musulmana también tenía una sección femenina, y hablo de una de sus integrantes al final de este artículo.

Cuando Nasser da su discurso en 1958, la mayoría de los miembros de los HHMM están muertos o pudriéndose en prisión. El discurso es una afirmación de su victoria, y de la superioridad de su ideología (un laicismo para las clases medias y altas) sobre el populismo religioso de los HHMM. Hay que saber leer los textos históricos. Claro que obligar a las mujeres a llevar el hiyab está mal, pero lo que está haciendo Nasser en su discurso es un alarde de fuerza. No es un campeón de la causa feminista.

A vueltas con el islam y el pañuelo

Lo que más me fastidia de las conversaciones en las que suele salir este video es el pésimo nivel de la mayoría de sus participantes. La mayoría asumen que los países musulmanes son una especie de bloque homogéneo, donde la evolución política y social es uniforme y simultánea. Por eso no dudan en poner este vídeo en relación con Irán o Arabia Saudí, COMO SI EGIPTO, IRÁN Y ARABIA SAUDÍ FUERAN LO MISMO.

¡No, señores, no tienen nada que ver! Obviamente cada país es un mundo, y en Irán el velo es obligatorio y en Arabia saudí hasta hace poco la policía moral iba con un palo asegurándose de que las mujeres fueran apropiadamente vestidas, pero hay muchos otros países con mayoría musulmana donde el velo no es obligatorio por ley. Egipto, el país de Nasser, es uno de ellos.

Sin embargo, hay algo todavía mucho más molesto, y es asumir que las mujeres de los países musulmanas son pobrecitas desgraciadas sin libertad que deben de algún modo ser rescatadas. De nuevo: ¡No, señores! Hay unos 500 millones de mujeres en todo el mundo que profesan el islam, y generalizar sobre ellas es de ser unos paletos bocazas. A esos señores (y alguna esporádica señora, aunque por lo general suelen ser menos) les pregunto, ¿habéis hablado alguna vez con una musulmana? (¿o con alguna mujer que venga de un país de mayoría islámica?)

Yo sí, y hay de todo. Lo bonito de los seres humanos es que somos complejos y tenemos opiniones y gustos muy distintos. He conocido mujeres que llevaban velo en Occidente «por no hacerle un feo a sus padres», pero que en realidad lo odian. He conocido mujeres que llevan el velo porque es parte de su religiosidad y su identidad y lo llevan porque quieren. He conocido mujeres que en cuanto han llegado a Occidente han dejado de llevarlo porque estaban hartas de ser obligadas a tener un código de vestimenta en sus países. He conocido mujeres que, sin ser especialmente religiosas, lo llevan por tradición y costumbre. Todas tienen sus motivos para llevar el velo o no, y no somos quiénes para juzgar sin saber. Hay millones de historias, y generalizar alegremente sobre las mujeres con velo es propio de ignorantes. Obviamente, yo tengo mi opinión sobre el tema, pero como no soy una mujer musulmana, no creo que sea relevante y me la voy a guardar.

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¿Por qué ha aumentado el uso del velo en algunos países islámicos? Hay muchísimos motivos. Una respuesta posible (de muchas) es que puede deberse al fracaso del modernismo laico como ideología. Sadam Hussein y los al-Assad serán todo lo nacionalistas panárabes que queramos, pero sus regímenes no se caracterizan precisamente por las libertades civiles.

Las mujeres en Irán antes de la revolución

Algo que también abunda en las redes sociales son listos que cuelgan una imagen de alguna mujer de clase alta en Irán en los años 60 y dice algo así como que con el sha se vivía mejor y que hay que ver qué pena Irán convertida en una dictadura religiosa. Correcto, Irán es un régimen clerical donde no hay libertad política, se prohíben ciertos libros, hay censura de Internet, el hiyab es obligatorio y se ahorca a los homosexuales (aunque el Estado pague las operaciones de cambio de sexo a los transexuales). ¡Pero con el sha no se vivía mejor! ¿Por qué creéis que hubo una revolución en primer lugar?

El sur de Tehrán estaba atestado de pobres desempleados afectados por la «brillante» Revolución blanca del sha, que les había dejado sin trabajo en el campo. El régimen de los Pahlavi no proveía de servicios sociales a estas personas, que encontraron cobijo, apoyo y alimento en las mezquitas. Los jomeinistas lo sabían y cuando se hicieron con el poder construyeron escuelas, hospitales, alcantarillado y dieron derechos laborales que con el sha no había. ¡Había que mantener contenta a la base! ¡Los regímenes autoritarios hacen eso constantemente! Lo hizo Nasser, lo hizo Franco, lo hizo Gadafi, lo hizo Saddam, lo hace Kim Jong-Un, y lo han hecho muchos más.

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Mujeres iraníes en la universidad de Teherán antes de la revolución. Estas mujeres no pasaban hambre y se podían permitir ropas bonitas.

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Mujeres iraníes antes de la revolución, en una barriada chabolista del sur de Teherán. Estas no se podían permitir vestidos bonitos y, oh, sorpresa, llevan velo.

Muchas mujeres protestaron contra la obligatoriedad del velo, pero muchas otras protestaron a favor. De hecho, se podría decir que las mujeres pobres (religiosas y conservadoras por lo general) se «vengaron» de las de clase media urbana, de las intelectuales, de las universitarias que no vivían en chabolas y que no pasaban hambre. La idea de regular la vestimenta femenina en Irán, no obstante, no era nueva. El padre del último sha, Reza Pahlavi, prohibió el uso del velo en 1936. Esto no liberó a las mujeres, sino que hizo que en los hogares conservadores las mujeres no salieran de casa. La prohibición acabó con la invasión anglorrusa en 1941. El problema del despotismo ilustrado, del «todo para el pueblo pero sin el pueblo» es que suele causar resentimiento hacia la ideología gobernante.

Todo esto y mucho más lo he contado en detalle en mis artículos sobre Irán en este blog y en El Orden Mundial, así que no me repetiré. Una reflexión para concluir:

Si impones una religión, la gente acaba harta. Si la prohíbes, generas curiosidad y la gente se vuelve religiosa para protestar. A pocas iraníes he visto en Occidente llevando velo, y en las últimas semanas ha habido importantes protestas de mujeres en Irán al respecto del velo. A la generación de mis padres la obligaron a ir a la iglesia, y gran parte de los jóvenes españoles de zonas urbanas hemos sido educados en el ateísmo. En Polonia, por el contrario, el catolicismo estaba perseguido, y por eso la mayoría de los polacos en la actualidad son católicos practicantes. Acción-reacción.

Por eso, y con esto termino, no hay que imponer ni prohibir nada. Tan absurda es la obligatoriedad del velo en Irán como la prohibición del hiyab y del burkini en Francia. Las mujeres deben ser libres de elegir cómo quieren vestir. Las mujeres musulmanas no necesitan que vengamos desde occidente a liberarlas o darles lecciones.

Amigo, antes de emitir una opinión sin fundamento, infórmate, pregunta a las afectadas, replantearte los conceptos de libertad personal, y piensa durante diez segundos antes de abrir la boca o pulsar «intro». El mundo te lo agradecerá.

Vigencia del Choque de Civilizaciones de Samuel Huntington

Vídeo de mi ponencia en el marco de la conferencia «Desde el pensamiento global en las Relaciones Internacionales hacia la actuación nacional: lecciones para El Salvador y Centroamérica», organizada por la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de El Salvador el 16 de noviembre de 2017.

Debido a problemas técnicos, mi participación tuvo que realizarse a través de este vídeo y no de una llamada de Skype como estaba inicialmente previsto. Lo grabé en mi casa en Oldenburg (Alemania) el día anterior.

Texto relacionado: Huntington y el nuevo orden mundial, en El Orden Mundial. Son los mismos argumentos, desarrollados de otra forma.

15 años de la invasión de Afganistán

Desvelando Oriente celebra su primer aniversario. Para conmemorarlo, publico hoy este artículo de opinión, de tono más personal. Sé que me salgo de la línea habitual del blog, pero hoy no quiero informar, sino generar debate y plantear preguntas para las que no tengo respuesta. La primera parte del artículo os resultará extraña a los lectores de más edad, pero creo que los nacidos en la primera mitad de los 90 os sentiréis identificados.
Sobre Afganistán y los Taliban publiqué un artículo hace tres años, mucho más serio que este, que podéis encontrar aquí.


Afganistán e Iraq a los ojos de un niño español

Se cumplen 15 años de la invasión de Afganistán. Yo tenía por aquel entonces 9 años, y era la época en la que empezaban a interesarme las noticias de la tele a la hora de la comida. El 11 de septiembre de 2001 era la víspera del primer día de cuarto de primaria. Estaba comiendo con mi familia con las imágenes del “incendio” en una de las Torres Gemelas de fondo, y de pronto un avión se estrelló con la otra torre. Parecía una película, pero era de verdad (aunque no sé hasta qué punto era capaz de entenderlo). Fue una tarde de tele muy entretenida, y al día siguiente todos hablábamos de ello en el recreo.

Las aventuras del cole se mezclan en mis recuerdos con el inicio de la guerra, que parecía la cosa más natural del mundo. Había un malo, Bin Laden, el que había atacado las Torres Gemelas y el Pentágono. El malo se escondía en las montañas de un país lejano llamado Afganistán. Tenía un ejército de terroristas (los Talibanes), y las Naciones Unidas (una reunión de tooodos los países del mundo) organizaron una invasión para capturarlo. Los americanos (que eran los más poderosos) iban a ir a matar a los malos, y los españoles iban a llevar ayuda humanitaria y regalos para los niños. Sobre todo, recuerdo imágenes. La demolición de los budas, la foto de la chica afgana de Time, los bombardeos y los vídeos de mala calidad del Malo y otros tíos barbudos diciendo que nos iban a matar a todos en un idioma extraño.

osama-bin-laden-video-759358189El Malo Maloso en uno de sus famosos vídeos, imagen icónica de nuestra infancia.

También recuerdo una canción que despertó mi pequeño espíritu punki. Los Reyes de 2002 me trajeron un equipo de música. En un insulso CD de “éxitos de 2002” (era la época de Rosa, Bisbal, Bustamante,  Chenoa) encontré este tema tan divertido que bailaba en mi cuarto cuando nadie me veía. Todo esto suena frívolo (la gente muriendo a kilómetros de distancia y yo hablando de una canción tonta), pero así es como lo vivimos los niños, que no sabíamos nada de Afganistán y tampoco nos importaba mucho.

Un año después, los americanos invadieron otro país llamado Irak. Las invasiones llenaban el espacio entre Eurocopa y Mundial de fútbol, parecía que estaba hecho a propósito. Cada dos años, invasión. Quedaban un montón de países raros de nombre parecido en esa parte del mundo, así que parecía que quedaba diversión para rato. Si, parece cruel hablar del tema así, pero era como lo  veiamos los niños, incapaces de separar la realidad de la ficción (o quizá yo era particularmente autista y poco empático).

En Irak había otro malo llamado Sadam Hussein que ayudaba a Bin Laden, que había escapado de Afganistán.  Sadam Hussein tenía Armas de Destrucción Masiva™, que eran bombas nucleares y misiles enormes que los terroristas iban a utilizar para atacarnos. Así que había que invadir Irak para que Sadam no diera las armas a Bin Laden. Sin embargo, no todo el mundo parecía estar de acuerdo con lo de la guerra. Esta vez no lo apoyaba la ONU, así que ya no estaba tan claro que estuviera bien. Mucha gente salió a protestar contra ello, y en algunas casas y edificios ponía “¡No a la guerra!”. En el recreo se debatía (con la intensidad y clarividencia de los niños de 10 años) si había guerras buenas y malas (lo decidía la ONU), si todas las guerras eran malas, o si es mejor ir con los que ganan y aprovecharse de ello (¡España iba a ser tan importante como Inglaterra o América!).

Invadimos Irak. Los americanos destruían todo y nosotros lo íbamos arreglando (o eso nos contaban). Cuando los yankis entraron en la capital de Irak, un montón de gente salió a celebrarlo y empezaron a derribar la estatua del dictador (un dictador es alguien que manda sin que le elijan, como Franco). Pero después vinieron los americanos con tanques y cuerdas y lo derribaron ellos. No molaba, era como querer quitarle el protagonismo a la gente de ese país. Un periodista español (José Couso) murió después porque los americanos se confundieron y le dispararon. Eso tampoco estaba bien. Empezaban a caerme un poco mal los americanos. Además su presidente parecía un poco bobo.

Statue - Saddam HusseinLa estatua de Sadam Hussein siendo derribada por los yankis. Fuente: The Guardian

2004 era el último año de primaria. El 11 de marzo estábamos de excursión en una granja escuela. No teníamos móviles ni nada de eso, así que nos enteramos de la noticia por la noche cuando llamamos a nuestras familias por qué sucedían estas cosas. Por suerte, ni los niños ni los profes perdimos a nadie. No me voy a recrear en el trauma colectivo y la indignación porque todos lo vivimos, cada uno a nuestra manera. La política internacional empezaba a afectarme casi personalmente, así que empecé a leer con curiosidad la sección de internacional de los periódicos que llegaban a mis manos (en mi casa no había internet por aquel entonces). No mentiré diciendo que en ese momento decidí dedicarme a los estudios orientales, porque eso sería una mentira como una catedral. Todo esto llegó mucho más tarde. Pero sí es cierto que el atentado marcó el final de mi inocencia, y comencé a ver las guerras, el terrorismo y la muerte como algo real y doloroso, no como un mero espectáculo de accion hollywoodiense.


El extraño consenso sobre la invasión de Afganistán

En los 15 años que han pasado desde la invasión, y muchos otros, hemos crecido y disfrutado de las comodidades de la paz y de la vida occidental, con unos difusos “terroristas yihadistas” como enemigo lejano y varias guerras iniciadas por los aliados de nuestro país para exportar la democracia y protegernos del terrorismo. Si bien con la de Iraq hubo mucha polémica, la de Afganistán pasó desapercibida. Hasta el final de su mandato, Zapatero mantuvo a las tropas españolas en Afganistán sin que hubiera grandes movilizaciones en su contra. La bendición de la ONU suele citarse como la causa de esta diferencia de apreciación pero, en mi humilde opinión, la guerra de Afganistán no ha tenido nada de humanitaria.

En septiembre de 2010, Zapatero afirmaba en el Congreso que las tropas continuarían en Afganistán «mientras esté en peligro la seguridad global y la seguridad de los españoles«, es decir, para siempre. El uso de eufemismos siempre caracterizó a Zapatero, pero es que no podía ser más específico sin ser políticamente incorrecto. No iban a decir que estamos allí para ayudar a la OTAN a mantener el “centro del tablero” que controla Eurasia. ¿De verdad un país sin salida al mar, sin recursos económicos ni naturales más allá del opio, arrasado por décadas de guerra civil, es un peligro para la seguridad global?

afghanistangooglemapsAfganistán y sus vecinos. Un país pobre y sin salida al mar, pero de gran valor estratégico.

Afganistán no es nada más que una casilla en el juego de Risk que las potencias llevan jugando por siglos.  Una casilla con alto valor estratégico, pues tiene frontera con Irán, Pakistán, China y las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central. Es decir, Afganistán es el lugar desde el que la OTAN tener a tiro a los rusos, los chinos y los iraníes (y los pakistaníes y los indios, en caso de que se pongan tontos).

Durante 15 años, los gobiernos de España (y por extensión los españoles, que por algo votamos) hemos apoyado una guerra de agresión. También lo han hecho países que se opusieron a la guerra de Irak, como Alemania o Francia. Desde la retirada en 2014 solo queda una decena de militares españoles allí, pero desde el inicio de la invasión más de 100 soldados españoles han perdido la vida sin que haya habido un debate muy profundo sobre qué hacían ahí. Parece haber cierto consenso con una noción de seguridad global consistente en mantener a las potencias rivales bajo control e impedirles obtener victorias tácticas. En ese asunto no me meto (de momento), pero me gustaría plantear una cuestión:

¿Hasta qué punto ha ayudado la presencia española en Afganistán a mejorar la situación del país?

La respuesta varía según a quien le preguntes. Hace un par de meses tuve la oportunidad de compartir viaje con dos oficiales de infantería, uno de ellos veterano de Afganistán, que defendían la necesidad de la intervención española. Las razones eran un tanto difusas: “hay que acabar con el terrorismo fuera para evitar que después vengan a España a atentar” o “hay que ayudarles a tener un ejército moderno y unas instituciones decentes antes de poder dejarles a su libre albedrío”.

El oficial de la Legión, que había estado en Afganistán, me contaba cómo había presenciado muchas escenas chocantes, como un niño de 8 años dándole una paliza a una niña de 6 mientras los viejos del pueblo lo aprobaban en silencio… Como ser humano, me contaba, no se puede permanecer impasible ante eso. Los militares españoles habían intervenido para separar a los chicos, pero, según aseguraba el legionario, “en cuanto nos vamos la situación vuelve a ser la misma”.

Historias similares sobre la barbarie Talibán (la prohibición de la música y de los entretenimientos “pecaminosos”) y anécdotas sobre el tráfico de drogas y cierta percepción de que la población local no fundamentalista apoyaba la intervención servían a los militares para justificar su posición. Yo, que jamás he estado en Afganistán, me abstuve de pronunciar mi opinión por respeto ante personas cuyo trabajo consiste en jugarse la vida por una causa que ellos creen justa (aunque a mí no me lo parezca) y que en caso de conflicto armado serán los encargados de defendernos mientras los demás opinamos en la web.

h_kabul_oct06La embajada española en Kabul, construida sobre suelo expropiado de forma ilegal. Fuente (e historia completa): RAWA

Por otro lado, España ha sido cómplice de violaciones de los derechos humanos en Afganistán. La embajada española, que ha sido atacada varias veces, fue construida tras la invasión sobre suelo procedente del desalojo ilegal de un barrio humilde, que enriqueció a unos pocos corruptos. El gobierno afgano, en manos de las facciones militares que se unieron para resistir a los Talibán, es nepotista y arbitrario. La desigualdad y la pobreza han aumentado desde 2001, y la situación de las mujeres no mejora. El paro, según algunas fuentes, supera el 60%. Nuestros aliados bombardean a la población civil (ojo: el enlace contiene imágenes fuertes) y hospitales de Médicos Sin Fronteras. Os recomiendo leer los informes y las noticias de de la Asociación de Mujeres Revolucionarias de Afganistán, RAWA, una de las organizaciones más combativas y vocales en su defensa de los derechos humanos y de la libertad de los afganos, que exige la retirada inmediata de todas las fuerzas extranjeras (petición utópica, desgraciadamente). Tienen sección en español.

Afganistán, no obstante, ya era una pena antes de 2001. Desde finales de los 70, el país ha estado en guerra permanente. Primero con los soviéticos, que intervinieron para apoyar al gobierno comunista afín que estaba siendo amenazado por una insurgencia islamista apoyada por EEUU, Pakistán y otras potencias. Después en guerra civil, dado que los «luchadores por la libertad» que desalojaron a los soviéticos se negaban a sentarse a formar un gobierno civil y se centraron en luchar por el poder y matarse entre sí. Los Talibán aparecieron en los 90 como reacción contra los señores de la guerra, y consiguieron dominar casi todo el país y de paso putear horriblemente a la población civil, que ya llevaba década y media de saqueos y violaciones. En 2001, la OTAN dio su apoyo a una alianza de facciones que antiguamente luchaban entre sí y que se unieron contra los Talibán, la famosa Liga Norte que hoy domina el país, aunque la guerra civil sigue hasta hoy después de casi cuatro décadas de conflicto.

khoshalmeenaAfganistán ya estaba en ruinas en los 90. Fuente: RAWA

Vale, todo es un asco… ¿Qué propongo entonces? En realidad, no propongo nada. Sé que la geopolítica global es una materia compleja y delicada, y que a ojos de los estrategas y expertos en seguridad, la vida humana no tiene valor en comparación con las ganancias y riesgos potenciales de mantener la ocupación o retirarse. Desde 2014, la presencia de la OTAN en Afganistán se ha reducido de forma significativa. Dado que los Taliban continúan teniendo una fuerte presencia en gran parte del país, es posible que China y sus aliados de la SCO aprovechen el vacío que dejaría la OTAN en caso de que se retirase definitivamente.

Solo pretendo que, como ciudadanos de países democráticos donde hay libertad de prensa y de expresión, nos permitamos reflexionar y cuestionarnos la necesidad de intervenir en países lejanos para proteger nuestros intereses políticos y económicos. La excusa de la seguridad, al menos para mí, no funciona. Soy incapaz de comprender cómo y por qué un país empobrecido situado a miles de kilómetros de distancia podría suponer siquiera una ligera amenaza para el bienestar de mi país. No consigo hallar la conexión entre la lucha antiterrorista (que debe ser una material policial y doméstica) y la presencia militar española en Oriente Medio. No quiero decir que no la haya, sino que no la entiendo. Así que si alguien me lo puede explicar de forma clara, lo agradecería.

Espero, en todo caso, que la paz llegue algún día a Afganistán y que los afganos vuelvan a ser los dueños de su destino, libres de señores de la guerra y de ocupantes extranjeros.

Y vosotros, lectores, ¿qué opináis?

Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini

Especial «Acuerdo nuclear»
I – Relaciones Irán-Occidente, 1800-1953
II – Relaciones Irán-Occidente, 1953-1979
III – La Revolución Islámica, 1979-1989
IV – Irán después de Jomeini, 1989-1997
V – Los gobiernos de Jatami, 1997-2005
Bonus: Las relaciones no tan secretas entre EEUU y Jomeini


Quizá uno de los indicadores del delicado momento por el que pasa la sección internacional de muchos periódicos españoles es que algunos medios hayan decidido dedicarse a traducir artículos de otros sin producir contenido propio. Es el caso de eldiario.es, que adapta al castellano algunos de los artículos publicados por el diario británico The Guardian. Si bien The Guardian es un diario de cierta calidad, también incurre en errores y omisiones.

Ayer eldiario.es publicaba una traducción de un artículo titulado Las relaciones secretas entre EEUU y el ayatolá Jomeini. El texto es interesante, aunque olvida muchos detalles y presenta como un hallazgo sensacional cosas que los historiadores veníamos un tiempo sabiendo o sospechando. Por supuesto que el ayatollah contactó a la embajada americana: el poder del shah dependía enormemente del apoyo militar y financiero estadounidense,  todo intento de sustituir al régimen necesitaba tener en cuenta este factor. No haber contactado a las autoridades americanas hubiera sido estúpido. No sé hasta qué punto el intercambio de mensajes puede ser considerado “una estrecha relación”, como escriben en el artículo. Al artículo le falta contexto, mucho contexto. Para remediarlo, he escrito este breve texto.

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Manifestación conmemorando el aniversario de la Revolución Islámica (Tehrán, 11 de febrero de 2002). Fuente: Global Post

La importancia de 1963

Se afirma en el artículo de eldiario.es que “los primeros intentos de Jomeini de comunicarse con EEUU datan de 1963, 16 años antes de la revolución”, pero no se explica por qué esto es significante. En 1963, como explicamos en la segunda parte del Especial sobre Irán, tuvo lugar una oleada de protestas en las que se destacó un clérigo llamado Ruhollah Jomeini. Las versiones sobre qué pudo ocasionar las respuestas varían, pero hay cierto consenso al respecto de que las reformas de la llamada “Revolución Blanca” y los decepcionantemente manipulados comicios de ese año tuvieron algo que ver. Jomeini tuvo que exiliarse en Irak ese mismo año, desde donde continúo su labor opositora al régimen predicando contra el shah. En noviembre, momento en el que contacta a EEUU, ya estaba en el exilio. Estos intentos de contacto deben entenderse como un esfuerzo por influir en uno de los elementos esenciales de la política interna iraní: el apoyo estadounidense.

Parafraseando a eldiario.es, en ese mensaje Jomeini explicaba «que no estaba en contra de los intereses de EEUU en Irán» y que «por el contrario, pensaba que la presencia de ese país era necesaria para contrarrestar la influencia soviética y, posiblemente, la británica». No parece una afirmación muy descabellada, pues los persas eran muy conscientes de lo perjudicial que había sido tener rusos y británicos como vecinos (fueron invadidos por ellos en las dos guerras mundiales). Jomeini intentaba mostrar que a pesar del apoyo americano al golpe de Estado del 53, la oposición iraní no sentía rencor contra los americanos, que en el contexto de la guerra fría erna vistos como un buen garante de la independencia del país.

El ayatollah astuto

Jomeini, como ya he explicado alguna vez, era un tipo muy listo. Si a los autores del artículo original les sorprende que sea “más astuto” y “menos heroico” de lo que parecía, es que no se han documentado lo suficiente. Jomeini no era necesariamente anti-americano, pero se apropió del discurso predominante para conseguir sus objetivos políticos. Contaba aquí  cómo en los años 60 empezó a surgir un fuerte sentimiento de anti-occidentalismo entre los intelectuales iraníes; lo único que hizo el ayatollah fue aprovecharse de ese sentimiento para impulsar su propia agenda. Los periodistas no son los únicos en no entender a Jomeini; éste ya fue sobreestimado por el resto de la oposición en 1979: los distintos grupos que disputaban el poder creyeron que podían utilizar al anciano clérigo para lograr sus objetivos y al final fue él el que se aprovechó de todos para implantar su modelo de Estado. El ayatollah no era un inocente y bienintencionado clérigo, sino que desde principios de los 70 había diseñado un programa político, un modelo teocrático conocido como el “velayat e-faqih”, el gobierno del jurista. Hablamos de ello aquí (buscar «el gobierno del jurista»). El objetivo de Jomeini era implantar este modelo, con o sin los americanos.

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Jomeini en París. El segundo por la izquierda es el actual presidente de Irán, Hasan Rohaní. Fuente, Reddit

Obviamente, de las palabras a los hechos hay una enorme distancia. Tuve la ocasión de estudiar las relaciones diplomáticas entre EEUU y los primeros gobiernos de la república islámica. Ni los iraníes querían cortar todos los lazos con el gobierno americano, ni los yanquis querían perder años de inversión y esfuerzo. A pesar de la retórica anti-americana en las calles, los políticos iraníes que intentaban controlar la situación eran conscientes de que era preciso mantener una relación cordial con los estadunidenses, que llevaban 25 años invirtiendo e influyendo en el país.

Jimmy Carter había empezado a presionar al shah en 1977 para que respetase los derechos humanos y poco a poco abriese el sistema político iraní. Recordemos que, en 1975, el shah había impuesto un partido único. Al mismo tiempo, el shah se moría de cáncer y esperaba preparar una transición a la española. Los contactos entre el rey Juan Carlos y el shah de los que se han hecho eco algunos medios republicanos se inscriben en ese contexto.  Jomeini era visto por los diplomáticos occidentales como una figura crucial para una transición pacífica, especialmente desde que abandonó el exilio en Nayaf por las afueras de París.

La crisis diplomática, al servicio de la política interna

Jomeini no hablaba ni papa de inglés. En París fue asesorado por un grupo de estudiantes y profesionales iraníes con experiencia exterior y conocimientos en francés, inglés y alemán, que se comunicaban con la prensa y los diplomáticos extranjeros. La mayoría de ellos, como Ebrahim Yazdi, al que se menciona en el artículo de eldiario.es, eran militantes del Movimiento de Liberación de Mehdi Bazargán. Este partido, sobre el que escribí mi tesina de máster, era una amalgama de intelectuales de clase media-alta, islamista pero anti-clerical,  dividido entre un sector socialista-revolucionario y otro liberal-reformista. Jomeini supo percibir estas contradicciones y explotarlas en su propio beneficio, nombrando a Bazargán como presidente provisional y esperando pacientemente a que el partido se descompusiera.

La relación con EEUU fue un factor más en la lucha por el poder dentro de la incipiente revolución islámica. Los pragmáticos liberales del Movimiento de Liberación del presidente Bazargán fueron desahuciados del poder gracias a la ocupación de la embajada estadounidense, a la que el artículo de eldiario apenas hace una breve mención. La toma de la embajada fue un intento muy exitoso de desestabilizar al gobierno provisional, incapaz de controlar a los manifestantes, las fuerzas de seguridad y las nuevas instituciones revolucionarias que iban surgiendo.

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Bani-Sadr (izquierda), Bazargán (centro) y Jomeini. Fuente, Fouman.com

Paralelamente, según cuenta en sus memorias el expresidente Abolhassan Bani-Sadr, miembros del Partido de la República Islámica como Raja’i iniciaban contactos con representantes de Ronald Reagan. Bani-Sadr, el primer presidente de la República Islámica elegido democráticamente, fue destituido por Jomeini en 1981. En sus memorias (que tengo en PDF si a alguien le interesa) se aprecia mucho resentimiento contra el ayatollah y sus partidarios. A pesar de eso, y aunque sus acusaciones no estén sustanciadas con pruebas, la teoría de Bani-Sadr es interesante: según él, la crisis de los rehenes fue aprovechada tanto por el PRI como por los republicanos, y hubo un acuerdo entre ellos para que el secuestro durara hasta después de las elecciones. La incapacidad de liberar la embajada fue presentada como un fracaso de la política conciliadora de Carter, y permitió la elección de Reagan. A cambio, (siempre según Bani-Sadr) el PRI recibió fondos y armamento para luchar contra los iraquíes, que habían invadido Irán en 1980.

Desde entonces, las relaciones entre EEUU e Irán han sido elementos importantes en la política interna de ambos países, especialmente de Irán. Estas relaciones tocaron fondo durante la década de los 80, en la que EEUU apoyó a Iraq en su guerra contra Irán y derribó un avión de pasajeros civil; mientras que Irán apoyó a organizaciones terroristas y milicias armadas como Hezbollah. Desde 1989 ha habido sucesivos intentos por ambas partes de mejorar la relación, con mayor o menor éxito. El acuerdo alcanzado este año es el último hito de esta tortuosa relación.

 Para más información sobre la revolución y las décadas posteriores, recomiendo leer tres artículos de este blog, La Revolución Islámica,  Irán después de Jomeini y Los gobiernos de Jatami.

¿Está Daesh detrás de la masacre de Orlando?

No me gusta escribir sobre atentados terroristas recientes, y normalmente no lo hago, pero hoy voy a hacer una excepción. Como casi todos sabréis, hace un par de días ha habido un ataque en un local gay en Orlando, Estados Unidos. La noticia ha sido ampliamente comentada y analizada, con toda suerte de detalles macabros y morbosos, así que no voy a recrearme en ella.

Tan solo voy a intentar responder una pregunta que algunos medios se han hecho y no han sabido responder con exactitud:

¿Era Omar Mateen -el asesino- un salafista yihadista? ¿Pertenecía al Daesh?

La respuesta, me temo, es no. Si no sabes muy bien qué es un salafista, escribí hace poco un artículo aclaratorio que recomiendo leer antes.

Voy a parafrasear un artículo en el que Juan Cole explica los 7 motivos por los que se puede afirmar que Mateen no era salafista ni pertenecía al Daesh. Yo los voy a reducir a 3.

1 – Los salafistas no van a pubs homosexuales. Omar Mateen había estado frecuentando el Pulse, el local que asaltó, semanas antes de su ataque, según informa el Orlando Sentinel. y como han recogido medios en español. Sobre todo, los salafistas no beben alcohol. Si Omar Mateen hubiera estado en el pub tan solo para reconocer el terreno, identificar rutas de escape y preparar su masacre en profundidad, no hubiera pedido cerveza una noche tras otra. Parece un detalle absurdo, pero es revelador.

2 – Los salafistas no suelen ir afeitados. La barba es para ellos una señal de piedad que les permite identificarse como miembros de la comunidad islámica. Se han escrito numerosas fatuas sobre la longitud óptima del vello facial, y aunque no hay un consenso definido en cuanto a la prominencia y espesor, sí que está claro que un buen salafista debe llevar barba, o al menos intentarlo. Mateen, como se puede ver en la foto de abajo, no tenía vello facial. Los salafistas, además, no utilizan apps para ligar con homosexuales (los hay que no utilizan ni el móvil).

3 – Los militantes del Daesh conocen a sus enemigos. Ya vimos que buena parte de las publicaciones internas de Daesh se dedican a explicar por qué Al Qaeda son sus principales enemigos enemigos. Sabemos también que Daesh odia a los chiíes y planea su exterminio. Omar Mateen, por el contrario, no parecía tenerlo muy claro, ya que se declaró miembro de Hezbollah (la milicia chií por excelencia) y expresó su admiración por Jabhat al-Nusra, sección siria de Al-Qaeda, enemigo número 1 de Daesh. Mal militante de Daesh sería si no sabe quienes son los principales rivales de la organización en Siria.

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Selfie de Omar Mateen. Mucha pinta de salafista no tiene. Fuente: Global Dispatch

A diferencia del ataque de París, todo parece indicar que Mateen preparó la matanza por su cuenta, sin recibir asesoramiento o financiación del exterior. Aunque Daesh se haya apresurado a reivindicar la autoría del atentado, la propia policía estadounidense reconoce que los vínculos entre la organización salafista y Omar Mateen son escasos, por no decir inexistentes.

Mateen, que ya había sido investigado por el FBI, tenía cierta tendencia a inventar y exagerar cosas. Por ejemplo, dijo que conocía a los terroristas de Boston y a varios luchadores que fueron a Siria; la policía descartó dicha conexión. También afirmó en 2013 que era parte de Hezbollah, grupo paramilitar chií. La cosa, según informa el Whasington Post, parece venir de familia, pues su padre, nacionalista pastún que hablaba en Dari (analogía tonta: como si un nacionalista catalán hablase en portugués), se hacía pasar por una figura importante de la política afgana en el exilio, llegando a anunciar su candidatura a las elecciones presidenciales de 2014 un año después de que tuviesen lugar.

Por tanto, aunque Mateen anunciase su lealtad a Daesh y Abu Bakr al-Baghdadi, de momento no hay pruebas que indiquen que en efecto pertenecía al grupo. En otro artículo, Juan Cole pone en duda que el ataque de Orlando pueda ser considerado terrorismo.  Si bien no estoy del todo de acuerdo con él, Cole hace una puntualización muy acertada: El terrorismo no es sino el uso de la violencia para obtener unos fines políticos determinados. ¿Cuáles eran los objetivos de Mateen, salvo matar a mucha gente? ¿Qué le movía, salvo el odio?

Cuando hace un año Dylan Roof asaltó una iglesia afroamericana en Charleston, lo hizo con la esperanza de iniciar una guerra racial, según confesó. Roof tenía una web donde difundía textos supremacistas, y donde publicó un manifiesto explicando por qué quería matar gente. El ataque de Dylan tenía una motivación política y por tanto, era terrorismo. Sin embargo, enseguida se le calificó como “mentalmente inestable”, y a otra cosa.

Hace un año también, Andreas Lubitz, un piloto de Germanwings estrelló el aparato que pilotaba contra los Alpes, matándose a sí mismo y a otros 149 pasajeros. Este caso no tenía motivación política, pero también buscaba matar a mucha gente. Los medios agitaron el fantasma de la inestabilidad mental (como si todas las personas con depresión fueran capaces de hacer algo así) y pasaron también a otra cosa.

A casi nadie se le ocurrió utilizar estos dos ejemplos para atacar y criticar a sus comunidades (hombres estadounidenses blancos; pilotos de avión alemanes), ni se habló de una conspiración internacional de hombres blancos deprimidos. Sin embargo, la masacre de Orlando sí se ha utilizado para criminalizar a los musulmanes. Se asume que Mateen era parte de una red yihadista mundial sin que haya pruebas. Se acepta acríticamente la propaganda del Daesh, nos creemos que la masacre ha sido obra suya. Nos dejamos manipular por una organización terrorista.

Por supuesto, hay que ser realistas y no pasarnos de buenistas: es cierto que un sector importante de la comunidad islámica contemporánea condena la homosexualidad (aquí un artículo en inglés que explora los posibles motivos de esta tendencia). Países que se autoproclaman defensores de la fe, como Irán o Arabia Saudí ejecutan a los homosexuales de formas horribles. [Actualización 16 de junio] Ahora mismo varios grupos de ultras turcos preparan acciones violentas contra la manifestación del Orgullo Gay que se celebrará en Ankara el 26 de junio. Pero no es cierto que, como se suele insinuar, los musulmanes estén unánimemente de acuerdo con este tipo de acciones violentas. La comunidad musulmana de EEUU ha lamentado y condenado los ataques  y publicado varias declaraciones al respecto.

Por extrapolar de nuevo, aunque en España haya un sector amplio de la sociedad que no entiende la homosexualidad, o que incluso denuncie la supuesta existencia de un “imperio gay” que ataca los valores cristianos tradicionales, no creo que casi ningún católico apruebe este tipo de asesinatos a sangre fría. Una cosa es no aprobar la homosexualidad; otra muy distinta coger un rifle y matar a medio centenar de personas.

Es natural que ante una masacre de estas dimensiones reaccionemos de forma visceral. Pero los periodistas y opinólogos deberían intentar informarse, mantener la calma, y no generalizar alegremente (para algo les pagan). El islam, como religión, tiene muchas caras. El islamismo [islam político] tiene también mil posibles interpretaciones. Incluso el salafismo tiene varias corrientes antagónicas, por no hablar de las división interna del salafismo yihadista. Hacer afirmaciones como «el islam dice…» o «los musulmanes piensan…» es casi  siempre erróneo. No se puede meter a mil millones de personas en el mismo saco.

Siete breves puntualizaciones sobre el islamismo

Llevo un tiempo largo sin publicar. El trabajo, las vacaciones de Semana Santa y otros proyectos personales (solicitar becas varias) me han mantenido ocupado. La necesidad de acabar de una vez por todas el especial sobre Irán me quitaba además las ganas de escribir. He decidido aplazarlo y escribir sobre otros temas, ya que me estaba quedando un blog demasiado centrado en Irán y el chiismo. Terminaré el especial en un futuro no muy lejano, pero hoy trataré de otros temas, mucho más acuciantes.

La semana pasada Daesh (el mal llamado Estado Islámico) proclamó la autoría de los atentados de Bruselas, y de nuevo los periodistas y juntaletras españoles, europeos y americanos se han lanzado a soltar barbaridades sin fundamento. Dado que no tengo tiempo para analizar ni rebatir cada uno de los disparates que se dicen, he decidido por el contrario diseccionar la ideología del Daesh a través de sus propias fuentes primarias, es decir, la revista Dabiq, que se publica en inglés. De momento han editado 13 números bastante voluminosos, y he de decir que he quedado muy sorprendido por la calidad de la edición, el impecable inglés académico que utilizan, y el material gráfico utilizado.

Antes de publicar el análisis, me gustaría hacer siete puntualizaciones de carácter general:

  1. – El “islamismo” y el llamado “terrorismo islamista” no son la misma cosa. Por usar una analogía, aunque los Baader-Meinhof y las Brigadas Rojas se autoproclamasen marxista-leninistas, no todas las personas y grupos que profesan dicha ideología apoyan la violencia ni forman comandos paramilitares. De igual modo, no todos los nacionalistas vascos son terroristas en potencia ni pro-etarras. Esto parece evidente, pero a una gran mayoría de periodistas indocumentados se les escapa. Por eso, cuando en Egipto hay un golpe de Estado militar contra el gobierno democráticamente elegido, la prensa española apenas alza la voz. Al fin y al cabo, el gobierno de Morsi era el gobierno de los Hermanos Musulmanes, y todo el mundo sabe que los HHMM son islamistas y por tanto, peligrosos (los HHMM egipcios serán muchas cosas y no todas ellas buenas, pero no son terroristas).
  2.  – “Islamismo” es, en sí mismo, un término bastante amplio y ambiguo. Mucho más ambiguos e inexactos son los términos “Fundamentalismo” e “islam radical”, en los que se clasifica a un sinfín de personas y organizaciones de ideologías diametralmente opuestas. A mí me gusta emplear “islamismo” como sinónimo de “islam político”, es decir, el intento de emplear símbolos, imágenes y textos pertenecientes a la religión islámica para elaborar o justificar planteamientos políticos diversos. En sí esta definición no aclara gran cosa, ya que podemos considerar islamistas a grupos tan dispares como los Hermanos Musulmanes, ‘Amal, Hezbollah, el AKP de Erdogán y muchísimos otros. Puede haber movimientos islamistas pacíficos o violentos, estatistas o pro-libre mercado, democráticos o totalitarios, pro-occidentales o anti-occidentales… Sed extremadamente escépticos cuando leáis generalizaciones banales sobre los “islamistas”.
  3.  – El islamismo, ya sea pacífico o violento, es por lo general un fenómeno moderno (es decir, del siglo XX). En el mundo sunní, el desprestigio del estamento religioso tradicional, asociado a menudo con el poder político (lo que podríamos llamar “islam oficial”), hizo que numerosos intelectuales sin formación religiosa formal se lanzasen a la interpretación de los textos islámicos en búsqueda de respuestas y alternativas políticas. Es decir, el islamismo representa a menudo una ruptura con la exégesis islámica tradicional, aunque haya clérigos que den su apoyo a organizaciones islamistas. Hassan al Bana, fundador de los Hermanos Musulmanes, era profesor de escuela, en un modelo educativo inspirado en el occidental. Sayyid Qutb, padre intelectual del islamismo violento, era también profesor, y pasó un año de su vida en EEUU. Ali Shariati no era teólogo, sino sociólogo educado en París. Osama Bin Laden estudió en universidades occidentales. En definitiva, los principales teóricos y agentes del islamismo no son clérigos a la manera tradicional, sino “intrusos”. Cuando Osama Bin Laden emitía fatuas, no tenía ninguna legitimidad desde un punto de vista tradicional. Por tanto, los seguidores del islamismo, especialmente del islamismo violento, serán personas descontentas con el islam oficial o tradicional, no necesariamente personas habituales en las mezquitas y madrazas.

    Dabiq 10
    Propaganda de Daesh. Fuente: Dabiq nº 10, p.35.
  4. – Lo que la prensa española denomina “yihadismo” no existe. Es decir, no hay una ideología que podamos denominar “yihadismo”, ni unos principios teóricos y prácticos del “yihadismo”. (Aunque podría considerarse que “Piedras en el Camino” de Qutb es una especie de manual práctico para “yihadistas”). Lo que hay son movimientos POLÍTICOS de inspiración islamista que consideran que la violencia es una forma legítima de conseguir sus objetivos. Dado que estos movimientos no controlan un Estado, recurren a estrategias terroristas, es decir, se mueven en la clandestinidad y tratan de hacer el mayor daño posible en sus ataques. Según la ideología de cada uno, considerarán adecuado atentar indiscriminadamente contra objetivos civiles, centrar sus ataques en miembros de una confesión religiosa determinada, o atacar exclusivamente objetivos político-militares. En lugar de “yihadismo”, voy a emplear el término “islamismo militante violento”, o “islamismo violento” y solo voy a emplearlo con grupos terroristas. El AKP de Erdogán es sin duda violento (o al menos su represión a los opositores no se ajusta a los límites de lo aceptable y decoroso en Occidente), pero dado que está en el poder no recurre al terrorismo. La referencia a la yihad por parte de los grupos terroristas es tan solo una forma de legitimar la violencia.
  5. – El islamismo militante violento está aún más dividido que la izquierda europea. Y está división no obedece únicamente a criterios confesionales (ejemplo típico que utiliza la prensa: Hezbollah chií frente a Al Qaeda suní), sino también a objetivos políticos, estrategias, personalismos, rencores internos, perspectivas geopolíticas, y por supuesto interpretaciones teológicas. Una buena página divulgativa sobre el tema (en inglés) es Jihadica, que hoy se encuentra caída. A menudo, los grupos islamistas violentos emplean más tiempo y energías en difamar a sus competidores ideológicos que a sus enemigos jurados (EEUU o Israel, por ejemplo), ya que se disputan entre sí seguidores, influencia y poder. En el caso de Siria, el mayor conflicto se da entre Daesh (el mal llamado Estado Islámico) y el Frente al-Nusra, sección local de Al-Qaeda. Daesh surgió como una escisión de Al-Qaeda en Irak hace casi una década. Hoy día, Daesh critica que Al-Qaeda mantenga una alianza táctica con el Ejército Sirio Libre (apoyado por EEUU); y Al-Qaeda, además de no aceptar la legitimidad del califato autoproclamado por Daesh, discute la brutalidad de sus acciones contra las minorías religiosas.
  6. – Llamar Estado Islámico al Daesh es concederles una enorme victoria ideológica. En primer lugar, es considerarles un Estado, algo que no son, aunque intenten recaudar impuestos y funcionar como tal. En segundo lugar, es reconocerlos como el único Estado Islámico, distinción que también se otorgan las Repúblicas Islámicas de Irán y Pakistán, entre otros (por extrapolar de forma simplona y cutre, sería como si llamáramos a Francia La República Democrática, a pesar de que haya otras repúblicas democráticas). En tercer lugar, es conceder legitimidad a la proclamación del Califato que hicieron hace dos años, algo bastante dudoso. Llamar ISIS al Daesh, por otro lado, es aún más estúpido si cabe. ISIS es el acrónimo inglés para “Estado Islámico de Irak y Siria”. Escribir ISIS es como escribir USA o UK en lugar de Estados Unidos y Reino Unido, o aún peor, como escribir USSR en lugar de URSS, DNA en vez de ADN o NATO en vez de OTAN. Es absurdo. Si se les quiere llamar “Estado Islámico de Irak y Siria”, lo propio sería emplear el acrónimo EIIS.
  7. – Entre la gente bienpensante hay cierta tendencia a decir que el islamismo violento no representa al verdadero islam. Es una afirmación cargada de buenas intenciones, pero en mi opinión, vacía de contenido. No hay un verdadero islam, al igual que no hay un verdadero cristianismo. Las religiones, mejor dicho, los textos y tradiciones religiosas, pueden ser interpretados de múltiples e infinitas formas. Ninguna de ellas es más adecuada o correcta que las otras. Las Cruzadas fueron un fenómeno cristiano, a pesar de que el mensaje de Cristo es por lo general pacífico y no-violento. El culto a los santos y vírgenes en el mundo católico puede parecer algo absolutamente pagano a ojos de un protestante o un observador ajeno, pero los que lo practican afirmarán sin dudarlo que son verdaderos cristianos. De igual modo, los Talibán se consideran un movimiento legítimamente religioso, aunque numerosos clérigos y asociaciones religiosas de Pakistán, otros países vecinos y el resto del mundo hayan “demostrado” con referencia a los textos sagrados del islam que sus acciones les hacen merecedores del fuego eterno. Por supuesto, la mayoría de musulmanes no apoyan ni la violencia ni el terrorismo, y la mayoría de víctimas de estos grupos son otros musulmanes. Ni Daesh ni Al Qaeda son especialmente populares entre los musulmanes. Pero intentar aplicar criterios de pureza es un ejercicio intelectual sin sentido, sobre todo si no somos musulmanes. No creo que los observadores externos estemos capacitados para discernir qué es islam y qué no lo es. Y no creo que sea una distinción necesaria. El islamismo en todas sus variantes es más bien un fenómeno político que religioso.

Intentar comprender las motivaciones e ideología de los terroristas no es lo mismo que justificarlos, ni mucho menos. Pero para combatir a un enemigo hay que conocerlo bien, y no limitarse a bombardear tierras lejanas y desconfiar sistemáticamente de los que profesan cierta religión o tienen un color de piel determinado. La prohibición de consultar material «yihadista» que se plantea instaurar en España es contraproducente, y dificultará mucho las labores de investigación de los que nos dedicamos al tema. En la revista del Daesh se insiste en la necesidad de «conocer al enemigo». Aquí parece que se nos ha olvidado esa premisa básica, y día tras día oímos la opinión de «todólogos» y «expertos» que no saben distinguir entre Hamás y Al Qaeda.

He escrito esto de forma rápida, y quizá haya pasado por alto asuntos que un «expertillo» en la materia como yo considera evidentes o ya sabidos.  Para cualquier duda, sugerencia o queja, recurrid a los comentarios. Contestaré encantado.

Sobre la profesionalidad de algunos periodistas españoles

El País publica hoy un editorial  sobre Irán bastante malo. Es cierto que la sección internacional de dicho diario lleva tiempo de capa caída, pero hoy se han superado con un texto que muestra que ni siquiera cuentan con un comité de expertos que revise los textos publicados.

Hay quien pensará que me paso de puntilloso, que al fin y al cabo Irán es un país lejano, y que lo mismo da escribir Consejo Guardián que Consejo de Expertos. Probablemente sean los mismos que se enfadan cada vez que las películas extranjeras o la prensa internacional difunden tópicos superficiales y simplistas sobre nuestro país. Lo que me indigna especialmente es que algún periodista ha cobrado por escribir el pésimo editorial del periódico, que alguien que ni siquiera se ha molestado en informarse puede ver su artículo de ínfima calidad publicado en papel en un diario de tirada nacional, mientras que yo escribo este blog sin obtener ningún beneficio económico y (en mi modesta opinión) ofreciendo contenidos con algo más de veracidad y calidad.

Comencemos a destripar el texto: En primer lugar, el autor confunde el Consejo Guardián con la Asamblea de Expertos, y los mezcla inventándose un inexistente “Consejo de Expertos”. No, señores de El País, lo que se eligió el pasado viernes fue la Asamblea de Expertos, que se encarga, como bien decís, de designar al Líder Supremo. El Consejo Guardián, por el contrario, no se designa mediante elecciones democráticas, sino que la mitad de sus miembros son elegidos por el Paralamento y la otra mitad por el Líder Supremo. El Consejo Guardián no se ocupa de elegir al Líder Supremo, sino que tiene poder de veto sobre la legislación que pase el Parlamento y además puede anular candidaturas a las elecciones parlamentarias, presidenciales, y a la Asamblea de expertos. Un simple vistazo a la Wikipedia en lengua inglesa hubiera bastado para informar correctamente, pero El País por lo visto está por encima de naderías como el rigor periodístico.

En segundo lugar, Rohaní no es el primer presidente “aperturista” que tiene Irán. Se olvida de mencionar a Jatami o incluso a Rafsanyani. Hubiera sido mucho más interesante para el lector hacer un breve balance del gobierno de Jatami, que también parecía muy prometedor de cara a la democratización y occidentalización del país persa y, sin embargo, dio paso a la presidencia de Ahmadineyad. Es decir, que algo similar a lo que se está viviendo hoy día sucedió hace una década, y que por tanto no hay que hacerse muchas ilusiones con Rohaní. De igual modo, no todos los ayatollahs son parte del régimen, e incluso muchos de ellos son muy críticos con las instituciones, arriesgándose a ser silenciados o arrestados a domicilio.

En tercer lugar, el editorial habla de “aquellos que ocupan el poder desde 1979”, pero no menciona que la candidatura del mismísimo nieto de Jomeini ha sido anulada por el Consejo Guardián. Es decir, que no todo es tan sencillo. Irán, es cierto, está gobernado por un régimen cerrado sobre sí mismo, pero no es un régimen monolítico y uniforme, sino que los distintos actores rivalizan y compiten entre sí. Jamenei y la vieja guardia del Partido de la República Islámica (hoy disuelto) siguen tirando de la mayoría de los hilos, pero están divididos en facciones distintas con intereses opuestos. La apertura de Irán es perjudicial para un sector de la industria y el comercio locales, por ejemplo, mientras que beneficia a otros sectores de la economía.

En el último artículo que publiqué en este blog hablaba de como los términos “moderado” y “reformista” generan automáticamente buenas sensaciones, aunque no signifiquen gran cosa. El País nos brinda hoy un brillante ejemplo de lo que dije con un artículo en el que aseguran que “La alianza de moderados y reformistas copa los escaños de Teherán.” Por si fuera poco, un diario de supuesto prestigio internacional se permite el lujo de utilizar términos como “ultra” y “rancio”, en un artículo que teóricamente no es de opinión sino de información. A mí no me importa utilizar esas palabras, pero al fin y al cabo yo soy un desconocido que publica un blog con poca difusión. Si, por el contrario, cobrase por escribir, trataría de ser más elegante y correcto, pues al fin y al cabo, aunque el periodista pueda tener sus simpatías personales, su trabajo consiste (o eso dicen) en informar, no en generar corrientes de opinión.

No todo van a ser críticas furibundas. Por ejemplo, el sábado el mismo diario publicó un artículo de Ángeles Espinosa bastante más acertado.  En él se explican correctamente las funciones de la Asamblea de Expertos y el Consejo Guardián, y se informa sobre los resultados. De nuevo vuelven a colarse los términos “ultra” y los amables “reformista”, “moderado” y “pragmático”, que no explican gran cosa pero muestran al lector casual quiénes son “los buenos” y quienes “los malos” en todo este asunto. Únicamente hay una generalización desafortunada: “el islam no considera a las mujeres capacitadas para interpretar la ley” . El islam, como toda religión o ideología, está siempre sujeto a interpretación, y por tanto no es dogmático (los que pueden ser dogmáticos son los humanos que lo interpretan). Debería decir, en su lugar, “las instituciones de la República Islámica no consideran a las mujeres capacitadas para interpretar la ley”, y hubiera sido un gran detalle que mencionase a la corriente denominada “Feminismo Islámico” que está luchando por hacerse un hueco en el sistema legal iraní. Aun así, no es del todo un mal artículo.

Los periodistas no suelen tener en cuenta la historia, pues están mucho más preocupados por el presente. Sin embargo, no les vendría mal a algunos de los “expertos” en Irán de la prensa española leer de vez en cuando, o demostrar que conocen el contexto del país sobre el que escriben.